Franky siempre había sido una persona
muy peculiar. Peculiar es una palabra sencilla y no puede abarcar
todo lo que podríamos decir de Franky como persona, pero las
palabras, como para tantas otras cosas, se quedan cortas para
expresar certeramente lo que siempre había sido Franky.
Peculiar y pintoresco. Dogmático y
creativo. Raro. Pero con mucha personalidad. Tanta como para pasarse
media vida estableciendo teorías que a todos nos parecen más o
menos descabelladas, cuando no absurdas, y hacerlas ley de vida. O
para crear comportamientos y rutinas en base a su peculiar (¿Otra
vez peculiar? ¿No hay otra palabra?) manera de enfrentarse al mundo.
Recuerdo bien cuando le dio por dejar
de fumar. Sin decírselo a nadie, a su bola, sin que se notara
demasiado. Sin que se notara más que por una cosa: Se iba
mimetizando progresivamente con el Jeremy Irons atormentado y
enfermizo de sus mejores películas.
Recuerdo que mi padre, analfabeto
funcional para el cine, siempre reconocía a Jeremy Irons en cuanto
salía en la pantalla de la televisión y decía aquello de “Este
hombre ya va a empezar a pasarlo mal” refiriéndose al que él
llamaba “El que hizo Kafka, y estaba fabuloso el tío”.
Mi padre era así, en muchos aspectos
como Franky ¿Peculiar? Algún día tendré que mirar seriamente lo
de apuntarme a un cursillo de incremento vocabulario o meterme de
lleno en el acopio y estudio de palabras polisémicas que palíen
ciertas carencias tan peculiares como esta que me abruma ahora mismo.
Como no poder encontrar el término adecuado para definir a Franky en
el aspecto que estoy contando y que la única palabra que me cuadre,
cuadre perfectamente con un padre cuasi analfabeto
cinematográficamente que a pesar de ello conoce a Jeremy Irons
aunque lo llame “El que hizo Kafka, y estaba fabuloso el tío” y
que en todas sus apariciones vaya a sufrir, a pasarlo muy mal y,
sobre todo, a arrastrar una existencia atormentada y apesadumbrada en
la película de turno.
Quizás debería compatibilizar mi
curso de vocabulario con una visionado intensivo de la filmografía
de Jeremy Irons, porque todo lo que me viene a la mente cumple a
rajatabla con la teoría de mi cinematográficamente analfabeto padre: Kafka, Herida (Damage), Madame Buterfly, La casa de los
Espíritus, Belleza Robada, Lolita...
Jeremy el atormentado, sin
duda.
Algún día alguien le tendrá que hacer un homenaje en tonos
grises, con música barroca de fondo, tipo “El Atormentado Jeremy
Irons y sus tribulaciones”.
- He inventado el método definitivo para
“dejar” de fumar.
- ¿Sí o qué? ¿Y cómo es el asunto?
¿Y por qué dices el “dejar” entre comillas?
Se creó un silencio incómodo entre
los dos. ¿Cómo era posible que yo viera las comillas de “dejar”
si estábamos hablando? Quizás, así, escrito todo parece una
tontería sin importancia, pero estas letras son reflejo de una
situación hablada, donde las comillas no salen. El silencio
amenazaba con explotarnos en la cara y el fantasma de la atormentada
presencia de Jeremy Irons planeaba por encima de nosotros con cara de
no entender nada de lo que estábamos hablando, de las comillas de
“dejar” y de que su vida fuera una tortura psicológica que
amenazaba con derrotarlo. ¿Debía romperlo yo de alguna manera?
¿Proponer sexo en ese momento era adecuado aunque los dos supiéramos
que era una mera excusa para romper el silencio incómodo?
- El “dejar” entre comillas es porque
realmente no quiero dejar de fumar.
- Entonces, ¿Para qué un método para
dejar de fumar?
- “Dejar” de fumar, perdona.
- Vale, “dejar” de fumar, ¿Para qué?
- Yo no quiero dejar de fumar. Yo sólo
quiero “dejar” de fumar sin más. Quiero volver a los tiempos
donde fumar tenía sentido. No excederme en el fumar porque sí. No
fumar sin más. Quiero “dejar” de fumar, y para ello, no hay
mejor método que fumar siempre con un sentido y un por qué.
- ¿Porque "te gusta" no vale?
- No. Sabes que acabo fumando como un
condenado y no recuerdo si me gusta o no, sólo fumo. Como tú.
- Tienes razón. Dime.
- Sólo fumar cuando se hace algo bien.
Cuando se cumple.
- ¿Cómo?
- Solamente fumar tras una razón clara.
Sólo fumar cuando me haya “ganado” el cigarro. Convertir el acto
de fumar en una recompensa.
- O sea, a ver si lo entiendo: ¿Sólo
vas a fumar cuando hagas algo bien? ¿Cuando te digan que está bien
hecho? ¿Cuando pienses que te lo mereces? ¿Cuando consigas algo?
- No, no... Esto es válido para todo el
mundo. Piensa: ¿Cuál es el cigarro que más apetece? ¿Cuál es el
cigarro al que más le cuesta renunciar todo el mundo que quiere
dejar de fumar?
- ¿El de después de comer?
- Exacto. El de después de comer, el de
después del sexo, el de después de cagar, el de después de hacer
algo placentero...
- ¿El de después de cagar? Tengo que
decirte que para mucha gente es al contrario, por la mañana
temprano...
- Bueno, eso son detalles.
- Y uno de mis mejores amigos no perdona
el cagar con el cigarro, ni antes ni después.
- Olvídame. Tú casi no fumas y no
quieres “dejarlo”...
Y tras su evidente enfado, se dispuso a
contarme, con todo lujo de detalles su maquiavélico plan que
cambiaría el mundo del tabaco y de nuestras relaciones con él. Todo
el mundo hace algo. Algo que merece la pena. Y si no lo hace, para
qué plantearse “dejar” de fumar o nada. Cada cual debe coger su
tarea principal, su desarrollo personal y ponerlo antes del cigarro.
Así se podría provocar una simbiosis importantísima entre el fumar
y el desarrollo personal. Fumar sólo al terminar de enlazar los
cuatro acordes principales de la canción que estás escribiendo, un
cigarro tras terminar de grabar la toma adecuada de lo que estás
creando, el pitillo de después del punto que cierra ese párrafo
maravilloso...
Fumar así haría que forzáramos
nuestra creatividad aunque fuera por la necesidad de fumar. Nos
obligaríamos a trabajar en lo que nos hayamos metido aunque sea
simplemente por las ganas de echarnos un cigarro.
El cigarro de después nos llevaría a
multiplicar el antes de manera brutal.
Sólo fumar tras hacer algo bien o tras
el sexo.
- ¿Cuánto llevas sin follar? -le dije
sin pensarlo demasiado.
- ¿Es una proposición?
- No, es curiosidad.
- Ni me acuerdo...
- Pero, ¿Estás llevando a cabo tu
método para “dejar” de fumar?
- Claro. Me va genial.
- Hace siglos que no escribes nada
bueno...
- Más hace que no follo.
- Entonces casi ni fumarás. Eso es
bueno.
- Qué va, fumo un montón más que
antes.
- ¿Y eso?
- Me masturbo compulsivamente...
Se creó un silencio incómodo que
estuve a punto de romper agarrándole el paquete y proponiéndole
sexo por compasión, pero no hubiera estado bien.
- Pero... ¿Tanto?
- Más
Empecé a hilar todo. Su progresiva
mimetización en Jeremy Irons tenía un porqué.
- ¿Fumas más que antes?
- Mucho más. Me la pelo constantemente.
- Pero...
- Tranquila... Puedo “dejarlo” cuando
quiera.
Volvieron las comillas. Esta vez las
acompañó con unos dedos que hicieron el típico gesto de
entrecomillar pero que a mí sólo me transmitieron una frenética
actividad en su entrepierna.
- Hablando de Jeremy Irons: ¿Qué cara
pondría en una cena romántica, a la luz de las velas, con Amaia
Montero cantándole eso de “Te voy a escribir la canción más
bonita del mundo”? No sé, acabo de pensarlo...
Franky era así. ¿Peculiar?
Y se hacía muchas pajas últimamente
(No le quedaba otra)
B.S.O.: "Qué bien me lo paso" (Los Enemigos)