Érase una vez un tipo triste cualquiera.
Un tipo como tú o como ese en el que estás pensando.
Como tantos otros.
Aparentemente, su vida era buena y habitual.
Su deambular por el mundo era intachable y nadie se atrevería a decirle lo contrario.
Pero este tipo triste cualquiera, vivía una típica vida triste cualquiera que le hacía comprar pecados en los Todo a 100 chinos porque los de las grandes superficies le parecían muy caros y elegantes.
Día a día, el tipo triste cualquiera se creía feliz con su vida de saldo, porque comprar pecados en los Todo a 100 chinos no estaba mal, y casi todo el mundo lo hacía aunque nadie lo contaba.
Mes a mes, año a año, el tipo triste cualquiera vivía su aparente vida buena y habitual.
Hasta que llegó un buen día que fue a comprar su pecadillo habitual al Todo a 100 chino de debajo de su casa y se enteró que ya no quedaban y que no los iban a traer mal.
Asustado se marchó y se dio cuenta que ya era tarde para todo y que no volvería a pecar.
Ni siquiera de saldo.
Y pensó que daba igual.
A fin de cuentas, él solo era un tipo triste cualquiera.
B.S.O.: “Oh, qué raro soy” (Siniestro Total)
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