En el maravilloso y muy recomendable blog del Club de Lectura MAZALE he posteado, como segundo volumen de Obsesiones y Parafilias, una reseña con objeto de animar a todos a la lectura de uno de los clásicos que me obsesionan: Lolita, de Vladimir Nabokov.
Nunca es mal momento para volver a los clásicos, sobre todo sin son grandes, sugerentes, perniciosos, preciosos, turbadores, inquietantes, evocadores, desasosegantes, conmovedores... Como lo es "Lolita"...
"...lo ofensivo no suele ser más que un sinónimo de lo insólito."
-¡Oye tú! ¿Dónde vas con esa sonrisa de gilipollas?
Hace frío. Hace mucho frío. Los virus pasean exultantes en un ambiente propicio. Lejos de desfallecer, se hacen cada día más fuertes. No podemos hacer nada contra ellos. Hace frío. Los virus aman al frío. Mi negra garganta nicotinada no podrá hacer nada con este frío contra tantos eufóricos virus. Es sólo cuestión de tiempo. Odio la Navidad. Hace mucho frío.
- ¿Por qué coño vas sonriendo por la calle?
La nieve cubre los hombros de su abrigo oscuro. Hay quien dice que sólo es caspa, pero es un abrigo tan antiguo que podría tratarse de cualquier cosa. Nadie se atrevería a preguntarle qué era exactamente lo que brillaba en los hombros de su avejentado abrigo. Su tez es sombría. Su mirada lejana y amenazante. Sus rasgos, afilados, no hacen pensar que tras de ellos se encuentre una persona amable. Definitivamente, no era una persona amistosa, pero eso no es demasiado importante.
- Pareces imbécil, ¿De qué te ríes?
Suele pasear sin aparente rumbo todos los días a la misma hora por el mismo sitio. Es fácil seguirle la pista, pero si en algún momento descubre que le sigues, seguramente lo pasarás mal. No aparenta tener muchos amigos. No aparenta nada más allá de ser un viejo gruñón con un viejo abrigo de paño con los hombros cubiertos de algo parecido a nieve o caspa.
- ¿Hay algo que te obliga a reírte solo? ¡Agacha esa cara de tonto! No tienes motivos para ser feliz.
Siempre compra el ABC en el quiosco más próximo a su casa. Todos los días. Aunque haga mucho frío, como hoy. Hay quienes piensan que lo compra porque es de derechas, pero están equivocados. No se le conocen afiliaciones políticas. No hay nada en su comportamiento que pueda darnos una pista de sus valores personales en cuestiones políticas más allá de su compra habitual del ABC. Hace mucho frío y el compra el ABC. Lo compra porque es el periódico que más esquelas tiene en su interior, aunque hay quienes piensan que lo compra por ser de derechas.
- ¿Es que no te das cuenta de que todo es una vulgar mentira?
Tiene un acento inglés muy acusado. Su figura me da cierto respeto. Miedo casi, si no se tratase de un anciano. No sé muy bien a qué viene todo esto pero me veo increpado por un anciano angloparlante, malhumorado y siniestro, sin venir a cuento y sin capacidad de respuesta. ¿Por qué me acusa de ser feliz? ¿Por qué le molesta mi sonrisa? Odio la Navidad, pero parece que a él, mi cara le sugiere lo contrario. ¿A quién coño le importa si odio o amo la Navidad? ¿Quién es ese viejo para echarme en cara si voy por la calle sonriendo o llorando? Acelero el paso. Si algo he aprendido con los años es que lo mejor que se puede hacer para evitar problemas es huir de ellos. Entierro mi cabeza bajo tierra una vez más.
- ¡Niñato gilipollas! ¿No ves que te estás dejando llevar por una mentira tramposa y repetitiva? ¿No ves que todo está planeado por los Centros Comerciales para que gastes sin medida? ¿No te das cuenta que tu vida es igual de desdichada que el mes pasado?
No sé que le habrán contado a este pobre viejo, pero no me apetece contestarle. Odio la Navidad, pero parece que él piensa todo lo contrario. No me apetece sacar la cabeza a la superficie. Espero pacientemente que pase el chaparrón. Es curioso el mundo bajo la superficie. Ahora entiendo porqué entierro la cabeza bajo la tierra tan a menudo: No sólo trato de huir, también veo una realidad subterránea muy interesante.
- ¡Saca la cabeza y enfréntate a mí, cobarde!
No tengo el menor interés en tener una discusión sin sentido con un viejo tan siniestro. No tengo interés en intentar excusarme por algo que no sé muy bien qué es. Empujo la cabeza más abajo. El mundo subterráneo es fascinante. Si alguna vez tienes posibilidad, no lo dudes, mete la cabeza bajo tierra y verás maravillas inesperadas. Un duendecillo fantasmagórico me llama y me dice que vaya a con él a ver mi pasado. No me interesa. Ray Loriga dice en “Tokio ya no nos quiere” que “la memoria es el perro más tonto, le tiras un palo y te trae cualquier cosa”. No tengo ganas de viajar al pasado.
- ¡La Navidad es una gran falsedad!
Al rato de irse el duendecillo que me quiere llevar al pasado, aparece otro, más moderno, con interés de llevarme al futuro. Yo, aunque ferviente seguidor de Woody Allen que una vez dijo que "me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida", decido pasar también de él. Nunca me he fiado demasiado de los duendecillos fantasmagóricos. Y menos si me quieren llevar con ellos.
- ¡Deja de reírte y sé un hombre!
Aparece un tercer duendecillo. A éste ya lo veo venir. Será el de las Navidades Presentes. Le podré preguntar qué ocurre por aquí arriba, por encima de mi cuello. Me dará respuestas a todo lo que me está pasando. Me ayudará a afrontar el futuro con entereza, conociendo mi pasado. ¡Ven a mí, fantasma de las Navidades Presentes! ¡Sácame de esta pesadilla!
No es quién espero. Es un duendecillo publicitario. No hace otra cosa que despistarme de lo ridículo que es mi situación. Estoy huyendo de un viejo siniestro y no se me ha ocurrido otra cosa que meter la cabeza bajo tierra. La gente por la calle sólo ve a un imbécil con la cabeza bajo tierra y al lado a un viejo siniestro pegándole voces. Sólo espero que no sea el señor Scrooge. Sólo quiero que esto no le sepa nunca nadie. Sólo espero que pasen estas fiestas sin que me pase nada por meter la cabeza bajo tierra. Sólo quiero tener valor para enfrentarme al Señor Scrooge aunque me amenace con las esquelas del ABC. Sólo espero encontrar otro tipo de duendecillos.
- ¡¡Odio la Navidad!!
Ya nos habíamos dado cuenta, Señor Scrooge, pero déjeme sacar la cabeza de una vez, que esto está empezando a ser bastante ridículo. Aunque en estas fechas esté permitido casi todo.
Hoy me ha sobresaltado esta imagen en la televisión. Parece ser que no es ningún fake y la verdad es que hay muchas de ellas por la red. Existen ciertas teorías que justifican este comportamiento en la falta de alimento que sufren los osos polares por el deshielo que causa el cambio climático, aunque muchas otras voces hablan de un comportamiento habitual en estos animales.
A mí me da bastante igual. Pero la foto me ha impactado. No soy padre, no quiero, ni creo que vaya a serlo nunca, pero la imagen del padre devorando a su hijo me ha remitido irremediablemente a Saturno devorando un hijo, una de las pinturas más estremecedoras que nunca haya tenido la suerte de ver.
Los osos polares son un enigma para mí, como también lo es Saturno. Sin embargo (o quizás por ello) solían estar entre nuestros favoritos cuando éramos pequeños. Los osos eran adorables, tan blanquitos, en aquellos parajes helados de los polos… Lo de Saturno era más lógico, porque era el único planeta que tenía algo diferente: Sus anillos.
Los Nikis lo encontraban aburrido y cantaban a un planeta que “está muy frío porque nunca hace calor” y llegaban a lamentar lo resfriados y congelados que estaban allí los pingüinos.
Los Zombies, pocos años antes, también relacionaban el frío con Saturno al iniciar una desesperada búsqueda que les llevaba de Groenlandia a los anillos de nuestro devorador de hijos.
Pero lo terrible de todo esto, más allá de la imagen del oso en sí, es el paso del tiempo. El negar el paso del tiempo devorando a las crías. Saturno es la representación de lo podemos llegar a ser, de lo que podemos llegar a hacer. Y ese oso ha vuelto, sangrientamente, a traerlo a mente.
Lo puede decir la mitología griega, la romana, el libro de ciencias, Los Nikis, Los Zombies o una serie de televisión… Pero la realidad, una vez más, nos devora, y no tenemos más remedio que dejarnos caer en la ficción…
Al menos, eso no podremos devorarlo del todo (espero).
San Petersburgo. Meriendo unos tacos mejicanos mirando la ajetreada vida que hay tras mi ventana. La vida sigue aunque fuera de mi ventana haga frío. En San Petersburgo hace mucho frío. Al menos esta tarde. Pero la vida no para. Tenía entendido que en las ciudades frías no había vida en cuanto se ponía el sol. Aquí hace horas que se ha puesto el sol y siguen paseando por la calle. La temperatura es fría, aunque esté comiendo tacos mejicanos. Me gusta mucho esta ciudad. Aunque haga frío. No me molesta demasiado el frío, siempre me ha parecido más insufrible el calor excesivo. Contra el frío hay abrigos y mantas que echarse por encima. Cuando el calor aprieta, no hay prendas suficientes que quitarse. Puede llegar un momento en el que estés completamente desnuda y aún así estar sudando. No hay solución para el calor. Y yo siempre he sido muy calurosa.
San Petersburgo se llamaba antes Leningrado, y antes aún, Petrogrado. Los cambios de nombre nunca son fáciles, pero yo no estuve aquí cuando eso pasó. Bastante tengo con no confundirme con los nombres cuando pido tacos mejicanos y lo que realmente quiero pedir son fajitas. Se está bien en esta habitación con vistas. Está bonita San Petersburgo tras mi ventana. Aunque no se vea mucho porque es noche cerrada. Voy a subir un grado más la calefacción. Me gustaría que estuvieras aquí conmigo. No te gusta el frío, pero sé que esta habitación con vistas a San Petersburgo te resultaría muy confortable. Está muy bien climatizada. En los países fríos se suelen cuidar mucho esos detalles, y Rusia es un país frío. San Petersburgo es una ciudad muy fría. Aunque comamos tacos mejicanos mirando la ajetreada vida que hay tras la ventana pensando que quizás queríamos comer fajitas y les han cambiado el nombre.
Pienso que debería tomarme un vodka. Aquí debe ser bueno, aunque no me guste mucho el vodka y no sepa apreciarlo. En algún momento leí que el vodka nunca se congela si es bueno. Rápidamente fui al congelador y metí la botella de vodka que tenía por casa. En mi casa siempre hay vodka aunque nadie lo bebe. Supongo que es herencia de una educación materna enfocada a tener siempre lo que puedan querer las visitas que quizás nunca aparezcan. El vodka se congeló totalmente, de lo que deduzco que no era bueno. No esperaba tener vodka bueno en casa, pero tampoco debería esperar tener vodka simplemente. No me apetece tomar vodka ahora, por muy bueno que sea.
San Petersburgo está empezando a desaparecer entre el frío y la oscuridad. Están encendidas las luces del Palacio de Invierno. He terminado los tacos mejicanos pensando que quizás quería fajitas y tú sigues sin estar aquí. Hay cosas que nunca cambian, salvo los nombres de esta ciudad y la utilización del Palacio de Invierno. ¿Abre en verano?
Hay muchas cosas que debería plantearme en mi vida y muchas dudas por resolver a las que tendría que dar respuesta, pero aquí ya es muy de noche y la temperatura no anima a salir a la calle. Voy a ver qué echan en la tele rusa. Algún día, alguien debería plantear un ensayo sobre la tendencia que tiene el Abuelo Simpson a travestirse tan a menudo. Algún día, porque hoy están encendidas las luces del Palacio de Invierno.
Me debes una explicación, dices visiblemente enfadado.
No sé qué tipo de explicación quieres, pero yo misma, no tengo explicación para mí. Qué quieres que te explique cuando llevo un tiempo perdida en tierras desérticas. Qué quieres que te explique cuando hace mucho tiempo que las explicaciones dejaron de ser importantes para mí, para pasar a ser meras excusas.
¿Quieres que te cuente cómo me siento?
¿Quieres que te cuente qué es lo que veo cada vez que me miro al espejo?
¿Quieres que te explique qué es sentirse parte de una desoladora visión del mundo que tiene como rasgo fundamental el no saber si el mundo en el que estoy es en el que quiero estar? ¿Quieres que te explique por qué no tengo respuestas para ninguna pregunta? ¿Quieres que te explique por qué mis respuestas no responden a nada y ni siquiera se las puede llamar respuestas sino vacilaciones?
¿Quieres que te explique por qué últimamente no pienso…?
Háblame. Sé valiente por una puta vez en tu vida. Insúltame, dime que te has aprovechado de mí, dime que me odias, dime que soy despreciable… o dítelo a ti misma, pero dime algo, me dices cada vez más enfadado.
He olvidado hablar. He olvidado hablar, cuando hablar significa algo más que juntar palabras inteligibles y lanzarlas al mundo para que alguien las descifre y les encuentre un sentido racional.
He olvidado razonar. He olvidado que tengo que hablar y razonar para poder vivir en este mundo.
He olvidado casi todo, y lo peor es que no dejan de atormentarme los recuerdos.
¿Qué quieres? ¿Que hable yo? ¿Que te diga todo lo que pienso de ti y de tu despreciable comportamiento conmigo? ¿Que pase de ti? ¿Que te grite, que te insulte?...Dices sin darte cuenta que me estás preguntando cosas que tú mismo te estás respondiendo. Y si a alguna de tus preguntas no le encuentras respuesta, desde luego yo, no la tengo.
Si sintiera algo en estos momentos, sin duda debería sentirme culpable. Culpable de verte destrozado, de verte fuera de control. De ver cómo te han superado los acontecimientos. De verte vulnerable, perdido, derrotado, engañado, despreciado… Pero no siento nada. No me siento bien por ello, simplemente no siento nada. No es personal. No más allá de mi persona. Si consiguieras verte utilizado, quizás empezaras a ver la luz al final de este túnel.¿Sería muy torpe por mi parte sugerirte que siento que te veas utilizado? No sé si sería torpe, pero sería mentira, no lo siento. No me importa. Baby, i don’t care
¿Te sientes utilizado?Lo he dicho… No me importa, pero le he dicho. No me lo creo, pero ahí te lo dejo. Ahora vendrá la explosión.
¡Claro que me siento utilizado!. Y ahora me siento humillado, engañado, estafado… Siento -¿Por qué dudas ahora? ¿Es posible que te esté desbordando todo? ¿Te has descolocado totalmente?- Siento… Me siento una puta mierda… Pero ahora me das asco, mucho asco…
Hasta aquí. Lo último que necesita una persona autodestructiva como yo, que ha pasado de tocar fondo a encontrarse perdida en los desiertos abisales sin rumbo ni ganas de buscarlo, es que alguien como tú intente empujarla más abajo. No te equivoques chato, no hay más. No hay nada más abajo. Y eso sólo lo sabemos los que estamos en el fondo sin ganas de subir. Pero no quiero que me pise la cabeza alguien tan estúpido como tú. Por muy bueno que estés.
No me jodas. No fui yo quién empecé esto.Mi voz suena muy segura. Da la impresión de tener un control de la situación fuera de lo común. Como si todo siguiera un plan maquiavélicamente preparado por una arpía de mi calaña. Pero es falso. Es un reflejo áureo de la actitud que se toma cuando todo ya da igual. Te recuerdo que yo no quise nunca que te acercaras a mí. Te recuerdo, por si se te olvida, que el único que insistió en esto, fuiste tú. Si no sabes lanzar faroles, no los uses, porque puedes perderlo todo. Has perdido, lo siento, pero has perdido por intentar ganar con una pareja de cuatros, cuando lo único a lo que podíamos aspirar era a un poco de sexo frugal.
¿Qué coño estás diciendo? ¿Cómo se puede ser tan hijadeputa(suena como si lo hubieras dicho todo junto) y tan víbora? ¿Es que nunca has sido sincera conmigo?
La sinceridad está sobrevalorada. Me acabo de dar cuenta que no es el momento para bromear, pero la distancia entre lo cínico y la broma es casi únicamente una cuestión de estado de ánimo.Y además(No me cortes ahora, que estoy lanzada y no creo que vayas a sacar mucho más de mí) yo nunca te he mentido, y no te lo voy a repetir más. Siempre te dije que esto no valía la pena, que no tenía sentido. Tú eras el primero que sabía que no íbamos a ninguna parte, pero me venías con el placer del camino… Pues te has encontrado un agujero terrible al dar el primer paso. Y, ¡Déjame en paz! Yo ya estoy en un agujero muy profundo, pero es mío y me he acostumbrado a él. No me intentes sacar de aquí. Estoy bien… Bueno, no estoy bien, pero es mi puto problema. Y no recuerdo haber pedido ayuda. Por supuesto que me atraes, que me pones a cien. Pero eso no quiere decir que me tenga que acostar con todo aquello que me pone
Pero, si ni siquiera nos hemos acostado… Me arrastraste dentro del ascensor… Yo a acostarse, lo llamo a otra cosa…
Eres bueno tío, eres muy bueno…
De acuerdo, no nos hemos acostado. Llámalo como quieras. ¿Yo te arrastré al ascensor? Qué fuerte soy, ¿No?... No te vi demasiado preocupado porque te arrastrara, ¿No?... ¡Da igual! Si te he arrastrado al ascensor ha sido porque no podía soportar más tu seducción. ¿No te das cuenta? Llevabas muchísimo tiempo esperando algo, provocando algo… El problema es que no has encontrado lo que tú querías, y eso, te jode.
Tía, estás enferma. Yo creía que teníamos feeling(¡Qué bonito!, con eso del feeling justificamos toda esa atracción que hemos tenido, sufrido y trabajado en los últimos tiempos), que te ponía… Existía deseo y, eso, o eres una puta actriz digna de óscar, o era así. Dime simplemente que querías desahogarte conmigo y lo has hecho.
Quería desahogarme contigo y lo he hecho…
Qué incómodo es el silencio cuando el cinismo trasciende todas las reglas básicas en la comunicación interpersonal y a uno de los dos le supera y a la otra le da igual.
Gracias. Por lo menos me demuestras de qué tipo de pasta estás hecha. Pena no haberme dado cuenta antes…
Mira, me da igual, pero tengo una curiosidad. Miento como en los tiempos en los que las cosas me importaban: ¿Cómo se puede pasar de estar fascinado por mí a despreciarme como a nada en el mundo en cuestión de días?
Te respondo con otra pregunta. Esto significa que no sabes qué responder:¿Cómo se puede pasar de arrastrarme a un ascensor, hacerme el amor de la manera más viciosa y deseosa posible a no querer ni rozarte conmigo ahora?
Yo no te arrastré al ascensor a hacer el amor. Yo te llevé a otra cosa.
En eso estoy de acuerdo contigo.
Por lo menos, estamos de acuerdo en algo.
En el fondo, todo se reduce a distinguir entre sexo y amor.
Tan sencillo como un virus. Tan simple como un ignoto problema informático. Tan estúpido como la pérdida de un disco o una memoria USB. Así de tontamente podemos dejar de ser un poco lo que somos hoy. Suena a pataleta de niño chico, pero estamos en un tiempo en los que un error informático puede llevarnos a una profunda depresión (Por lo menos a la gente como yo. A otras, como a Ana Rosa Quintana, un error informático la lleva a subir la audiencia de su programa). Acumulamos cosas sin medida, a la manera de Diógenes modernos. Cosas que creemos que tenemos que tener o, lo que es peor, cosas que necesitamos tener. Antes los disgustos eran puntuales y efímeros: Recordabas un disco, una película o un libro que te apetecía escuchar, ver o releer y con estupor te das cuenta de que por mucho que remuevas tu discoteca, tu filmoteca o tu biblioteca, no aparece. Por ningún lado. Piensas en la última mudanza, en quién ha pasado por tu casa últimamente, en la última vez que lo escuchaste, lo viste o lo leíste… Y ahí te quedas. Sin respuesta, sin solución. Aún es peor si te viene a la mente la imagen clara de ese canalla despreciable al que le dejaste el disco para que lo copiara en un rato y te lo devolviera; a esa chica que pasó de ser una Diosa griega a un escuerzo maloliente cuando tras dejarle una película para impresionarla (léase llevársela al catre) y descubrir que desaparece sin que se sepa de ella nada más que su evidente deterioro físico y su creciente mal olor corporal; a ese gafapasta pedante que en sus pocos años de vida se ha bebido casi sin esfuerzo toda la cultura universal que merece la pena y es necesario asimilar (según su escala de valores) y al que tratas de demostrar que hay más allá y que tú lo tienes, encuadernado en rústica o, peor aún, en lujo, y que desaparece en la oscuridad de algún sucio cineclub de programa doble atestado por 7 u 8 personas parecidas a él y del que nunca más se supo… Es peor aún: Descubres lo gilipollas que has llegado a ser por fomentar la piratería, por utilizar el cine para ligar y por creerte capaz de triunfar en el Saber y Ganar del momento.
Si tienes algo de lucidez en esos momentos llegas a la conclusión de que no sería un disco tan importante, una película tan maravillosa o un libro tan releíble si no lo has echado de menos hasta ese momento. Hasta ese terrible momento...
Probablemente estos terroríficos incidentes se eliminarían despreciando las relaciones sociales y encerrándonos en nuestro cubículo acumulando cosas por los siglos de los siglos cual Hikimoris vulgares con tarjeta de socio de la FNAC.
Pero ésta no es la solución perfecta. Mi vida, que se empieza a diferenciar de la de las viejas que puntualmente salen en los programas de sucesos varios porque han muerto sepultadas o los vecinos han conseguido que las desalojen de sus zulos atestados de cosas (basura dicen) sólo en la edad, también sufre trastornos de este tipo. Y, lo que es peor, sin nadie a quién culpar.
Hoy se me ha muerto mi USB. Yo que deploro la vida en casi todas sus acepciones más allá de la que me permite existir, tenía a modo de gato o perro que suelen tener los humanos normales una pequeña USB. Plateada con recubrimiento negro. Muy coqueta. Pequeñita, con 1 Giga de capacidad. Cuando la conocí podía tragarse todo lo que se me antojara, pero con el paso del tiempo había empezado a ser cada vez más selectiva. Se iba quedando chica e iba perdiendo las habilidades que para mí se me hacían indispensables y la hacían insustituible en mi vida. Pero seguía dándole toda mi atención. Seguía confiando en ella cuando todo me fallaba. Ella siempre estaba allí, en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad, en la pobreza y la riqueza pero, como he comprobado hoy, no (¡Ay!) hasta que la muerte nos separara. O quizás es una cuestión de egoísmo: Ninguna persona debería sobrevivir a la muerte de su mascota… Crea un vacío tal que no habrá gigas que puedan sustituirla.
Hoy la he perdido, y se ha ido sin avisar. No ha hecho como sus predecesoras, que fueron muriendo lentamente, se fueron apagando. Murieron de viejas, pero antes de apagarse definitivamente les dio tiempo de hacer testamento y legarme en herencia todo aquello que yo les había hecho acumular. Pero mi plateada última amiga no. Hay gente que piensa que es mejor morir de golpe, sin enterarte. Yo no pienso igual. Yo quiero morir de repente, sin sufrir, pero YO… Yo, no lo que me rodea. Lo que me rodea quiero que se despida como Dios manda y se vaya dejando todo atado y bien atado. Despidiéndose adecuada y agradecidamente.
Se ha ido y hoy no tengo fuerzas para seguir adelante. Suena a frase tópica que se dice cuando alguien desaparece y nos encontramos terriblemente afectados. Todo se nos viene encima y la psicología recomienda seguir, no hundirse. Pero yo no tengo fuerzas para ello. Suena a tópico, pero cuando alguien dijo en algún velatorio que con ella se va una parte importante de su vida, nunca asumí completamente lo que esto podía llegar a significar. Se ha ido una parte de mí y no tengo ganas ni fuerzas de seguir adelante.
Alguno podrá encontrar ésto frívolo y sobredimensionado, pero es porque no la conocía, y ni se imagina lo que he perdido con su muerte. Con ella se han ido:
- El borrador de la novela que habría de cambiar de una vez por todas la Historia de la Literatura Universal y por la que entraría de lleno en el Olimpo de los Dioses de las letras imperecederas.
- Las fotos del viaje romántico a Venezia con las chicas de informativos de la Sexta del mes pasado.
- La partitura de las nuevas canciones de Melendi que (desgraciadamente) ya nunca podrá volver a sacar ningún disco más.
- Las únicas pruebas de mis licenciaturas en Física Nuclear, Medicina y Humanidades, mis Masters en Oxford y Cambrigde, y mis Doctorados en Yale y Harvard (Ahora, oficialmente, no tengo ni el Graduado Escolar).
- Los bocetos de la Capilla Sixtina y el mapa de las cámaras secretas de la Gran Pirámide de Giza.
- Las claves de acceso a mis cuentas en Suiza y las Islas Caimán.
- Mi partida de nacimiento (ahora soy oficialmente un nonato).
- Mi partida de Bautismo (esto no me ha preocupado mucho).
- La carta de dimisión que iba a entregar mañana en el trabajo. (Desafortunadamente tendré que seguir pasando algún tiempo más en un sitio que detesto y en el que no quiero estar por no tener excusa para irme)
- La agenda de teléfonos que me mantenía en contacto con toda la gente a la que apreciaba y que, a día de hoy dejan de exisitir para mí porque no podré volver a contactar con ellos.
- El secreto de la Coca-Cola y los tres nuevos de Fátima.
- Las instrucciones para reproducirme. Desgraciada, o afortunadamente para el resto de la humanidad, mi semilla morirá irremisiblemente conmigo.
- Las recetas de todo lo que sabía cocinar (peligro de muerte por inanición).
- La composición química del virus de la gripe que asolará el mundo el invierno que viene (todavía sin nombre, dudando entre gripe B o gripe felina).
- La carta de amor, el poema y la canción que llevas tanto tiempo esperando que te envíe.
- Las fotos en las que se demuestra que yo antes era más guapo y no siempre estuve tan estropeado.
- Mi fe en la tecnología y mi conciencia medioambiental (A partir de hoy imprimiré todo lo que necesite, sin pensar en la desforestación de los bosques).
- ...
Y mil cosas más de las que ahora no me acuerdo, pero que supongo que llegará el día que las necesite y recuerde que las tenía en su interior. Y no tendré canalla despreciable, chica que pase de ser una Diosa griega a un escuerzo maloliente ni gafapasta de turno a quien maldecir y que me exima de la responsabilidad de pensar que soy un inútil con evidentes rasgos de padecer el Síndrome de Diógenes.
Desgraciadamente se ha ido. Hay que mirar hacia adelante. Pero siempre sentiré que no te llegue ese mail mío tan especial que llevas tanto tiempo esperando: Se lo llevó con ella. D.E.P.