Año 2021:
De entre los escombros de donde el mapa digital indica que estaba antes la discoteca Pachá de Madrid, un evolucionado cyborg último modelo con piernas de carnero y cabeza y cuello de Mónica Bellucci, encuentra y se guarda en su bolsa tipo marsupial de la espalda un extraño material que contiene trazas de madera, tinta de calamar y carne de caballo, para que nadie lo vea.
Tras recogerse en un dispositivo portátil en los que se distribuye el arte en pequeñas dosis por el ridículo precio de unas moléculas de oxígeno manipulado por pulmones humanos, en la oscuridad de la proyección de la trilogía de Chiquito de la Calzada (Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera, Bracula: Condemor II y Papá Piquillo) revisa su última captura recibiendo en el hipotálamo la descarga de una extraña melodía que, de no ser porque vendió sus recuerdos cuando no tenía con qué afilarse las uñas, le recordaría a una tonada de finales del siglo XX: It's the End of the World de R.E.M.
It's the end of the world as we know it
It's the end of the world as we know it
It's the end of the world as we know it and I feel fine
El google translator que tiene instalado de serie en su pupila izquierda le manda las señales de lo que pone en aquel objeto que parece ser un papel con un texto en él:
Cambio de canal. Un informativo da paso a los deportes. Reconozco rápidamente el engaño habitual de decir “deportes” cuando lo único que me van a contar es qué le duele a Cristiano Ronaldo, cómo de bueno es ser del Real Madrid, entender que el fútbol es Dios sobre todas las cosas y, depende del día, obligarme a ser feliz y estar muy contento porque alguien que casualmente ha nacido en el mismo país que yo, ha ganado algo por ahí o, aún peor, no ha ganado porque no lo han dejado y hay una conspiración judeo-masónica contra él por ser español y porque el mundo mundial tiene envidia de todo lo que huela a rojo y amarillo. Soy español: ¿A qué quieres que te gane? Retumbó en mi cabeza mientras en otro canal el Ministro de Hacienda balbucea extraños mensajes desde su cara de Montgomery Burns para explicar como unos altos técnicos con infinitos conocimientos económicos se equivocaron con un DNI que sólo tiene dos cifras, el catorce, y con un nombre tan común y con tantas posibilidades de existir varios iguales como es Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia. Decido buscar algo de porno y acabo dando con otra cosa más digna de disipar cualquier posibilidad de erección: En España no existe el DNI número 13 por respeto a la superstición.
Muerto de miedo intento wasapearte pero recuerdo que me tienes bloqueado. Lloro pensando en el momento en que te conocí, en aquella manifestación, en los posteriores meses admirando tu lucha en las redes sociales donde colgabas indignada todo tipo de enlaces, noticias y denuncias sobre un mundo que se derrumba y por el que no nos movemos. Grito de rabia sin llegar a creerme todavía que apostaras por el -según tú- injustamente segundo clasificado en aquel Gran Hermano y qué actitud de desprecio y de rebeldía ante las injusticias te hizo tomar aquello. Retuiteo aquel vídeo que colgaste, con la banda sonora de El Circo del Sol de fondo, que está lleno de frases de Paulo Coelho y de enseñanzas para una vida que todos deberíamos tomar como dogmas de fe y patrones de conducta. Maldigo todos aquellos “me gusta” que puse a discreción cada vez que ponías algo en el Facebook para hacerme notar y que supieras que me interesabas mucho y quería ligar contigo. Desconecto internet de casa y del móvil, y me dedico a darle a todos los comerciales de líneas ADSL y telefonía, el número de Galería del Coleccionista cada vez que me piden un teléfono de contacto para realizarme el cambio de línea.
Vuelvo a llorar con rabia y pienso que todo lo que me pasa me lo tengo bien merecido por haber ido a aquel concierto de Dani Martín sólo por sentirme cerca de ti, y haber comentado en tu círculo que Fito es el rock más auténtico que hay y había existido nunca. Me pongo en modo autista y frente al espejo pronuncio aquello de “he visto alguna de las mejores mentes de mi generación convertidas en pretenciosas personas que creen reinar en principados minúsculos sólo por haber ejercido alguna vez el derecho de pernada y haber sentido algún bufón reírle las gracias, empezar a estar cerca del fin y mirar con envidia a los capullos no que habíamos florecido por aquel entonces.”
Comprendo que casi todo está perdido y que he llegado al final sin explicarme aún como Laetitia Casta no ha dejado de estar buena a estas alturas de la vida.
Y llega el fin:
Es el fin del mundo como lo conocemos.
(Y me siento bien).
El cyborg notó una alteración en su interior. Miró en su wikipedia adosada al riñón derecho y la respuesta le llevaba a algo preapocalíptico llamado sentimientos que en aquellos tiempos podría llegar hasta provocar la emisión de líquidos por los conductos de visión. Destruyó lo encontrado y disimuladamente pensó (algo prohibido para él) que no estaría mal sentir aquello de que el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos. No sabía qué significaba “mundo”, “derrumba” ni “enamoramos” pero podía vivir con ello. Su último software traía de serie poder hacer y decir cualquier cosa aún sin saber qué significa la mitad de lo que dice u oye, a emulación perfecta del españolito de a pie de toda la vida. Rozó su cuello como solía hacer muy a menudo cuando no le miraban, porque le provocaba algo muy placentero que no estaba dentro de ningún parámetro en su educación y programación personal, y mientras a Chiquito de la Calzada se le escapaba una lagrimita en la pantalla decidió hacer lo que llevaba mucho tiempo pensando hacer:
No volver a poner ningún “me gusta” en el facebook.
Aunque ello supusiera el que llegaba el fin del mundo tal y como lo conocemos.
B.S.O.: "It´s the end of the world" (R.E.M.)
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