martes, 1 de mayo de 2012

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen 7): ¿Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité?


Fue en el 92.

El 92 fue un año grande. Al menos para ti. Fuiste infinitamente feliz y por primera vez en tu vida, te diste cuenta en el momento, no años después.

Vivías en un país empeñado en ser feliz, aunque extrañas mascotas se hundieran en el mar, o Angolazos enturbiaran ligeramente el infinito placer (ese sí visto a la distancia) de conocer el Dream Team.
Y como aquel team, todo era un sueño. Todo estaba lleno de proyectos y cosas por venir. Te creías grande y con capacidad de hacer algo bueno y diferente. Ser especial. Como el 92.
Un año especial, un año diferente. Un año que debería marcar lo que vendría después.

Fue en el 92.





Pasó el tiempo y seguía sin conocerte. En el 92 supe por primera vez que vendrías y te acostarías a mi lado. Y te acostaste de todas las maneras posibles. A día de hoy, sigo pensando que no te has acostado lo suficiente.

Quizás siga sin conocerte.
Quizás no tenga que conocerte jamás. 
Quizás nunca vuelva el 92.

Nunca hice la foto aquella en la que tras un bello cuerpo volador, se ve toda la grandeza de la ciudad. 
Nunca viví en Barcelona. 
Nunca he creído poder encontrarte en una foto panorámica. 
Nunca he sabido qué es una foto panorámica. 
Nunca he sabido.

Anoche, bien entrada la madrugada, me hice una foto al espejo completamente desnuda para paliar mi incapacidad de hacer buenas fotos. Evidentemente, mi cuerpo desnuda en el espejo, con pose choni, no es merecedora ni del peor de los tuentis analfabetos de los adolescentes de este país. Ni siquiera merece subtitularla con un “me aburría” para justificarla. Pero por muy despreciable que sea, siempre estarás tú para decirme que te gusta. Aunque ya no seas la del 92 y ni siquiera tengas recuerdos de ese año. Todas necesitamos alguien que justifique hasta la mayor de nuestras estupideces. Y eso sólo se hace con los ojos que tú me miras, y tus ojos hacen las mejores fotos.

A veces me canto sin preguntarme aquello de “Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité” y lo hago a mi manera, cantándolo al final de una canción que desvirtúa las promesas que me (te) hice en lugar de la original revuelta o sublevación, en lugar de remitirme a la Insurrección. Nunca he querido ser El último de la fila, ni siquiera en tus brazos, aunque eso signifique tanto. Nunca he querido ser el último. Nunca tuve carácter para ser el primero. Aunque me corte el pelo una y otra vez.
(Y me quiera defender)

Como ya se dijo: “Preocupémonos tan solo de evitar nuestro destino”. 
No volveré a dejar que el 92 entristezca mi patético álbum de fotos…

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