lunes, 31 de diciembre de 2018

Se va a acabar el año y no me has besado...



Se va a acabar el año y no me has besado.

No estoy seguro de que tú lo tengas tan presente como yo pero para mí es una realidad ineludible. Me podría poner a hacer las típicas listas con lo mejor y lo peor del año que se va, con los buenos propósitos o las metas para el año que viene pero he decidido quedarme sólo con esto: se va a acabar el año y no me has besado.

No estoy seguro de que tú lo tengas tan presente como yo pero me gustaría pensar que estás leyendo esto y piensas que debería decir que se va a acabar el año y no nos hemos besado.

No es lo mismo. Quiero que nos besemos. 
Pero se va a acabar el año y no me has besado. No me atrevo. Necesito que nos besemos. Aún estamos a tiempo.

Para dejar de pensar que se va a acabar el año y no me has besado...



(Y si no lo has hecho, nos lo apuntamos como propósito de año nuevo. No se me ocurre ninguno mejor. Te espero...).



viernes, 30 de noviembre de 2018

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 47): Escribir(te) una canción.


Es viernes.
Pero podría ser cualquier otro día.
No tengo nada qué hacer.
Sólo pensar en ti.
(Sí, sigo poniendo tilde en “sólo” para diferenciarlo de “solo” aunque la R.A.E. haya dicho que no debe hacerse ya. Soy un talibán de diferenciar el concepto “solamente” del concepto “estar solo”).

Tengo mucho tiempo libre.
Pero podría ser cualquier otro día.
Eso me hace pensar más en ti.
(Voy a escribir letras de canciones hasta hartarme para que odies todo lo que nos pasó).





Pero si no se entera nadie, ¿para qué me sirve?
Repito. 
Por los altavoces:
(Voy a escribir letras de canciones hasta hartarme para que odies todo lo que nos pasó).



Ya casi ni me acuerdo de ti porque pienso en otra.
Pero esa ya es otra historia...
(Voy a escribir letras de canciones hasta que otra quiera que nos pase algo).






martes, 6 de noviembre de 2018

Siempre deseé que me leyeran en una lavandería


Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. No sé muy bien por qué pero es así. Creo que nunca se lo he dicho a nadie. Es más, no recuerdo nunca haber hablado con nadie de lavanderías más allá de indicarle la dirección de la que frecuentaba cuando vivía en Escocia a alguien que me la preguntara o para saludar diciendo de dónde venía o iba cuando la usaba. También iba a lavanderías en México pero eran de otro tipo.




Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. Pero es algo que no había deseado con todas mis fuerzas y quizás por ello no sabía cuánto lo deseaba. También deseé ser Ray Loriga, que Maribel Verdú me invitara a una caña, despreciar públicamente a los despreciables, pegarle una colleja a Ana Rosa Quintana, tocar a la guitarra “Like a Rolling Stone” con los Rolling Stones en un concierto en el que estuvieras tú entre el público, escribir “No tan Buenos Aires” de Calamaro, vivir en Buenos Aires, perseguirte por Central Park una mañana de otoño, y tampoco lo voy diciendo ni deseando con todas mis fuerzas. Por eso no sabía que lo deseaba tanto como que me leyeran en una lavandería.

Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. Pero vivo en una ciudad en la que casi no hay lavanderías. La lavadora de mi madre es de las más difíciles que he aprendido nunca a manejar y eso que he tenido unas cuantas. Tener lavadoras te hace olvidar cuánto deseas que te lean en una lavandería pero lo importante es si la tienen o no los demás y si estamos acostumbrados a ir o no a las lavanderías. Aunque no sea a leer.

Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. No me había vuelto a acordar hasta que me han mandado la foto. También deseé siempre tener un ojo de cada color o que los que tengo no lo pasaran mal mirando a los ojos de otra persona; deseo encontrar la respuesta al “¿para qué estamos aquí?” que nos hacemos desde que nacemos, en un rasca y gana; deseo poder entrar en cualquier hotel de Las Vegas por la cocina sin pedir permiso a nadie y que me saluden al llegar, o tener un globo y poderlo inflar cuando todo esto pase para que subamos y veamos todo desde allí arriba juntos, que es como deben verse las cosas, pero tampoco me había vuelto a acordar hasta ahora.

Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. También deseé invitar a alguien a mirar la lavadora conmigo como hacían en “Tu vida en 65’”, estar convencido de que voy a morir con los deberes hechos, tener mil pares de gafas para desechar las que se me van rayando tras ponérmelas cuatro veces, encontrarle sentido a hacer los deberes, saber francés para seducirte de una manera tremendamente romántica, saber seducir intencionadamente, dejar de usar tanto adverbio terminado en –mente, escribir a dos manos un capítulo de una serie David Simon con él, decirte que más te pierdes tú y que sea verdad, o morir a los 54 riéndome de la maldición de los 27, pero no lo tengo de manera constante en la mente y eso me ayuda a vivir.



Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. Pero, sobre todo, y eso lo tengo muy presente, siempre he deseado dar a la gente que me da, algo, al menos, del mismo nivel; deseo que nos acostemos juntos y disfrutes de un trío conmigo y con la persona que crees que soy, que sin duda es mejor; deseo con todas mis fuerzas no dejar que se me escape la gente que no quiere escaparse y que se acaba escapando porque no soy capaz de mostrarle que no quiero que se escape y que, aunque lo parezca, yo no tengo intención de escaparme; deseo hasta el punto de no recordar más deseos, que sigas teniendo capacidad de soñar por muchas pesadillas que te provoque.

Siempre deseé que me leyeran en una lavandería. Como deseo aprender de una puñetera vez a utilizar bien el punto y coma porque deseo usarlo a menudo y no lo sabía hasta ahora mismo.

Pero, sobre todo, siempre he deseado escribir algo como esto porque hasta que no me han dicho que me han leído en una lavandería no me he acordado que siempre deseé que me leyeran en una lavandería.

¡GRACIAS!




B.S.O. I: "Like A Rolling Stone" (The Rolling Stones).
B.S.O. II: "No tan Buenos Aires" (Andrés Calamaro).
B.S.O. III: Tu vida en 65', "La misión" (Miss Cafeína)


sábado, 3 de noviembre de 2018

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 46): Los vestidos deprimentes que te sientan mal.



No soporto verte con ese vestido.
Me deprime.
Mucho.
Me deprime y me jode.
Muchísimo.
Sé que no lo entiendes, 
pero a mí me deprime lo que me da la gana.
Permíteme al menos eso.




Y cuando digo “vestido” quiero decir “ese tipo”...



martes, 30 de octubre de 2018

IX Aniversario: Los poemas que no te mandé. Año 58 D.D. (Después de Diego).


Cumplimos 9 años. 
Entramos en el décimo y en el año 58 D.D. (Después de Diego). 
Cada año que lo decimos tiene más parte de verdad: no nos imaginamos cómo hemos podido llegar hasta aquí. Cada año menos historias escritas y pero más que celebrar. Cada celebración más bestia y festiva y con menos excusa. Quizás seguimos en esto porque no hacemos más que escribir cosas, cada vez menos, con el objetivo de hacerte el poema definitivo. Este año hemos escrito menos que nunca. Pero todo es impostura. Una pose, como nos dijo una de ellas alguna vez. Somos una pose y eso nos empuja a decir que seguimos aquí porque no hacemos más que buscar ese poema que nunca te mandé.



Se lo tendríamos que agradecer a tanta gente que eso nos obligaría a escribir cosas que no son esos poemas que nunca te mandé. Que no te mandé pero que sé que los esperas aunque no me lo digas. Porque tú lees esto esperando que algún día me lance y me atreva.

Me quedo con aquella que me empujó a abrir cabezadeavestruz y que nunca me leyó. O que me lee pero nunca me lo reconocerá porque “a alguien como tú no le voy a subir el ego, no lo necesita y es lo peor que te puedo hacer”.
Me quedo con aquella que me obligaba a escribir y publicar aquí porque le gustaba tanto cada letra que juntaba que nos confundimos y nos acabamos gustando en persona.
Me quedo con la que dejó de mirarme mal en persona cuando supo quién estaba detrás de esto.
Me quedo con la que se sintió importante algún día por poder presentar a quien está detrás de estas letras como alguien que conocía antes de que existieran estas letras.
Me quedo con quien me confesó que estas letras le gustaban, le emocionaron o le turbaron alguna vez.
Me quedo con la que me confesó que estas letras le gustaban pero que tenían que salir de otro sitio diferente del que se decía que salían. O de otras personas.
Me quedo con esa que debería ser la razón de todo esto pero que ya no es.
Me quedo con aquella que decidió romper la barrera de la pantalla y darse de bruces con una realidad física que vio totalmente impostada pero que no nos maldijo por su sensación o que fue tan elegante de no decirlo y disimular.

Me quedo contigo.



Si me das a elegir, me quedo contigo.

Porque eres todos los poemas que no he aprendido a escribir y todos los que he escrito y no me atrevo a mandarte.

Porque, en cuanto te descuides, te los voy a mandar. Sólo tienes que pedírmelo...

Gracias.
SIEMPRE.

Me voy a tomar unas copas. 
Creo que me lo he ganado. 
Vente a brindar conmigo. 
Si te atreves...






miércoles, 24 de octubre de 2018

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 45): De esnifar pegamento y buscar los sueños.



Cuando era niño la policía vino a mi colegio a advertirnos de los peligros de esnifar pegamento. 
Que la policía viniera a advertirnos de algo despertó en mí la curiosidad por hacerlo. 
Evidentemente, poco tiempo después estaba enganchado a oler pegamento.

Cuando me dijeron que ya no era un niño sabía de los peligros de esnifar pegamento.
Saber de los peligros de algo no hace que dejes de tener curiosidad por hacerlo.
Probablemente poco tiempo después de tener curiosidad por algo estaré enganchado a hacerlo.

"Quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera..."


Cuando era niño pegaba mi nariz en los escaparates porque todo lo que había dentro me tentaba.
Sentirme tentado por algo me obligaba a desearlo con todas mis fuerzas hasta poder conseguirlo.
Francamente, no he conseguido ni una ínfima parte de todo lo que he deseado desde niño.

Cuando me dijeron que ya no era un niño sabía de los peligros de no conseguir tus sueños.
No conseguir tus sueños no hace que dejes de tener ansia por conseguirlos.
Últimamente me he dedicado a escribir historias porque estoy enganchado a conseguir sueños.

Y detrás del cristal del escaparate sobran varias cosas:
Esnifar pegamento.
Los adverbios terminados en mente.
Y los sueños no alcanzados.

Solamente me queda el pegamento que une mis historias a nuestros sueños...




martes, 4 de septiembre de 2018

Nuestros DÍAS DE VINO Y ROSAS







Podría ser cualquier día.
Cualesquiera.
Un día cualesquiera. Un día cualquiera.
Si no hubieses pasado tanto tiempo fuera recordarías mucho más de lo que recuerdas ahora. Más de lo que necesitas y quizás, también, más de lo que necesitas.
Sólo depende cómo lo mires.
De qué día sea hoy.
Podría ser cualquiera.

No recuerdas bien las películas que has visto.
Pero las disfrutaste.
Para eso están.
Para vivirlas.
Y me gustas por ello.

Igual que ya he rebasado el cupo.
No tengo más espacio para respetar a gente que cuando se habla de “Días de vino y rosas” solo tenga de referencia una frase de una canción de Ismael Serrano.
No puedo más con ello.
Me gustaría emborracharme con quien entienda esto.
Con quien recuerde a Jack Lemond en la película de Blake Edwards.

Aunque sea alguien que nunca haya visto la película.
Pero sepa que existe.
Cualquier día.
Cualesquiera.









miércoles, 22 de agosto de 2018

OOP: Oficina de Objetos Perdidos



Deberíamos empezar por follar.
No sé, por tener sexo.
Por acostarnos juntos.
Ver qué pasa.
Cómo somos de compatibles.
Pasar un buen rato y disfrutarnos.
Deberíamos tener sexo y, a partir de ahí, ver qué pasa.
En serio.
Piénsalo.
Piénsalo bien.



¿Por qué no empezamos por el sexo?
Podríamos follarnos mucho, con ansia, sin parar...
Y luego con el tiempo ver si acaba llegando el cariño y si llegamos a gustarnos.





B.S.O.: ¿Por qué no? (El hombre burbuja)



jueves, 15 de marzo de 2018

Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo



Yo, como todo buen aprendiz de Frank Sinatra que se precie, perseguí a mi maravillosa Ava Gadner, aunque me encantara ser un animal de casinos y dejar de lado cualquier compromiso. No la alcancé y aquí estoy, cantando en un karaoke. Pero aún la echo de menos.

Quizás mostrarme al mundo me ha hecho ver tanta mierda que he olvidado que la belleza hay que buscarla. Y me he empezado a olvidar de la mía. Y aquí estoy, eligiendo qué canción destrozar en un karaoke.



Buscar la belleza es una de las pocas cosas que pueden merecer la pena en este mundo hediondo y de mierda. Cuentan que un día Mae West pasó delante de una fila de personas que aspiraban a ser extras en alguna película y allí vio a Cary Grant de cuya belleza se quedó prendada inmediatamente. Fue al director y le dijo: “si esa cosa sabe hablar, hazle un contrato”. Yo espero un contrato de lo que sea mientras llega mi turno de hacer el payaso en un karaoke.

"Reivindico el espejismo
De intentar ser uno mismo
Ese viaje hacia la nada
Que consiste en la certeza
De encontrar en tu mirada
La belleza…"


Me doy cuenta de que en este karaoke no va a quedar bien que cante “La belleza” de Aute. Es más, estoy convencido de que nadie me va a prestar atención. Quizás sería mejor que buscara esa de “te voy a escribir la canción más bonita del mundo” de La Oreja de Van Gogh. Da igual. Además, no sé cantar. Tampoco escribir, pero eso da igual en este karaoke.

Recuerdo que Ramón Trecet decía al terminar su programa en Radio 3 aquella mítica frase que no debería olvidar nunca y que tendría que tener de mantra cada día al despertarme: “Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo”. Podría encontrar belleza incluso en esta borrachera a destiempo y en este karaoke.
Podría hacer muchas cosas, me dejarais o no, pero lo único a lo que voy a dedicar mis días, siempre que me acuerde, es a buscar la belleza. Aunque sea destrozando alguna mala canción en este sucio karaoke...

Por cierto: Karaoke es una palabra japonesa que significa “orquesta vacía”. Como decía al respecto Ted Mosby en un capítulo de “Cómo conocí a vuestra madre” tremendamente borracho, “¿No te parece arrebatadoramente hermoso?”. Preocupémonos tan solo de buscar la belleza. Es lo único que merece la pena. Aunque sea en medio de esta orquesta vacía en la que no hay manera de afinar. O en este karaoke...

P.D.:






jueves, 1 de marzo de 2018

Grité una noche







Vamos a gritar hasta que todo deje de doler.
O de tener sentido.
O gritaré yo solo para que todo vuelva a doler con sentido.

Gritar.

Grité una noche.
Como hoy por la noche.
Gritar en lugar de cantar.
Cantando a gritos.

Hace tiempo que a nadie le duelen mis gritos.
Y mucho más tiempo del que no grito por dolor.
Puede ser contradictorio.
Quizás lo sea.
No me importa.
Gritaré de contradicción mientras olvido lo que me duele.
Que no recuerdo qué es.
Que no me hace gritar.
Y eso duele.

Grité una noche.
Como hoy por la noche.








martes, 30 de enero de 2018

Hace tanto que no escribo aquí que me da miedo (y Fernando Arrabal me sigue en Twitter)



Hace más de dos meses que no se publica nada en esta página. No tiene que ser malo pero es así. Hace algún tiempo (mucho menos que dos meses) que me ronda por la cabeza escribir publicar algo aquí pero lo voy dejando. Ya se sabe, las mujeres, la fama, la noche me confunde... Pero nada es excusa. Y todo es falso. Hace tiempo que tengo otras cosas en la cabeza. Aunque necesite dinero para ello.




Si tuviera dinero el primer proyecto que emprendería sería el de crear una serie para vendérsela a la HBO (creo que es la única cadena que me permitiría la libertad creativa que requiere afrontarla y a la única que le podría interesar) sobre el apasionante momento, y todo lo que le rodeó, en el que Fernando Arrabal y Christoph Tzara, hijo de Tristan Tzara, planearon matar a Franco aprovechando el dadaísmo inclasificable del primero y los conocimientos científicos del segundo. Se plantearon mandar al caudillo un libro de Santa Teresa, por quién Franco tenía devoción, con las páginas envenenadas. Un poco a la manera de los asesinatos de la abadía de El nombre de la rosa de Umberto Eco. Un plan del que poco se sabe pero que puede dar lugar a una saga si mezcláramos, tan de moda ahora, lo real con lo ficticio, lo que ocurrió con lo que podría haber ocurrido. Ese plan que, según parece, abortó el Partido Comunista y del que nunca más se supo. Francisco Franco Bahamode murió en el 75 en la cama de un hospital meses después de que yo hubiera nacido, aunque esto no lo he sabido hasta varios años después, y el dadaísmo no fue clave en la historia de España y su destino en lo universal. Las tribulaciones de un Tristan Tzara en unas visiones futuristas viendo a su hijo y a su amigo maquinando uno de los episodios que podrían haber cambiado la historia de España y quizás Europa por extensión. El niño físico y el filósofo, dramaturgo inclasificable, no lo consiguieron. Pero la historia puede dar para mucho. Para diez episodios concretamente.


(Captura real desde @cabezadavestruz)

Hace más de dos meses que se publica nada por aquí. Ni uno, ni dos, ni mucho menos diez episodios. Pero Fernando Arrabal me sigue en Twitter. Y, le pese a quien le pese, yo sigo más vivo que nunca. Aunque no lo vaya gritando a los cuatro vientos ni publicando por aquí.

Gracias y saludos cordiales.