miércoles, 23 de noviembre de 2011

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen 6): Todos tenemos un precio (Y yo un poco más)



“Putos no faltan, lo que faltan son financistas”
(9 Reinas, Fabián Bielinsky)

(Foto: Albert Watson, 1993)



Tantas veces me traicioné a mí misma que no puedo asegurar sin margen de error quién soy realmente. 
Tengo claro quién creo que soy. 
Tengo claro quién quiero que piensen los demás que soy. 
Tengo claro quién seré cuando escriba mi autobiografía. 

Pero en mi fuero interno tengo claro que no sé quién soy sin atenerme a las circunstancias.

Soy inquebrantable. 
Soy insobornable. 

Pero probablemente, porque nadie ha llegado nunca con la oferta adecuada.

Todos somos así, pero yo he tardado en darme cuenta.

Me creía una gran artista, pero era una vendida más. Como todas las demás. He tardado en darme cuenta.


Quise hacerte una foto. 
Quise decirte que era fotógrafa. 
Quise ser una artista para que me dejaras ver tu cuerpo.

Pero mi cámara no tenía carrete.

Hoy eres famosa y no puedo sacar dinero de aquello. Tampoco puedo sacar status social porque nadie me cree cuando digo que estabas enamorada de mí y que pasé por tu cama cuando no eras nadie. Tampoco puedo acercarme a ti porque me odias desde que supiste que aquel fallido reportaje fotográfico era simplemente una sucia treta para aprovecharme de ti y hacer que cayeras rendida en mis brazos.

Quisiera que hubieras sido mi Norma Jeane, pero nunca he tenido esos carretes. Dejaste de mirarme a la cara con dulzura e indulgencia antes incluso de convertirte en Marilyn. 

He llegado a pensar que quise hacerte aquellas fotos por un interés puramente sexual, pero leyendo lo de los 19.000 euros por la foto de Kate Moss he recordado que hay cosas que ni todo el dinero del mundo puede pagar. Las heridas que causó en mí cada disparo no realizado de la cámara sobre tu cuerpo las sufro ahora cuando recuerdo que las flechas de mi seducción que hubieran representado no llegaron a clavarse completamente. Si hubiera tenido entonces aquellos 19.000 euros hubiera elaborado flechas de mejor calidad que hubieran ido directas al objetivo. A tu líbido a tus deseos más primarios. A esos deseos que te hubieran hecho ser mi esclava mental para siempre. Aunque ni tú fueras una nueva Norma Jeane aspirante a Marilyn ni yo una fotógrafa con ínfulas de artista conceptual. Aunque no tuviera carrete.

He llegado a pensar que te quise hacer aquellas fotos por un interés puramente sexual, pero mirando la foto de esa Kate Moss temprana que se acaba de vender por 19.000 euros he recordado que hubiera dado muchos de aquellos momentos por tener una de las noches que vivieron una temporada otra Kate Moss madura y exitosa con Pete Doherty entre glamour, aduladores y cocaína.

He llegado a pensar en los 19.000 euros y he visto a una Kate Moss por hacer y he recordado que nunca me han gustado las chicas como ella. Ni hechas ni por hacer. Me la tiraría, por supuesto, pero no es mi tipo. A fin de cuentas, tú tampoco lo eras cuando te conocí y pasé de seducirte por aburrimiento a no poder dejar de pensar en ti. Ni siquiera me gustaban las tías cuando apareciste y ahora ya eres casi Marilyn.

Mi gran Marilyn perdida.

Y me miras con indiferencia.

Y no dejas que me acerque a ti.

Nunca me gustaron las rubias. Nunca me gustó hacer fotos por dinero. Nunca tuve carrete en aquella cámara. Pero por 19.000 euros podría sacar la cámara del baúl, comprar varios carretes y volver a aquel desván del tiempo en el que fantaseábamos la una con la otra.

Pero sólo por 19.000 euros: Tengo un precio.

Soy una tía muy orgullosa, y todo esto nunca lo reconoceré en público. 

A no ser que me dieras 19.000 euros por hacerlo…





Posdata aclaratoria (Inútil como de costumbre, innecesaria como siempre): 
Dada la insultante juventud de muchas y muchos de los inconscientes que pierden su tiempo por cabezadeavestruz, nos vemos en la obligación de aclarar que el carrete era un rollo de película que había dentro de las cámaras de fotos (Que antes no eran digitales) y que servía para que una vez gastado (Hechas las fotos pertinentes, comúnmente 24 ó 36 aunque siempre cabía alguna más) fueras a revelarlo para llevarte un disgusto comprobando que todo lo que creías haber captado con tu cámara no estaba en esos papeles de colores que te daban. 

Visto con distancia, esto que los y las más jóvenes veis como un atraso impresionante y una cosa antidiluviana que no llegáis a explicaros cómo podíamos vivir con ello, tenía varias ventajas con respecto a los tiempos actuales, de las que nos permitiremos destacar las, para nosotros, tres más destacadas:
No había nadie que hiciera 300 o 400 fotos de cualquier acto social, cuando algún turista te decía que si le podías hacer una foto te podías permitir el lujo y el placer de hacerla cortando la cabeza o enfocando otra cosa disimuladamente y, siempre que recogías un carrete revelado de la tienda, cabía la posibilidad de que te dieran otro que tuviera instantáneas de una vida más interesante que tu excursión familiar al pueblo de tus abuelos.
Y si esa vida más interesante consistía en unas fotos comprometedoras, el desnudo de una vecina del barrio o las pruebas de alguna afición oculta y vergonzosa y caían en tus manos, podrías sacarte unos dinerillos sobornando a sus legítimos propietarios. Podías pedir por devolverlas, por ejemplo, unos 19.000 euros…

Aunque en aquellos tiempos, sería en pesetas… 

Pero eso, amiguitas y amiguitos, ya es otra historia…



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