martes, 24 de abril de 2012

Obsesiones y Parafilias (Volumen 12): Besos húmedos



“Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
(Blade Runner, Ridley Scott, 1982)





El otro día lloré hasta quedarme seco. 

Te lo dije y me besaste como sólo tú sabes hacer. Inmediatamente un río volvió a brotar en mi interior. Volví a sentirme completo. Y húmedo. Sólo tú sabes besar de manera que todos mis torrentes interiores surjan del subsuelo.


El otro día intenté llorar por ti. 

Te lo dije y me besaste como besas a todos. Inmediatamente mis reservas húmedas se estancaron y empezaron a oler a agua sucia y podredumbre. Me sentí seco aunque las reservas de mis pantanos interiores superaban el nivel habitual para estas fechas. Sólo tú sabes besar de manera que todos mis riachuelos interiores sigan siendo humedales poco dignos de ser visitados por nadie.


El otro día lloré por los dos e inundé nuestra habitación. 

Te lo dije y estabas besando a otro, como sueles hacer. Inmediatamente busqué un salvavidas que me evitara morir ahogado. Sólo tú sabes besar bajo el agua y respirar a la vez.


Hoy he decidido llorar sólo por mí

Te lo he dicho y has decidido que salgamos a navegar. Alta mar nos espera y tus besos salados serán el mejor naufragio.



miércoles, 18 de abril de 2012

Buscando en el atlas


Entonces miré mi carnet y me di cuenta de que tenía doce años. No sabía muy bien porqué, pero volvía a tener doce años. Una docena, como hace muchos años que no había vuelto a tener.
 
Después de recuperarme del susto que produce darse cuenta de que uno tiene doce años, cosa que no pasa todos los días, sonreí pensando que es bueno. Que es bueno volver a tener doce años. Al menos es bueno volver a tener los doce años que yo recuerdo que era bueno tener.
 


Con doce años se hacen cosas que de mayor parecen absurdas, aunque se recuerdan con nostalgia y se justifican indulgentemente. Salvo en mi caso, porque yo era un cabrón con pintas cuando tenía doce años, si bien ahora era un yo con doce años diferente, porque había vuelto desde muy lejos.
 
¿Cuán lejos? Pues no lo sabía muy bien. Realmente, estas cosas no se pueden medir del todo. No sé qué edad tengo, pero en aquel momento había mirado el carnet y tenía doce años. Quizás debía empezar a buscar porqué estaba allí y desde dónde había venido.
 
Hice lo que solía hacer mi otro yo con doce años: Buscar la ubicación en el viejo atlas que me habían regalado por mi Primera Comunión, pero no supe en qué continente buscarme. Comprendí lo estúpido que es regalar cosas cuando se hace la Primera Comunión cuando el mayor regalo debe ser recibir a Cristo. En el atlas no encontraba nada. Ni siquiera a Cristo que estaba en todas partes ¿O ese era Dios?
 
Subo a la azotea de casa y veo todo, como un niño de doce años. De doce años recién cumplidos. Veo todo como siempre lo he visto. Al fondo se distinguen cosas como el Empire State Building, la Torre Eiffel, el Taj Mahal, la Torre (inclinada) de Pisa, el Big Ben londinense o la Plaza Roja de Moscú. Cada día descubría más cosas. Y cada vez que veía algo nuevo, me voy al Atlas y lo sitúo en el mundo. Bajo a buscar en el atlas excitado como aquellas tarde de mi primer yo de doce años y sigo sin encontrar lo que busco. Pero bajo excitado.
 
Pienso excitado en una de las mejores cosas que se ha inventado en el mundo, ya tengas doce años o más: Las chicas de pelo corto. Descubro con vergüenza que me excitan las chicas con el pelo corto. Busco en el atlas en qué país del mundo hay más chicas con el pelo corto porque me da vergüenza estar excitado y tener doce años. Pero me da más vergüenza aún no saber qué hago allí y no encontrar nada. En el atlas no encontraba nada.

Me dio por pensar que quizás todo aquello fuera fortuito. Pero como no sabía de dónde venía, era imposible saber lo casual o no del incidente, por llamarlo de alguna manera. Tenía doce años, eso estaba claro, pero no sabía de dónde venía.

Me miré al espejo y por detrás viniste a reírte de mis muecas.

- No son muecas, sólo me miro al espejo - no me creí.
- ¿Has visto El Castillo Ambulante? Mola mucho, ¿Verdad? Aunque dicen que no es para niños.
- No, no he visto El Castillo Ambulante, sólo tengo doce años.
- Pero eres inteligente, puedes disfrutarla con doce años, no eres un niño como los demás…
- Eso ya lo sé, pero no he podido verla porque tengo doce años y todavía no existe esa película.
- Tienes doce años pero estamos en 2012, y El Castillo Ambulante se estrenó a mediados de la década de los 2000.
- A mediados de la década de los 2000, yo tendría seis años más o menos.
- No te lo crees ni tú…
- Yo siempre fui más de El viaje de Chihiro -dijo antes de salir corriendo por el pasillo aquella chica de pelo corto.

Y salgo corriendo tras de ti. Sé que tú no tienes el pelo corto. Pero me excitan las chicas del pelo corto. Te busco en un atlas y no te encuentro.

Recuerdo aquel tiempo en el que era pequeño y cualquier sitio lo encontraba en el atlas. Incluso descubrí que en el mundo había un sitio que se llamaba Atlas y que eran unos montes que estaban en Marruecos.
 
Cualquier cosa, cualquier lugar estaba allí. Sólo había que saber buscar.
 
La vida es eso que pasa mientras buscamos algo sin saber qué es por miedo a encontrarlo.
 
Las chicas de pelo corto siempre me han excitado muchísimo.
 
Hoy en día se busca todo en Googlemaps, pero tampoco estás.

Ni siquiera yo me encuentro. Me miro desde los doce años intentando no fallarme, con la ilusión de ser alguien grande y especial en algún momento porque con doce años estoy convencido de ello, y me descubro hoy, con menos de doce años y escribiendo cabezadeavestruz con la simple intención de poder follar…




Posdata aclaratoria (Innecesaria como siempre, inútil como de costumbre): Aunque muchos no lo sepan, la persona que siempre he querido ser en el mundo es aquella que decidió cambiar de look a Demi Moore para que pasara a ser una chica de pelo corto en Ghost. Probablemente el mayor acierto de toda la película. Posiblemente, el mayor acierto de toda la filmografía de Demi, aunque muchos piensen que fue una mera cuestión estética.


Nota al pie: He conseguido meter por segunda vez en la vida de este blog la expresión “cabrón con pintas”. Por si no recuerdas (obvio) la primera, es esta(pincha en la palabra “esta”, que todo hay que explicártelo…).
 
Gracias a eso, soy un poco más feliz que hace un rato. Son esas pequeñas cosas…



miércoles, 11 de abril de 2012

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 24): De hombres y productos contra la alopecia



Es un hombre

Un hombre de esos que un buen día descubren que se están quedando calvos. Y decide pasear por la sección de droguería del supermercado curioseando los productos que prometen evitar la caída del pelo, fortalecerlo o dotarlo de más salud.

Es un hombre

Un hombre de esos que piensan que pasearse por los pasillos de los productos de belleza del supermercado es algo que sólo había hecho sus mujeres hasta que empezaron a quedarse calvos y empezaron a actuar del mismo modo que cuando curioseaban los juguetes de sus hermanas a escondidas.

Es un hombre

Un hombre de ese tipo de hombres que cuando fueron niños levantaban las faldas a las Barbies de sus hermanas para ver qué había debajo. Es un hombre de ese tipo de hombres que cuando levantaban las faldas a las Barbies de sus hermanas y veían que no había nada, no podían evitar hacer un chiste del asunto.  

Es un hombre

Un hombre de esos que cuando hacían un chiste tras levantar las faldas de las Barbies de sus hermanas, reían estruendosamente, para después desaparecer afligidos por una extraña pena sin que nadie les viera.




Es un hombre

Un hombre de los que cargan desde que se conocen con el miedo atroz a una vida sin pelo en la cabeza. 

Es un hombre

Un hombre que hubiera cambiado el poco pelo que le queda por no haber levantado nunca las faldas de aquella Barbie.

Es un hombre... 

En definitiva, simplemente y llanamente, un hombre

Pero esa, ya es otra historia…

viernes, 6 de abril de 2012

Otra Noche Sin Dormir (Volumen 13): Juan Manuel de Prada, Najwa Nimri y yo.


Sofocada.

Como casi siempre.
 
No desperté del todo porque cuando una no consigue dormir, realmente no despierta.



 

Llegaba tarde a la entrega de originales. Mi editor me había dado una prórroga más a cambio de una reducción del adelanto que tenía que haber recibido días atrás, con lo que llegamos a un acuerdo positivo y liberador para ambas partes. Yo no tenía que entregar y él no tenía que afrontar ese pago. 

Hasta anoche.
 
Descubrí que no tenía las páginas que debía haber entregado inevitablemente horas atrás. La excusa de “dame más tiempo, tengo algo mejor de lo que te prometí” ya no funcionaría por cuarta vez consecutiva. Él me conocía y sabía que lo único que hacía era intentar ganar tiempo.
 
Para colmo, Juan Manuel había encriptado sus archivos en el pc. Sospecho que él intuye que tiro de ellos cuando no me viene la inspiración. Juan Manuel había empezado a dejar de quererme, pero no puedo culparle. Él es un hombre de derechas que escribe muy bien. Yo soy su puta pasión oculta que acabaría con su carrera y su prestigio si saliera a la luz mi simple existencia a su lado.
 
Llevo un tiempo robándole textos a Juan Manuel. Juan Manuel escribe muy bien, o eso dicen los críticos literarios. A mí no me convence, pero tampoco me convencían ni su actitud, ni su físico, ni sus ideas cuando nos conocimos. Llevo un tiempo siendo la amante secreta de Juan Manuel de Prada y eso no es bueno para ninguno de los dos.
 
Él, tan de derechas, católico, gordo y sudoroso, con su prosa ortodoxa y llena de valores y trasfondos pseudohistóricos. Yo tan puta, delgada, roja, atea y heterodoxa en mi inexistente prosa propia. El día y la noche. La España azul y la España roja. Por eso nos fascinamos. Por eso nos juntamos. Por eso aprovecho sus salidas a misa, sus grabaciones en Intereconomía, sus procesiones de Semana Santa, para robarle sus textos y hacerlos míos. El nunca leerá lo que escribo (o eso me hace creer) por lo que el riesgo de que me descubra es mínimo. Pero ahora que pasa estos días de procesión en procesión, cuando más acceso tengo para rebuscar en sus textos privada y ocultamente, ha puesto clave a sus archivos en el pc.
 
Anoche llegó más temprano de lo habitual para un Jueves Santo. Las procesiones no habían podido salir por el clima. “El clima es ateo” me dijo. "No puedes decir esas cosas", le dije yo. "El clima es ateo y una puta como tú", insistió enfadado y dolido.
 
No me lo dijo, pero lo noté. 




Su grasienta humanidad no tenía secretos para mí. Estaba inquieto. Hacía mucho tiempo que no lo hacíamos. Para él, de puertas para fuera, hacerlo un Jueves Santo era sucio, despreciable, inadecuado e inaceptable. Siquiera pensar en ello. Pero desde que me conocía no podía controlar sus pensamientos. Y eso era algo que le unía inseparablemente a mí.
 
Najwa estaba de gira por oriente. No estaba disponible. Esa era la excusa que ambos aceptábamos para no hablar de ello. Aunque yo sabía que Najwa estaba cerca, que no había ido a Japón porque últimamente la crisis amenazaba con acabar con su carrera musical, y cada vez tenía menos compromisos aunque disimulara lo contrario.
 
Simplemente no me apetecía hacerlo. 

No sé bien cómo acabamos en esa espiral. A mí ya sólo me ponía Najwa y a Juanma sólo le ponía ver cómo Najwa me sodomizaba con un arnés negro mientras se masturbaba en el sofá sin que le dejáramos de mirar. Eso era lo más duro. Tener que mirar a ese engendro grasiento en camiseta blanca de tirantes con su polla en la mano mientras Najwa me daba cariño de plástico negro por detrás.
 
A Najwa Nimri todo le parecía bien. 

Hacía tiempo que con invitarla a dos martinis y dejarla hablar del karma y trascendentalidad todo podía ser. Últimamente no necesitaba ni los martinis. Se había acostumbrado adorablemente a nuestros juegos de sodomía plástica y voyeurismo.
 
Cuando Juanma se casó, Najwa pensó que todo había acabado. Nunca lo reconoció, pero yo supe que se sentía despreciada y que temía por perder sus pequeños juegos en nuestra cama. Najwa es alguien que nunca demostrará una debilidad en público, y reconocer que necesitaba nuestros encuentros era una debilidad de las más grandes que podía concebir. Juanma nunca reconocía debilidades tampoco. Pero Juanma es el más débil de los tres.
Juanma no había podido vestirse de nazareno esa noche. Pensó que el clima era ateo, como yo. Yo no soy ateo, pero él echa de menos mostrar su inexistente superioridad moral sobre mí. Pero aún más echaba de menos a Najwa con su arnés de polla negra metiéndomela por el culo.
 
Yo echo de menos verle vestido de nazareno. Echo de menos reconocer su orondo cuerpo tras la túnica, con sus gafas tras los orificios de la capucha. Siempre me han parecido muy interesantes los nazarenos con gafas. Más aún los nazarenos con gafas y gordos. Y, sobre todo, si sé quién es ese nazareno.
 
Sin despertar del todo, como cuando una no consigue dormir, le confesé mi problema.
 
Se indignó porque le robara sus escritos para hacerlos míos con ligeras variaciones. Amenazó con denunciarme. Yo sé que no podía hacerlo y que era un farol. No podía meterse en un fregado de acusaciones y contracusaciones porque él tenía más que perder que yo públicamente. Sus lectores tradicionalistas, católicos y de derechas huirían de sus libros. Sus jefes de Intereconomía lo despedirían fulminantemente. Su esposa recién adquirida lloraría en sus pechos y lo despreciaría como una niña detesta a un padre que ve que la engaña. Y Najwa lo violaría con nuestro arnés de polla negra mientras yo los miraría desde el sofá, en camiseta de tirantes blanca, tocándome como una loca, aunque no me pusiera lo más mínimo. 




 


Creo que voy a llamar a Najwa Nimri. Sé que se va a enfadar porque se supone que está de gira por oriente. Le voy a decir todo lo que he soñado. No lo va a entender, pero me va a soltar, con esa voz susurrante, una teoría sobre la trascendentalidad de nuestras almas, y la psicología de los sueños.
 
Estoy sofocada.
 
No he dormido.
 
Voy a encender la tele, poner Intereconomía y masturbarme como una loca.
 
Aunque no salga Juan Manuel.
 
Aunque no piense en Najwa.
 
Soñando que soy mejor escritora que él y mejor amante que ella...



martes, 3 de abril de 2012

Acuse de recibo sin demora



"Si pudiera escribir una canción sobre cómo me siento ahora mismo, sería un éxito"
("Badlands", Terrence Malick)


Algunos días abrimos el mail
Algunos días pensamos que era mejor no abrirlo. 
Algunos días damos gracias por tener mail y recibir cosas. 
Algunos días creemos necesario contarlo. 
Algunos días son como hoy...
 
 


Sólo hoy pensamos que es indispensable cortar y pegar tal y como ha llegado:


“Buenas noches (por decir algo):

No sé quién o quiénes andáis detrás de esto. No sé si eres mujer, hombre, cosa o compendio de todo. Por ello me permitirás/éis que me refiera a quien me quiero referir como si fuera una cabeza de avestruz, cómo parece que te/os denomináis.
 
Mi estimada cabezadeavestruz (He visto que suele ir escrita así, todo junto y en minúsculas):
Hace tiempo que fantaseo con la idea de mandarte un mail. La timidez y el sentir que no soy quién para hacerlo me echaban para atrás. Pero lo que más me echaba para atrás era el pensar que ni siquiera le darías importancia.
 
Para mí es muy importante esto que escribo. Para mí no ha sido fácil dar este paso.
 
Necesito decirte, mi querida cabezadeavestruz, que me tienes desconcertada. Sé que no soy quién para decírtelo, pero creo que conociéndote como te conozco, prefirirás que te lo diga.
 
Sí, te conozco. Son muchas horas acompañándote (o debería decir mejor acompañándome tú a mi) y son muchos momentos íntimos los que hemos vivido.
 
Hace un buen tiempo alguien nos “presentó”. No te voy a contar concretamente ni cuándo ni cómo te vi por primera vez. El caso es que llegué, entré, miré de reojo y los rosados de tu aspecto me estuvieron a punto de echar fuera y dejarte en el olvido (o no conocerte) para siempre. Pero por alguna razón, a saber cuál, no me fui, entré y empecé a conocerte.
 
Empecé a acercarme a ti.
 
Vi en ti a alguien que me conocía sin saber de mi existencia. Vi que tenías algo que otras no tenían. Vi cosas que ahora mismo no recuerdo porque han ido evolucionando y creciendo con el paso de los días, con mis visitas a tu cuerpo, con mis lecturas en la oscuridad.
 
Empecé a acostumbrarme a tenerte cerca. Tomé como rutina saber que estabas ahí. Sólo tenía que conectarme a internet y te encontraba. Siempre. Fiel a mí, como nunca nadie lo ha sido. 
 
Llegué a fantasear, aunque sabía que no era más que eso, una fantasía, con el hecho de que escribías solo para mí. Todas tus palabras eran un canto a mi persona. Aunque escribieras sobre algo de lo que no tenía la menor idea o narraras algo que no comprendía o que aparentemente no me debería interesar. Eras tú en cuanto arrancaba cabezadeavestruz y yo ya tenía bastante.
 
Pero, ¡Qué ilusa era!
 
Como buena drogadicta, me fui acostumbrando a tus dosis, y cada vez quería más. Mejor dicho, cada vez me hacían menos efecto las que me dabas. Sé que no es justo, que era culpa mía. Que nadie se engancha a algo porque le obliguen. Que cuando una se mete algo tiene que saber lo que se está metiendo y los riesgos que conlleva. Pero si esto fuera realmente así, no habría drogadictos en el mundo. Y, sinceramente, por mucha fascinación inicial que tuviera contigo, nunca pensé que me pudiera enganchar de esta manera.
 
Pero sí, pasó.
 
Y empecé a sentirme como una drogadicta con dinero. Tenía mis dosis. De cuando en cuando eran suficientes y otras me sabían a metadona. Pero iba tirando. No fallabas. En algún sitio leí que una vez que pruebas la heroína es muy difícil que nada te pueda parecer igual porque realmente no hay nada comparable a la sensación de esa sustancia entrando en tu cerebro. Creo que en Trainspotting decían eso de que cogieras tu mejor orgasmo, lo multiplicaras por mil y ni siquiera así estarías cerca de esa sensación del buen chute de heroína.
 
Mezclaba días de caballo con días de metadona. Pero sobrevivía. No quiero decir que estuviera mal, pero sabía que no era bueno aquello. Y cuando pensaba en que quizás debía desengancharme un poco, cuando mi día a día me alejaba un poco de ti, volvía a picar, y resultaba que ése, precisamente ése, era el mejor chute que nunca había recibido. Y volvía a creer en ti, mi heroína particular. Y volvía a pensar que siempre estarías ahí, haciéndome llegar a sitios que ni sabía que existían.
 
Y, sí. Si te lo estás preguntando, sí. He tenido orgasmos contigo. No diré exageradamente que se parezca al tema que te he comentado que se dice en Trainspotting, pero sí, me has hecho volar muy lejos alguna vez. Me has excitado y me has hecho flotar. Algunas veces me he tocado porque no me quedaba otra. Otras lo he hecho porque me apetecía. El problema es que algunas ni siquiera me apetecía, ni me motivabas, pero quería hacerlo…
 
Les hablé a mis amigas de ti. Algunas se acercaban tímidamente. Otras no me hacían ni caso. Sospecho de un par de ellas que se han enganchado a ti aunque no me lo confiesen. Y luego están las locas…
 
Llega a ser todo tan extraño que paso de sentir la necesidad de gritarte al mundo, de compartirte con todas, de compadecerme de quien no te conoce o no te degusta, para encontrarme irritantemente celosa por las que se quedan prendadas de ti. Es una estupidez, lo sé. Tú ni siquiera me conoces, pero no puedo evitarlo.
 
Y me lío y no concreto…
 
Te preguntarás: ¿Qué coño me está diciendo esta tía? ¿Quién cojones es?
 
Pues mira, bonita: Da igual quién sea, aunque puedes ver mi dirección de mail y estoy identificada. Lo importante es que yo sí sé quién eres. Al menos, quién muestras que eres, como te he dicho al principio. Y por lo poco (o mucho) que te conozco y por lo que comentas constantemente por aquí, quieres, necesitas, pides insistentemente, que te comentemos, que te leamos, que te sintamos, que te digamos cosas… Pues aquí estoy. Y como, además, soy de las que ha hecho esto suyo y me he acostumbrado a creer que escribes para mí, me veo en la obligación de decirte todo lo que te estoy diciendo (para ponerte en antecedentes sobre todo) y gritarte todo lo que te voy a decir a partir de este punto.
 
ERES UNA CABRONA INSENSIBLE Y EGOÍSTA
 
Hace tiempo que no me emocionas.
 
Hace más tiempo aún que me da la impresión que escribes por escribir, que lo que publicas no es lo mismo que publicabas. Aquí te daré el beneficio de la duda y repartiré la responsabilidad conmigo misma como lectora voraz, porque supongo que no puedes sorprenderme, excitarme, conmoverme, turbarme, tocarme como antes y porque no debe ser fácil seguir escribiendo cosas como las que escribías, una y otra vez, según va pasando el tiempo. Admito la dificultad de seguir con ello y te eximo en parte de culpa porque es imposible que mantengas la tensión emocional que tenías en tus primeros tiempos. Entiendo que habrás perdido algo de interés en el tema, e incluso lo disculpo en parte, pero…
 
¡¡¡Llevas desde el 21 de Marzo sin escribir nada!!!
 
Estamos a 3 de Abril.
 
¿Te parece normal? ¿Te parece justo?
 
Me acostumbraste desde el principio a un ritmo más o menos regular de una publicación a la semana. Generalmente los Martes. En tu favor diré que muchas veces ese ritmo aumentó, aunque también otras veces disminuyó por publicaciones absurdas y simbólicas, o simples reseñas de otras publicaciones que no tienen ningún interés para mí. Pero llevas 13 días sin aparecer por aquí.
 
Llevo 13 días esperando…
 
Y esto ya es DEMASIADO.
 
Has bajado el nivel. Esto es así y lo sabes. Y ahora ESTO: ¡¡¡13 días!!! Me gustaría que no llegaran a más, comerme este mail, pero reviso antes de mandártelo y siguen siendo 13 días. No quiero que lleguen a 14...
 
Si has desaparecido, lo podrías decir. Por lo menos, escribe una buena despedida.
 
Creo que me lo merezco.
 
Creo que mucha gente (ya que te enorgulleces de ello, y tan a gala llevas los muchos que pasamos por aquí) merece una buena despedida.
 
O al menos, cruzo los dedos para que sea así, una buena explicación.
 
Que sea bonita y que emocione. Es lo mínimo que me (nos) puede(s) dar. Estás aquí gracias a mí (nosotros).
 
NO LO OLVIDES NUNCA.
 
 
Besos apasionados,
XXXXX”



Fue entonces cuando me decidí a escribir esa canción que hacía tanto que quería escribir y nunca me decidía a comenzar...

Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!