sábado, 28 de marzo de 2020

Cuentos de la cuarentena (Volumen 7): El día de la Mariposa Tecknicolor, Nabokov, Fito Páez y Vera



“Todas las mañanas que viví
Todas las calles donde me escondí
El encantamiento de un amor...”

Hoy, 28 de marzo, es el Día Internacional de la Mariposa Tecknicolor. Aprovechando este día, que hace años que lo celebro como se debe, y que es para mí lo que para otros es su cumpleaños, os voy a contar la bella historia de la mariposa que dio origen a este nombre y esta celebración. Una mariposa que, con su existencia, da lugar a un club muy exclusivo, con representantes en todo el mundo, al que tengo el honor de pertenecer y ser parte activa.



Antes de contar la historia tengo que indicar, como salvedad importante, varios aspectos que hacen, de este cuento, algo más que un cuento normal:

Yo, como toda persona de bien, tengo a Cecilia Roth en el altar de mis afectos. 
En el de mis libros preferidos de la historia, “Lolita” de Nabokov. 
Vera, el nombre de la mujer de Vladimir, es el de tres niñas, de edad similar, que son mi sobrina y otras dos sobrinas “adoptadas”, hijas de dos de las personas más importantes en mi vida. 
Creo que la palabra “crisálida” es una de las más bellas que existe en nuestro idioma.
En el altar de mis ambiciones perdidas está el desear ser un estrella del rock argentino. Si bien siempre estuvo delante Calamaro, Ceratti, Charly o Spinetta, tampoco me hubiera importado ser Fito Páez. Sobre todo en la época en la que fue pareja de Cecilia Roth.
Y, sobre todo, como cualquier niño de mi generación, dediqué un importante tiempo de mi vida a recoger hojas de morera y a “cultivar” gusanos de seda para que acabaran convirtiéndose en mariposas.



¿Quién iba a sospechar que, aquellas actividades infantiles que muchos tuvimos, de recoger hojas de morera para criar gusanos de seda, nos iba a llevar a algunos a esto? A esto tan grande e importante.

A pesar de que le llamábamos gusano de seda, no era más que una oruga que formaba parte del proceso como parte del desarrollo por el que pasa la vida. El círculo comenzaba cogiendo las hojas y depositándolas en una caja. Se ponían los huevos de las mariposas en las hojas de morera, y eso daría lugar a la oruga, la larva. Esa oruga se convertiría en crisálida, de la que emerge, haciéndose adulto el gusano ya metamorfoseado en mariposa. Una mariposa que acabará poniendo huevos cerrando y, a la vez, abriendo el círculo. Uno de los círculos más perfectos y continuos de la vida en este mundo. El primer contacto que tuvimos, de niño, con la metamorfosis.

El gusano de seda es considerado el animal que más come del reino animal con respecto a su tamaño y tiempo de vida. Esto se debe a que durante su letargo en el capullo, sueños de muda y etapa adulta no se alimentan y, además, tienen que dejar las reservas suficientes a su prole para que sobreviva en el huevo. La larva emplea el almidón de las hojas que ha consumido, transformado en dextrina por su metabolismo, para producir el hilo de seda. El material, líquido en el interior del cuerpo, se solidifica en contacto con el aire. Girando sobre sí misma, fabrica alrededor de su cuerpo durante unos cuatro días, una envoltura oval (el capullo) formada por un único hilo de hasta novecientos metros de largo. Capullo es una palabra, que como adjetivo, también ha estado muy presente en mi vida. Pero más en mi etapa adulta que en aquellos juegos de ser Dios que tenía de pequeño. Dentro del capullo mudarán dos veces más. Tras estas mudas, el color de la oruga aparecerá “sucio”, y su piel arrugada y algo húmeda que se secará y alisará transcurridas unas horas. Al eclosionar de la crisálida, tras unos veinte días en condiciones normales, la mariposa rompe el capullo con una secreción ácida que separa los hilos de seda y sale al exterior. La mariposa vivirá de tres a siete días y no se alimentará, tan sólo buscará pareja para que las hembras puedan efectuar una puesta. Los machos son de un tamaño ligeramente menor, abdómenes más estilizados y alas más grandes, y se mueven mucho más que las hembras. Estas mariposas miden unos tres centímetros de envergadura de alas, son de color blanquecino o gris pálido, con marcas amarillentas en las alas y antenas plumosas de color negruzco. Tras el apareamiento, las hembras comienzan la puesta de unos cuatrocientos huevos en las ramas y hojas de morera, y mueren poco después. El tiempo para disfrutar de ver en vida a estas mariposas, como a las tecknicolor es, por tanto, muy limitado. Belleza efímera, como tantas cosas en esta vida. De ahí de lo difícil que es admirarlas. O capturarlas, a la manera de Nabokov, para después dedicarse a su estudio y contemplación.

“Todos yiran y yiran
Todos bajo el sol
Se proyecta la vida
Mariposa tecknicolor
Cada vez que me miras
Cada sensación
Se proyecta la vida
Mariposa tecknicolor...”

Vladimir Nabokov (1899-1977) fue el hijo mayor de Vladimir Dmitrievich Nabokov y Yelena Ivanovna Rukavishnikova. Nació en un ambiente rico y aristocrático. Nada comparable a los gusanos de mis cajas de zapato infantiles. En su casa se hablaba ruso, inglés y francés, por lo que fue trilingüe a muy corta edad. En 1919, Nabokov y su familia se exiliaron a Crimea con el Ejército Blanco y luego a Alemania huyendo del bolchevismo ruso. Fue autor de diez novelas en cirílico y ocho en inglés. Entre ellas, “Ada o el ardor”, “Pnin”, “Pálido fuego” o la imprescindible “Lolita”. Su afición por cazar, dibujar y catalogar mariposas le llevó a recorrer gran parte del mundo con sus pantalones cortos, su gorra a cuadros y un gigantesco cazamariposas. Se cuenta que cuando su padre fue detenido por sus actividades políticas, el pequeño Vladimir, con ocho años, le llevó a la cárcel uno de estos lepidópteros como regalo. Llegó a trabajar para el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard. Fue el primero en clasificar las mariposas azules de América, y dio nombre a una veintena de especies. Entre ellas, la “Cyllopsis pertepida dorothea”, que llamó así en honor a Dorothy Leuthold, joven a la que daba clases de ruso y de la que no haremos más mención en esta historia. En sus memorias relata cómo, en una ocasión, creyó haber cazado un espécimen desconocido, cuya descripción envió a la publicación “The Entomologist”. Pero, tras hacer las comprobaciones, resultó que ya había sido descubierto años antes por un tal Kretschmar. Como venganza, Nabokov bautizó así a un personaje de vida poco afortunada en una de sus historias. 

Al final de su existencia, recibió el reconocimiento de los entomólogos. Incluso hay un par de especies que llevan su apellido: el doguillo de Nabokov, Eupithecia nabokovi, y la Nabokovia cuzquenha, una polilla de color marrón oscuro que dibujaba, a menudo, en sus dedicatorias.



Cuentan que Nabokov, ya en su lecho de muerte, lloró al ver una mariposa volando tras la ventana. Aquellas fueron, según parece, sus últimas lágrimas. 

“La melancolía de morir en este mundo
Y de vivir sin una estúpida razón...”

Mariposa Tecknicolor” es una de las canciones más difundidas en las radios y de la carrera del rosarino Fito Páez, y una de las más celebradas en la década de 1990. Compuesta e interpretada por él, el propio Fito Páez explicó parte de la génesis de la Mariposa. En este vídeo se puede ver una versión censurada de la explicación. Fue editada por primera vez como segundo tema de su octavo disco (“Circo Beat”). En 1994. De las lágrimas de Nabokov, al ver una mariposa tras los cristales de la ventana, en su lecho de muerte en 1977, hasta la fecha de la primera publicación de “Mariposa Tecknicolor”, pasan diecisiete años. Como diecisiete segundos son los arrebatados al vídeo de Fito explicando la conexión de su canción con Nabokov. La experiencia que todo lo explica y que hace que hoy, 28 de marzo, algunas personas, no habilitadas para poder contar la historia al completo, celebremos el Día Mundial de la Mariposa Tecknicolor. Con diecisiete besos (este año desde la ventana) a las diecisiete primeras personas que creamos merecedoras de este arrebato de felicidad que es la Mariposa Tecknicolor. 

Diecisiete es la edad que tiene Ariel Rot cuando muere Nabokov. Ariel, como hermano de Cecilia (Roth, con “hache”, no como su hermano que no la lleva, cosas de artistas) fue cuñado de Fito durante muchos años, lógicamente. Como músicos argentinos, han colaborado en multitud de ocasiones, pero no consta en ningún sitio que Ariel haya cantado nunca “Mariposa Tecknicolor”. Aunque estuvo cerca, en el disco de Fito grabado en directo en Madrid (“No sé si es BA o Madrid”). En ese disco colabora en “Giros”. Un disco en el que, por supuesto, está la Mariposa y que se inicia con “11 y 6”. Diecisiete.

Cecilia Roth se instaló en España cuando su hermano tenía diecisiete años. Llegó a España a tiempo de vivir intensamente la movida madrileña, de participar en películas de Almodóvar y de acoger a su hermano Ariel, que daría lugar a Tequila y Los Rodríguez. 



Y todo esto, como os lo cuento, forma una crisálida que sólo es comprensible bajo los acordes y la melodía de "Mariposa Tecknicolor". Una canción que cantamos gente de todo el mundo como un himno a la alegría. Que dejan, para la esperanza, unos versos de cierre que, indefectiblemente, son los que tienen que cerrar este cuento:

“Llevo un destino errante
Llevo tus marcas en mi piel
Y hoy sólo te vuelvo a ver”.





P.D.: Todo este cuento es falso y tramposo. Salvo la gran mayoría de los datos que en él se mencionan. Tampoco creo que sea muy relevante. Sólo era una excusa para contar algo sobre una de las canciones más bellas que se han compuesto jamás en castellano y mandar los diecisiete besos que hoy no puedo dar en persona. 
Uno es tuyo. 
Con todo mi amor.


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