lunes, 6 de abril de 2020

Cuentos de la cuarentena (Volumen 11): El conejo de la Bardot.


Érase una vez, cuando todo parecía diferente, un personaje ficticio (el que está contando esto) que se asomó a la entrepierna de una famosa. Cuando estaba en el cénit de su fama. La famosa, no yo, que  (como diría otro famoso por el que tengo más interés en su conjunto que en su entrepierna) partiendo de la nada he alcanzado las más altas cotas de la miseria. Y los que partimos de la nada, o de divisiones muy inferiores, siempre nos emocionamos al encontrarnos frente a entrepiernas famosas. Tanto, que no sabemos asimilarlo. Y con las aspiraciones claras de alcanzar las más altas cotas de la miseria, nos sentimos importantes y nos da por contarnos las cosas en tercera persona, como si quisiéramos ser más de lo que no somos. Aunque estemos mirando eso...






Sin darte demasiada cuenta dejas pasar las horas. Miras fijamente a algo pero no lo ves. Lo tienes delante y no está allí. Esas cosas que las ves y te preguntas dónde han estado siempre y cómo has vivido todo ese tiempo sin saber de su existencia. O de su presencia. No sé, creo que no me entiendes. Sí, seguro que entiendes lo que estoy contando, pero no es lo que quiero contar. Perdona, rectifico, no es que no me entiendas, es que no estoy contando lo que quiero que entiendas. Tampoco es que haya nada que entender. Ahí está el tema. Le estoy dando vueltas a algo que no tiene demasiada importancia y lo estoy contando como si estuviera poseído por el espíritu de un gurú espiritual o de un Paulo Coelho cualquiera. Sí, es cierto, lo he hecho a propósito. He diferenciado gurú espiritual de Paulo Coelho. No sé por qué estoy hablando del despreciable de metáfora-man. Sólo me he sentido con ganas de contar a alguien que el procesador de texto en el que trabajo tiene el idioma “Español (Argentina)” puesto y yo no he sido. Tan es así que cuando he vuelto a mirarlo tiene puesto el “Español (España, internacional)”. Ahora tiene menos gracia. El tema argentino debería hacérmelo mirar. Sin duda. Pero eso ya lo sabes. Como sabes que esto no tiene el menor sentido. Que no importancia. Eso sí. La importancia que das a todo lo que te cuento es quizás una de las cosas más importantes por las que merece la pena vivir. Sin darme demasiada cuenta dejando pasar las horas.




Todo lo que te cuento es para contármelo a mí. Claro que eso ya lo sabes. En ocasiones dudo de que siquiera estés ahí. Me sorprendía tanto cuando estabas que ahora que sé fehacientemente que no estás ni siquiera lo valoro. Hasta que me pongo a contarte algo. Vuelvo aquí porque he sentido que llevo un rato fuera. He vuelto y ahora, que estoy siendo consciente de que he vuelto, me doy cuenta de lo poco que me doy cuenta. Necesitaba volver pero, sin saber bien si he vuelto o no, ya empieza a dar un poco igual. Seguramente lo de volver sea algo que es muy relevante para mí porque un mi banda sonora original vital siempre ha estado aquello de “ya siento que estoy radiante por volver” que canta Calamaro en  “No tan Buenos Aires”. Han existido momentos en mi vida en los que he estado convencido de que es la canción más importante de mi vida. La más grande. Otro día te contaré (porque me servirá para hacer la lista para mí) cuáles son las canciones que componen mi banda sonora. Alguna playlist he hecho con ellas. Nunca está del todo bien hecha. Normalmente faltan canciones y no sé cuáles son. Esporádicamente sobra alguna y me doy cuenta al volver a la lista. “No tan Buenos Aires” siempre está. O debería estar. Nunca he estado físicamente en Buenos Aires. Con el paso del tiempo me doy cuenta de que si no me llevas tú lo mismo no estaré nunca. Aunque siempre sienta que hay muchísimos momentos en los que estoy radiante por volver. Ir a Buenos Aires es uno de mis sueños y no sé si en ese sueño está implícito ir contigo. Sospecho que no tengo interés en ir contigo a Buenos Aires. Que mi sueño no está marcado con una compañía como la tuya. Que ir a Buenos Aires es algo que no debería compartir con nadie que conozca o ya haya conocido a día de hoy. Pero creo que me costará mucho hacerlo si tú no me llevas. No sé, ya me conoces. Es una de esas cosas, que por más vueltas que le dé, menos claro tengo. Como esto de no escribir BBAA en lugar de Buenos Aires. Con lo aficionado que soy a las abreviaturas cuando algo abreviable es varias veces repetido.

Me gustaría repetir en esta entrepierna una y mil veces. Pero no lo voy a decir muy alto porque sé que no es mi sitio. Esos sitios que te fascinan tanto porque te sientes en ellos un intruso. Visto desde fuera te pueden convencer de que no es así pero tú lo sientes. Tanto que se despistó de quién estaba allí. 

Y colorín colorado, esa entrepierna se ha cerrado...


B.S.O.: No tan Buenos Aires” (Andrés Calamaro).




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