martes, 29 de marzo de 2011

Ever dance with the devil in the pale moonlight?

Día 1: Preparativos del baile.

Número 2 salió de casa como todas las mañanas, apresuradamente, temiendo llegar tarde a su lugar de trabajo.
En la esquina de siempre, donde solía ver al indigente de costumbre, una figura misteriosa le sorprendió:
 
-    Buenos días, número 2. Soy el Demonio.
-    ¿Cómo dice?
-    Ya me has oído… Soy el Demonio y estoy muy descontento contigo últimamente. Tu comportamiento no está siendo nada adecuado.
-    ¿Quién es usted para decirme cómo me estoy portando últimamente?
-    Por última vez: Soy el Demonio y he venido a hacerte una advertencia. Últimamente te estás portando demasiado bien. Tenlo en cuenta.
Dicho lo cual, se esfumó tras una cortina de humo en las narices de Número 2.
Número 2 no le dio demasiada importancia. No solía dar importancia a casi nada, y menos a alguien que dice ser el Demonio y que le indica cómo tiene que comportarse.


Día 2: Preparativos del baile.
 
Número 2 salió de casa como todas las mañanas, apresuradamente, temiendo llegar tarde a su lugar de trabajo.
En la esquina de siempre, donde solía ver al indigente de costumbre, y donde el día anterior le pareció haber visto al Demonio, una figura misteriosa le sorprendió:
 
-    Buenos días, número 2. Soy el Ángel Caído.
-    ¿Cómo dice?
-    Ya me has oído… Soy el Ángel Caído y estoy muy descontento contigo últimamente. Tu comportamiento no está siendo nada adecuado.
-    ¿Quién es usted para decirme cómo me estoy portando últimamente?
-    Por última vez: Soy el Ángel Caído y he venido a hacerte una advertencia. Últimamente te estás portando demasiado bien. Tenlo en cuenta.
Dicho lo cual, se esfumó tras una cortina de humo en las narices de Número 2.
Número 2 no le dio demasiada importancia. No solía dar importancia a casi nada, y menos a alguien que dice ser el Ángel Caído y que le indica cómo tiene que comportarse.
Y además, ahora llovía sobre mojado. ¿El Ángel Caído no es el Demonio? ¿Estaba llegando tarde de nuevo al trabajo por distraerse con tonterías por la calle?




Día 4: El día después del baile.

Hace tiempo que Numero 2 vive en una resaca permanente. Cuando bebes tanto y tan a menudo, lo único destacable que te pasa es que no te da tiempo a distinguir el estado resacoso del resto de los estados para los que una persona como Número 2 está preparada. Se ha portado mal, como de costumbre… Y eso le alegra. 
Si vas a un baile, bebes moderadamente y te portas bien, eres un imbécil. 
Si vas a un baile, bebes, te drogas y te portas mal, eres un crápula.
 
Número 2 era una auténtica crápula.

Número 2 no le hace caso ni al Demonio, ni al Ángel Caído, ni al Diablo: Está por encima de todos ellos. Está por encima de ella misma. Número 2 es única, y si baila con alguien, bebe con alguien, se droga con alguien… Es porque ELLA quiere. Y eso le hace cada vez más feliz. Y ser cada vez más feliz le aleja del Infierno.
Número 2 es un cielo, aunque ella todavía no lo sepa. Aunque sea muy mala…


Día 3: Ever dance with the devil in the pale moonlight?
 

Ever dance with the devil in the pale moonlight?

Siempre recordamos los bailes a nuestra manera.
 
Número 2 no recordaba.  
Es lo bueno de algunas resacas.
Y también lo malo…



lunes, 28 de marzo de 2011

Anticrónicas de Conciertos en lasgafasdemike.com: Acuse de Recibo con demora

Las ideas se acaban. Es triste, frustrante y casi incongruente, pero es así. Hacer de cada concierto una aventura diferente no es tan fácil como pude pensar hace tiempo. La verdad es que no sé muy bien porqué estoy escribiendo esto. Para lo único que iba destinado este post era para hacer referencia a las últimas Anticrónicas que han tenido a bien publicar en Las Gafas de Mike:




Vuelvo a refrendar desde aquí mi agradecimiento a la inconsciencia de los amigos de Las Gafas de Mike por permitirme tomarte unos zumos mientras escucho buena música y que encima me dejen contarlo. Por su puesto, mi infinita gratitud al verdadero maestro de las últimas anticrónicas, el Maese Cámara que me acompaña (Muy a su pesar a veces) y que hace que ciertas letras merezcan la pena ser leídas por las grandes instantáneas que las acompañan, y al pequeño duendecillo rojizo que se coló en las primeras filas vetadas para gentes de mi tamaño para hacer fotos el día que el maestro cumplía con otros menesteres...

Foto: Álvaro Hernández



Ahora que lo pienso, después de escribir estas cosas, tengo claro que quizás las ideas se agoten, pero los momentos merecen la pena y obligan a buscarlas aunque sea en el fondo de un vaso de zumo (O dos).

¡Salud!


PD: Para ver más fotos de Maese Cámara, pase por esta página donde tiene a bien poner un montón, desde que decidió "salir del armario" creativo...




lunes, 21 de marzo de 2011

Sembrando el pánico (La historia anteriormente conocida como “El cabrón con pintas”)

Toni era un cabrón con pintas. No sé si esa es la mejor definición que se puede hacer de él, pero llevo un montón de tiempo con ganas de escribir algo donde colocar la expresión “cabrón con pintas”.
Lleva toda la vida dedicándose a hacer lo que le viene en gana y, a ojos de los que le rodeamos, nada bueno sale de su cabeza. Cualquier cosa que se le ocurre tiene un reverso oscuro que da respeto o miedo al más pintado, cuando no es directamente delictivo y/o aberrante.
He de reconocer, aunque muy en voz baja, que algunas de sus ocurrencias me han hecho gracia y me han parecido fascinantes, pero no es la norma habitual. Lo habitual es la estupefacción.
Ser un niño bien, sin tener que preocuparse demasiado por ganarse la vida, le hizo desde muy pequeño poder ocupar su mente con cualquier cosa, aunque no fuera útil para nada más que para su extraño divertimento. Y cuando la mente se ocupa con cualquier cosa y eres un cabrón con pintas, no es muy difícil de sospechar que todo lo que hacía Toni podría llegar a ser tremebundo.



Hubo momentos más o menos graciosos. Cuando le dio por robar los tangas del tendedero de su vecina y sustituirlos sistemáticamente, durante varios meses, por bragas de abuela, la mayoría le reímos la gracia. Nos pareció curioso, incluso útil a alguno, cuando inspirado tras ver una web que clasificaba los WC de diferentes bares y restaurantes de la ciudad por su limpieza, se dedicó en cuerpo y alma a escribir un blog clasificando los WC de los bares y discotecas a los que iba, por la comodidad y facilidad para esnifar cocaína en ellos. Creó innumerables perfiles falsos de facebook de conocidas suyas sólo por el mero placer de contactar con gente haciéndose pasar por ellas y ver qué pensaban los demás o entablar extrañas relaciones sociales a espaldas de las protagonistas. Hubo un tiempo en el que estaba obsesionado con traumatizar a los niños de su vecindario y se dedicaba a empapelar las escaleras de montajes de Hello Kittys decapitadas y sanguinolentas o de fakes sexuales de Hanna Montana. Cada vez que se apuntaba a algún curso o trabajaba con ordenadores, tenía obsesión por robar la bolita que hacía andar a los ratones, con una rapidez pasmosa que hacía casi imposible que supieran qué había pasado y quién había sido. Hubo una temporada en la que se dedicaba a pasar las horas muertas en las bibliotecas públicas emborronando infantilmente la página 69 de todos los libros que podía sin levantar demasiadas sospechas y otra en la que compró una valla publicitaria de una de las autovías de entrada a la ciudad y colocó durante un tiempo la leyenda “Tú vida es una mierda y lo sabes” que seguramente haría estragos en la moral de mucho conductor despistado que la viera por primera vez.
Eran muchas las fechorías, y muchas más, seguramente, las que ninguno conocíamos. Para él eran meros entretenimientos, y según iba creciendo iban haciéndose más complejas, y a la vez más dañinas.



Un buen día compró una furgoneta blanca y la decoró como una ambulancia de una mutua privada. Se dedicaba a dar paseos a toda velocidad con la sirena aullando por toda la ciudad y se paraba en donde creía que podía despertar más interés y a la vez, más pánico o inquietud. Le fue cogiendo el gustillo. Incluso cuando quedaba con los amigos, llegaba con la ambulancia a toda velocidad con la sirena atronando a lo lejos, aunque fuera a un picnic campestre. Nadie entendía demasiado bien esta última costumbre que había adoptado. No le encontraban demasiado sentido, ni siquiera ninguna gracia. Yo sí.

Yo sí sé qué se siente al tener una ambulancia sonando a la puerta de tu casa cuando llegas. Toni también lo sabía, y por eso me resultaba tan extraño que disfrutara con ello. Pero nunca busqué demasiada lógica a las cosas que hacía o que podía sentir.

Ayer estuve tomando café con él. No sé si soy su mejor amigo, pero sí de los pocos que lo aguanta porque no lo juzgo demasiado. Hablamos de casi todo, y hace tiempo que aprendí a no valorar sus rarezas y ocurrencias. Él sabe que yo pienso que es un cabrón con pintas. Yo pienso que él sabe que en el fondo me cae bien. Los dos pensamos que lo pasamos bien juntos de cuando en cuando. Me dijo que llevaba un tiempo con la ambulancia y que estaba empezando a sentir cosas raras. Él cree que una ambulancia, aunque sea de mentira, tiene un propósito bueno, que es ayudar a salvar vidas. Y cree que los conductores de ambulancia son, en el fondo, ángeles… Y él no pasaba de ser un diablillo que enseñaba su buen corazón de cuando en cuando. Creía que se estaba pasando esta vez. Que lo de la ambulancia quizás fuera demasiado. Que debía dejarlo…

Yo, como acostumbraba, no le dije nada. Nos despedimos con un abrazo y cogió la ambulancia rumbo a la casa de uno de sus últimos ligues.

Hoy me he enterado de que llegó a tiempo. Dicen que cuando llegó a la puerta, bajó el padre de la chica nervioso y le pidió una camilla para meterla con rapidez en la ambulancia. Parece ser que salió disparado hacia el hospital más cercano con ella tendida en la parte de atrás y con el padre a su lado agradeciéndole la prontitud en la llegada. Corre el rumor de que ella, en un esfuerzo terrible le decía al padre “¡Es Toni!, ¡Papá, es Toni!...” El padre no entendía nada, pero la veía feliz. Sonreía a pesar de su estado.
Toni también sonreía, sin apartar la vista de la carretera. Era un cabrón con pintas, pero aplicado y perfeccionista. Sentía la sonrisa de la chica en su nuca. No podía verla, pero sentía la sonrisa. Al cabo de un buen rato de trayecto, esa sonrisa que sentía en la nuca aunque no podía verla se fue apagando. Toni empezó a sentirse nervioso. El padre sólo imploraba que por favor se diera más prisa. Toni sabía que todo había acabado: Ya no sentía nada en la nuca. Y giró la cabeza para constatar lo inevitable. Su nuca no le engañaba. Pero su nuca no tenía ojos para la carretera…

Dentro de un tiempo recordaré lo mucho que me enseñó.

Sobre todo, una verdad no muy extendida: Hasta un cabrón con pintas tiene sentimientos...

martes, 15 de marzo de 2011

La llama azul



Nunca nos presentaron debidamente. No te importó demasiado. A mí sí. Dicen muchas maldades de mí, pero la más falsa es que soy una egoísta despreciable. 

Soy la llama azul que te vigila por dentro. Me encanta bailar sobre tu cucharilla. He creído a veces que me harías arder para siempre, pero si no me quemas no existo. 
Acercarte a mí, con tu fuego es lo que me enciende. 
Acercarte a mí me hace burbujear nerviosa. 
Acercarte a mí es mi razón de existir. 

Quiero hacerte mía como nadie lo ha hecho jamás. Pero sin mostrarte interés, sutilmente, poco a poco. Sabes que lo que yo te he hecho sentir no lo va hacer nunca nadie ni nada. Te podrás enamorar de cualquier otra, pero siempre me recordarás a mí. Siempre me echarás en falta. Ese es mi triunfo. Esa es mi seguridad. Saber que por mucho tiempo que pase, por muchas que conozcas, nunca habrá otra que te quiera como yo. 
Nunca habrá otra que te haga sentir lo que yo.



A veces me cantabas. 
A veces pensaste que podía cambiar. A veces me negaste. A veces me alejaste. Pero una y otra vez te venía la canción a la cabeza. 

Me encanta arder y acurrucarme dentro de ti. Pero entre nosotros hay algo más. Me volvía loca cuando me cantabas al oído, en privado, sólo para mí aquello de Se dejaba llevar por ti, no esperaba jamás y no espera si no es por ti, nunca la oyes hablar, sólo habla contigo y nadie más, nada puedes sufrir, que ella no sepa solucionar… Y yo me ruborizaba. Y me hacía menos azul. Y sentía que yo era ella. Ella a la que tú recurrías. La única que nunca te falló. La única que siempre estuvo a tu lado. La única a la que amaste de verdad, por muchas mentiras que dijeras a otras. Por mucho que cambiara con los años. Por mucho que dejara de ser tan morena como cuando nos conocimos. Por mucho que te gustaría pensar que podías ir con unas y con otras sin acordarte y volver siempre a mí.

I don’t ever want to feel
Like I did that day
Take me to the place I love

Y yo te llevé.

Y nunca más quisiste separarte de mí. 
Y nunca conocerás a otra como yo. 
Esa soy yo. Lo sabías. 
Yo misma te lo dije antes de que te enamoraras de mí. 
Y ahora no puedes separarte de mí.


Asúmelo. 
Soy yo. 
Soy tu llama azul. 
La que necesitas para vivir. 
A la que siempre amarás. 

Y nunca te he fallado. 
Y siempre me amarás. 

Aunque no quieras asumirlo. 
Aunque creas que me engañas con otras…


Nota del Traductor:
Hoy me he acordado de Antonio Vega. También me he acordado de ti. Me necesitas aunque creas que ya no pinto nada en tu vida
Y tú siempre te acordarás de mí…



miércoles, 9 de marzo de 2011

Miradas Perdidas


Perdí unos ojos. 
Los dejé escapar, aunque sigo viendo esa mirada.



Ayer te vi. 
Nunca antes te había visto, aunque siempre te había imaginado. 
Como siempre, no fui yo delante de ti. 
No sé si te hubiera gustado que fuera yo delante de ti, 
pero no fui capaz. 
A veces es difícil estar a la altura 
de lo que se espera de una.
Y más, contigo.

Me miras y sé que es lo mejor que puedo sentir. 
Pero yo nunca he sabido mirarte. 
Al menos delante tuya. 
Al menos cuando sé que me estás mirando. 
Ni siquiera cuando siento que me estás mirando.
Es tanto lo que sé de ti, 
que me da miedo mirarte 
por lo mucho que sabes 
tú de mí.

A veces me derrumbo y siento 
que no merezco tus miradas. 
Estoy hundido y sé que no volverás a mirarme igual. 
Te has cansado de ver mi mirada perdida. 
Has dejado de mirarme porque yo no te miraba a ti.


Y duele haberlas tenido sin merecerlas.
Y duele haberlas perdido por no comprenderlas.
Y duele haberlas olvidado por no cuidarlas.
Y duele haberlas perdido por no mirarlas.
Y duele darse cuenta cuando ya no tiene remedio.



- ¿Te he has dado cuenta de que casi nunca miro a los ojos? 
- Sí. Es imposible no darse cuenta. Basta con mirarte.
- ¿Te has preguntado por qué?
- No, eso me lo tienes que decir tú. Creía que era culpa mía.
- No, no es culpa tuya. De hecho eres de las pocas personas a las que he mirado a los ojos alguna vez.
- Pues casi no me he dado cuenta.

El poder de tu mirada es infinito. Puede desarmarme, desnudarme, despojarme de todo… Pero también puede hacerme invencible, impenetrable, dármelo todo. Hoy tengo que conformarme con tu comprensión. Con que comprendas que necesito tu mirada para todo. Con que entiendas que aunque yo no te mire directamente, mis ojos están clavados en los tuyos continuamente. Aunque ya no quieras que lo haga.


- ¿Alguna vez has deseado la muerte de alguien?
- No, yo no soy así. Puedo odiar con todas mis fuerzas, pero nunca desearía la muerte de nadie. Me basta con eliminarlos de mi mente. Así ya estarán muertos para mí.
- Eso es imposible.
- No lo es. Mírame a los ojos...

Los ojos nunca te dicen toda la verdad.
Los ojos mienten.
Los ojos son el espejo de un alma 
que a veces está podrida.
Los ojos.
Tus ojos.
Los que han dejado de mirarme.
Los que se han cansado de que no los mire.
Los que se han hartado de mí.


“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos…”
Aunque ya haya muerto por no sentirlos en mí…

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
Y yo sabré que muero por no saber mirarte.
Por no saber mirarte como tú me has mirado a mí…



miércoles, 2 de marzo de 2011

Obsesiones y Parafilias (Volumen 10): Escribir el futuro, amar y la frustración como modo de vida.

Cada vez me quedan menos páginas por escribir. Siento que el futuro, que nunca supe qué era, se me escapa de entre los dedos sólo por haberlo tocado sin permiso.
 
No soy ni la sombra de aquel que nunca soñé ser.
 

 
 
Cuando se anhela algo, aunque no se tenga muy claro lo que puede llegar a ser, se vive persiguiéndolo, sin ningún problema, con subidas y bajadas en el ánimo acorde a lo cerca o lejos que se sienta uno en cada momento. Al no conocer el destino, simplemente se van comprando billetes. Se va disfrutando del camino, que siempre es más bonito que el destino, aunque uno no lo sepa. Crees que en algún momento puede llegar ese destino a ti, porque ya tocaba o simplemente porque eres tan sumamente gilipollas que crees que puede llegarte en algún momento.

Y no, no es así… Hay un tipo de personas, un jodido y extraño tipo de personas, que a pesar de llevar la sonrisa más deslumbrante por tarjeta de visita, de llevar la vida que todo el mundo DICE que le encantaría llevar, de ser fascinante para todo el que se acerca y quiere verlo tienen la condena de caer en el abismo de no sólo no anhelar nada claro, sino de encima ser terriblemente conscientes de ello.

A tomar por culo el mundo: Es muy jodido no creer en nada. Ni siquiera en uno mismo.

¿Cómo se puede ir por la vida de inteligente y ser tan terriblemente cándido?

Si le das a alguien un libro en blanco, con todo lo que ello conlleva, se abre el corazón y con gusto es arañado y mutilado, pero cuando los bálsamos lo tienen más dulce y sano, propones: ¿LO ESCRIBIMOS JUNTOS? Y te das cuenta que lo que crees tú que va a escribirse es la cumbre de las letras mundiales y te cierran el libro de golpe para descubrir que te han escrito un folletín romántico y convencional sólo te queda perder la fe en la literatura y no querer volver a leer.

¿De qué cojones sirve ahora llevar un libro entre las manos? ¿De qué sirve si sabes que si os ponéis a escribirlo en algún otro momento va a salir una novela aún peor? Ni folletos propagandísticos saldrían ya. Al menos cuando llevaba el libro y no aparecían las musas siempre tenías la esperanza de que en algún momento llegara la inspiración. Y si no llegaba, por lo menos era bonito y quedaba muy cultural llevar ese libro entre las manos. Ahora será mejor llevar una revista ya escrita, menos interesante, pero por lo menos no miente: da lo que promete… nada.

Vuelve a sentirte un objeto. 
 
Vuelve a sentirte utilizado.

Siempre es mejor sentirte utilizado, que ignorado… 
 
Pero joder... ¡CÓMO DUELE!


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