“Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo, ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos”
Mario
Benedetti)
No
soy un buen deportista.
Mi cuerpo, del que tanto hablas a veces y al
que tanto te aferras cuando estamos cerca, puede dar buena fe de
ello. No me gusta perder. Ni siquiera sé comportarme en las
victorias. Supongo
que soy un simple jugador, pero quiero que el juego siga reglas
que no tengo escritas. Soy un jugador al que le gusta cambiar las
reglas a su antojo cuando sospecha que el desarrollo del juego no le
convence del todo, o siente la amenaza de la derrota o de un final no
esperado. Aquello de “en mi casa jugamos así”, pero fascinado
por el tablero de juego que representa tu cuerpo. Me
aterra pensar que disfruto tanto tu presencia porque siento pavor y
un miedo infinito con tus ausencias.
No
quiero vivir con miedo. Aunque ese miedo sea irracional. Ese miedo
que te empeñas en convencerme de que no existe. Pero que es
inevitable que lo sufra. Está en mi naturaleza, pero sobre todo es
por la tuya.
“Yo
me pregunté a mí mismo,
sólo a un paso del abismo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí”
sólo a un paso del abismo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí”
Nacho
Vegas)
Miedo
a que te olvides de mí. Miedo de que me cambies por algo. Por una
fascinación. Por un amor de verano. Por un calentón estival.
Por
alguien que te comprenda mejor que yo (Aunque sabes que eso no
existe).
Por
algo que tenga una polla más grande que la mía (Aunque sabes que
eso no es tan importante).
Por
alguien que huela mejor que yo (Aunque sabes que mi olor es mío y
los sucedáneos sólo son eso, sucedáneos).
Por
alguien que folle mejor que yo (Aunque sabes que yo follo como tú
quieres que te folle).
Por
alguien que te recuerde que eres tú (Aunque sabes que conmigo puedes
ser más tú que con nadie).
Por
algo que ni siquiera tú te explicas (Aunque las explicaciones a mí
siempre me han parecido excusas condescendientes).
Por
algo que es lo que tú necesitas (Aunque nunca sepas lo que
necesitas, sólo lo que no necesitas y que a veces se mezclan sin
pudor, para discriminarlo en la resaca del día siguiente).
Por
no estar en el momento adecuado en el sitio adecuado (Aunque nunca
sepas dónde vas a estar al minuto siguiente).
(Storm Thorgerson) |
Entiendo
que no soy lo mejor que puedes encontrar. Pero sí lo seré siempre.
Soy un corredor de fondo. Cuando todos se cansan, allí sigo yo, a mi
ritmo. Al ritmo que tú me marcaste aunque ahora te canse mi falta de
reprís. Te fascinan y te fascinarán siempre todos los velocistas pero, por mucho que te engañes, no llegarán al segundo kilómetro
siendo los mismos. Están concebidos para brillar en la distancia
corta, para fascinar con sus relámpagos de velocidad, con su
imponente planta de pasada fugaz. Y ese es tu punto flaco. Los ves
una y otra vez y siempre piensas que van a ser los maratonianos que
esperas. Que esa chispa y explosión se puede mantener toda la
distancia que tu quieres. Pero cuando pasan 400, 800 o 1500 metros ya
no son así. Pero vuelves a caer una y otra vez. Los ves en los tacos
de salida tan musculosos y bien formados. Tan perfectamente
esculpidos para tus antojos. Tan máquinas engrasadas... Que crees
que son así siempre.
Y lo piensas una y otra vez. Y vuelves a caer
cuando la carrera se alarga. Y miras atrás y allí sigo yo,
corriendo a mi ritmo. Como el corredor de fondo que disimula sus
carencias como atleta.
No
soy un atleta. No soy un velocista. No soy siquiera un deportista.
Pero puedo correr (o por lo menos andar) mundos por ti. Aunque tú te
alejes de cuando en cuando en los brazos de fascinantes atletas
musculados que seguramente hagan más trampas que yo…
Aunque tú
todavía no lo sabes…
Y
cuando lo sabes, miras atrás…
Y
encuentras al que se come mundos por ti…
B.S.O.: Cuando te canses de mí (Nacho Vegas)
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