viernes, 9 de marzo de 2012

Diálogo entre amigas: Historias habituales








- ¿Cómo ha ido? 
- Siempre quieres que te cuente todo. Mira que eres cotilla 
- Es lo de siempre 
- Todo lo tuyo es interesante, sea o no lo de siempre 
- Pero esto… Es lo de siempre más que nunca 
- ¡Cuenta! 
- ¿Por dónde empiezo? 
- Por el principio 
- Me acerqué y le dije “Hola ¿Echamos un polvo?” Me gustó. Le dije que si quería ir a mi casa o la suya. No nos presentamos 
- Lo de siempre 
- Nos volvimos locas durante toda la noche. Nos lamimos, comimos, y jugamos con todo lo que teníamos en nuestros cuerpos en aquella cama que no abandonamos más que para ir a mear o coger chocolatinas y refrescos de la nevera 
- Una gran noche 
- Efectivamente. Espectacular. Cuando desperté rendida tras horas y horas de pasión sexual, abrí los ojos y la vi vistiéndose, superé mi timidez y le pregunté muy bajito si quería que la llamara para salir por ahí de copas esa noche, que conocía un sitio de unos amigos donde ponían buena música 
- En el “RockanBola” no ponen buena música 
- No me refería al “RockanBola”. Quería ir a un concierto en la Sala “Trastero”. El caso es que me atreví y me arriesgué. Y podía haber pasado cualquier cosa, pero… 
- Pero… 
- ¡Aceptó! 
- Joder tía, ¡Qué bien! Estuvimos de concierto. Nos echamos unas risas, unas copas, algún que otro canutillo… La noche iba avanzando rápido pero tenía la impresión de que ninguna queríamos que acabara
- Esas cosas se notan: Las señales 
- Yo nunca las he sabido ver bien 
- Nadie lo diría 
- El caso es que llegamos a "El Ambigú"...
- ¿La llevaste a "El Ambigú"? 
- Era lo último que quedaba abierto. Ya sabes. A esas horas tiras de cualquier recurso
- Cualquier recurso sí, pero "El Ambigú"… ¡Qué pereza! 
- Pero era "El Ambigú" o nada. El último bar. Y la suerte estaba echada. Le eché morro y pensé que de perdidos al río. Que me lamentaría si no lo intentaba 
- Esa es la actitud 
- Y armándome de valor, me lancé y la besé. Despacito, con pudor, pero notaba que no estaba mal la cosa y le metí la lengua hasta los intestinos… ¡Qué ansia, Dios! ¡Qué manera de besarnos! 
- ¿Y? 
- Le propuse quedar para echar un café de tranquis algún día 
- ¿Tan rápido? 
- No… Le dije de esperar unos días, claro… ¿Por quién me tomas? 
-  No sabría decir… 
- No quería parecer impaciente ni desesperada 










- ¿Qué tal el café? 
- Genial. Hablamos de todo un poco 
- ¿Hubo conexión?
- Conectamos muy bien, ya te digo, hablamos de todo un poco..
- Tendrás que ser más específica. Quiero detalles, parece que no te das cuenta de con quién estás hablando 
- Fue mágico. Nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Hablamos de nuestra afición por los bajistas, de Lisboa, de cine clásico. Tomamos un par de licores y rematamos con un café descafeinado yo, y uno con hielos ella. 
- Uy… 
- Le aparté el pelo de la cara como en aquella película 
- ¿Qué película? 
- La táctica de Jorge Sanz, ¿No recuerdas? 
- "Los mejores años de nuestra vida" 
- "Los peores años de nuestra vida
- Perdón, me lío con los nombres. Pero sé la escena, la de "Los PEORES años de nuestra vida"… 
- Exacto. Creí que era el momento para lanzarme y lo hice. Y fue genial. 
- ¿Y cómo siguió? 
- Estaba lanzada. Acabamos los cafés y me armé de valor 
- Eso suena bien 
- ¿Me das tu móvil? 
- ¿Que te dé mi móvil?
- ¿Cómo? Me he perdido... 
- Que le pedí el móvil... 
- ¡Oh! ¿Y cómo se lo tomó? 
- Me miró extrañada. Me dio miedo, por un momento pensé que quizás me había pasado de rápida y lanzada, pero… Me lo dio… 
- ¡Genial! 
- Ya te digo 
- ¿Y entonces? 
- Tranquilidad, chica, tranquilidad 
- Pero cuenta, no te pares 
- Si no he parado… He dicho que tranquilidad. Que no quería joderlo. Estas cosas van a su ritmo 
- Tranquilidad, lógico, sigue 
- Después venía el cumple de Bea 
- ¡No! 
- ¡Sí! La llamé. No creas que no me costó, pero la llamé. Yo, con lo lanzada que soy, me costó un mundo. Traté de no dar importancia al tema y la llamé 
- Cuando tú te pones… 
- De primeras no me reconoció, pero al momento parecía casi muy contenta por mi llamada. No quería hacerme ilusiones, por si acaso. Y la invité a la fiesta 
- Y te dijo que iría... 
- Bueno, parecía con ganas pero tenía excusas. Tenía otros planes, que si patatín, que si patatán… Pero que le gustaría ir y que muchas gracias por invitarla y blablablá… 
- Pero, ¿Qué pasó? 
- Insistí en que podía llevar a gente, que iba a estar muy bien, que esas fiestas en casa de Bea suelen ser muy buenas y va mucha gente… 
- No tanta… 
- Bueno, tenía que vender la moto. Insistí y me dijo que seguramente iría 
- ¡Qué nervios! 
- No lo sabes tú bien: Me tiré un montón de días medio histérica, sin saber cómo actuar, qué hacer, qué ponerme… 
- Jo, tía… ¡Qué buena pinta! 
- Sí. Me puse la camiseta violeta esa que me gusta tanto… 
- A mí no, pero reconozco que te queda genial 
- Y los vaqueros de las grandes ocasiones 
- ¡Total! 
- Cuando llegué a la fiesta no me lo podía creer. Impresionante 
- ¿Había mucha gente? 
- Como siempre: Las fiestas de Bea son geniales 
- Será por la fecha que cumple años, que se apunta mucha peña. Siempre 
- Saludé a gente por allí. Saludé a Bea y le di el regalo. Y me dijo que estaba muy contenta por la cantidad de gente que había ido a la fiesta 
- Como casi siempre 
- Me echó una copa y me empezó a presentar por allí 
- ¡Joder!, Bea siempre tan cumplida 
- Es su fiesta, es normal... 
- Pero con el palo que te da a ti eso… 
- Ya... Cuando empezó a llegar más gente, y las copas empezaron a fluir, todo fue genial, como siempre 






- Pero, ¡Al grano! Qué me ibas a contar que… 
- Al mitad de la noche vi una chica con una camiseta como la tuya de fin de año 
- ¿Como la roja? 
- Igual 
- No le quedaría como a mí 
- Claaaaro, eso nunca 
- Pero, ¿Quién era? 
- Me acerqué a ella por detrás 
- Tú como siempre… 
- Se giró y me miró fijamente 
- Y tú la miraste a los ojos 
- ¡Por supuesto! 
- ¿Y? 
- Le dije que una amiga tenía una camiseta igual y nos presentamos 
- ¡Qué buena excusa! 
- Comenzamos una interesante conversación 
- Vamos, lo de siempre 
- ¡Sí! Lo habitual…







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