¿Quién
se ha muerto hoy? Despertó y al no encontrar notificaciones de
WhatsApp, ni del mail, ni de Facebook ni Twitter, olvidó que el día
estaba en marcha. Pero se puso en marcha. Apretó su botón de
encendido y sin un plan establecido -como hacía algún tiempo desde
que su vida dejó de tener rumbo porque se encontró solo y sin metas
que perseguir- empezó a buscar las inexistentes rutinas de su día a
día. Cuando mojó la tostada en el café y descubrió que no lo
había calentado lo suficiente -llevaba un tiempo que no era capaz de
encontrar el punto exacto al microondas a pesar de tenerlo hace más
de diez años y llevar bebiendo café desde que tiene uso de razón-
pensó que el día había nacido muerto. ¿Podemos matar a los días
a voluntad? ¿O son ellos los que nos matan? ¿Se puede reanimar un
día que agoniza? Nada, en teoría el día estaba naciendo... ¿Muerto?
¿Recordaría cómo se hace la Maniobra de Heimlich? ¿Habría muerto
alguien ya? Seguro. Todo el tiempo muere gente. De la mayoría no nos
enteramos. De otros nos enteramos cuando ya es tarde. Hay muertes que
nos joden y nos matan por un rato. Por días, por meses. Ser el
muerto en el entierro es una manera de joder a la gente aunque tú
estés más jodido que nadie porque estás muerto. O no estás tan
jodido porque no te enteras. Todos deberíamos morir de cuando en
cuando. Para recibir los cariños que sólo recibe un muerto. O para
resucitar. Resucitar es mejor que nacer. Cuando naces no sabes nada.
Ni nadie sabe nada de ti. Si resucitas puedes retomar la vida donde
la dejaste. Enmendar errores. Acercarte a la gente que has visto que
te quiere de verdad cuando habías muerto. Matar a alguien. O
enterarte de quién ha muerto hoy.
Hay quien no celebra sus
cumpleaños, que sería lo opuesto a la muerte. O que celebra su
cumpleaños rememorando el día que se salvó de una muerte muy
cercana. El día de cumpleaños como día en el que volvió a nacer.
Pero con más consciencia. Sólo somos conscientes de lo importante
que es nacer cuando lo hacemos ya de mayores. Cuando nos salvamos de
una muerte, o de un palo muy gordo, y pensamos que hemos vuelto a
nacer. Eso sí es un cumpleaños que merece la pena. No celebrar cómo
salimos del vientre de nuestra madre sin hacer el menor esfuerzo y
sin ser conscientes de ello. Quiero matarte para poder llorarte con
razón. No estoy tan seguro de querer celebrar tus cumpleaños
posteriores, pero te los regalo. Para que seas feliz con los que te
hayan llorado en tu entierro. Yo voy a ir, si me dejan. Pero no voy a
llorar. Creo. Y no creo que, a quien haya muerto hoy, le importe que
el café esté tan frío...
B.S.O.: "Dama, dama" (Cecilia).
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