Se levanta decidida. Es el día. Es el momento. Es el instante buscado.
Llevaba tiempo detrás de ese preciso momento en el que se pondría a escribir lo mejor que nunca había escrito. Para ella. Se lo debía. Se lo había prometido. Lo iba a hacer.
Llevaba tiempo detrás de ese preciso momento en el que se pondría a escribir lo mejor que nunca había escrito. Para ella. Se lo debía. Se lo había prometido. Lo iba a hacer.
Había llegado la hora.
Para todo hay un momento adecuado, pero siempre lo reconocemos cuando ya ha pasado. Ella sabe que ese y no otro es el momento adecuado para escribir el cuento que le debía. Los demás no solemos encontrar nunca los momentos adecuados y nos conformamos con la ilusión de estar de cuando en cuando en el instante preciso en el sitio indicado, pero no es más que una mera ilusión de la que también nos damos cuenta después. Ella sabe que ese es el momento adecuado. Es el instante. Es el día. Está decidida.
Tiene claro que quiere escribir un cuento para ella. Está convencida. Está decidida. Es el momento. Sabe lo que quiere contar.
Siente que la echa de menos y sabe cómo quiere decírselo.
Pero no puede escribir un cuento basándose en una añoranza y en una sensación.
Quiere contar que ella se ha convertido en su motor, es la chispa de su vida.
Pero no puede escribir un cuento que parezca que está patrocinado por Coca-Cola.
Desea que sepa que su alimento más nutritivo es ella, sus carnes.
Pero no puede escribir un cuento que suene tanto a una canción de Sínkope.
Necesita que vea en la historia que ella hace que quiera ser mejor persona.
Pero no puede escribir un cuento que a todos recuerde lo que decía Jack Nicholson en Mejor Imposible.
Quiere que sepa que se ha convertido en su gasolina necesaria para seguir adelante con buen ritmo.
Pero no puede escribir un cuento que incite a perrear a ritmo de reggaeton.
Desesperada, cierra el cuaderno y se pone a llorar de impotencia. Eso ya era lo último. Que un cuento suyo, escrito para ella, tuviera referencias reggaetoneras… Así no podía ser.
Se da cuenta de que quizás, sólo quizás, se había vuelto a equivocar de momento. No es el día. No es el instante buscado. Aunque estuviera decidida.
Pero, igual que los mortales nos damos cuenta de que aquel era el momento adecuado cuando ya ha pasado, ella se dio cuenta de que aquel no era el momento adecuado cuando ya había pasado.
Se da cuenta de que quizás, sólo quizás, se había vuelto a equivocar de momento. No es el día. No es el instante buscado. Aunque estuviera decidida.
Pero, igual que los mortales nos damos cuenta de que aquel era el momento adecuado cuando ya ha pasado, ella se dio cuenta de que aquel no era el momento adecuado cuando ya había pasado.
Hasta en eso era diferente.
Y decidió bajar a la discoteca latina que tenía en su calle a perrear un poco para que se le pasara el disgusto…
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