viernes, 6 de abril de 2012

Otra Noche Sin Dormir (Volumen 13): Juan Manuel de Prada, Najwa Nimri y yo.


Sofocada.

Como casi siempre.
 
No desperté del todo porque cuando una no consigue dormir, realmente no despierta.



 

Llegaba tarde a la entrega de originales. Mi editor me había dado una prórroga más a cambio de una reducción del adelanto que tenía que haber recibido días atrás, con lo que llegamos a un acuerdo positivo y liberador para ambas partes. Yo no tenía que entregar y él no tenía que afrontar ese pago. 

Hasta anoche.
 
Descubrí que no tenía las páginas que debía haber entregado inevitablemente horas atrás. La excusa de “dame más tiempo, tengo algo mejor de lo que te prometí” ya no funcionaría por cuarta vez consecutiva. Él me conocía y sabía que lo único que hacía era intentar ganar tiempo.
 
Para colmo, Juan Manuel había encriptado sus archivos en el pc. Sospecho que él intuye que tiro de ellos cuando no me viene la inspiración. Juan Manuel había empezado a dejar de quererme, pero no puedo culparle. Él es un hombre de derechas que escribe muy bien. Yo soy su puta pasión oculta que acabaría con su carrera y su prestigio si saliera a la luz mi simple existencia a su lado.
 
Llevo un tiempo robándole textos a Juan Manuel. Juan Manuel escribe muy bien, o eso dicen los críticos literarios. A mí no me convence, pero tampoco me convencían ni su actitud, ni su físico, ni sus ideas cuando nos conocimos. Llevo un tiempo siendo la amante secreta de Juan Manuel de Prada y eso no es bueno para ninguno de los dos.
 
Él, tan de derechas, católico, gordo y sudoroso, con su prosa ortodoxa y llena de valores y trasfondos pseudohistóricos. Yo tan puta, delgada, roja, atea y heterodoxa en mi inexistente prosa propia. El día y la noche. La España azul y la España roja. Por eso nos fascinamos. Por eso nos juntamos. Por eso aprovecho sus salidas a misa, sus grabaciones en Intereconomía, sus procesiones de Semana Santa, para robarle sus textos y hacerlos míos. El nunca leerá lo que escribo (o eso me hace creer) por lo que el riesgo de que me descubra es mínimo. Pero ahora que pasa estos días de procesión en procesión, cuando más acceso tengo para rebuscar en sus textos privada y ocultamente, ha puesto clave a sus archivos en el pc.
 
Anoche llegó más temprano de lo habitual para un Jueves Santo. Las procesiones no habían podido salir por el clima. “El clima es ateo” me dijo. "No puedes decir esas cosas", le dije yo. "El clima es ateo y una puta como tú", insistió enfadado y dolido.
 
No me lo dijo, pero lo noté. 




Su grasienta humanidad no tenía secretos para mí. Estaba inquieto. Hacía mucho tiempo que no lo hacíamos. Para él, de puertas para fuera, hacerlo un Jueves Santo era sucio, despreciable, inadecuado e inaceptable. Siquiera pensar en ello. Pero desde que me conocía no podía controlar sus pensamientos. Y eso era algo que le unía inseparablemente a mí.
 
Najwa estaba de gira por oriente. No estaba disponible. Esa era la excusa que ambos aceptábamos para no hablar de ello. Aunque yo sabía que Najwa estaba cerca, que no había ido a Japón porque últimamente la crisis amenazaba con acabar con su carrera musical, y cada vez tenía menos compromisos aunque disimulara lo contrario.
 
Simplemente no me apetecía hacerlo. 

No sé bien cómo acabamos en esa espiral. A mí ya sólo me ponía Najwa y a Juanma sólo le ponía ver cómo Najwa me sodomizaba con un arnés negro mientras se masturbaba en el sofá sin que le dejáramos de mirar. Eso era lo más duro. Tener que mirar a ese engendro grasiento en camiseta blanca de tirantes con su polla en la mano mientras Najwa me daba cariño de plástico negro por detrás.
 
A Najwa Nimri todo le parecía bien. 

Hacía tiempo que con invitarla a dos martinis y dejarla hablar del karma y trascendentalidad todo podía ser. Últimamente no necesitaba ni los martinis. Se había acostumbrado adorablemente a nuestros juegos de sodomía plástica y voyeurismo.
 
Cuando Juanma se casó, Najwa pensó que todo había acabado. Nunca lo reconoció, pero yo supe que se sentía despreciada y que temía por perder sus pequeños juegos en nuestra cama. Najwa es alguien que nunca demostrará una debilidad en público, y reconocer que necesitaba nuestros encuentros era una debilidad de las más grandes que podía concebir. Juanma nunca reconocía debilidades tampoco. Pero Juanma es el más débil de los tres.
Juanma no había podido vestirse de nazareno esa noche. Pensó que el clima era ateo, como yo. Yo no soy ateo, pero él echa de menos mostrar su inexistente superioridad moral sobre mí. Pero aún más echaba de menos a Najwa con su arnés de polla negra metiéndomela por el culo.
 
Yo echo de menos verle vestido de nazareno. Echo de menos reconocer su orondo cuerpo tras la túnica, con sus gafas tras los orificios de la capucha. Siempre me han parecido muy interesantes los nazarenos con gafas. Más aún los nazarenos con gafas y gordos. Y, sobre todo, si sé quién es ese nazareno.
 
Sin despertar del todo, como cuando una no consigue dormir, le confesé mi problema.
 
Se indignó porque le robara sus escritos para hacerlos míos con ligeras variaciones. Amenazó con denunciarme. Yo sé que no podía hacerlo y que era un farol. No podía meterse en un fregado de acusaciones y contracusaciones porque él tenía más que perder que yo públicamente. Sus lectores tradicionalistas, católicos y de derechas huirían de sus libros. Sus jefes de Intereconomía lo despedirían fulminantemente. Su esposa recién adquirida lloraría en sus pechos y lo despreciaría como una niña detesta a un padre que ve que la engaña. Y Najwa lo violaría con nuestro arnés de polla negra mientras yo los miraría desde el sofá, en camiseta de tirantes blanca, tocándome como una loca, aunque no me pusiera lo más mínimo. 




 


Creo que voy a llamar a Najwa Nimri. Sé que se va a enfadar porque se supone que está de gira por oriente. Le voy a decir todo lo que he soñado. No lo va a entender, pero me va a soltar, con esa voz susurrante, una teoría sobre la trascendentalidad de nuestras almas, y la psicología de los sueños.
 
Estoy sofocada.
 
No he dormido.
 
Voy a encender la tele, poner Intereconomía y masturbarme como una loca.
 
Aunque no salga Juan Manuel.
 
Aunque no piense en Najwa.
 
Soñando que soy mejor escritora que él y mejor amante que ella...



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!