martes, 16 de febrero de 2010

El Baúl de las Miserias Perdidas (Capítulo 2): Carta de Amor

Pasado el subidón de pasteleo que supone el día de San Valentín, rescato hoy de mi Baúl de Miserias una carta que presenté a un concurso con motivo de "tan señalado día", que por supuesto (razones obvias viendo el texto) no gané. Espero no reventar el medidor de edulcorantes.




Cuando decidí aceptar lo que siento por ti no tenía nada claro que un SMS no fuera suficiente. Con avisarte valdría. Ahora estoy seguro, estoy convencido que podría mandarte 1.200 mensajes para expresar lo que ruge en mi interior, y sobre todo, para que me entendieras, y aún así, no bastaría. Las palabras siempre se quedan cortas.

Claro que también te podría llamar por teléfono, pero la palabra sin el gesto nunca fue mi fuerte. Ni siquiera estoy seguro de que exista. Por mucho que me lo expliquen la veo virtual, la veo irreal. Además, ahora mismo me avergüenzo de mis gestos. Me parecen ridículos mi cara y mi cuerpo. No sé si sonreír o tensar los músculos. Cruzar los brazos denota distancia, cruzar las piernas te resultaría femenino. No sé qué hacer con mis miembros, no los siento míos.

Quizás debiera haberte escrito una carta en Blanco y Negro. El Blanco y Negro siempre me recuerda otro tiempo, otras películas, cuando no resultaba ridículo hacer locuras por amor, cuando siempre ganaba el bueno, el enamorado, que era yo, aunque no hubiera nacido.
O haber compuesto un melodía mágica y envolvente, la banda sonora de nuestras vidas. ¿Por qué no tenemos “nuestra canción”?

Si me pagaran un millón de euros cada vez que pienso en ti, dejarían de trabajar todas las personas que conozco y tu sueño de acabar con el hambre y la pobreza en el mundo se haría por fin realidad.
Ahora quiero que hagas que los míos dejen de ser utopías de adolescente que juega a no crecer ¿Lo recuerdas? Tú eres la campeona mundial y ni siquiera conoces las reglas, sueñas con ser Campanilla y yo sueño contigo.

Seguramente sea un don, pero haces que todo lo que te envuelve parezca mágico y que me haga feliz.
Hoy podría ser fiesta. El mero hecho de pensar en ti hace que gane el regalo de la tómbola, que la noria dé una vuelta más, que no me moleste el payaso del tren de los escobazos cuando trate de besarte en la oscuridad y que todos los que nos rodean sepan de repente que no necesito comprarte ninguna rosa para demostrar que te quiero.

Todas las canciones se olvidan, así son las cosas, pero tú me recuerdas constantemente que sigo vivo. Podría ser yo mismo, pero prefiero ser quién tú quieras que sea. Así me tienes buscando mi patria y mi bandera cuando la única nacionalidad posible es con la que tú puedas identificarme. Necesito tu presencia para entender mejor mi esencia.

Ya no quiero ser feliz, sólo quiero ser tuyo. Nunca puse barrotes a mi corazón pero ahora necesito que le pongas una cadena y un candado a mi alma.

Quiero que me des calor cuando tenga frío, quiero que me refresques cuando esté sofocado.

No sé lo que digo, sólo soy un canalla buscando tu sonrisa.

Voy a echarle valor. Todo es muy sencillo y ya no aguanto más: No puedo mirarte a los ojos sin sentir esa pasión de la que ya sólo se lee en las novelas románticas baratas.

Ahora comprendo que todo lo que he buscado en otro ser humano está en ti. Me gusta ser quién soy cuando estoy contigo.

Es infinito el amor que siento por todo lo que eres. No hay otra alma que nunca me haya echo sentir siquiera la mitad de la persona que soy cuando estoy a tu lado.

Me has cambiado para siempre por ser quién eres y por saber lo que significas para mí.

¿No vas a terminar tu obra? ¿No quieres pasar a la posteridad? No te niegues a ti mismo ser una celebridad. ¿Qué recordaríamos de Da Vinci sí hubiera dejado sin acabar la Gioconda? ¿Qué sería de Cervantes sin poner el punto y final al Quijote? ¿Hablaríamos de Mozart si se hubiera negado a seguir componiendo?
No te niegues a ese sentimiento: “El Padrino” es una trilogía, no se acabó diseñando el vestuario.

Úsame, haz de mí algo bonito. No permitas que la Luna nos vuelva a echar de menos. Lleva toda la eternidad añorándonos. No sé si merezco que me mires, no sé si merezco tu atención, no sé si merezco ser tuyo, pero permíteme ser presuntuoso por una vez en mi vida. Permíteme ser pedante. ¡Acercarme a ti es el acto más pedante que se puede cometer! Permíteme pensar que merezco tus miradas, permíteme pensar que merezco tus atenciones, permíteme pensar que merezco ser tuyo.
Permíteme pensar, aunque sea inmodestia, que puedo vivir. ¡Déjame vivir! ¡Ayúdame a vivir! Soy tan feliz cuando me das dolor, ¿no vas a darme también tu amor? Sálvame, con un beso y un abrazo y colmaré de mantas tu lecho para que no tengas frío. Soy tu cena ¿acaso no tienes hambre? Quisiera pintar una fuente en un papel para darte de beber ¿Acaso no tienes sed? No me dejes sentir que te estoy perdiendo cuando nunca te he tenido.
Me nublas la razón y emborrachas mi alma, eres un amor que desarma.

Ven con tus demonios hacia mí. Intenta aceptar lo que te pido aunque sea sólo durante 10 segundos. Con diez segundos bastaría.

Quiero que cuando respires el aire que me das te olvides del terror a la hoja en blanco... Soy un lienzo virgen, un fotograma sin filmar, soy una guitarra sin afinar...

Pero no temas: Si estamos juntos, los más bellos poemas brotarán de nuestras primaveras, paisajes paradisíacos colgarán de nuestras paredes, la mejor película de amor de la historia emocionará a media humanidad y nuestros cánticos harán soñar al más insensible.

Permíteme ser todo aquello que soñaste... Toma este instante precioso a cambio de todo lo que te he negado.

Tengo tu imagen en mi sangre, tu esencia en mi corazón y el cerebro dando tumbos por mis tripas. Creo que no merece la pena decir todo ésto si el primer día del resto de nuestra vida no empezó antesdeayer.

No te quiero engañar. Mi vida empezó el día en que la soledad me dijo que sólo podría ser vencida si tú me ayudas. No quiero seguir existiendo desde que soy consciente de todo esto: A partir de ahora quiero vivir. Y vivir sin ti sería ser un corazón sin sangre que bombear, un arcoiris de cinco colores, un cine con las luces encendidas, un bar sin música, una vela sin mecha, un discman sin pilas, un gangster sin pistola, un concurso de camisetas mojadas sin líquido, una calculadora que sólo resta, un dedo sin uña y un ojo sin pestaña, una manzana sin veneno, un caramelo sin azúcar, un invierno sin Navidad o un verano sin playa, un Groucho sin bigote, un diamante sin pulir, un mechero sin gas, un Principito sin planeta, unas gafas de sol en un día nublado o una cigüeña sin campanario...

Quiero dejar de ser una nevera en un piso de estudiantes, un taxi con la luz verde encendida o un parque en un día lluvioso.

No puedo esperar más, lo siento, no tengo tiempo. Las Autoridades Sanitarias advierten: No amar (te) puede matar (me). No me queda batería en el móvil. Además, no puedo contarte todo ésto con un SMS. Creo que me falla la cobertura cuando no estás cerca.



lunes, 15 de febrero de 2010

SUEÑOS QUE ME HACEN SENTIR VIVA



Episodio I: El Cielo sobre Berlín

Esta mañana no me he despertado. He decidido subirme a tu brazo para ver el
atardecer. Creo que estoy en Berlín pero no estoy seguro. Me da igual, la sensación que me embarga no tiene nada que ver con la capital alemana o con la película de Wenders.


He querido soñar, he querido volar. Voy vestido de blanco, pero no tengo alas. Hay quien cree que soy un ángel, pero mi fama es demoníaca. Oigo ruido aunque la placidez es enorme. Huelo tu cuerpo y huelo tu respiración. No sé si contarme lo que me está ocurriendo. No sé lo que me está ocurriendo. Estoy bien, pero no debería estarlo. El cielo está nublado y yo voy de blanco. No está bien que llueva en las bodas, simbolizan lágrimas en el matrimonio.
Se está muy bien aquí. Mirar desde aquí arriba le confiere a todo una forma diferente:
Hay gente vomitando a escondidas, pero no me molesta.

Hay gente que se odia mintiéndose acerca de cómo les va en vida a cada uno, pero no me molesta.
Hay gente que despliega su magisterio vital a embobadas personas que le desprecian aunque le escuchen como si fuera el mesías, pero no me molesta.

Hay gente que jura que son los mejores amigos, pero no me molesta.
Hay gente que se besa a escondidas, aunque ya se están arrepintiendo de hacerlo sin llegar a cruzar los alientos, pero no me molesta.
Hay gente que se duerme aunque asegura estar pasándolo de cine pero no me molesta.
Hay gente que se ha cambiado de zapatos pero no me molesta.
Hay gente que no sabe qué hace ahí pero sigue estando y no me molesta.

Hay gente que espera a que otros propongan ir a otro sitio para poder irse a casa sin tener que dar explicaciones y no me molesta.
Hay gente que espera que se vaya su pareja para poder ser ellos mismos y no me molesta.
Hay gente y no me molesta.

Estás tú, pero no te veo. Aunque esté sentado en tu brazo.
Te miro, aunque no te veo. Sospecho que me estás mirando, aunque no estás cerca. De repente de entre la neblina del momento sales majestuoso y radiante. Quiero que te acerques a mí y creo que te vas a acercar a mí, pero me hago el despistado. Quiero que vengas a mí, pero finjo no haberte visto. Es difícil no verte con ese traje blanco, con ese porte, con esa presencia, pero no te miro. A fin de cuentas, yo soy diferente: No soy como los demás, no soy como toda esa
gente de ahí abajo. Pero tú tampoco. Voy de blanco radiante, aunque nadie lo sepa.

Episodio II: Wilde

Estás precioso esta noche. Todo el mundo se ha dado cuenta. Da igual que haya quien crea que no puedes venir así vestido a una boda. Nadie puede eclipsar a una novia en su día más importante, pero no es tu intención. Es tu manera de ser, eres tú en estado puro. Eres tú vestido de blanco en una boda llena de gente, aunque yo sólo te vea a ti. Aunque tú no me veas a mí. Aunque te disfraces de porte brillante y lenguaje seductor, yo sé que tienes debilidades. Co
mo yo. Como los dos. Eres una pose. Una brillante, deseable, bella, fascinante y atrayente pose, pero una pose al fin y al cabo. Eres la imagen de un genio, un hombre con la osadía de enfrentarte a cualquier tipo de convencionalismo social y romper todos los tabúes. Por eso estás aquí, aunque nadie te espere, aunque nadie se quiera acercar a ti. Yo te estoy esperando, pero aún no lo sé, ni tú tampoco. Además, estás allí, tranquilo, recostado en un sofá con forma de brazo, medio ausente. ¿Dónde estás?


Me acerco sin saber bien porqué. Me arrodillo, sin que nada me lleve a hacerlo. Me postro ante ti. Ahora todos nos miran, soy consciente y me gusta. Cojo tu mano entre las mías. Llevas las uñas pintadas de blanco, como la novia, como no se deben llevar en una boda, como sabes que no me gusta que te las pintes, como me gusta pintármelas a mí… Pero no es tu mano, ni tampoco es la mía. Tengo cogida entre mis manos una que no es nuestra. Con las uñas pintadas de blanco, pero no es tuya y no es mía. Es más fina y alargada, pero está en tu brazo y supongo que con eso me vale. Nunca me he acercado más a ti y nunca te he mostrado mayor devoción que ahora y sé que eso te gusta. Como a mí. Aunque estés sentado en mi brazo. Aunque esté nublado. Hay gente alrededor y parece que nos miran, aunque tienen cosas que hacer. En los momentos postreros de la celebración de una boda todo el mundo tiene algo que hacer. Aunque sea irse a casa, aunque sea vigilar a su pareja, aunque sea mirarnos... Sobre todo si es mirarnos.
Cojo una mano (la tuya, la mía, otra…) entre las mías ¿No te parece precioso? ¿No te sientes bien aquí arriba?

Episodio III: El Ansia


Nos sonreímos y nos dedicamos una mirada sincera y abierta, de esas que
abren un túnel en tu cuerpo y en tu mente, en mi mente y en mi cuerpo. De esas que hacen que la niebla lo envuelva todo y dejen de mirarnos, por mucho que lo deseen. Por mucho que nos deseemos. Esas miradas que conectan seres humanos por encima de todas las cosas. Desde lo más básico, sin máscaras, sin poses. Puedes sentir tu mano entre las mías y puedo sentir mis manos sobre las tuyas. Podemos sentir como se entrelazan las manos, que no son nuestras, que nunca han sido nuestras. Nos olemos y sentimos nuestros cuerpos y nuestras respiraciones.


Suena música, pero ya no la oímos. ¿Sabemos dónde estamos?


-Miriam: "Sólo hice una simple incisión. Te tomé sangre y luego tú tomaste la mía".

-Sarah: "Estás loca".

-Miriam: "Me perteneces. Nos pertenecemos".

-Sarah: "Tengo que largarme de aquí".
-Miriam: "Volverás. Volverás cuando el ansia duela tanto que pierdas la razón. Tendrás que aplacarla y entonces me necesitarás para que te enseñe cómo".
-Sarah: "Estás loca".


Suena “El Dueto de las Flores” de Lakme (Delibes) y el blanco lo inunda todo…


martes, 9 de febrero de 2010

El Baúl de las Miserias Perdidas (Capítulo 1): "Perfect Day (cover by The Chunguitos)"

En este baúl recopilaré, con la frecuencia que me dicte mi moral o mi falsa vergüenza, cosas que se han ido quedando en el camino, cosas que por una razón u otra, ya escritas, se han quedado en alguna antigua publicación, en algún rincón remoto (a veces con toda la intención).

Recupero este relato publicado originalmente en el primer número de la Revista "Baluarte", editada por la Asociación Cívica "Ciudad de Badajoz"





PERFECT DAY (Cover by The Chunguitos):


“Just a perfect day,
Drink Sangria in the park,
And then later, when it gets dark,
We go home”

Lou gustaba de pasear por Castelar para bajar un poco la resaca. Yo nunca tuve resaca. No me lo explico muy bien, pero los patos de Castelar nunca me parecieron demasiado atractivos como para ir a pasar la resaca allí, mirándolos. Quizás por ello nunca tuve resaca. Lou tuvo resacas de todos los colores. Probablemente mezclar sustancias fuera la causa. No lo supe nunca a ciencia cierta. Si yo nunca tuve resaca, ¿Porqué Lou habría de tenerla por mezclar sustancias?

Desde que dejamos la Velvet nuestras vidas habían seguido caminos cada vez más divergentes. Pero siempre nos cruzábamos por Menacho. Estábamos completamente separados, pero Menacho seguía acercándonos. Porque si algo nos uniría para siempre era la afición a pasear por Menacho mirando lascivamente a las niñatas de pendientes de perlas que pasean del Zara al Amichi y se paran curiosas en los escaparates de Massimo Dutti. Seguimos siendo fieles a la única cosa que no nos ha exigido fidelidad en todas nuestras vidas. Las estrechas y abarrotadas aceras que prolongan los terribles escaparates estaban siempre llenas de adolescentes coquetas que se saben deseadas y huelen a Don Algodón. Con gafas negras y con actitud neoyorquina, curiosamente no llamábamos la atención rozándonos con las presumidas compradoras, por culpa de esas pequeñas aceras.

Bob Dylan es más radical a ese respecto y no volverá a pisar la calle Menacho mientras Suzanne viva. Es muy orgulloso. No perdonará nunca haberla descubierto rebuscando tangas entre niñatas histéricas en el cajón de rebajas de ese mastodóntico atrapasueños comercial que ahora ocupa el inmenso inmueble que antes albergaba su cine favorito. Dentro de él había pasado millones de noches tratando de convencer a chicas como Suzanne para que le dejaran entrar dentro de ellas. No allí, y nunca durante la película si ésta no era rematadamente mala. Detestaba lo que los mortales llaman la fila de los mancos. Al cine se va a ver cine y el cine te ayudará a mostrar tu magnetismo, tu irresistible encanto del Medio Oeste Americano, pero nunca a meter mano. A no ser que la película fuera rematadamente mala, que también las había, pero a las que nunca entraba. Un Medio Oeste Americano que a veces venía de San Fernando. Estoy a veinte minutos de allí. Llegaré en diez, nos solía decir desde la Estación.

La idea de un día perfecto para Lou y los suyos era pasar la tarde del Domingo bebiendo sangría en el parque, pero desde que la ley antibotellón entró en vigor ya no tuvo más excusa que pasar su día perfecto en Chicago. No en el Chicago de los Estados Unidos, sino en el Chicago de toda la vida, en el de los anises, en el de los heavys, desde donde siempre nos decía - estoy a veinte minutos de allí. Llegaré en diez- aunque nos intentara convencer de que estaba en la Estación viendo pasar trenes.

Ver pasar trenes en la Estación de Badajoz nunca ha sido una buena idea para pasar un día perfecto. Es prácticamente imposible ver pasar trenes en esa Estación. De la Estación llegan y salen trenes, cada vez menos, por lo que verlos pasar, por muy nostálgicos que nos queramos poner, es prácticamente imposible. Hubo un tiempo en el que todo era diferente. Era el tiempo en el que los días perfectos se sucedían uno tras otro. Ni siquiera conocía a Lou Reed por aquel entonces, pero la idea de pasar la tarde en el parque bebiendo sangría, era muy similar a nuestra costumbre de beber calimocho en el parque a casi cualquier hora. Eran días perfectos. Y además, podíamos ver pasar trenes y trenes, sin necesidad de estar en la Estación.

Ya no somos los chicos ingenuos que se bañaban en el río sin temer por sus vidas. ¡Bendito Guadiana que tantas vidas no te llevaste aunque eran merecedoras de que lo hicieras! ¡Cuántas apuestas saliendo de la Feria merecieron acabar en tu fondo! Ahora somos modernos y sabemos por internet qué peligro alberga nuestro río. Nunca volveré a echarme en sus brazos sin protección. También ahora está tan lejos la Feria que ni siquiera hacemos apuestas. Y donde antes estaba la Feria, se llena al caer el sol de utilitarios con asientos abatibles, que buscan rubricar en sus interiores el día perfecto. Es tanto de lo que nos previene internet que, estoy dejando de vivir por miedo a lo que me rodea. Temo a Lou y temo a Bob. Dice internet que no son de fiar, aunque haya crecido en sus brazos. A pesar de todo, Dylan vivía convencido de que internet no era más que otro medio para ser rechazado por una mujer.

“Now Suzanne takes your hand
And she leads you to the river”

A veces miro atrás y añoro esos días. Bob me llama estúpido cada vez que me ve un poco melancólico. Dice que le recuerdo a Leonard. No entiende esa manía que tenemos por aquí de mirar atrás con pesar. Para Bob, lo que dejas atrás, debe quedarse atrás. Seguramente tenga razón. Ángel Cristo pasó por la ciudad, dejó aquí a sus leones y no quiso mirar atrás. Es probable que la actitud de Ángel no tenga nada que ver con la de Bob. Es más, estoy convencido que lo más cerca que ha estado Ángel Cristo de Bob Dylan fue el día que estuvimos bebiendo sangría en el parque cantando Like a Rolling Stone, esperando que se hiciera de noche, escuchando como agonizaban de hambre sus leones. Todo debería haber sido diferente. Mi vida hubiera sido muy distinta si mis padres, cuando hice la Primera Comunión, en vez del recurrente reloj-calculadora me hubieran regalado un disco de Dylan. Incluso les hubiera salido más barato.

Odié con toda mi alma aquel reloj-calculadora. Le obligaba a hacer operaciones complicadísimas. Lo usaba constantemente esperando que muriera de puro agotamiento. Llegué a hablarle más que a Lou y a Bob. Dedicaba todos mis esfuerzos a intentar quitarle la vida, pero era más fuerte que yo. Le trataba con desprecio, me bañaba con él esperando que el agua le sentara a él tan mal como a mí la sangría del parque por las tardes de los días perfectos. Llegué a amenazarle de muerte: "Me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir!".

Y así, sin más, un buen día, se fue. Como se fueron los patos de Castelar. Cuando menos lo esperábamos. Cuando sustituimos las migas de pan por sangría y nuestra idea del día perfecto se transformó en beberla en el parque, y así, más tarde, cuando anocheciera, volver a casa.

“How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?”


lunes, 8 de febrero de 2010

¿Existe cura para la desidia?

Me escabullo. Me hundo en mí mismo. Desaparezco del mundo que me rodea. Soy yo, inhibido en mí mismo. Pierdo consistencia como persona porque existo muy poco fuera de mí. Pasan las horas, pasan los días y no salgo de mí mismo. Invento e invento excusa tras excusa para no salir de mí mismo. A veces ni invento excusas. Cualquier eventualidad, por nimia que sea, me sirve para seguir arropado en mi regazo, con una falta total de respeto hacia mi integridad social. Elimino cualquier contacto con el exterior para seguir navegando en un interior de aguas cada vez más residuales. Ni siquiera atraco en puerto. Ni siquiera veo tierra firme. No voy más que a la deriva en un río sin oleaje.

Abandono mi alrededor. Me quedo en mí mismo. No busco fuera. Es más, desprecio lo de fuera. Ni eso, me produce desidia lo de fuera, no llego a despreciarlo. Me busco y no me encuentro. O más bien, estoy perdido por falta de expediciones en mi búsqueda.

Ni llamo ni me llaman. Ni estoy ni dejo estar. Me he convertido en un viejo arisco sin ser viejo y sin tener el valor para ser arisco con lo que me rodea. Si al menos fuera arisco, tendría una buena excusa para no encontrarme y dejarme ir.

Dejo que pasen los días como si hubiera más. Me pongo recordatorios en cualquier sitio para no olvidar que tengo que vivir, que no me puedo dejar llevar por la desidia. Abandono todo lo que tenga que plantearme pensar ligeramente antes de hacerlo. Todo lo que me recuerde, aunque sea vagamente, a alguna responsabilidad. Vivo en un permanente programa de mínimos. Cumplo con lo estrictamente necesario para seguir interactuando con el mundo. Incluso a veces, menos.


Indolence (Pierre Bonnard)

Abandono el sexo compartido por la masturbación. Aunque fantasee constantemente en conquistas y orgías. El mero hecho de pensar en entablar una relación con alguien me provoca el mayor de los fracasos amorosos conmigo mismo. No me acerco a las chicas aunque piense –e incluso esté seguro- que están esperando a alguien como yo. El mundo sería un lugar más sano si nadie esperara a nadie como yo. Me masturbo incluso después de rechazar una buena proposición de sexo compartido. El mero hecho de masturbarme me hunde una y otra vez en mí interior. Hasta se podría pensar que eyaculo para dentro si no fuera porque uno de los pocos rasgos que presento de ser humano es que aún me corro -casi- a voluntad. Llegará el día en que ni eso lo controle y descubriré que estoy finalmente seco. Seco y podrido.

Podrido de malestar. De estar mal sin hacer nada por siquiera estar. La desidia me lleva hacia los demonios, y ni ellos me hacen reaccionar. Veo pasar los días como las horas. Y las horas hace algún tiempo me empezaron a parecer bastante más cortas que veintitantos minutos. Los minutos no existen. Basta con ver que un reloj pone que faltan trece minutos para las dos cuando en el de la muñeca faltan quince y en el despertador diez. Ese intervalo de minutos está perdido. Después de mirar la hora del despertador, ya nunca volverán a falta trece minutos para las dos. Es imposible, cuando hay algún sitio en el que sólo faltan diez y mi mente ya se va a menos cinco.


lunes, 1 de febrero de 2010

Fotos que me gustaría haber hecho a mí (II):




Hoy se cumplen 15 años de una de las patadas más famosas de la historia del fútbol. Paradójicamente, esta patada no se produjo dentro las líneas del terreno de juego sino contra la grada. El genial jugador francés Eric Cantona, fue expulsado del terreno de juego y en su camino hacia los vestuarios respondió con una acrobática patada a los insultos proferidos por un hincha del equipo rival. El tiempo ha pasado y hoy, quince años después, se sigue recordando aquella patada y se hacen eco de ello en todas las secciones de información deportiva de la mayoría de los medios de comunicación. No recuerdo que se le dé cobertura a otra acción del genial astro francés. No hay efemérides de ninguna de las maravillas que pudiera hacer dentro de las líneas del campo.

Robbie Flower, futbolista del Liverpool, tras marcar un penalti se echó a la línea de cal simulando esnifar cocaína para burlarse de la hinchada rival (Everton) que afirmaban que era adicto a esa droga. Sin duda alguna, la acción de Flower nos plantea una duda: ¿Está dentro o fuera del campo? ¿Es un caso parecido al de Cantona?

Siempre me han gustado los malditos. La perfección puede llegar a ser aburrida. Yo no soy un tío raro. La mayoría de la gente está rodeada de gente imperfecta. Desconfiamos de los triunfadores, de la gente brillante. Nos gusta encontrar defectos, debilidades… Pero de ahí, a recordar más las miserias que las genialidades hay un paso. Siempre me han gustado los rebeldes, los contestatarios. El gesto de Flower en su momento me pareció sublime. No hay mejor manera de dar en los morros a alguien que dar la vuelta a su ataque y ridiculizarlo. La respuesta de Cantona, sin embargo, fue diferente. Flower se burló de todos los que se reían de él, de todos los que lo habían puesto en el centro de la diana y tiraban sus dardos venenosos. Cantona se rebajó a niveles impropios de su grandeza: Hoy es noticia el 15 aniversario de su patada. No hay onomásticas de sus genialidades dentro de las líneas que Flower simuló esnifar para sacar de quicio a toda la hinchada rival.

“No soy un hombre, soy Cantona” dice el francés interpretándose a sí mismo en “Looking for Eric”, la última película de Ken Loach. Soy un mitómano sin remedio, pero me fascinan los malditos. Lo único que dijo Cantona cuando sufrió la sanción de 9 meses sin jugar y 2 semanas de cárcel por el incidente de kung-fu con el aficionado fue: “Pido perdón a todos, al Manchester United, a mis compañeros de equipo, a los fans, a la Federación… y también quiero disculparme con la prostituta que compartió mi cama la tarde pasada”.

Dos estilos diferentes de enfrentarse a los que te odian y te desprecian.

No me gusta demasiado el fútbol, pero me gustan las celebraciones de los goles originales y con mensaje. Sea esnifarse la línea de fondo o sea mostrarse arrogante y desafiante. Cantona pasa por ser una de las personas que más me ha transmitido con la mirada y la pose aún no siendo seguidor de su equipo. Pararse a mirar con seriedad al infinito, a la grada, pero a todos y cada uno de los millones de personas que podemos mirarlo en ese momento es una genialidad de pose al alcance de muy pocos. Si alguna vez recibo un aplauso me gustaría transmitir lo que Eric Cantona transmitía con esa pose y esa mirada.




Porque todos, alguna vez, nos hemos subido el cuello de la camiseta y nos hemos creído un poco mejor que los demás. Porque a todos nos encantaría ser unos putos genios y vivir bajo nuestras propias normas y a nuestra manera, y además, alardear de ello.

Porque a todos nos gustaría ser Cantona, aunque nos acerquemos más a Flower: Sólo hay que buscar una línea.