V se había colado en aquella rueda de prensa. Sin saber bien de qué iba, ni por qué, pero una vez que se acomodó en la silla nadie pareció percatarse de su intromisión. Empezó la rueda de prensa y los medios comenzaron a preguntar por un orden establecido por el moderador que iba señalando con el dedo a personas que habían levantado previamente la mano, y que, tras indicar nombre y medio de comunicación, soltaban el interrogante a la protagonista de todo aquello.
- ¿Se puede decir que este es su proyecto más personal?
- Si. Sin duda estoy un momento clave de mi carrera. Todo lo que me ha pasado en la vida ha hecho que me encontrara en disposición de mostrar al público todo lo que antes estaba guardando. Creo que este nuevo proyecto es más íntimo y maduro, es el más personal, y espero que guste tanto a los que me han seguido siempre como a la gente que no les interesaba previamente y que, espero, ahora pueden encontrar en este trabajo algo diferente que les atraiga.
V se había colado en aquella rueda de prensa porque últimamente, aburrida de pasear por la ciudad sin rumbo, había tomado la muy humana costumbre de acercarse a todos los sitios donde veía que había revuelo, gente acumulada, curiosos. No sabe muy bien cómo se había colado, pero allí estaba, escuchando aquello que no sabía muy bien de qué iba.
- ¿Cree que todo lo que ha pasado en su último año está reflejado en este nuevo trabajo? ¿Cómo afronta su carrera tras los cambios que ha dado su vida estos meses atrás?
- Bien, he indicado previamente que no estábamos aquí para hablar de mi vida privada, perdone. Pero sí, este trabajo es muy personal y, obviamente, está influido por todo lo que pasa en mi vida, y por todo lo que veo a mi alrededor, es inevitable.
V se había colado en aquella rueda de prensa y encontró algo inesperado: Una mesa donde alguien (bastante guapa y amable, por cierto) contestaba cortésmente a todo lo que se le preguntaba, con una sonrisa y con una aparente posesión de la verdad muy curiosa. V pensó que quizás había encontrado el lugar que estaba buscando y las respuestas en aquella rueda de prensa donde se había colado y, superando su enfermiza timidez, se lanzó al vacío y levantó la mano con miedo, dispuesta a preguntar.
- Usted -le indicaron enérgicamente mientras le señalaban con el dedo desde la mesa central.
- ¿Yo?
- Sí, usted, la del suéter violeta.
- Pues mire, quería saber...
- Perdone, sabe usted las reglas ¿Nos dice medio y nombre? Y recuerde que sólo se permite una pregunta por persona, por favor.
- Esto... Medio no tengo... Y mi nombre... Me pueden llamar V.
- ¿Perdone? ¿Usted no debería estar aquí o me lo parece a mí?
Se escuchó un runrún en la sala y V sintió como todo el mundo murmuraba mirándola de reojo. Tuvo miedo del tono de voz de aquella persona que manejaba la rueda de prensa con poder de decir quién y cuándo se puede preguntar. Agachó la cabeza aterrada y pareció emitir un suspiro o una leve disculpa entre dientes mientras comenzaba a agacharse de vuelta a su asiento.
- No se preocupe, haga la pregunta -Intervino la protagonista del acto y su voz amable y la sonrisa que ponía en la distancia parece que daba fuerzas a V para no llegar a asentar su trasero en la silla de vuelta al anonimato y la empujó a recuperar la verticalidad y llenar sus pulmones de aire como paso previo a lanzar la pregunta- Pero, por favor, ¿Cómo te llamas?
- V. Muchas gracias. Me llamo V.
- Encantada V, y la pregunta es...
V se vio en la oportunidad de su vida. Se encontró frente a la posibilidad de obtener todas las respuestas que estaba buscando. O, al menos, poder formular las preguntas. Carraspeó y, sin vencer del todo la timidez pero con un arresto impropio de su personalidad pública, lanzó la pregunta con un pequeño hilo de voz casi inaudible que provocó que tuviera que repetirla por dos veces, con el consiguiente murmullo de los asistentes:
- En una sociedad donde todo está controlado y organizado, ¿Por qué no hay algún sitio donde poder encontrar amigos para mí? ¿No existe ninguna manera o ninguna figura que pueda colmar mi necesidades puntuales de amistad? ¿
Se creó un gran silencio, seguido por alguna risita extemporánea, hasta que el moderador del evento acudió al rescate de la situación.
- Perdone, pero creo que no es el foro adecuado ni lo que nos ha traído aquí hoy preguntas como esas. ¿De verdad está preguntando usted por qué no existen amigos para usted cuando los necesita? ¿Está preguntando si no hay manera de conseguirlos?
- Si, exactamente... No me salían las palabras.
- Bueno, no es el momento...
- Perdona, déjame -interrumpió la protagonista de la rueda de prensa- Si no les importa voy a intentar responder a nuestra querida V.
¿"Nuestra querida V"? ¿Aquella desconocida con tanta atención en torno a ella la estaba llamando “Querida V”?
- ¿Quieres saber si se pueden conseguir o no amigos para ti cuando los necesitas?
- Si.
- Existen, mi querida V, y se llaman acompañantes. Se trata de un servicio generalmente usado más por los hombres que por las mujeres, pero puede buscar un acompañante y pagarlo cuando quieras. Mismamente, en casi cualquier diario encontrarás muchas opciones.
- ¿Por qué no existen personas a las que pueda contar mis penas cuando lo necesite?
Existen, mi querida V, y se llaman psicólogos. Y más baratos que los psicólogos, se llaman barmans.
- ¿Personas que me puedan indicar hacia dónde va mi vida? ¿Para qué estamos aquí?
- Bueno, esa es más compleja, pero en resumen, para lo primero están los orientadores sociolaborales y para lo segundo, curas o consejeros espirituales.
El silencio y el estupor se habían apoderado de todos los presentes en aquella rueda de prensa. Ni siquiera el moderador, seguramente curtido en mil batallas, parecía saber reaccionar ante aquello y su expresión facial parecía más de un fan obnubilado ante V y su presencia, que la de alguien que debe controlar una rueda de prensa.
Se había generado una situación muy cinematográfica en la cual, dos personas a cierta distancia, se miran intensamente, en silencio, ajenas a todo lo que pasa a su alrededor. Y a su alrededor, el silencio fue tornándose en murmullo, luego en algarada, hasta que el moderador reaccionó buscando la siguiente pregunta entre los asistentes.
Antes de que nadie volviera a levantarse, la protagonista del acto (V no, la interrogada) se excusó diciendo que había sido un placer, pero que le requerían más compromisos y que el acto había terminado. Se levantó del escenario y, sin dejar de mirar a V, salió por un lado de la sala con un gesto casi imperceptible que V interpretó claramente como una invitación a que la siguiera.
En instantes, la escena cambió, y las dos se encontraron en el asiento trasero de un lujoso coche en marcha, con cristales tintados.
- ¿Quieres tomar algo?
- Agua, sólo agua, por favor.
- Pues yo necesito algo más fuerte -dijo ella mientras le acercaba un botellín de agua a V.
- Para mí el agua es lo suficientemente fuerte.
- ¿No bebes?
- No debo.
- ¿No debes?
- No bebo.
El coche marchaba a gran velocidad, aunque V sólo lo intuía por lo rápido que pasaban las cosas tras el cristal ya que la estabilidad y la comodidad de aquella parte de atrás con nevera y totalmente aislada del conductor, no lo indicaban de ninguna manera. No se preguntó nada. No era el momento. No sabía nada y nadie le había dado opción a preguntar. Pegó un trago de la botella que acabó con más de la mitad del agua de un tirón.
- Nadie nos dijo que iba a ser así, ¿Verdad?
- ¿Cuándo?
- Cuando eres pequeña, o luego, no te avisan.
- ¿No te avisan de qué?
- De que todo esto iba a ser así.
- No, no nos avisaron.
- No nos dieron un jodido manual de instrucciones.
- No sabíamos que podríamos llegar a necesitarlo.
- Quizás no. Y quizás no lo hubiéramos leído nunca, pero por lo menos sabríamos hoy que lo tuvimos y no le hicimos caso.
- No nos dieron manual de instrucciones.
- No nos avisaron que esto sería así.
V volvió a pegar un trago al botellín de agua y la acabó. En otras ocasiones pensaría cómo en dos tragos había acabado con ella y eso le haría pensar muchísimas cosas y estaría entretenida con aquel pensamiento un buen rato, pero en aquel momento y en aquellas circunstancias, no sabía si no pensaba porque no podía pensar o si, simplemente, le había desbordado la situación hasta desparramar sus pensamientos. Estaba pensando.
- Tú no sabes quién soy yo, ¿Verdad?
- No -respondió V extrañada.
- Da igual, yo tampoco sé quién eres tú, aunque eso es más lógico.
- ¿Sí?
- Si. Pero no es importante.
- Ya sé que no soy importante.
- No quería decir eso.
- Da igual.
- ¿No vas a preguntarme nada más?
- No.
- Yo nunca he preguntado demasiado. Hasta ahora. Siempre he tenido miedo a las respuestas.
- Yo tengo miedo a las preguntas y no conozco las respuestas.
- Las respuestas están en las preguntas. Por eso me dan miedo las preguntas.
- ¿Nunca habías querido preguntar por miedo a las respuestas?
- Me acabas de hacer una pregunta...
- Lo siento...
- No te preocupes, me gusta. Me ha gustado mucho lo que has hecho hoy, allí, en la rueda de prensa. Y quiero compartir algo contigo.
Paró el coche y V fue invitada a bajar. Bajó el chófer, que era una chica negra con uniforme y gorra al estilo de Oteliña, aquella que tuvo Cela y que se hizo famosa por un anuncio donde el nobel gallego la instaba a comer porque estaba muy flaca. Puso un papel en la mano izquierda de V y, mirándola a los ojos, le dijo que ahí estaban las respuestas, lo único que debía saber. Que su jefa había sido educada en un modelo de sociedad falocéntrica, como todos, y lejos de considerarlo un problema, lo había convertido en una gran virtud que la ayudó a comprender todo. La falsa Oteliña cerró la mano de V sobre el papel y volvió a subir al coche. En ese momento se bajó el cristal de la ventanilla de atrás:
- Eso es lo único que necesitas saber. No busques respuestas. No te hagas preguntas. No me hagas mucho caso.
El coche arrancó dejando una gran polvareda tras de sí en otra escena puramente cinematográfica. V miró a su alrededor y no reconoció aquel lugar. Pero lo urgente era leer el papel que tenía en su mano izquierda. Una frase, sólo ocho palabras:
V sonrió y tuvo ganas de gritar y preguntar al viento, pero recordó lo de guardarse las respuestas para sí misma y no formular preguntas. Pero a partir de ese día, todo cambió, y V siempre supo que viviría una gran duda en su interior:
¿Qué hacer si el malo y la chica son la misma persona?
Pero aprendería a vivir con ello...