viernes, 27 de marzo de 2020

Cuentos de la cuarentena (Volumen 6): Madurar con un trapo para limpiar el polvo en la mano


Aquel viernes, se acercó a la ventana. Estaban a punto de ser las 19:58. Ya lo había tomado como costumbre. Pasaban los días y cada vez aplaudía más gente. Al principio se sentía más raro, siendo casi el único del bloque que lo hacía. Pero ahora era un ejercicio comunitario, se oía a mucha gente aplaudir. Más cada día que pasaba.

También acercó el altavoz del equipo de música. Lo puso hacia afuera, con la clara intención de poner música para que la escucharan en la calle.

- ¿Qué haces?
- Voy a poner música.
- ¿Qué música?
- Una de Sonia y Selena.
- ¿En serio? Venga, dime qué vas a poner de verdad.
- La de “cuando llega el amor, los chicos se enamoran”, de Sonia y Selena.
- Pero, ¿por qué? ¿Estás colgado?
- ¿Y por qué no?
- ¿Cuándo vas a madurar?




Y ahí se paró. Iba a contestar pero el sonido de los aplausos inundó la casa. Se dio la vuelta y se volvió a asomar a la ventana. Se puso a aplaudir, como todos los días desde que aquello empezó. Pero lo hizo pensando en otra cosa. Sin poder quitarse de la cabeza lo de madurar.

Pensó que madurar es comprender, de una vez en la vida, que la limpieza es infinita. Aquella mañana había vuelto a limpiar toda la casa. Y la limpieza, pensó, es infinita. Limpiar no se acaba nunca. Comprendió que todo ensucia y que cuando has parado de limpiar ya está empezando a ensuciarse de nuevo. Porque limpiar es un acto continuo del que no puedes salir nunca. Hasta que asumes que la limpieza es infinita y actúas en consecuencia. Entonces eres mayor. O maduras. En la limpieza constante está la madurez. O algo así debe ser.  



- Mañana tenemos que limpiar la cocina a fondo.
- Otra vez.
- Sí, otra vez.
- Hemos limpiado esta mañana.
- Otra vez, a ver si maduras...

Sí. Quizás madurar no sea más que asumir que la limpieza es infinita. Pero no le dijo nada más. Terminaron los aplausos y se retiró dentro de la casa. Desde fuera empezaron a llegar las primeras notas de una canción que sonaba desde el inmueble de enfrente. Era la de “cuando llega el calor los chicos se enamoran”, de Sonia y Selena...



B.S.O.: "Yo quiero bailar" (Sonia y Selena).




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