martes, 9 de febrero de 2010

El Baúl de las Miserias Perdidas (Capítulo 1): "Perfect Day (cover by The Chunguitos)"

En este baúl recopilaré, con la frecuencia que me dicte mi moral o mi falsa vergüenza, cosas que se han ido quedando en el camino, cosas que por una razón u otra, ya escritas, se han quedado en alguna antigua publicación, en algún rincón remoto (a veces con toda la intención).

Recupero este relato publicado originalmente en el primer número de la Revista "Baluarte", editada por la Asociación Cívica "Ciudad de Badajoz"





PERFECT DAY (Cover by The Chunguitos):


“Just a perfect day,
Drink Sangria in the park,
And then later, when it gets dark,
We go home”

Lou gustaba de pasear por Castelar para bajar un poco la resaca. Yo nunca tuve resaca. No me lo explico muy bien, pero los patos de Castelar nunca me parecieron demasiado atractivos como para ir a pasar la resaca allí, mirándolos. Quizás por ello nunca tuve resaca. Lou tuvo resacas de todos los colores. Probablemente mezclar sustancias fuera la causa. No lo supe nunca a ciencia cierta. Si yo nunca tuve resaca, ¿Porqué Lou habría de tenerla por mezclar sustancias?

Desde que dejamos la Velvet nuestras vidas habían seguido caminos cada vez más divergentes. Pero siempre nos cruzábamos por Menacho. Estábamos completamente separados, pero Menacho seguía acercándonos. Porque si algo nos uniría para siempre era la afición a pasear por Menacho mirando lascivamente a las niñatas de pendientes de perlas que pasean del Zara al Amichi y se paran curiosas en los escaparates de Massimo Dutti. Seguimos siendo fieles a la única cosa que no nos ha exigido fidelidad en todas nuestras vidas. Las estrechas y abarrotadas aceras que prolongan los terribles escaparates estaban siempre llenas de adolescentes coquetas que se saben deseadas y huelen a Don Algodón. Con gafas negras y con actitud neoyorquina, curiosamente no llamábamos la atención rozándonos con las presumidas compradoras, por culpa de esas pequeñas aceras.

Bob Dylan es más radical a ese respecto y no volverá a pisar la calle Menacho mientras Suzanne viva. Es muy orgulloso. No perdonará nunca haberla descubierto rebuscando tangas entre niñatas histéricas en el cajón de rebajas de ese mastodóntico atrapasueños comercial que ahora ocupa el inmenso inmueble que antes albergaba su cine favorito. Dentro de él había pasado millones de noches tratando de convencer a chicas como Suzanne para que le dejaran entrar dentro de ellas. No allí, y nunca durante la película si ésta no era rematadamente mala. Detestaba lo que los mortales llaman la fila de los mancos. Al cine se va a ver cine y el cine te ayudará a mostrar tu magnetismo, tu irresistible encanto del Medio Oeste Americano, pero nunca a meter mano. A no ser que la película fuera rematadamente mala, que también las había, pero a las que nunca entraba. Un Medio Oeste Americano que a veces venía de San Fernando. Estoy a veinte minutos de allí. Llegaré en diez, nos solía decir desde la Estación.

La idea de un día perfecto para Lou y los suyos era pasar la tarde del Domingo bebiendo sangría en el parque, pero desde que la ley antibotellón entró en vigor ya no tuvo más excusa que pasar su día perfecto en Chicago. No en el Chicago de los Estados Unidos, sino en el Chicago de toda la vida, en el de los anises, en el de los heavys, desde donde siempre nos decía - estoy a veinte minutos de allí. Llegaré en diez- aunque nos intentara convencer de que estaba en la Estación viendo pasar trenes.

Ver pasar trenes en la Estación de Badajoz nunca ha sido una buena idea para pasar un día perfecto. Es prácticamente imposible ver pasar trenes en esa Estación. De la Estación llegan y salen trenes, cada vez menos, por lo que verlos pasar, por muy nostálgicos que nos queramos poner, es prácticamente imposible. Hubo un tiempo en el que todo era diferente. Era el tiempo en el que los días perfectos se sucedían uno tras otro. Ni siquiera conocía a Lou Reed por aquel entonces, pero la idea de pasar la tarde en el parque bebiendo sangría, era muy similar a nuestra costumbre de beber calimocho en el parque a casi cualquier hora. Eran días perfectos. Y además, podíamos ver pasar trenes y trenes, sin necesidad de estar en la Estación.

Ya no somos los chicos ingenuos que se bañaban en el río sin temer por sus vidas. ¡Bendito Guadiana que tantas vidas no te llevaste aunque eran merecedoras de que lo hicieras! ¡Cuántas apuestas saliendo de la Feria merecieron acabar en tu fondo! Ahora somos modernos y sabemos por internet qué peligro alberga nuestro río. Nunca volveré a echarme en sus brazos sin protección. También ahora está tan lejos la Feria que ni siquiera hacemos apuestas. Y donde antes estaba la Feria, se llena al caer el sol de utilitarios con asientos abatibles, que buscan rubricar en sus interiores el día perfecto. Es tanto de lo que nos previene internet que, estoy dejando de vivir por miedo a lo que me rodea. Temo a Lou y temo a Bob. Dice internet que no son de fiar, aunque haya crecido en sus brazos. A pesar de todo, Dylan vivía convencido de que internet no era más que otro medio para ser rechazado por una mujer.

“Now Suzanne takes your hand
And she leads you to the river”

A veces miro atrás y añoro esos días. Bob me llama estúpido cada vez que me ve un poco melancólico. Dice que le recuerdo a Leonard. No entiende esa manía que tenemos por aquí de mirar atrás con pesar. Para Bob, lo que dejas atrás, debe quedarse atrás. Seguramente tenga razón. Ángel Cristo pasó por la ciudad, dejó aquí a sus leones y no quiso mirar atrás. Es probable que la actitud de Ángel no tenga nada que ver con la de Bob. Es más, estoy convencido que lo más cerca que ha estado Ángel Cristo de Bob Dylan fue el día que estuvimos bebiendo sangría en el parque cantando Like a Rolling Stone, esperando que se hiciera de noche, escuchando como agonizaban de hambre sus leones. Todo debería haber sido diferente. Mi vida hubiera sido muy distinta si mis padres, cuando hice la Primera Comunión, en vez del recurrente reloj-calculadora me hubieran regalado un disco de Dylan. Incluso les hubiera salido más barato.

Odié con toda mi alma aquel reloj-calculadora. Le obligaba a hacer operaciones complicadísimas. Lo usaba constantemente esperando que muriera de puro agotamiento. Llegué a hablarle más que a Lou y a Bob. Dedicaba todos mis esfuerzos a intentar quitarle la vida, pero era más fuerte que yo. Le trataba con desprecio, me bañaba con él esperando que el agua le sentara a él tan mal como a mí la sangría del parque por las tardes de los días perfectos. Llegué a amenazarle de muerte: "Me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir!".

Y así, sin más, un buen día, se fue. Como se fueron los patos de Castelar. Cuando menos lo esperábamos. Cuando sustituimos las migas de pan por sangría y nuestra idea del día perfecto se transformó en beberla en el parque, y así, más tarde, cuando anocheciera, volver a casa.

“How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?”


3 comentarios:

  1. Siempre un crack, siempre, incluso en los días im-perfectos.

    Un beso FIERAAAAAAAA

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  2. Me gusta :D

    Aparte desde que he leído la letra llevo un rato tarareando el Perfect Day.

    Abrazos.

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  3. Muchas graciaaaaas,
    Merece la pena abrir el baúl si alguien mira en su interior. Aunque sean días (IM)perfectos...
    Besos

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