viernes, 30 de enero de 2015

Olores







Mi ropa sigue oliendo a ti. 
He probado docenas de detergentes y suavizantes diferentes, pero sigue oliendo a ti. 
Incluso he probado detergentes con suavizantes incorporados, de esos que no necesitas comprar las dos cosas porque ya te vienen en uno solo. 
El mundo sigue siendo un lugar estúpido en el que nos acostumbramos a comprar cosas de dos en dos, cosas que son necesarias la una para la otra y que, de repente, se innova y alguien las comercializa juntas, la una incorporada a la otra. 

Lo que hacía tu cama con nuestros cuerpos. 
Lo que hacía mi mente con la tuya. 
Oliendo a ti constantemente. 
Como este puñetero armario lleno de aromas y recuerdos. 
¿Dónde están las polillas y el alcanfor cuando se les necesitan? 

No quiero dejar de oler a ti.









miércoles, 14 de enero de 2015

Conversaciones postcoitum




¿Hasta que punto se puede decir
que la mirada de un ser humano es algo físico?”
(“El túnel”, Ernesto Sábato)




- ¿En qué momento estos ojos que parten de ser posteriores al sexo pasan a ser de nuevo anteriores?
- ¿Eso es que quieres repetir?
- Claro, pero lo pregunto porque si eso que dices es cierto, supongo que hay un momento en que mis ojos post cambian y pasan a ser pre si en mi interior algo dice que vamos a hacerlo otra vez.
- Los ojos post no desaparecen. Hasta que te duermes a mi lado. Y en ese momento aparecen de nuevo en los sueños. Luego ya la mañana es otra cosa.

En aquellos momentos ya lo sabía. Aunque creo que siempre lo supe. Tenía unos ojos preciosos. Unos ojos que inspirarían a toda una generación literaria o a un movimiento cultural completo. Unos ojos de esos que siempre transmiten cansancio, pero que de cansados que los ves, te enamoras de ellos, te inspiran una ternura inigualable. Una ternura que hace que no puedas menos que fascinarte e inevitablemente, enamorarte perdidamente de ellos para siempre. Porque unos ojos cansados, nunca dejan de estar cansados. Y por tanto, nunca dejan de tenerte atrapado. Y en momentos como aquellos, era más consciente que nunca.



- Me encanta mirarte. Sobre todo en estos momentos.
- Y a mí.
- Es impresionante lo que cambia el Franky anterior del Franky posterior.
- Sigo siendo yo.
- Tus ojos no son los mismos.
- Porque soy un tío raro y miro. Y porque me siento a gusto así, contigo, y me apetece estar pegado a ti y mirarte.
- Tienes razón, eres un tío raro. No sólo por esto, pero sí, eres un tío raro.
- La mayoría de los tíos con los que te has acostado ya estarían vistiéndose con cualquier excusa. Franky no, Diana. Franky está aquí, aunque nadie lo crea.
- Pues tengo experiencias de todo tipo.
- A mí me gusta estar así contigo. No creo que te haya pasado con muchos.
- ¿De verdad quieres que hablemos de eso ahora?
- No, quiero que te sientas bien y que hables de lo que quieras que hablemos.
- Hablemos de lo que quieras, me siento muy bien.
- Yo también.

Y todo era maravilloso. Aunque siempre, mi cabeza se fuera a sitios inconvenientes: ¿Conoces alguna pareja que sea feliz? ¿Realmente feliz? Fantaseaba diciéndome cosas que nunca me consideré capaz de decir en voz alta: Creo que no deberíamos acostarnos. Creo que no deberíamos acostarnos los dos solos ¿Nunca más?. Pero recordaba otros momentos, otras camas. Otras personas, otros cuerpos. Como el tiempo en el que cuando terminábamos de follar, algunas siempre miraban hacia arriba y me preguntaban si había pensado en pintar el techo…

- Se nota.
- ¿Se me nota?
- Se nota.
- Será porque estoy a gusto. Porque estoy muy bien.
- Echaba de menos esos ojos.
- Te miran muy a menudo. Nunca se han ido.
- Estos ojos no. Hacía mucho que no los veía.
- Aquí están, mirándote.
- Me encanta como me miras después.
- Después.
- Después.
- ¿Y antes? ¿No te gustan?
- Es diferente.

Y preguntas en mi interior. Sin poder controlarlas y sin saber si quería plantearlas fuera de mí, compartirlas con ella, con alguien: ¿Conoces la historia del que quiso volver a sentir el placer de aprender a hacer algo importante y vital por primera vez y se amputó los pies para tener que aprender a andar de nuevo? Cuando los demonios que la dirigen abandonen mi cabeza, quizás me convierta en algo aún peor de lo que soy ahora mismo y te resulte aún más insoportable…

 

- ¿No te gustan?
- Me gustan, pero ya te he dicho que es increíble como cambia tu mirada de antes a después.
- ¿Y durante?
- Durante hay de todo.

Sería tan bonito que me escribieras una canción...

martes, 6 de enero de 2015

Cabinas de teléfono







El otro día me dio por preguntar por ahí si recordaban cómo era antes de tener móviles. Nadie se acordaba. No le daban importancia a ese recuerdo o no lo tenían. No encontraban la razón de por qué yo preguntaba eso. Quizás eran demasiado jóvenes. Busqué desesperado una cabina de teléfono de esas que había por doquier antes de que existieran los móviles. Ahora ya casi no quedan. Antes servían para llamar y eran necesarias. Y también para que se cambiaran súper héroes dentro, para hacer bromas a amigos, para besarse, para buscar dinero suelto, para hacerse fotos estúpidas... 




Ahora casi no quedan, y menos que funcionen. Pero encontré una desde la que pude llamar. Marqué números al azar y a todo el mundo le pregunté si recordaba cuando no teníamos móviles. Casi todos me colgaron. Seguramente no querían aumentar su riesgo de cáncer echando un rato de conversación sobre el tema con el móvil al lado de su oreja. Yo no tenía riesgo porque estaba en una cabina. Hasta que me cogiste el teléfono tú y me reconociste. Pero también dijiste que no te acordabas. Ni de cómo era antes de tener móviles ni de mí. Y lloré porque me quedé sin batería. O eso me lleva pareciendo hace bastante tiempo. Si a día de hoy es un milagro encontrar una cabina de teléfono, con lo útil que aún pueden llegar a ser, no quiero ni imaginar lo que sería buscar un cargador de yo. Seguramente ni exista.




Bonus track: Obviamente, todo me acaba llevando a "La Cabina" de Mercero.







Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!