No te lo he dicho.
No lo puedes saber.
Pero es el momento de informarte de ello antes de que salga en las noticias y no te enteres de primera mano:
Estoy en Nueva York.
He decidido instalarme allí con los amigos que tengo en el Meatpacking, en ese pequeño apartamento de artistas con ínfulas de grandeza a los que tanto detesto, pero a los que tanto necesito ahora mismo.
Son extraños. Viven en Nueva York, la mejor ciudad del mundo, pero sueñan con vivir cerca de ti, en el campo.
Yo he venido a cerrar una etapa aquí. No se me ocurría mejor lugar. Bueno sí: Me encantaría pasar estos días en el Edificio Dakota, con una habitación que tuviera ventanas que den a Central Park. Pero no. No se puede pedir todo. Si eres un poco asocial y nunca has trabajado bien las relaciones sociales, es difícil encontrar a gente cuando realmente la necesitas. Y no conozco a nadie que me pueda conseguir eso ahora mismo.
He llegado a Nueva York, a Manhattan, a pasar el cambio de ciclo.
cabezadeavestruz cumple 3 años y no se me ha ocurrido mejor sitio donde retirarme a pensar, a analizar con fuerza el futuro y decidir si seguimos con esta película o la cerramos definitivamente. Estando a sólo 97 años de nuestro Primer Centenario, da un poco de pena no tener claro el futuro por falta de esplendor y exquisitez.
Las onomásticas siempre dan pena. Hay a quienes les da fuerza. A mí me recuerdan al Apocalipsis. Creo que mi actividad habitual de mirar la luna se va a ver interrumpida en cualquier momento por la irrupción en el cielo de cuatro jinetes que vengan a acabar con toda esta farsa.
Llega el cuarto año de cabezadeavestruz este martes. El año 52 D.D. comienza el 30 de Octubre. Llega a Nueva York el huracán Sandy. Y tengo un amigo al que le gusta las Sandys. Cuatro años, cuatro jinetes, la infame costumbre de tomar cerveza con limón y de repente me veo atrapada aquí, en un pequeño apartamento del Meatpacking neoyorkino, sin tiempo para acumular víveres ni estímulos vitales. El metro ya ha cerrado. Tus ojos también. Y yo no encuentro la luna porque hay cuatro jinetes que irrumpen en el cielo y vienen directos hacia mí.
¿Qué puedo hacer en la ciudad del mundo donde todo es posible?
Me he comprado una caja negra donde guardar todo aquello que quiero salvar de Sandy y de mí mismo. Un día me preguntaron qué tres cosas me llevaría a una isla desierta y me echaron por pesada. Me he comprado una caja más grande de lo que planean y voy a meterlo todo ahí:
El momento en el que vi en tus ojos la certeza de que íbamos a hacer el amor.
Una pista de video con el momento en el que José Sacristán le dice a María Valverde completamente desnudos, en el baño donde se han quedado encerrados en “Madrid 1987” aquello tan maravillosamente trágico de “No olvides que la vida es el sabotaje perfecto de los sueños”
El turismo como primer y principal motor del productor interior bruto de mi corazón.
La conciencia de la estupidez de todo lo que me rodea en el momento en el que descubrí que la palabra usada para dar nombre a la fobia a las palabras grandes es “hipopotomonstroesquipedaliofobia”
La chusta del porro que me arrojó a la cara y guardé el día que le acosé Calamaro.
Los besos espontáneos y no pedidos-
El día que creí ser Frank Sinatra y las hojas de la agenda que dicen que volveré a creerlo.
Tu capacidad de soñar por muchas pesadillas que te provoque.
Un curso por fascículos para aprender a bailar como Ian Curtis o a moverme como Daniel Day Lewis cuando en “En el nombre del padre” pinchan en la jukebox de aquel pub inglés “Like a Rolling Stone” al inicio de todo o a estremecerme como Iván Ferreiro cantando M.
La impresión de tu cara cuando me puse el disfraz de Catwoman y lo difícil que te resultó quitármelo cuando decidiste que me ibas a follar.
El recibo del pago de la entrada del globo que terminaré de comprar e inflaré cuando todo esto pase y con el que te llevaré a ver el mundo desde arriba, como debe verse.
La seguridad que tienen muchos de que algún día conseguiré integrarme en este raro mundo y que no me resultará una traición a mis principios metida en una cajita metálica de bombones sin azúcar.
Los ojos del mejor David Bowie padeciendo heterocromía.
Sentir que hay quien me quiere y admira más que a Cristiano Ronaldo, aunque no sea lo normal y no se pueda decir en público. Sobre todo que me admira. Fundamentalmente que me quiere. Más.
Ser consciente que si alguna vez empuño una pistola y disparo a alguien, será en el estómago porque las películas me enseñaron que es la peor forma en que puede morir.
La nueva película de Gonzalo Suarez. La que sea, la que venga. Y todas las demás.
La forma que dices “Buenos días” cuando realmente siento que te lo parecen porque es lo primero que dices ese día.
Esa canción que elegiría si me obligaran a ser la única que voy a escuchar una y otra vez hasta que me muera. Esa canción que existe pero que no sé cuál es ahora mismo porque es Lunes y Sandy amenaza con acabar con todo, como el final del tercer año de cabezadeavestruz le ha dado alimento a los caballos en los que vienen montados los cuatro jinetes del apocalipsis, recordando que el cuatro existe pero no tiene porqué llegar.
Saber que cada día nuevo puede y debe ser mejor que el que se va.
Los planos del museo que voy a construir en el Village, aprovechando las donaciones de todos los locales neoyorquinos que conservan ceniceros que ya no valen para nada desde que no se puede fumar en ningún sitio.
Una libreta llena de poemas olvidados, que por muchas páginas que pasen no se acaben nunca y me pueda pasar la eternidad leyéndote uno cada noche mientras soplas tu tazón de sopa caliente antes de ir a dormir, aunque no sea conmigo.
La ilusión de despertarte una mañana no muy lejana y que lo primero que vean tus ojos sea mi pelo mojado por el mar y sonrías al oler el salitre.
Mi capacidad innata de procrastinar sin sentirme culpable.
Mi ejemplar de la primera edición del Ulises de Joyce en Portugués dedicado a mí con otro nombre por Enrique Vila Matas.
Los momentos en los que me dicen todo sin decírmelo y a nadie nos importa porque sabemos que existen, guardados en una caja de 90 gramos de Marlboro de liar que aún huele a American Way of Life.
Cuando te acuestas conmigo porque quieres hacer un trío con mi presencia y con la persona en la que piensas cuando estás conmigo.
La filmografía completa de Woody Allen. ¿Completa? Sí, completa. Las obras maestras lucen más cuando se tienen en cuenta las películas menos buenas.
Maribel Verdú.
La respuesta correcta a la pregunta de ¿Para qué he nacido? Detrás de la parte gris de un rasca y gana de una tómbola ambulante.
Que odies los gatos pero te encante ronronear rozándote con mi cuerpo.
La sensación de no poder escribir bien porque sólo pienso en ti...
Escribir cosas maravillosas fuera de mi alcance porque sólo pienso en ti...
Que siga debiéndote un cuento.
Y, sobre todo, que alguien alguna vez, y para eso tengo que empezar a preparar el cuarto año, mi segunda novela, mi tercera operación corporal, mi enésimo afeitado… Me diga a la manera de Charles Baudelaire “Me has dado tu barro y yo lo he convertido en oro”…
Cuando Sandy llegue aquí a Nueva York, se acabe el tercer año de cabezadeavestruz, entremos en el año 52 Después de Diego, y el ambiente sea irrespirable, no me quedará más que confiar que todo eso que he metido en el refugio antihuracanes y todo lo que no recuerdo ahora mismo, se mantenga seco y seguro, y el aire que deshace mi moño sean tus dedos cuando salimos a buscar por las calles bajo la lluvia a Holly Golightly para que nos cante Moon River bailando bajo la lluvia de una puta vez…