El
habitual tañido de las campanas despertó a toda la congregación.
Horas después, las oyeron tañer otra vez. En esta ocasión
indicaban que faltaba media hora para la misa de doce, la dominical
en la que se permitía que entraran personas de fuera en la capilla del
convento. Era Domingo, el Día del Señor.
- ¿Se dice tañer o tañir?
- No sé Hermana. La que entró en el convento ya con estudios es usted.
- Pero nunca he sabido bien cómo se dice correctamente.
- Tañen las campanas, dice la canción.
- De las canciones no te puedes fiar, ya sabes.
- Voy por el diccionario.
Cuando
la Hermana iba a ir por el diccionario, de repente, como si al
terminar el tañido de las campanas fuera una señal para quedarse
inmóvil, se quedó parada sin poder moverse.
- Nada. No voy a ir a ningún sitio.
- ¿Por qué? ¿Ya no quiere saber cómo se dice?
- No me preocupa ahora mismo. Mira ahí: Alguien sube.
- Le podemos preguntar a ella.
- No. Mejor sigamos con la duda.
- ¿Vamos a misa?
- Obvio. Pero vamos por otro sitio, hágame usted el favor. Dese prisa.
El
tañer de las campanas había indicado a todo aquel que quisiera
darse por enterado que quedaba media hora para la misa de doce. Como
todos los domingos.
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