miércoles, 25 de mayo de 2011

Melodías Animadas de Ayer y Hoy presentan: ¡Clonen a Dylan, por favor!



"You Belong to Me I Believe..."
(Desolation Row, 1965)


Ayer cumplió 70 años. Hubiera sido un buen regalo de cumpleaños, sin duda. Pero no para Él, sino para toda la humanidad. Hay cosas que merecen un esfuerzo. ¡Clonen a Dylan, por favor!


Vivimos en una sociedad que ha clonado a una oveja con nombre de cantante de country pechugona americana. Sólo pido que alguien clone algo más importante. ¡Clonen a Dylan, por favor!


Alguno pensará, y con cierta razón, que las copias nunca son buenas. Me llevará a visionar películas sobre el tema como “Mis dobles, mi mujer y yo” para fundamentar lo imperfecto de las copias y la de problemas que pueden llegar a dar. Puestos a buscar argumentos, funciona mejor el capítulo de Los Simpsons en el que Homer se duplica cada vez que activa su hamaca, hasta acabar invadiendo el mundo de Homers a cual más imperfecto, incluido un Peter Griffin. Pero, por mucho que yo adore al papá amarillo, no habrá quien discuta que un Bob Dylan imperfecto ya es mucho más de lo que ninguno podemos aspirar a cruzarnos en nuestra vida. Estoy enamorado hasta de Cate Blanchett interpretándolo en “I’m not there” ¡Clonen a Dylan, por favor!
 
Cate Blanchet interpretando a Bob Dylan en "I´m not There"

Dylan es una buena excusa para vivir. En "Días aún más extraños", Ray Loriga decía que “cuando mi hijo me pregunte por qué carajo venimos al mundo ya tengo clara la respuesta: para escuchar discos de Bob Dylan”. No puedo estar más de acuerdo, aunque no vaya a tener hijos, ni nunca nadie me vaya a hacer esa trascendente pregunta. Que busque la respuesta, que seguramente esté escrita en el viento. ¡Clonen a Dylan, por favor!

Clonen a Robert Allen Zimmerman, pero con todo lo necesario para que pueda llegar a ser Bob Dylan. 

"Dylan tiene mucho más que tres acordes y la verdad" ha dicho Bono de Él. Como si tres acordes y la verdad no fuera ya suficiente. ¡Clonen a Dylan, por favor!

En cabezadeavestruz, presos del nuestra mitomanía habitual, lo utilizamos para celebrar el post número 100. Es el terrible complejo de querer ser siempre Like a Rolling Stone… No debimos, pero ¿Quién no ha utilizado a Dylan alguna vez?. Si hay algo digno de ser utilizado es Dylan, porque es Patrimonio de la Humanidad. Si hay algo digno de ser copiado, es Dylan, el propio Bob Dylan… ¡Clonen a Dylan, por favor!

"Cuando yo muera, la gente va a interpretar todo de mis canciones. Van a interpretar hasta la última puñetera coma. Ellos no saben lo que significan las canciones. Mierda, ni yo mismo sé lo que significan" dice de sí mismo y de su obra. ¡Háganle caso! ¡Evítenlo! ¡Clonen a Dylan, por favor!

Y si nadie le hace caso, y si nadie me hace caso, y si la ciencia no me da la respuesta, amenazo con estar llamando a las Puertas del Cielo… 

Eternamente…

martes, 24 de mayo de 2011

La revolución y tu escote, al que quise tanto


“La auténtica revolución tiene su base en el amor” (Ernesto Che Guevara)

Corrían tiempos de cambio. Buscábamos en las plazas, en las almas, en las personas. Los indignados, los descreídos, los advenedizos, los comprometidos, los solidarios, los oportunistas, los figurantes, los revolucionarios… Todos estaban allí. Había que estar allí, había que levantar la voz, había que decir basta.
De Madrid a Barcelona, de Londres a Tokio, de Sevilla a Badajoz. Eran momentos de catarsis. La energía estaba en el ambiente y nos creíamos capaces de todo.


Y me sumergía en la masa. Y buscaba la respuesta. Y buscaba algo que me había llevado hasta allí, pero que no sabía qué era, aunque me daba igual. La revolución me arrastró y tu escote me atrapó.

Por la multitud era difícil caminar. 
Por tu escote era maravilloso bucear.

“Recuerdo cada detalle: Los alemanes iban de gris. Tú vestías de azul" y tu escote era la revolución en sí misma.

Me quería deslizar entre la masa como uno más. Quería formar parte de algo histórico. Quería estar allí. Porque mi vida está llena de iconos. Mi vida es una sucesión de lugares comunes y de referencias. Mi vida persigue mitos e ídolos. Mi vida se nutre de devociones y paganismos. Aunque en aquel momento, mi vida sólo quisiera sumergirse en tu escote.

Algunos creían que era el buen tiempo. Otros sabíamos que era por mí. Aunque no supieras todavía que nos íbamos a encontrar allí. 

"He cruzado océanos de tiempo hasta encontrarte", te dije cuando me sentía Drácula.

Estuve en el Mayo del 68 de París, leí en una pared aquello de “Tomen sus deseos por realidades” y te lo dije en privado. Sólo para ti. Porque sabías que lo único que me importaba era tu escote.

¿Se puede amar un escote con sólo verlo? ¿Puede llevarte a un sentimiento obsesivo mayor de lo que puedas haber conocido? ¿Puedes luchar por el cambio, por la revolución y por ese escote, a la vez y con todas tus fuerzas?

En la revolución de nuestra vida me encontré con tu escote. 

Y me hizo perder el norte. 

Y decidí luchar... 
Tu escote así me lo pedía.

Tu escote es de las cosas más sensatas por las que se puede luchar.

La revolución, tu escote y yo, que nos quisimos tanto… Aquel año que vivimos peligrosamente.



Postdata aclaratoria (Innecesaria como siempre, inútil como de costumbre):
Decían en el parisino Mayo del 68 que “bajo los adoquines hay arena de playa”.
Daniel Cohn-Bendit, protagonista destacado del Mayo del 68, escribió un muy recomendable libro titulado “La Revolución y nosotros que la quisimos tanto” hace mucho tiempo.
Casablanca es una gran película. Digan lo que digan.
El Drácula de Francis Ford Coppola también.
Me encantan los escotes. Me pierden los escotes. Soy un ser muy primario…

Posdata aclaratoria 2 (Esta vez, necesaria):
Hoy cumple 70 años Bob Dylan. El maestro creó una obra de arte en forma de canción que se llama “The times They are a-Changing”. Viene mucho al caso. Como casi todo lo que ha escrito y cantado Dylan. Por los años de los años…


lunes, 16 de mayo de 2011

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen IV): Dioses y monstruos

"Las mujeres más lindas resultan casi siempre las más aburridas, y ese es el por qué, de que ciertas personas no crean en Dios".
Woody Allen (Sin plumas)


FOTO: Yves Herman (REUTERS)

Ahí está. 
Mirándome directamente. 
Pendiente de mí, que presto toda mi atención. 
A pesar de que detrás de Él haya una nube de rabiosos fotógrafos que han venido a coger su mejor pose y que se tendrán que conformar con que Él se digne a dar la vuelta y dedicarles una miradita desde sus históricas gafas de pasta.

Ahí estoy. 
Plantado frente a frente a uno de mis mitos. 
Me mira directamente tras sus gafas de pasta negra, aunque detrás tenga una legión de fotógrafos pagados por buscar una instantánea con su mirada, con algún gesto, con alguna mueca. 
Me mira a mí y da la espalda al mundo. 
Al menos, mediáticamente. 
Hoy en día no eres nadie si no sales guapo en las fotos. 
Él nunca ha sido guapo, pero me da igual. 
Estoy enamorado de Él desde que lo conozco. 
Aunque no crea conocerlo a fondo, lo que sé ya me vale para rendirle pleitesía eterna. 
Es más de lo que de la mayoría de los habitantes del mundo en el que habito puedo decir.

Ahí estamos. 
En comunión. 
Lo divino y lo humano. 
Sin saber muy acertadamente quién es quién. 
Él no me conoce a mí. 
Yo sólo sé de Él por sus películas, por sus escritos… 
¿Quién engaña a quién? 
¿Merece la pena adorar a un ser pequeñito que da la espalda a una legión inmensa de periodistas acreditados para mirarme a mí?

Decían en Nadie conoce a Nadie que “hay que creer en algo, en la religión, en la política. O en un par de tetas, pero hay que creer en algo”…

Yo creo en las tetas, eso está claro. 
De religión y política no hablo porque pierdo amigos. 
De tetas sí me gusta hablar...

Hay gente a la que le gustaría creer en Dios, pero sólo cree en Billy Wilder.
A mí me gustaría creer en ti, pero creo en Woody Allen.

No sé quién o qué es Dios.

No sé si creo en Él o no.

Siempre he sido más de sacerdotisas.

Aunque a esas sí que no me las creo… 

Y me da igual.


Posdata Irrelevante (Como casi todas): Llevar tanto tiempo con esta canción de melodía del despertador quizás tenga algo que ver...


miércoles, 11 de mayo de 2011

Otra noche sin dormir (Volumen 10): Sangre.


Cada vez son más las noches que paso en vela. Llevaba un tiempo de tranquilidad, de sueño más o menos estable, pero se acabó. Hoy me he vuelto a despertar nerviosa en mitad de la noche. Me he vuelto a despertar nerviosa, alterada y no he vuelto a poder conciliar el sueño de nuevo.

Sin ninguna razón. 
Sin ningún motivo. 
 
El calor, tu ausencia, mi inestabilidad emocional, los problemas de salud de mis seres queridos, el ruido de los vecinos follando como perros en celo… Muchas pueden ser las causas, pero ninguna me convence del todo. 
 
Como siempre.
 
Traté de incorporarme y afrontar valientemente otra noche en vela. Hace mucho que me acostumbré a usar el insomnio para algo útil, aunque nunca sepa muy bien para qué. Apoyé la mano en la cama para incorporarme y cuando la levanté vi cinco putos puntos rojos sobre las sábanas blancas.
 
Hay quien dice que el blanco no es el mejor color para dormir. También hay quien dice que debo fumar menos si quiero dormir mejor. No puedo hacer caso de todo lo que me dicen. Los cinco putos puntos rojos me dicen algo, pero no sé qué es.
 
Cinco putos puntos rojos en las sábanas blancas.
 
Cojo la sábana para mirarlos más de cerca, y aparecen más putos puntos rojos: Mis dedos.
 
 

 
 
Tengo las yemas de los dedos llenas de sangre. Tengo las yemas de los dedos de las dos manos con heridas sangrantes. Seguramente esté dormida y todo esto no sea más que otra de mis pesadillas simbólicas. No tengo ni idea qué querrá decir esta pesadilla, pero me da mucho miedo porque estoy despierta, veo putos puntos rojos en las sábanas y tengo heridas en las yemas de los dedos.
 
¿Qué coño es esto?
 
Pensé en llamar a urgencias, pero teniendo los dedos como los tenía, hubiera dejado el teléfono hecho una mierda. Además, me di cuenta de que me empezaban a doler un poco. Y el miedo hizo que me olvidara de la estética del teléfono –cuando una está asustada, lo último en lo que piensa es en la estética, a no ser que seas una princesita presumida y no es el caso- y como tantas otras noches de ausencia de sueño la llamé. A mi confidente, a mi ángel, a la única que vigilaba mis sueños y podría comprenderme y ayudarme.
 
-Necesito verte…
-¿Qué pasa?
-¿Por qué tiene que pasar algo?

Un silencio que se me hizo eterno precedió a sus siguientes palabras.
 
-Porque sólo me llamas cuando necesitas algo
-Eso no es verdad
-Bueno, no es verdad… Sólo me llamas cuando te pasa algo y sólo yo te puedo ayudar.
-Necesito verte…
-¿Qué te pasa? ¿Me lo vas a decir de una puta vez? –Los tacos en su boca resonaban más fuerte que en cualquier otra boca. Cuando ella decía “puta” parecía que las trompetas del apocalipsis abrieran el cielo… Y eso, me ponía muchísimo- No tengo toda la noche. ¿Sabes qué hora es?
-No tengo ni idea, pero necesito verte…

Estuvimos así más de veinte minutos. O dos horas y media, realmente no lo sé. Ella tenía la capacidad de hacer que el concepto “tiempo” perdiera cualquier sentido y rigor para mí. Sólo sé que dijo, enojada, más de tres o cuatro veces “puta” a lo largo de la conversación. Y eso me pone mucho. Y cuando me pongo, el tiempo pierde aún más importancia de la que ya no tiene cuando hablo con ella.

Le conté el incidente. Le conté lo de los cinco putos puntos rojos en las sábanas blancas. Nunca he sabido si la palabra “putos” en mi boca a ella le pone. Le conté lo de las heridas en las yemas de mis dedos. Le conté que de nuevo estaba pasando otra noche sin dormir. Le conté tantas cosas que casi me olvidé de lo esencial, aunque hasta ese momento no hubiera sabido qué era: “Necesito verte”.
 
-Tú lo que necesitas es dejar de tocar el piano en sueños
-Yo no toco el piano en sueños… Es más, sabes que ni siquiera sueño… Sólo cuando tú apareces.
-Todo el mundo sueña, lo que pasa es que tú no recuerdas los sueños. Sólo te acuerdas de mí.
-Y tú, ¿No eres un sueño?
-Soy real, imbécil. Pero sólo te acuerdas de mí cuando te pasa algo.
-Necesito verte…
 
Llevaba un tiempo soñando con su espalda, pero no quería confesarlo. Mis dedos recorrían su espalda en sueños de lunar en lunar, de peca en peca, como una experta exploradora. No recuerdo perseguir las teclas de ningún piano, por más que ella se empeñe. No recuerdo creerme Franz Liszt, Jerry Lee Lewis ni siquiera Pablo Sebastián, pero conozco su espalda como siempre hubiera vivido en ella. Aún con la luz apagada, aún en sueños.
 
-Deja de tocar el piano. Te estás haciendo polvo los dedos.
-Necesito verte
-Deja de llamarme cada vez que no puedas dormir. Pero, sobre todo, deja el piano. Te estás haciendo mucho daño. Y vas a dejar todo perdido con las putas heridas que te haces en las yemas de los dedos cuando te pasas toda la noche tocando…
-Sangre o no, necesito verte.
 
Colgó el teléfono. Seguía sin poder dormir. Cogí el mando de la tele y pulsé un botón al azar, como tantas otras veces. Una señorita con los pechos muy grandes trataba de venderme una trituradora de verduras. Yo sólo quiero volver a dormir y necesito verla.
 
En medio del mando ha salido un puto punto rojo. No me pone la palabra “puto” cuando la digo yo.

No sé tocar el piano. Nunca lo he intentado. Ni siquiera tengo piano en casa: No cabe… ¡Puta escasez de espacio!



jueves, 5 de mayo de 2011

Elegía por Osama Bin Laden


Sí.
Has venido hasta aquí.
Lo has hecho porque te ha llamado la atención el nombre de unos de los personajes más siniestros de la Historia de la Humanidad. Hay muchos, pero éste tiene, un lugar preferente y está ahora mismo de rabiosa actualidad.

No.
No has venido para verme a mí.
Yo no conocí a Osama Bin Laden. No soy analista político. No soy quién para hacer un juicio de su figura, ni de sus actos. No voy a entrar a analizar si está muerto o no, si está en el fondo del mar o si ni siquiera existe.

Yo sólo he nombrado a Osama Bin Laden para llamar tu atención.

No sé muy bien por qué, pero necesitaba llamar tu atención. Como tantas veces, no voy de cara. Necesito subterfugios extraños, como éste. Necesito hacer cosas raras. Necesito que sepas que existo. Necesito que sepas que estoy aquí.

Hay gente que vive y vivirá de la figura de Osama Bin Laden. Yo sólo lo voy a utilizar para que te acerques a mí. Muchas veces te he mentido. En millones de ocasiones te he dicho medias verdades. Sería imposible contar cuántas veces he disimulado. Ahora sólo estoy utilizando un sucio recurso para que llegues aquí y te acurruques a mi lado.

Estés donde estés, puede que llegues a mí porque te llama la atención una Elegía por Osama Bin Laden. No está aquí, ni es ésto. Dicho así puede quedar feo y rebuscado, pero ha funcionado: Estás aquí, has venido...


Necesito que te acurruques a mi lado. Te noto lejana, te veo fría. Pero soy tan despreciable que utilizaré cualquier recurso que sirva para acercarte a mí nuevamente. Quizás no deberías saberlo, pero he vuelto a esconderme tras un truco barato. Aunque creo que mandar a Osama Bin Laden al fondo del mar no habrá sido nada barato.

¡Es igual!
Para mí no es más que una excusa.
Un pretexto, una coartada, o como lo quieras llamar.

Soy yo.

Estoy aquí.

Y he utilizado a Osama Bin Laden para que sepas que sigo esperando que te acurruques a mi lado.

En un twitter por ahí he leído algo así como que "hay que ser muy malo para que te mate un Premio Nobel de la Paz".

En mi cabeza he encontrado miles de razones para explicarme por qué no te acurrucas a mi lado. Quizás deba buscarte en el fondo del mar. Debe ser un buen lugar para morir. 

Yo sólo quiero que te acurruques a mi lado. 

Aunque tenga que acordarme del fondo del mar…