jueves, 8 de diciembre de 2011

Post urgente y acelerado




¿Dónde estuviste anoche?
¿Anoche? No tengo la menor idea. Hace demasiado tiempo
Y, ¿Qué harás esta noche?
No hago planes con tanta antelación
(Casablanca)


Érase una vez, en un mundo gris, una chica que iba acelerada a todos sitios...


“No hay tiempo” se decía al modo del conejo de Alicia sin que siquiera estuviera corriendo por un país de maravillas. 


Se había instalado en la prisa pensando que ella era diferente y nunca llevaba el mismo ritmo o el estrés de quienes le rodeaban y a quien tanto despreciaba.


Subía, bajaba… Iba, venía… Llegaba siempre a destiempo y se iba antes de lo deseado de todos los sitios…


“No hay tiempo” recordaba al conejo blanco, y ni siquiera recordaba lo que era tomar un té, más allá de las infusiones de hierbas medicinales que le había recomendado una amiga para que las tomara por las mañanas y pudiera ir bien al baño. Ni tiempo tenía para regular su tránsito intestinal…


Su trabajo era mortalmente absorbente, su vida social pasaba por meros encuentros puntuales y acelerados, y sus horas de sueño se limitaban a los momentos en los que, ya de noche, su cuerpo decía basta…





El metro era su hábitat natural. En él se veía diferente. Aunque corriera como todos. Subía y bajaba las escaleras en los transbordos entre líneas como si no fuera consciente de que pasaban metros cada poco, y que “perder” uno sólo le suponía esperar un par de minutos al siguiente.


Un día como otro cualquiera, subiendo unas escaleras como loca, sufrió un parón inesperado. Una inmensa espalda masculina le frenaba y no le permitía seguir su camino al ritmo habitual:



- Perdona: ¿Me dejas?
- Te dejo, te dejo… ¿Llevas prisa?
- Claro… Todos llevamos prisa
- Yo no
- ¿Me dejas? Me importa poco que tú no lleves prisa
- Si vas tan rápido a todos los sitios, te vas a perder muchas cosas por el camino
- Si no voy tan rápido, lo que voy a perder es el trabajo
- Tú sabrás. Pero estás perdiendo un tiempo precioso hablando conmigo
- Lo sé: ¿Me dejas pasar de una puta vez?
- Te dejo: Te he dejado siempre. Podrías haber pasado a mi derecha o a mi izquierda y no lo has hecho



Se paró a mirar. Se dio cuenta de que estaba en medio de unas escaleras donde ya no quedaba casi nadie, y podía pasar por cualquier lado. Estaba parada hablando con aquella preciosa espalda como si no llevara prisa. Como si no pasara el conejito blanco de Alicia diciendo que ya no le queda tiempo.



- No sé qué hago parada detrás de ti
- Estás delante
- Me voy
- No quieres irte
- Lo sé, pero tengo que irme
- Si hubieras seguido corriendo como siempre, no me hubieras conocido…
- Tampoco te estoy conociendo ahora mismo
- Eso tiene fácil solución: ¿Tienes tiempo para un café?



Miró a su alrededor. No vio Alicias, ni conejos blancos, ni despertadores irrespetuosos. Se vio a sí misma y agarró la mano de la preciosa desconocida espalda masculina que la había hecho parar en las escaleras del metro en su trasbordo habitual de todas las mañanas entre la línea 3 y 2 del suburbano.


Miró a su alrededor y se vio a sí misma corriendo a la derecha de ellos dos. Y luego a la izquierda. Y arriba, y abajo… En un instante vio su vida pasando por allí sin fijarse en ella misma al menos cuatro o cinco veces. Y no pudo hacer nada para llamarse la atención.


Miró a su alrededor. Sin prisas. Apretó la mano de la preciosa desconocida espalda masculina que la había hecho parar y se dejó guiar a la superficie.


Hacía sol. 


No recordaba cuánto tiempo hacía que no veía la luz del sol en Diciembre.


Se olvidó de sus prisas y se recordó a sí misma. 


Le besó como si estuviera besando todo el tiempo perdido.





Érase una vez, en un mundo multicolor, una chica que iba sonriendo a todos sitios...






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