viernes, 28 de mayo de 2010

Otra noche sin dormir (Volumen 1):


 
Otra noche sin dormir, Jueves por la mañana.
Encuentro similitudes en todas las caras que veo a mi alrededor. Las miradas no son extrañas, aunque no me conozcan, aunque no sepan nada de mí. Quizá tampoco sepan nada de ti, pero eso ahora no es importante. Nada es importante cuando se va en el metro sin prisas. El juego de miradas es espectacular. El espectáculo está a punto de empezar. Fascino y me fascinan, pero nadie lo sabe, ni siquiera yo. Y mucho menos tú.

¿Qué posibilidades existen de que tú y yo nos volvamos a cruzar? Seguramente alguna hay, lo difícil es que nos reconozcamos. Por eso pongo tanto interés en mirar analíticamente cuando voy en el metro, sin ningún miramiento ni contemplación (aunque suene contradictorio).

Rocía tu mente con inesperadas sensaciones que empantanen tus pensamientos. Rocíalo por la mañana, al amanecer.

No es sólo juntar miradas. Es más que eso: son sentimientos encontrados, son sensaciones desordenadas, despiadadas y acusadoras. Penetrantes como el reflejo físico de la mirada, de los ojos que te traspasan cuando no estás preparada para ello. Por eso es mejor estar siempre alerta, siempre acechante. Como las lechuzas vigilan e iluminan la boscosa noche con sus desmesurados ojos. Altiva pero accesible, o al menos eso les gusta pensar a los que la rodean.

¿Recuerdas el 92? Fue un gran año. Yo cumplía diecisiete años, y creo que fue un buen momento en mi vida. No conocí ninguna rubia espectacular, o cuanto menos no era tan espectacular cuando no la recuerdo. Tampoco nació Jim Morrison, ni Woody Allen, ni nadie que ahora mismo me venga a la mente. Seguro que alguien importante si vino al mundo, pero que me disculpe por no saberlo ahora mismo. Seguro que alguien importante nació, pero aún no ha tenido tiempo de ser importante.
Si todavía no le ha dado tiempo de llegar a ser importante… Podemos plantearnos que quizá nunca llegue a serlo... Luego saldrá algún personaje fascinado por las teorías que dicen que todo está escrito, que el destino no se puede cambiar y nos convencerá que si alguien importante nació en el 92, no hay manera de evitar que llegue a ser importante.
¿Seguro que no hay manera? Si me dicen quién es, ya me encargaré yo de abortar sus propósitos. Bien es cierto que no se conocemos quién va a ser importante de todos los nacidos en el 92, aunque si el destino está escrito, debería saberse.

Cuán fácil sería exterminar a todos los nacidos en el 92 y mandar a tomar por culo al destino.

Claro que si mandamos a tomar por culo a todos los nacidos en el 92, llegarán a ser importantes precisamente por eso, por irse a tomar por culo, todos en masa con lo que el destino llevaría razón. Y por ahí no paso, mandemos sencillamente a tomar por culo al destino y dejemos de preocuparnos por él de una puta vez. No le demos el valor de condicionar nuestra vida, pues ese es leitmotiv que lo mueve y que lo hace perpetuarse y reafirmarse.

Preocupémonos tan sólo de evitar nuestro destino.

Olvidemos por un momento que hemos vuelto a pasar otra noche sin dormir.


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