jueves, 11 de mayo de 2023

cEREBRo DE cALAMAr (Comienzo del capítulo IV).

 IV


“¡Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos! Pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial... Y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio!... Ta-ta-ta-ta... ¡Goooool! ¡Goool! ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo! ¡Viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diegol! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés? Para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina: Argentina 2, Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona. ¡Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2, Inglaterra 0!”

(Narración de Víctor Hugo Morales, del gol de Diego Armando Maradona en el partido de cuartos de final del Mundial 86, de Argentina contra Inglaterra, con todo el conflicto de la guerra de las Malvinas latente.)


El primer día de 1986, España y Portugal ingresaron en la Comunidad Económica Europea. Aquella CEE que hoy es denominada Unión Europea. Ese año, en una parte ya de Europa, en España, nacieron 438.750 personas. Entre ellas, Quique. 1986 en el horóscopo chino correspondió al año del tigre. Ese signo, para la astrología china simboliza el poder, y es pintoresco e impredecible. Los tigres son el tercer animal de su horóscopo, y los que nacen bajo este signo son personas que necesitan de la aventura, y disfrutan plenamente de la vida, siempre que encuentren nuevos retos, desafíos y acontecimientos inesperados. Su energía, apasionada, y su verdadero amor a la vida son contagiosos y estimulan. Los tigres son amados y aceptados, o bien detestados y rechazados, incapaces de controlar sus emociones; hablan por los codos y pasan, en un santiamén, de la risa a estados de cólera; pero sus intenciones son nobles, dicen lo que sienten sin buscar herir. Provocan admiración, miedo, respeto y, en algunos casos, envidia.

En el ala de maternidad de un hospital español, en el ‘86, un feto se agarra con fuerza a las paredes de un útero, porque siente que lo están extirpando de sí mismo. Araña todo cuanto se encuentra a su paso. Se resiste a salir, como si supiera lo que está haciendo. Pese a todo, no fue un parto difícil. Nada de lo que pasó en aquella habitación, en el momento del parto, condiciona directamente lo que ocurrirá después en la vida de Quique. Quique Macías se resiste a venir al mundo, pero como un acto de rebeldía no controlada, como un acto reflejo, parecido al que todos hacemos cuando nos quieren sacar de la cama temprano en invierno, estamos muy calentitos y adoptamos posición fetal como si así nuestra resistencia a saltar al mundo fuera mayor.

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