Se me caen los
párpados, dijo él mientras emitía un bostezo digno del mejor
espectador de Bergman.
Será que tienes
sueño, dijo ella mientras le tomaba la cara entre sus manos y
pensaba que quizás se aburría a su lado.
No creo. He dormido
mucho. Seguramente tenga ganas de soñar.
¿Con qué?
Contigo
Para eso no necesitas
dormir.
Y tras decir eso, se
fundieron en somnoliento y soñador abrazo. El sonrió y en su cara
la luna se hizo con la forma de alegría de su boca. Ella quiso
besarlo y se meció en el cuarto creciente.
Durmieron como nunca y
soñaron como siempre.