Últimamente no te encuentro y no hago más que buscar razones.
De un tiempo a esta parte has decidido que no sepa quién eres y no tengo manera de poder arreglarlo.
No me quedan tretas, no encuentro subterfugios.
Sólo me queda apoyarme en el recuerdo que tengo de ti.
Y en el resto de recuerdos que aún guardo en una cabeza invadida por imágenes tuyas.
Vuelvo a la infancia y recuerdo el Iter Sopena:
Iba a clase y tenía amigos. A ti no te conocía, por lo que,
oficialmente, no existías. Era un niño, iba a clase y tenía amigos.
Teníamos juguetes. Teníamos de todo para ser felices. Ni
siquiera te conocíamos. Notábamos cómo creíamos crecer y hacernos más listos
cada día. Y teníamos aliados: La mejor arma para hacernos más listos y, a la
vez, nuestro gran juguete oculto. Era el “nuevo” Iter-Sopena (Diccionario
Ilustrado de la Lengua Española).
Lo teníamos todos. Por obligación. Pero sólo
algunos lo utilizábamos bien.
Era como un juguete para tontitos que apuntábamos a
inteligentes, o inteligentes que llegaríamos a ser tontitos. Nos dedicábamos a
buscar tacos y palabras raras para reírnos. Palabras seudoprohibidas, vocablos
de los mayores. Cosas que no podíamos decir sin ser reprendidos o mirados mal.
Para reírnos…
Éramos niños y era lo que tocaba.
Pero el Iter Sopena, tan bonito, con sus banderitas en la
portada y la contraportada, con sus gráficos y dibujos interiores, o nos dejaba
fríos o nos dejaba confusos:
No aparecía “puta”, ni “follar”, ni siquiera “gilipollas”,
que nos parecía menos graciosa y menos grave de decir… Ni “picha” ni “pene”.
“Pito” no significaba lo que estábamos buscando. De “Polla”
nos decía que era Gallina joven, muy lejos de lo que esperábamos encontrar. “Teta”
nos dejaba fríos y a ninguno le producía el menor picor, rubor o sonrisa lo
encontrado, al igual que aquello de Que chochea como definición de “Chocho”.
Pero la segunda definición, Lelo de puro cariño, era aún peor…
“Cabrón” no estaba y “cabrito” era la Cría de la cabra.
Y la definición de “vagina” nos dejaba aún más fríos…
Todo eso pasaba en mi infancia y en el colegio. Recuerdo que
tú no existías aún. Al menos, por aquel entonces no te echaba de menos como lo
hago ahora.
No te encuentro.
No estás.
Puede que te haya perdido en el camino.
Vuelvo a la infancia a ver si te encuentro allí. Con todas las consecuencias, recordando quién era. Y retorno al
lugar donde buscaba todas las respuestas a lo que no podía ir preguntando por
ahí: El Iter Sopena.
Busco tu nombre y no está.
Pruebo tus apellidos y tampoco.
Busco “Amor”: m. Inclinación o afecto a persona o cosa
PERO ESO NO ES
Busco “Querer” y encuentro algo: tr. Desear algo. 2. Amar. 3. Tener cariño.
Por “cariño” igual encuentro más: Amor, benevolencia. 2.
Expresión de afecto.
¿"Amar"? A lo mejor así
sí…: Tener AMOR. 2. Estimar.
¿Tener AMOR? ¿Volvemos al principio?
Nos lleva a lo mismo: No es lo que buscaba en ti. Estar dando
vueltas en torno a un concepto para llegar al punto de partida sin sacar nada
por el camino. En el Monopoly, al menos cobraba 200.000 cada vez que pasaba por
la casilla de salida.
La vida (O el Iter Sopena) me sigue mintiendo…
Mucho me
temo que seguirá haciéndolo mucho tiempo más…
Ni siquiera el Iter Sopena
tiene la respuesta para mí.
La vida es un diccionario Iter Sopena donde, aparentemente están todas las respuestas, pero sólo si las buscas te das cuenta que no aparecen o que no te convence.
La vida y el Iter Sopena me siguen mintiendo...
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