miércoles, 17 de abril de 2013

Relato extraordinario de los hechos reales de la típica noche en la que uno no sale y todo lo que pasa es mejor que nunca y no vuelve a repetirse



Nota del Editor: Con motivo de la última visita de una delegación de cabezadeavestruz a la Biblioteca de Alejandría, comprobamos con no cierto estupor, que ese dicho habitual en nuestro entorno que dice que la noche que no sales es la que pasan las cosas más extraordinarias y tus amigos lo pasan mejor que nunca, es un concepto universal y que viene de los albores de los tiempos. Tras quitarnos la cara de sorpresa y comprar algún souvenir, hicimos el viaje de vuelta dispuestos a iniciar una gran investigación al respecto de tan curioso fenómeno en cuanto llegáramos, solicitando una beca del Ministerio de Cultura. Como de costumbre, cuando abrimos el procesador de texto, habíamos olvidado todos nuestros propósitos e hicimos como de costumbre: Escribir palabra tras palabra para ver dónde nos llevaba el asunto que nos proponía burlón el folio en blanco. Reproducimos a continuación, prácticamente sin censura, el texto surgido hace un rato, cuando nos pusimos a escribir un poema de amor a una chica que no nos hacía caso, a la que mandamos un caluroso saludo desde esta isla caribeña donde estamos gastando el dinero de la beca, en un resort con una pulsera de todo incluido que no nos deja teclear más, al menos correctamente.




Llegué al bar de costumbre. Solo, como todas esas veces que no encuentro con quién salir. Me acerqué a la barra y pedí un Johnnie Walker con Coca-Cola Light.

-Tengo Zero
-¿Que tienes cero Coca-Colas? Qué mala previsión para un jueves, ¿No?

Ni puta gracia tenía el chiste. Eso decía su cara.

-Jajaja
-Ni puta gracia te ha hecho el chiste, ¿No?
-No mucho, la verdad... ¿Quieres Zero entonces?
-Light.
-No tenemos.
-Pues Coca-Cola normal, me es igual.

Tuve la tentación de soltarle el discurso aquel que explica por qué tomo los cubatas con Coca-Cola Light que se remite a una cuestión de sabor, que no lo hago porque esté en plena operación bikini (aunque no me vendría mal planteármelo) y que si no hay light me es indiferente Zero o normal porque es una cuestión de gusto, no de calorías, y si la publicidad y leitmotiv de la Coca-Cola Zero es que sabe igual que la Coca-Cola normal casi que me la suda totalmente, pero pasé del tema porque ya había comprobado el poco interés que tenía en escucharme al ver que no estaba mientras pensaba esto y al recordar la cara de acelga que había puesto con el chiste que había abierto nuestra relación.

-¿No vienen tus colegas hoy?
-¿Quiénes?
-Tus colegas, con los que sueles venir.
-Bueno, estoy esperando... 

Mentí cual bellaco. Me sorprendió gratamente que se acordara de mí. Al instante pensé que se acordaba de alguno de mis amigos y que yo era un daño colateral porque en aquel sitio llamaba un poco la atención en cualquier caso.

-Esto está un poco flojo hoy, ¿No?
-Como todos los jueves últimamente.
-Ya, la crisis.

Análisis al nivel del mejor tertuliano. Sin duda mi conversación tenía muchísimo nivel esa noche.

-Pues hoy no está mal del todo.
-No sé, no sé...





Y de repente me vi solo. Sin nadie a quién soltarle mi explicación sobre por qué tomo Coca-Cola Light y que si no hay me da igual Zero o normal. Sin nada más que hacer que beber y escuchar la música mirando a todas partes por ver si mis ojos detectaban otra mirada y en un cruce de estos a alguien le daba lástima y se acercaba a mí viéndome sólo y desesperado... Pero vamos, que esos son mis típicos pensamientos de todas las noches, sean como sean y no dejan de ser lo que son: Pajas mentales Pensamientos. Sonaba “Boys don´t cry” de The Cure. Acompasé la canción con algunos movimientos de mis labios y de mi cabeza.

-Perdona ¿O no la quieres?

La camarera. Sus tetas. Otra vez. Quizás no me había fijado antes. Mentira, siempre me fijo en las tetas. Faltaría más. Eran ellas otra vez.

-¿Dime?
-Tu vuelta... ¿O no la quieres?
-Claro.
-Estás empanado, tío.

¿Me acababa de llamar “empanado”? ¿Esa cabeza que sobresalía de aquellas tetas me acababa de llamar “empanado”? ¿En un bar donde ni siquiera tenían Coca-Cola Light? ¿Querría ligar conmigo? ¿Debería preguntarle a qué hora sale? ¿Debería dejar que me lo propusiera ella?

-Jejeje
-Qué borde eres, ¿No?
-¿Yo? No he dicho nada.

Dije mientras me empezaba a enamorar perdidamente de ella.

-Esa risita...

Y puso esa maravillosa cara de acelga que tanto me gustaba desde que me enamoré de ella segundos antes.

-Perdona, se me ha escapado la risita en “e”.
-¿En “e”?
-Si, tengo una teoría sobre las risas y acabo de meter la pata.
-¿Por qué me miras las tetas cuando hablas?
-Perdona, no lo puedo evitar...
-No, tranquilo, me gusta, pero quiero que sigas hablando, sólo trataba de hacerte ver que era consciente de que me las estás mirando y eso me pone mucho...

(Nota del Editor: Parte de esta conversación se ha colado y no ocurrió realmente. Pedimos disculpas pero como tardaban mucho en traernos la bebida y el creativo del grupo se aburría, ha quitado el sitio en el teclado al mono hipernicotinado que normalmente escribe en cabezadeavestruz y ha empezado a inventarse cosas. No volverá a ocurrir, sinceras disculpas. Vuelve el mono habitual en cuanto se encienda el siguiente cigarro y retoma la historia desde la teoría de las risas)

-¿Teoría de las risas?
-Bueno, de las letras empleadas y de la duración.
-Estás colgado, tío...
-Puede ser, jajaja.
-Jajaja.
-Esa risa ha sido correcta y sincera, ¿Ves?
-Mira, no me vengas con gilipolleces, ¿Me explicas lo de las risas?

No sonó bien el tono de esa última frase, y la cara de acelga que me tenía enamorado fue más de acelga que nunca. Y, claro, lo de contigo pan y cebolla me parece bien, pero hartarse de acelgas... Además, tengo otra teoría, aunque esa no la expongo casi nunca en público, que dice que un buen par de tetas no garantizan un buen servicio detrás de una barra, y aunque hagan más agradable casi todo. Hay cosas que ni las mejores tetas del universo pueden disculpar cuando hablamos de tomar copas.

-Pues el “jajaja” es la risa correcta.
-Ya... ¿Y?
-A ver. A la hora de elegir letra para reír hay que ser cuidadoso. La risa en “i” resulta ridícula y sólo es aceptable en conversaciones con personas de poca edad y sugieren picaresca y demandan taparse la boca al emitirla. La risa en “e” denota falta de costumbre y superioridad. Es la risa emitida por tu jefe cuando te demanda que le sigas el rollo y te rías con él. La risa en “o” es antinatural en castellano porque suena a barbaridad o en su defecto es de Papá Noel, y de la “u” nos olvidamos por razones obvias. O sea que la única risa válida es en “a”.
-¿Y para eso tanto?
-Luego está lo del tamaño, que quieras que no, importa...
-Jijiji
-Bien empleada, jijiji...
-¡Oye, que parece que quieres ligar conmigo, no soy tonta!
-¿Ves? Funciona.
-Háblame del tamaño.
-Picarona...
-Gilipollas...
-Vale. Jajajaja, con cuatro sílabas, resulta excesivo y puede denotar risa cansina e incluso falsa. Dos sílabas denotan sarcasmo y pueden llegar a ser malinterpretadas, amén de quedarse cortas, y no digamos un solo “ja” que mostraría desaprobación o reto, algo totalmente alejado a lo que queremos expresar con la risa. De más de cuatro sílabas puede indicar falta de salud mental o que se te ha quedado pegado el dedo...
-¿Pegado el dedo?
-Claro, todo esto es teoría de la risa escrita. ¿No te lo había dicho?
-Estás como un puto cencerro, jajaja...

Y me resultó fascinante cómo aplicó mis enseñanzas a la conversación oral cuando todo lo que había desarrollado se refería al medio escrito y a la secreta ambición de poder utilizarlo en una conversación con ella vía WhatsApp cuando me dé su teléfono o metiendo mi cabeza entre sus tetas, para lo que no necesitaré su WhatsApp. Me resulta muy curioso comprobar ahora cómo estoy narrando la noche, dando una teoría sólo válida para el caso de tener que escribir las risas, y ustedes están leyendo el lenguaje oral pero convenientemente escrito sin convertirse en letras que indiquen lo que quiero decir con esa teoría...

(Nota del editor: Volvemos a pedir disculpas. El mono ha vuelto a ir a por tabaco y el reflexivo del grupo se ha puesto a continuar la historia y le acaba de dar un derrame cerebral intentando explicar cómo se narra algo que es lenguaje oral en un medio escrito, salvando la frontera de la pantalla que habla desde la oralidad pero escrita...)

(Nota del mono: El editor ha sufrido un colapso extraño. No volverá a ocurrir. No me separaré del teclado hasta que acabemos con esto, lo juro por mi padre. Por cierto, a mi padre lo conocen: Es el emoticono ese del monete que se tapa la boca pícaramente en el WhatsApp, vamos, el que se ríe con la “i”, pero no quiero volver al tema de las risas que nos liamos, nos habíamos quedado en el canalillo y las magníficas ubres de la camarera (Sí, los monos decimos “ubres” y no “tetas”, cosas simiescas que tampoco ha lugar que las explique ahora).)

-¿Las tetas otra vez?
-¡Uys! Sí, perdona...
-Nada, ya sabes. O sea que la risa válida y correcta es con “a” y tres sílabas.
-¡Correcto! Veo que has estado atenta y te has enterado de todo lo que he explicado.
-Por supuesto ¿Qué te habías creído? Soy una camarera y me entero de todas las conversaciones aunque no lo parezca.
-Perdona, no cumples el requisito básico de lo que yo considero el barman escuchador o el camarero psicólogo.
-¿Por qué? ¿Por mis tetas?
-Exactamente. Está mal que lo diga yo, pero ya que lo has dicho tú.
-Mis tetas no implican falta de inteligencia.
-Evidentemente, pero tampoco se requería demasiada inteligencia para comprender la teoría de las risas. Quizás un poco para aguantar mi conversación, pero por lo cansina, no por nivel demasiado elevado.
-Vamos, que alguien con buenas tetas no puede llegar a tu nivel intelectual...

Estaba sacando las cosas de madre. Parecía ella más obsesionada con sus tetas que yo mismo, que no podía evitar fijarme cada vez más, hasta el punto que había momentos en los que debía subir la mirada porque empezaba a olvidar cómo era su cara de acelga que tanto me había asustado, enamorado, despreciado, fascinado...




-Estás un poco obsesionada con el tema de tus tetas. Y luego dices que soy yo...
-Claro, no dejas de mirarlas y toda la conversación gira en torno a ellas.
-Porque tú quieres.
-Porque puedo...

Y dijo eso sosteniéndose las tetas con las manos y haciendo un ligero movimiento de alzarlas al cielo. Con mi fascinación por ellas no pude evaluar si era un comentario – movimiento jocoso, pícaro, agresivo, o de cualquier otra clase, porque no podía mirar su cara de acelga en esos momentos. 

-Pareces orgullosa de ellas.
-Puedo estarlo, ¿No?

¡Alarma! Pregunta trampa. Si respondía lo que creía al respecto, que es estúpido que alguien se sienta orgullosa u orgulloso de su cuerpo porque hay un gran componente genético del que no podemos atribuirnos ningún mérito y lo único que se podría hacer es felicitar a los progenitores, eso suena mal. Y si respondía que tiene mucho mérito construirse unas tetas así, asumiría y le haría ver que era consciente de que eran obra de un hábil cirujano y que el mayor mérito que tendría sería haber juntado el dinero para comprárselas y, en el mejor de los casos, la disciplina suficiente para trabajar en el gimnasio su mantenimiento, y eso, malo también. Aunque todo ello es estúpido porque yo, de natural humilde y de origen tímido y poco experimentado, soy de los que no valora la procedencia de las cosas mientras merezcan la pena. Algo así como encontrarse un billete de cinco euros en el suelo, que te da igual que acabe de salir del cajero y esté nuevito o que se le haya caído a alguien tras haber dado una tourné por Austria, pasando por Italia, moviéndose durante meses por Bégica, llegado a Francia y vía Portugal haber acabado en aquel lugar con mucha suciedad y algún que otro deterioro. No sabía qué responder...

-Claro.
-Claro, ¿Qué?
-Que sí, que claro.
-¿Claro que me puedo sentir orgullosa de ellas?
-A mí me encantan.
-Ya, ya me he dado cuenta. Mira, ven...

Y nos fuimos a la esquina de la barra, un poco apartados de la poca clientela del bar. Y con evidente intención de epatarme (Nota del mono: Siempre quise usar el verbo “epatar” en un relato y por fin lo he conseguido, felicítenme) metió su mano derecha de manera pícara por el escote y dejó al aire y ante mí, su maravilloso seno derecho. Tragué saliva y asumí que mi cara había pasado de normal (dentro de la normalidad que puede tener una cara como la mía) a la acelga, pasando por la babosa de río y a palidez aristocrática del que está a punto de darle un vahído. Se la guardó y creo que llegué a oír un sonido que provenía de su párpado izquierdo que bajaba y hacía un movimiento que podría llegar a ser un guiño. Y digo podría, porque evidentemente no lo vi.




-Bonita, ¿No?
-Ghdiedoeufden hasjhyue gtygbde...
-¿Cómo?
-Impresionante.
-Jajaja, joder tío, te acabo de enseñar una teta, podría decir algo más. No sé por qué me ha dado por ahí, pero... Ufff... Joder... Jajaja... ¿Ves? Hasta me estoy riendo de manera correcta.
-Pues no lo sé, no te estoy leyendo y no sé si estás riendo correctamente. Sólo tengo ojos para tu teta y no he querido distraerme leyendo lo que dices. Además, no podría valorar ahora eso.
-¡Jajaja! Venga, no me digas que no es la teta más maravillosa que has visto últimamente.
-Si, señora, si.
-¿O me vas a decir que puede haber alguna mejor por aquí?
-No, evidentemente, no hay demasiada gente por aquí hoy. Y menos con tetas. Y menos con esas tetas. Aunque yo creo que hay una mejor...
-¿Serás capullo? ¿Cuál?
-Tu teta izquierda.
-¿Cómo?
-Es una cosa personal, pero aún sin conocerla más que por su apariencia y por referencias que me ha dado su amiga de al lado, estoy convencido de que es mejor. Mejor, si cabe, ya sabes... Mejorando lo presente.
-¿Y por qué crees eso?
-Tengo querencia a las tetas izquierdas. Será porque soy diestro y el movimiento natural de mi cuerpo se dirige antes a ella que a la otra. A veces he pensado si los zurdos tienen querencia por las tetas derechas o no.
-No te la pienso enseñar. Ya has visto demasiado. Es más, no sé por qué coño he hecho lo que he hecho y estoy aquí hablando contigo.
-Porque hay poca gente en el bar y te aburres.
-Pues mira, sí. Voy a servir una copa allí, que me están pidiendo...

Y me sentí perdido. Perdido, solo y abandonado. Extraño como un naufrago en el Manzanares (Nota del mono: Joaquín Sabina patrocina esta historia y teníamos que meterlo como parte de la banda sonora), vacío como una isla sin robinsón...

Pasaron las horas y no se acercaba a mí. Seguía poniendo alguna copa, cargando cámaras de refrescos, hablando con el DJ, moviendo botellas, sonriendo a algún cliente... Pero para mí nada. Horas interminables, aunque luego me dí cuenta que fueron minutos, no muchos, aunque se me hicieron eternos. Su ausencia. 

Mi erección. Mi calentura. 

Fui a tomar aire para ver si se me pasaba un poco. Intenté cruzar mi mirada con la suya para que viera que salía y volvía cuando me fumara un cigarro y que no pensara que la abandonara, porque para abandonar tetas como aquellas estaba yo ahora... Pero no me vio.

Me fumé el cigarro y volví a entrar directamente al baño. Me encerré y dudé si volcar lo que me quedaba de farlopa de la noche anterior y meterme un tiro potente que me pegara un subidón, mear y salir rápido o meneármela de manera salvaje. Opté por mear...

Pero mi erección seguía ahí. Mear me resultó difícil y la excesiva fricción de los dedos en mi polla me hizo encontrar la excusa para hacer lo que tenía que hacer. Así pues, cerré el pestillo, me senté en el baño y continué con las fricciones hasta que empecé a sentirme un poco acalorado y turbado, comencé a estar muy bien y parecía que estaba sintiendo aquellas tetas en mi cara y su entrecortada respiración en mi faz de acelga. Casi podía oír su voz llamándome a gritos...

Hasta que me dí cuenta de que era su voz que me llamaba a gritos:

-¡Oye! ¿Qué haces ahí dentro? Está prohibido consumir drogas en este local, sal antes de que tenga que llamar al portero.
-No esttttoy consumieeeendo drogggas...
-¡Abre!
-Esssppeeeera un mmommento...
-¡Abre o la liamos!

Abrí. Aturullado abrí apresuradamente. No sin antes recomponerme un poco e intentar guardarme el miembro en el pantalón, empresa que resulto ardua y difícil.

(Nota del mono: Aquí dejaremos esto abierto para crear una ilusión extraña en usted y que no sepa si la dificultad de recogida de esa polla era debido a su descomunal tamaño en erección o a la tendencia de ir a la moda de su dueño que hace que últimamente vista pantalones muy ajustados como un buen moderno.)

-¿Dónde tienes la coca? No la habrás tirado, tonto, que venía a que me invitaras a una...
-Umm... Sí, ahora te pongo una...
-¡Jajaja! Ya veo... ¿Y eso es que tienes guardado un gran paquete de ella o te he sorprendido y te alegras de verme a mí y a mis amigas?




(Nota del mono: Pedimos disculpas por lo facilón, básico y manido de este diálogo. Evidentemente queda zafio y feo, pero el desarrollo de la conversación fue así de estúpidamente típico y convencional, y la escena en cuestión entró en una serie de vericuetos más o menos sórdidos, morbosos, extraños y calurosos, por lo que haremos una elipsis de la que saldremos indicando que hubo una felación en ese baño a cambio de un par de generosas rayas de farlopa y que cada uno por su lado, primero ella y luego él, salieron del baño disimulando, con los colores subidos al rostro, respingues de nariz y caritas de felicidad picaronas, similares a haber emitido una risa en “i” de más de tres sílabas a la manera del emoticono del monete que se tapa la boca con las dos manos en el WhatsApp)


-Vamos a cerrar ya mismo, ¿Te pongo la última?
-Sí, claro.
-Invito yo.
-Gracias.
-¿Por qué me miras así?
-¿Cómo te miro?
-No sé, no me miras las tetas, estás embobado mirándome la cara... Y debo de tener una carita de narices...
-Estás preciosa.
-Uyuyuy... Déjate de chorradas de esas, que no te pega.
-¿Y qué me pega?
-No sé, pero esas cosas no.
-No me conoces.
-Es verdad, pero te he chupado la polla y tú me has visto una teta. Nos conocemos más de lo que puedes conocer a mucha gente a nuestro alrededor y creemos que son conocidos.
-Aún falta que me enseñes mi teta preferida.
-No creo. Está muy dolorida de los achuchones que le has metido antes aunque te dije mil veces que no me apretaras tan fuerte.
-La emoción, ya sabes...
-Sí, la emoción, ya... Lo que pasa es que los tíos no sabéis tocar en condiciones una teta. Os creéis que hay que apretar cada vez mas fuerte, utilizar los pezones como si fueran granos que se pueden arrancar o diales de radio sintonizando los 40 Principales. Y no. No es así...
-Yo sé tocar tetas. Soy un auténtico profesional del tema. Siempre me ha encantado hacerlo bien. Antes no era un momento significativo para juzgarlo, era una situación extraña, pero déjame que te lo demuestre ahora cuando salgas. Además estoy deseando ver a mi teta preferida y luego mimar a las dos juntitas.
-¿Te queda coca?
-Ya has visto que he volcado.
-Bueno, pero podías tener más, ¿Yo qué sé?
-¿Qué pasa? ¿Que si no tengo más coca no hay teta para el nene?
-Dicho así queda feo, pero sí, algo de eso hay.
-Es cierto, suena feísimo.
-¿Te doy un vaso de plástico? Vamos a cerrar...


Y en ese momento, fundido a negro, empiezan a subir los títulos de crédito y parece que acaba el relato extraordinario de los hechos reales de la típica noche en la que uno no sale y todo lo que pasa es mejor que nunca y no vuelve a repetirse, en el que me quedó por conocer a su teta izquierda, probablemente su mejor teta. 

Sólo probablemente...





B.S.O. I: Boys don't cry (The Cure)

B.S.O. II: Así estoy yo sin ti (Joaquín Sabina)

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