martes, 24 de marzo de 2020

Cuentos de la cuarentena (Volumen 3): El café frío no mata pero sienta regular (por las mañanas)


¿Quién se ha muerto hoy? Despertó y al no encontrar notificaciones de WhatsApp, ni del mail, ni de Facebook ni Twitter, olvidó que el día estaba en marcha. Pero se puso en marcha. Apretó su botón de encendido y sin un plan establecido -como hacía algún tiempo desde que su vida dejó de tener rumbo porque se encontró solo y sin metas que perseguir- empezó a buscar las inexistentes rutinas de su día a día. Cuando mojó la tostada en el café y descubrió que no lo había calentado lo suficiente -llevaba un tiempo que no era capaz de encontrar el punto exacto al microondas a pesar de tenerlo hace más de diez años y llevar bebiendo café desde que tiene uso de razón- pensó que el día había nacido muerto. ¿Podemos matar a los días a voluntad? ¿O son ellos los que nos matan? ¿Se puede reanimar un día que agoniza? Nada, en teoría el día estaba naciendo... ¿Muerto? ¿Recordaría cómo se hace la Maniobra de Heimlich? ¿Habría muerto alguien ya? Seguro. Todo el tiempo muere gente. De la mayoría no nos enteramos. De otros nos enteramos cuando ya es tarde. Hay muertes que nos joden y nos matan por un rato. Por días, por meses. Ser el muerto en el entierro es una manera de joder a la gente aunque tú estés más jodido que nadie porque estás muerto. O no estás tan jodido porque no te enteras. Todos deberíamos morir de cuando en cuando. Para recibir los cariños que sólo recibe un muerto. O para resucitar. Resucitar es mejor que nacer. Cuando naces no sabes nada. Ni nadie sabe nada de ti. Si resucitas puedes retomar la vida donde la dejaste. Enmendar errores. Acercarte a la gente que has visto que te quiere de verdad cuando habías muerto. Matar a alguien. O enterarte de quién ha muerto hoy. 



Hay quien no celebra sus cumpleaños, que sería lo opuesto a la muerte. O que celebra su cumpleaños rememorando el día que se salvó de una muerte muy cercana. El día de cumpleaños como día en el que volvió a nacer. Pero con más consciencia. Sólo somos conscientes de lo importante que es nacer cuando lo hacemos ya de mayores. Cuando nos salvamos de una muerte, o de un palo muy gordo, y pensamos que hemos vuelto a nacer. Eso sí es un cumpleaños que merece la pena. No celebrar cómo salimos del vientre de nuestra madre sin hacer el menor esfuerzo y sin ser conscientes de ello. Quiero matarte para poder llorarte con razón. No estoy tan seguro de querer celebrar tus cumpleaños posteriores, pero te los regalo. Para que seas feliz con los que te hayan llorado en tu entierro. Yo voy a ir, si me dejan. Pero no voy a llorar. Creo. Y no creo que, a quien haya muerto hoy, le importe que el café esté tan frío...


B.S.O.: "Dama, dama" (Cecilia).



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