lunes, 15 de febrero de 2010

SUEÑOS QUE ME HACEN SENTIR VIVA



Episodio I: El Cielo sobre Berlín

Esta mañana no me he despertado. He decidido subirme a tu brazo para ver el
atardecer. Creo que estoy en Berlín pero no estoy seguro. Me da igual, la sensación que me embarga no tiene nada que ver con la capital alemana o con la película de Wenders.


He querido soñar, he querido volar. Voy vestido de blanco, pero no tengo alas. Hay quien cree que soy un ángel, pero mi fama es demoníaca. Oigo ruido aunque la placidez es enorme. Huelo tu cuerpo y huelo tu respiración. No sé si contarme lo que me está ocurriendo. No sé lo que me está ocurriendo. Estoy bien, pero no debería estarlo. El cielo está nublado y yo voy de blanco. No está bien que llueva en las bodas, simbolizan lágrimas en el matrimonio.
Se está muy bien aquí. Mirar desde aquí arriba le confiere a todo una forma diferente:
Hay gente vomitando a escondidas, pero no me molesta.

Hay gente que se odia mintiéndose acerca de cómo les va en vida a cada uno, pero no me molesta.
Hay gente que despliega su magisterio vital a embobadas personas que le desprecian aunque le escuchen como si fuera el mesías, pero no me molesta.

Hay gente que jura que son los mejores amigos, pero no me molesta.
Hay gente que se besa a escondidas, aunque ya se están arrepintiendo de hacerlo sin llegar a cruzar los alientos, pero no me molesta.
Hay gente que se duerme aunque asegura estar pasándolo de cine pero no me molesta.
Hay gente que se ha cambiado de zapatos pero no me molesta.
Hay gente que no sabe qué hace ahí pero sigue estando y no me molesta.

Hay gente que espera a que otros propongan ir a otro sitio para poder irse a casa sin tener que dar explicaciones y no me molesta.
Hay gente que espera que se vaya su pareja para poder ser ellos mismos y no me molesta.
Hay gente y no me molesta.

Estás tú, pero no te veo. Aunque esté sentado en tu brazo.
Te miro, aunque no te veo. Sospecho que me estás mirando, aunque no estás cerca. De repente de entre la neblina del momento sales majestuoso y radiante. Quiero que te acerques a mí y creo que te vas a acercar a mí, pero me hago el despistado. Quiero que vengas a mí, pero finjo no haberte visto. Es difícil no verte con ese traje blanco, con ese porte, con esa presencia, pero no te miro. A fin de cuentas, yo soy diferente: No soy como los demás, no soy como toda esa
gente de ahí abajo. Pero tú tampoco. Voy de blanco radiante, aunque nadie lo sepa.

Episodio II: Wilde

Estás precioso esta noche. Todo el mundo se ha dado cuenta. Da igual que haya quien crea que no puedes venir así vestido a una boda. Nadie puede eclipsar a una novia en su día más importante, pero no es tu intención. Es tu manera de ser, eres tú en estado puro. Eres tú vestido de blanco en una boda llena de gente, aunque yo sólo te vea a ti. Aunque tú no me veas a mí. Aunque te disfraces de porte brillante y lenguaje seductor, yo sé que tienes debilidades. Co
mo yo. Como los dos. Eres una pose. Una brillante, deseable, bella, fascinante y atrayente pose, pero una pose al fin y al cabo. Eres la imagen de un genio, un hombre con la osadía de enfrentarte a cualquier tipo de convencionalismo social y romper todos los tabúes. Por eso estás aquí, aunque nadie te espere, aunque nadie se quiera acercar a ti. Yo te estoy esperando, pero aún no lo sé, ni tú tampoco. Además, estás allí, tranquilo, recostado en un sofá con forma de brazo, medio ausente. ¿Dónde estás?


Me acerco sin saber bien porqué. Me arrodillo, sin que nada me lleve a hacerlo. Me postro ante ti. Ahora todos nos miran, soy consciente y me gusta. Cojo tu mano entre las mías. Llevas las uñas pintadas de blanco, como la novia, como no se deben llevar en una boda, como sabes que no me gusta que te las pintes, como me gusta pintármelas a mí… Pero no es tu mano, ni tampoco es la mía. Tengo cogida entre mis manos una que no es nuestra. Con las uñas pintadas de blanco, pero no es tuya y no es mía. Es más fina y alargada, pero está en tu brazo y supongo que con eso me vale. Nunca me he acercado más a ti y nunca te he mostrado mayor devoción que ahora y sé que eso te gusta. Como a mí. Aunque estés sentado en mi brazo. Aunque esté nublado. Hay gente alrededor y parece que nos miran, aunque tienen cosas que hacer. En los momentos postreros de la celebración de una boda todo el mundo tiene algo que hacer. Aunque sea irse a casa, aunque sea vigilar a su pareja, aunque sea mirarnos... Sobre todo si es mirarnos.
Cojo una mano (la tuya, la mía, otra…) entre las mías ¿No te parece precioso? ¿No te sientes bien aquí arriba?

Episodio III: El Ansia


Nos sonreímos y nos dedicamos una mirada sincera y abierta, de esas que
abren un túnel en tu cuerpo y en tu mente, en mi mente y en mi cuerpo. De esas que hacen que la niebla lo envuelva todo y dejen de mirarnos, por mucho que lo deseen. Por mucho que nos deseemos. Esas miradas que conectan seres humanos por encima de todas las cosas. Desde lo más básico, sin máscaras, sin poses. Puedes sentir tu mano entre las mías y puedo sentir mis manos sobre las tuyas. Podemos sentir como se entrelazan las manos, que no son nuestras, que nunca han sido nuestras. Nos olemos y sentimos nuestros cuerpos y nuestras respiraciones.


Suena música, pero ya no la oímos. ¿Sabemos dónde estamos?


-Miriam: "Sólo hice una simple incisión. Te tomé sangre y luego tú tomaste la mía".

-Sarah: "Estás loca".

-Miriam: "Me perteneces. Nos pertenecemos".

-Sarah: "Tengo que largarme de aquí".
-Miriam: "Volverás. Volverás cuando el ansia duela tanto que pierdas la razón. Tendrás que aplacarla y entonces me necesitarás para que te enseñe cómo".
-Sarah: "Estás loca".


Suena “El Dueto de las Flores” de Lakme (Delibes) y el blanco lo inunda todo…


2 comentarios:

  1. ... y se hace tan brillante que a veces no consigo verte y me asusto porque no sé si sigues ahí. Mi manos se lanzan a buscarte, con miedo de no encontrarte, aún sabiendo con certeza que estás... pero ¿y si te has ido?, ¿y si no estás?.
    Entonces silbaré con toda la fuerza que me den los pulmones para que puedas oirme al otro lado del túnel.
    ¿Tú me ves? Yo aún puedo olerte.

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  2. No siempre se persigue lo brillante, a veces hay que perseguir la oscuridad, donde tampoco sabes si hay alguien.
    Si lanzas las manos o silbas con todas las fuerzas no hay riesgo de no encontrar... A lo mejor no es loq ue buscas, pero siempre aparece algo. El problema, en ese caso, querida bubbles (¡Qué sugerente!), es que lo que encuentres no sea lo que buscas o no cumple las expectativas.
    Yo veo y huelo, aunque nunca me he fiado demasiado de mis sentidos.

    Gracias por el comentario,
    Besos burbujeantes

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