"Si pudiera escribir una canción sobre cómo me siento ahora mismo, sería un éxito"
("Badlands", Terrence Malick)
Algunos días abrimos el
mail.
Algunos días pensamos que era mejor no abrirlo.
Algunos días damos gracias por tener mail y recibir cosas.
Algunos días creemos necesario contarlo.
Algunos días son como hoy...
Sólo hoy pensamos que es indispensable cortar y pegar tal y como ha llegado:
“Buenas noches (por decir algo):
No sé quién o quiénes andáis detrás de esto. No sé si eres mujer, hombre, cosa o compendio de todo. Por ello me permitirás/éis que me refiera a quien me quiero referir como si fuera una cabeza de avestruz, cómo parece que te/os denomináis.
Mi estimada cabezadeavestruz (He visto que suele ir escrita así, todo junto y en minúsculas):
Hace tiempo que fantaseo con la idea de mandarte un mail. La timidez y el sentir que no soy quién para hacerlo me echaban para atrás. Pero lo que más me echaba para atrás era el pensar que ni siquiera le darías importancia.
Para mí es muy importante esto que escribo. Para mí no ha sido fácil dar este paso.
Necesito decirte, mi querida cabezadeavestruz, que me tienes desconcertada. Sé que no soy quién para decírtelo, pero creo que conociéndote como te conozco, prefirirás que te lo diga.
Sí, te conozco. Son muchas horas acompañándote (o debería decir mejor acompañándome tú a mi) y son muchos momentos íntimos los que hemos vivido.
Hace un buen tiempo alguien nos “presentó”. No te voy a contar concretamente ni cuándo ni cómo te vi por primera vez. El caso es que llegué, entré, miré de reojo y los rosados de tu aspecto me estuvieron a punto de echar fuera y dejarte en el olvido (o no conocerte) para siempre. Pero por alguna razón, a saber cuál, no me fui, entré y empecé a conocerte.
Empecé a acercarme a ti.
Vi en ti a alguien que me conocía sin saber de mi existencia. Vi que tenías algo que otras no tenían. Vi cosas que ahora mismo no recuerdo porque han ido evolucionando y creciendo con el paso de los días, con mis visitas a tu cuerpo, con mis lecturas en la oscuridad.
Empecé a acostumbrarme a tenerte cerca. Tomé como rutina saber que estabas ahí. Sólo tenía que conectarme a internet y te encontraba. Siempre. Fiel a mí, como nunca nadie lo ha sido.
Llegué a fantasear, aunque sabía que no era más que eso, una fantasía, con el hecho de que escribías solo para mí. Todas tus palabras eran un canto a mi persona. Aunque escribieras sobre algo de lo que no tenía la menor idea o narraras algo que no comprendía o que aparentemente no me debería interesar. Eras tú en cuanto arrancaba cabezadeavestruz y yo ya tenía bastante.
Pero, ¡Qué ilusa era!
Como buena drogadicta, me fui acostumbrando a tus dosis, y cada vez quería más. Mejor dicho, cada vez me hacían menos efecto las que me dabas. Sé que no es justo, que era culpa mía. Que nadie se engancha a algo porque le obliguen. Que cuando una se mete algo tiene que saber lo que se está metiendo y los riesgos que conlleva. Pero si esto fuera realmente así, no habría drogadictos en el mundo. Y, sinceramente, por mucha fascinación inicial que tuviera contigo, nunca pensé que me pudiera enganchar de esta manera.
Pero sí, pasó.
Y empecé a sentirme como una drogadicta con dinero. Tenía mis dosis. De cuando en cuando eran suficientes y otras me sabían a metadona. Pero iba tirando. No fallabas. En algún sitio leí que una vez que pruebas la heroína es muy difícil que nada te pueda parecer igual porque realmente no hay nada comparable a la sensación de esa sustancia entrando en tu cerebro. Creo que en Trainspotting decían eso de que cogieras tu mejor orgasmo, lo multiplicaras por mil y ni siquiera así estarías cerca de esa sensación del buen chute de heroína.
Mezclaba días de caballo con días de metadona. Pero sobrevivía. No quiero decir que estuviera mal, pero sabía que no era bueno aquello. Y cuando pensaba en que quizás debía desengancharme un poco, cuando mi día a día me alejaba un poco de ti, volvía a picar, y resultaba que ése, precisamente ése, era el mejor chute que nunca había recibido. Y volvía a creer en ti, mi heroína particular. Y volvía a pensar que siempre estarías ahí, haciéndome llegar a sitios que ni sabía que existían.
Y, sí. Si te lo estás preguntando, sí. He tenido orgasmos contigo. No diré exageradamente que se parezca al tema que te he comentado que se dice en Trainspotting, pero sí, me has hecho volar muy lejos alguna vez. Me has excitado y me has hecho flotar. Algunas veces me he tocado porque no me quedaba otra. Otras lo he hecho porque me apetecía. El problema es que algunas ni siquiera me apetecía, ni me motivabas, pero quería hacerlo…
Les hablé a mis amigas de ti. Algunas se acercaban tímidamente. Otras no me hacían ni caso. Sospecho de un par de ellas que se han enganchado a ti aunque no me lo confiesen. Y luego están las locas…
Llega a ser todo tan extraño que paso de sentir la necesidad de gritarte al mundo, de compartirte con todas, de compadecerme de quien no te conoce o no te degusta, para encontrarme irritantemente celosa por las que se quedan prendadas de ti. Es una estupidez, lo sé. Tú ni siquiera me conoces, pero no puedo evitarlo.
Y me lío y no concreto…
Te preguntarás: ¿Qué coño me está diciendo esta tía? ¿Quién cojones es?
Pues mira, bonita: Da igual quién sea, aunque puedes ver mi dirección de mail y estoy identificada. Lo importante es que yo sí sé quién eres. Al menos, quién muestras que eres, como te he dicho al principio. Y por lo poco (o mucho) que te conozco y por lo que comentas constantemente por aquí, quieres, necesitas, pides insistentemente, que te comentemos, que te leamos, que te sintamos, que te digamos cosas… Pues aquí estoy. Y como, además, soy de las que ha hecho esto suyo y me he acostumbrado a creer que escribes para mí, me veo en la obligación de decirte todo lo que te estoy diciendo (para ponerte en antecedentes sobre todo) y gritarte todo lo que te voy a decir a partir de este punto.
ERES UNA CABRONA INSENSIBLE Y EGOÍSTA
Hace tiempo que no me emocionas.
Hace más tiempo aún que me da la impresión que escribes por escribir, que lo que publicas no es lo mismo que publicabas. Aquí te daré el beneficio de la duda y repartiré la responsabilidad conmigo misma como lectora voraz, porque supongo que no puedes sorprenderme, excitarme, conmoverme, turbarme, tocarme como antes y porque no debe ser fácil seguir escribiendo cosas como las que escribías, una y otra vez, según va pasando el tiempo. Admito la dificultad de seguir con ello y te eximo en parte de culpa porque es imposible que mantengas la tensión emocional que tenías en tus primeros tiempos. Entiendo que habrás perdido algo de interés en el tema, e incluso lo disculpo en parte, pero…
¡¡¡Llevas desde el 21 de Marzo sin escribir nada!!!
Estamos a 3 de Abril.
¿Te parece normal? ¿Te parece justo?
Me acostumbraste desde el principio a un ritmo más o menos regular de una publicación a la semana. Generalmente los Martes. En tu favor diré que muchas veces ese ritmo aumentó, aunque también otras veces disminuyó por publicaciones absurdas y simbólicas, o simples reseñas de otras publicaciones que no tienen ningún interés para mí. Pero llevas 13 días sin aparecer por aquí.
Llevo 13 días esperando…
Y esto ya es DEMASIADO.
Has bajado el nivel. Esto es así y lo sabes. Y ahora ESTO: ¡¡¡13 días!!! Me gustaría que no llegaran a más, comerme este mail, pero reviso antes de mandártelo y siguen siendo 13 días. No quiero que lleguen a 14...
Si has desaparecido, lo podrías decir. Por lo menos, escribe una buena despedida.
Creo que me lo merezco.
Creo que mucha gente (ya que te enorgulleces de ello, y tan a gala llevas los muchos que pasamos por aquí) merece una buena despedida.
O al menos, cruzo los dedos para que sea así, una buena explicación.
Que sea bonita y que emocione. Es lo mínimo que me (nos) puede(s) dar. Estás aquí gracias a mí (nosotros).
NO LO OLVIDES NUNCA.
Besos apasionados,
XXXXX”
Fue entonces cuando me decidí a escribir esa canción que hacía tanto que quería escribir y nunca me decidía a comenzar...