Lo más duro de tener un blog de éxito es tener que hacer giras de promoción. Escribo este post conectado a la Wi Fi de un Hotel de Varsovia donde he terminado la gira del Primer Aniversario, soportando que la alta velocidad por estos lares se asemeje a la que tiene el móvil de mi agente en pleno vuelo. Pese a ello no puedo quejarme: Los Polacos son gente encantadora. No saben casi quién soy pero no paran de agasajarme con vodka y preguntarme qué pueden hacer para que mi estancia sea lo más placentera posible. A diferencia de otros lugares, parecen confiar en mí, y no temen que destroce el hotel a modo de estrella del rock, como pasó en Estocolmo, y sobre lo que mis abogados me han insistido que no haga ninguna declaración por el momento.
La gira va bien, no se preocupen por mí. Como todos los grandes, soy más reconocido fuera que en la envidiosa España. Para muchos europeos, el que yo vaya a hablarles de mí y de cabezadeavestruz ya supone todo un honor, y no tengo que pedir perdón por todo lo que diga o haga.
La gira va bien, no se preocupen por mí. Como todos los grandes, soy más reconocido fuera que en la envidiosa España. Para muchos europeos, el que yo vaya a hablarles de mí y de cabezadeavestruz ya supone todo un honor, y no tengo que pedir perdón por todo lo que diga o haga.
Sólo he tenido problemas en París por que ahora mismo es un verdadero caos por culpa de la huelga que asola la ciudad de la luz y casi toda Francia. Mis buenas relaciones con Carla Bruni no han sentado nada bien a la izquierda del país vecino, pero soy incapaz de dar la espalda o ignorar a una antigua amiga por mucho que ahora se acueste con un enano incompetente que maldirige la República Francesa. Nos vimos en Versalles, a espaldas de Sarko, se filtró por la prensa y no sentó nada bien a ninguna de las partes en litigio. Pese a ello, la prensa rosa (aquí llamada "presse du coeur", que es lo mismo pero suena mejor) me trata con sumo respeto. Saben que no entro en sus juegos, a pesar de ser una pieza muy jugosa debido a mi turbio y oscuro pasado. Volver a ver a Carla, a solas, ha sido de lo mejor que me ha pasado en esta gira. Y sus ojos me dicen que no es feliz, que echa de menos muchas cosas, aunque tiene un eventual brillo de felicidad por mí, por ver que la sigo teniendo presente y por ver mi triunfo. Por mucho tiempo o cosas que pasen, nunca podremos olvidar lo que significamos y significaremos siempre, el uno para la otra y viceversa.
Berlín era una de las etapas más importantes de la gira. La prensa internacional dudaba de mi incursión en el mercado germano, y el carácter del pueblo alemán hacía dudar a muchos de que yo pudiera encajar bien, por mucho que las cifras de visitas a cabezadeavestruz desde allí indicaran lo contrario. Un escenario elevado, con la Puerta de Brandenburgo a la espalda, y una muchedumbre expectante de mis palabras era lo preparado para mi fugaz paso por Alemania. Debía dar un golpe de efecto. Mis asesores me intentaron convencer de que no era conveniente que me mostrara altivo ni petulante, que debía mostrarme humilde y cercano, aunque sepan que me resulta muy difícil en ciertos momentos, y que yo era consciente de que ese gentío se había congregado allí para verme a mí y no al contrario. Al subir a la tribuna y tras la presentación y palabras cálidas de afecto de Ángela Merkel, me acerqué al micrófono. Sabía que querían algo bueno, que no iban a conformarse con un timorato aspirante a escritor de tres al cuarto y tuve que darles lo que querían. “Ich bin ein Berliner” fue lo único que dije, y bajé del estrado. Suficiente. Sé que el pueblo alemán ya tiene cabezadeavestruz como un referente.
En Londres iba a tiro hecho. Sabíamos del éxito en la capital inglesa. La colonia hispano parlante que trabaja en la hostelería empezó a introducir cabezadeavestruz en las conversaciones de los bares, y de ahí se fue imponiendo en todo Londres. La férrea cultura anglosajona se siente honrada con mi visita, y todos los gurús de la modernidad británica querían hacerse una foto conmigo, que fuera a sus fiestas, que bebiera en sus pubs, que me acostara con sus mujeres, que tomara sus drogas… Fueron días interesantes, pero todo lo vi muy falso y forzado. No me querían a mí, querían lo que represento. No les culpo, yo he sido igual.
Parece ser que el día 30 se proyectará durante todo el día la imagen del blog en sitios emblemáticos como el Big Ben y la noria sobre el Támesis a modo de homenaje y querían que estuviera allí para iniciar el alumbrado. Desgraciadamente lo apretado de la agenda de esta gira no me lo permite, pero volveré. Tengo buenos amigos allí.
Italia era una plaza difícil. Por lo imprevisible del pueblo transalpino y por las reticencias que previas que puso el Gobierno Berlusconi a mi visita. Pese a todas las dificultades, se puede considerar el periplo italiano como uno de los puntos álgidos de la gira. Florencia, Milán, Roma, Nápoles y una isla del Adriático, de cuyo nombre no quiero acordarme, fueron las paradas en territorio italiano. En Florencia volví a sufrir el Síndrome de Stendhal por enésima vez en mi vida. Sé que suena a debilidad, pero soy humano. No puedo evitarlo, Florencia es así. Milán representaba la etapa más complicada, pero tras una reunión privada con Il Cavaliere todo empezó a ir sospechosamente bien. Se empeñó en acompañarme por toda la gira en tierras italianas, pero ni a mí ni a mis asesores nos hacía la menor ilusión, amén de no ser nada conveniente para mi imagen. Llegamos a un acuerdo tácito de terminar la gira en esa isla del Adriático que mencionaba y de cuyo nombre no quiero acordarme como su invitado personal en una pequeña casa de campo que tiene por allí, alejado de los flases de los paparazzis. Roma se me presentó como una ciudad volcada, que dio la espalda a las instrucciones del Vaticano de no recibirme, y por primera vez en muchos años, la ciudad vivió de espaldas a la Plaza de San Pedro. En Nápoles se volvió a vivir con mi visita un reflote de la pasión (nunca olvidada) maradoniana que impregna todo por allí. Cantar junto a una ciudad volcada aquello de "O mamma mamma mamma, o mamma mamma mamma, sai perché mi batte il corazon? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mammà, innamorato son" realmente no tiene precio… Sobre la isla del Adriatico de cuyo nombre no quiero acordarme no voy a hacer mucha mención, pero hay que decir, sin que sirva de precedente, que Il Cavaliere en las distancias cortas y alejado de los focos del día a día, gana mucho…
En Lisboa empecé la gira. Alfama me recibió echada a la calle. Quise ir al Chapitô y a la Casa dos Bicos para recordar viejos tiempos, pero la GNR me lo desaconsejó por posibles problemas de orden público debido a la cantidad de gente congregada. Visitas semiclandestinas a la Casa de Pessoa y al Cementerio dos Prazeres y un buen agasajo en la Cerveceria da Trinidade, cerrada ex profeso para todos los amigos de la zona, fueron suficientes para pasar una gran jornada lisboeta. Pude disponer de algunas (pocas) horas en la capital lusa fuera de programa antes de tomar el vuelo y tras volver a antiguos barrios y rincones, descubrí que todo sigue igual en Lisboa, aunque yo haya cambiado. Ése era el encanto de los dos, y eso nos unía aún más y será así por mucho tiempo que pase. Dejé enterrado un lápiz de memoria con el contenido de cabezadeavestruz hasta el momento en un lugar perdido, sin boato ni parafernalias, como regalo íntimo y personal a la ciudad de las siete colinas y marché prometiendo no tardar mucho en volver.
Estambul, Oslo, Viena, Zagreb y Sofía fueron paradas fugaces, de menos de 24 horas. Son mercados copados y el tiempo era escaso.
De Marrakech y Amsterdam mi agente me recomienda no hablar mucho y remitirlos a las comunicaciones de prensa oficiales de la gira. Baste decir que fueron de las mejores paradas, aunque siempre que vuelvo a ellas, echo de menos a Carmina Ordóñez en la capital africana, y a La Oreja de Van Gogh en la de los Países Bajos. A una le encantaría ver en qué me he convertido a día de hoy, con todo lo que ella luchó para ello. A los otros los detesto por no seguir mis consejos cuando iniciaban su carrera musical y no haber puesto un buen bar de pinchos en el casco viejo donostiarra en vez de empeñarse en hacer sufrir a la juventud española…
Evidentemente me quedan en el tintero miles de anécdotas que desgranar sobre esta intensa gira promocional, pero creo que ya habrá tiempo de hacerlo en un futuro no muy lejano y, quizás, utilizando otro soporte. La Wi Fi en este hotel de Varsovia me está dificultando mucho el trabajo y estoy agotado. Katarina y Janna están aburridas de mirarme y tienen que atenderme…
¡Na zdrowie!