Hoy se cumplen 15 años de una de las patadas más famosas de la historia del fútbol. Paradójicamente, esta patada no se produjo dentro las líneas del terreno de juego sino contra la grada. El genial jugador francés Eric Cantona, fue expulsado del terreno de juego y en su camino hacia los vestuarios respondió con una acrobática patada a los insultos proferidos por un hincha del equipo rival. El tiempo ha pasado y hoy, quince años después, se sigue recordando aquella patada y se hacen eco de ello en todas las secciones de información deportiva de la mayoría de los medios de comunicación. No recuerdo que se le dé cobertura a otra acción del genial astro francés. No hay efemérides de ninguna de las maravillas que pudiera hacer dentro de las líneas del campo.
Robbie Flower, futbolista del Liverpool, tras marcar un penalti se echó a la línea de cal simulando esnifar cocaína para burlarse de la hinchada rival (Everton) que afirmaban que era adicto a esa droga. Sin duda alguna, la acción de Flower nos plantea una duda: ¿Está dentro o fuera del campo? ¿Es un caso parecido al de Cantona?
Siempre me han gustado los malditos. La perfección puede llegar a ser aburrida. Yo no soy un tío raro. La mayoría de la gente está rodeada de gente imperfecta. Desconfiamos de los triunfadores, de la gente brillante. Nos gusta encontrar defectos, debilidades… Pero de ahí, a recordar más las miserias que las genialidades hay un paso. Siempre me han gustado los rebeldes, los contestatarios. El gesto de Flower en su momento me pareció sublime. No hay mejor manera de dar en los morros a alguien que dar la vuelta a su ataque y ridiculizarlo. La respuesta de Cantona, sin embargo, fue diferente. Flower se burló de todos los que se reían de él, de todos los que lo habían puesto en el centro de la diana y tiraban sus dardos venenosos. Cantona se rebajó a niveles impropios de su grandeza: Hoy es noticia el 15 aniversario de su patada. No hay onomásticas de sus genialidades dentro de las líneas que Flower simuló esnifar para sacar de quicio a toda la hinchada rival.
“No soy un hombre, soy Cantona” dice el francés interpretándose a sí mismo en “Looking for Eric”, la última película de Ken Loach. Soy un mitómano sin remedio, pero me fascinan los malditos. Lo único que dijo Cantona cuando sufrió la sanción de 9 meses sin jugar y 2 semanas de cárcel por el incidente de kung-fu con el aficionado fue: “Pido perdón a todos, al Manchester United, a mis compañeros de equipo, a los fans, a la Federación… y también quiero disculparme con la prostituta que compartió mi cama la tarde pasada”.
Dos estilos diferentes de enfrentarse a los que te odian y te desprecian.
No me gusta demasiado el fútbol, pero me gustan las celebraciones de los goles originales y con mensaje. Sea esnifarse la línea de fondo o sea mostrarse arrogante y desafiante. Cantona pasa por ser una de las personas que más me ha transmitido con la mirada y la pose aún no siendo seguidor de su equipo. Pararse a mirar con seriedad al infinito, a la grada, pero a todos y cada uno de los millones de personas que podemos mirarlo en ese momento es una genialidad de pose al alcance de muy pocos. Si alguna vez recibo un aplauso me gustaría transmitir lo que Eric Cantona transmitía con esa pose y esa mirada.
Porque todos, alguna vez, nos hemos subido el cuello de la camiseta y nos hemos creído un poco mejor que los demás. Porque a todos nos encantaría ser unos putos genios y vivir bajo nuestras propias normas y a nuestra manera, y además, alardear de ello.
Porque a todos nos gustaría ser Cantona, aunque nos acerquemos más a Flower: Sólo hay que buscar una línea.
Robbie Flower, futbolista del Liverpool, tras marcar un penalti se echó a la línea de cal simulando esnifar cocaína para burlarse de la hinchada rival (Everton) que afirmaban que era adicto a esa droga. Sin duda alguna, la acción de Flower nos plantea una duda: ¿Está dentro o fuera del campo? ¿Es un caso parecido al de Cantona?
Siempre me han gustado los malditos. La perfección puede llegar a ser aburrida. Yo no soy un tío raro. La mayoría de la gente está rodeada de gente imperfecta. Desconfiamos de los triunfadores, de la gente brillante. Nos gusta encontrar defectos, debilidades… Pero de ahí, a recordar más las miserias que las genialidades hay un paso. Siempre me han gustado los rebeldes, los contestatarios. El gesto de Flower en su momento me pareció sublime. No hay mejor manera de dar en los morros a alguien que dar la vuelta a su ataque y ridiculizarlo. La respuesta de Cantona, sin embargo, fue diferente. Flower se burló de todos los que se reían de él, de todos los que lo habían puesto en el centro de la diana y tiraban sus dardos venenosos. Cantona se rebajó a niveles impropios de su grandeza: Hoy es noticia el 15 aniversario de su patada. No hay onomásticas de sus genialidades dentro de las líneas que Flower simuló esnifar para sacar de quicio a toda la hinchada rival.
“No soy un hombre, soy Cantona” dice el francés interpretándose a sí mismo en “Looking for Eric”, la última película de Ken Loach. Soy un mitómano sin remedio, pero me fascinan los malditos. Lo único que dijo Cantona cuando sufrió la sanción de 9 meses sin jugar y 2 semanas de cárcel por el incidente de kung-fu con el aficionado fue: “Pido perdón a todos, al Manchester United, a mis compañeros de equipo, a los fans, a la Federación… y también quiero disculparme con la prostituta que compartió mi cama la tarde pasada”.
Dos estilos diferentes de enfrentarse a los que te odian y te desprecian.
No me gusta demasiado el fútbol, pero me gustan las celebraciones de los goles originales y con mensaje. Sea esnifarse la línea de fondo o sea mostrarse arrogante y desafiante. Cantona pasa por ser una de las personas que más me ha transmitido con la mirada y la pose aún no siendo seguidor de su equipo. Pararse a mirar con seriedad al infinito, a la grada, pero a todos y cada uno de los millones de personas que podemos mirarlo en ese momento es una genialidad de pose al alcance de muy pocos. Si alguna vez recibo un aplauso me gustaría transmitir lo que Eric Cantona transmitía con esa pose y esa mirada.
Porque todos, alguna vez, nos hemos subido el cuello de la camiseta y nos hemos creído un poco mejor que los demás. Porque a todos nos encantaría ser unos putos genios y vivir bajo nuestras propias normas y a nuestra manera, y además, alardear de ello.
Porque a todos nos gustaría ser Cantona, aunque nos acerquemos más a Flower: Sólo hay que buscar una línea.
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