La única capacidad que no querría perder nunca, es la de sorprenderme a mí misma. Es fácil de decir, pero es uno de los mayores retos que alguien puede tener. Te puede sorprender el mundo, la gente que te rodea, las circunstancias, el clima, la historia, una obra de arte, el color de sus ojos… Pero eso no vale de nada.
Nada vale una mierda si no te sorprendes tú. Si tú no eres la mayor sorpresa que puedes encontrar. Día a día. Cuando más tranquila estás, cuando la rutina te llama, no hay más que sorprenderse. Sin buscar la sorpresa, encontrándola.
Probablemente esté diciendo una obviedad, pero si sabes que te vas a sorprender o te montas el equipo y el escenario necesarios para hacerlo, dejes de sorprenderte.
Por eso no es tan fácil. La sorpresa es un estado emocional resultado de un hecho inesperado. Si busco el hecho, no existe la sorpresa, por mucho que el hecho sea maravilloso e imprevisible. Bajarle las bragas y ver lo que hay sería una sorpresa en el colegio, pero tras muchas bragas bajadas, lo que te puede sorprender es un color extraño del pubis, una depilación estrambótica, o un pene donde no esperabas que hubiera un pene.
Las sorpresas se rigen por mecanismos bastante simples: Si estás de espalda y no ves, ni oyes, ni esperas nada, llega alguien y te sorprende. Si sabes que eres muy guapa no puede sorprenderte que gustes a esa persona. Te puede sorprender que te lo diga, si es muy tímida. Sobre todo si es muda. Pero si eres guapa, lo sabes y no te sorprende que te lo digan. Te sorprendería no gustar o que te dijeran lo fea que eres. Si buscas adrenalina disparando a alguien no te sorprenderá matarlo si apuntas bien. Te sorprenderá, quizás, siendo muy liviana la teoría, lo que sientes al matar a una persona. Pero sólo la primera vez. Una cantidad de sangre inesperada si ya has matado a alguien disparando al mismo sitio y la misma distancia, un retroceso más fuerte de lo normal del arma…
Creé una cuenta de twitter en la que simplemente iba poniendo etapas de la resolución de un puzzle. No es que tuviera una cuenta y fuera haciendo un puzzle, sino que creé una específicamente para ello. Y tuve muchos seguidores. Muchísimos.
Le conté que el twitter era mío.
No lo sabía.
Se sorprendió.
Le hablé de la sorpresa que me había llevado con la reacción. Esperaba que me siguieran, aún sin saberlo (aunque algunos estaban avisados y los necesitaba para ganar más seguidores) los que estaban al corriente y eran cómplices del asunto porque era una cosa diferente y rara.
No sabía qué interés podría despertar, pero lo hice.
Y empezó a llegar gente. Y gente. Y después, más gente…
Y cuando creía que estaba todo lleno, llegó más y más gente.
No paraban de aparecer seguidores sin saber muy bien porqué.
Y eso me sorprendió.
Mucho.
Pero la verdadera sorpresa me la di yo: ¿Cómo podría sospechar que iba a conseguir seguir adelante durante tanto tiempo con tamaña tontería?
Todos me decían que era una gilipollez, pero me seguían en el invento. Y como ellos, muchísimas personas desconocidas que no sé cómo fueron llegando allí.
Pasó el tiempo con un crecimiento cada vez más bestia y desmesurado de followers. Ya casi ni era sorpresa ver el número de nuevos adeptos a la causa que aparecía cada día. “El twitter del puzzle” nombraban en televisión como una frikada más del ciberespacio y como reflejo claro de la estupidez (o no) de la raza humana.
Y ahí estuve… Día a día. Una pieza nueva cada día.
Poniendo piezas. Recibiendo apoyos que no sé muy bien para qué. A la gente le apasiona hacerse notar y sentirse partícipe de chorradas extrañas. Fui poniendo una pieza todos los días, regularmente. Sin fallar ninguno.
Nadie sabe que el puzzle estaba hecho y me limitaba a poner las fotos ordenadamente. Nadie lo sabrá jamás. Nadie podrá verlo terminado. Ya no existe.
Y eso no es ninguna sorpresa para mí, pero lo sería para mucha gente.
B.S.O.: Surprise, surprise (The Rolling Stones)
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