jueves, 19 de diciembre de 2013

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen 13): El beso denunciado

(Marco Bertorello, AFP)

Esta es una de las fotos más hermosas que he encontrado en la prensa últimamente. A pesar de ello, es noticia porque la joven protagonista, Nina, ha sido denunciada por acoso.
Nina.
Tan bella con los ojos cerrados. Es probable que sea bella con los ojos abiertos, mirándome, pero eso no puedo saberlo. Aunque lo sospecho.


Esta una de las fotos más lindas que he visto en los últimos tiempos y no estoy segura si me hubiera gustado hacerla a mí o si deseo con todas mis fuerzas ser protagonista en ella.

Me gustaría recibir los labios de Nina con esa no mirada tan sexy. Pero no me gustaría ser un antidisturbios por mucho que atraiga a Nina.

Me encantaría haber hecho la foto, pero soy feliz admirándola. Quizás deba condenar en mi tribunal de justicia propia universal a quien se le haya ocurrido denunciar a Nina por un acto que ha conllevado una imagen con tanta belleza.
Quizás sea un deseo oculto de ser casco de antidisturbio. Proteger la cabeza, la cara de manera transparente y recibir el acosador beso con los ojos cerrados a los dos lados del metracrilato. Desde pequeñita he querido ser cosas extrañas. Siempre he deseado que me miren con los ojos cerrados como está haciendo Nina en la foto. Convertirme en cualquier cosa que no sea yo. Hacer fotos como ésta. Siendo quien sea...


miércoles, 4 de diciembre de 2013

Ya no tengo edad para que mi cabeza funcione como un puto diario de adolescente




Hola. 
Soy mayor. 
No tengo edad para escribir un diario.

Pero no llevé uno cuando era pequeña y eso me está pesando ahora mismo. En los últimos tiempos. Cuando ya no tengo edad para ello. Etapas no vividas en su preciso momento, se convierten en cargas y no puedes recuperarlas en otro instante que no toca. 

Hoy tengo problemas. Estoy desorientada. Mi cabeza funciona a base de punzadas sentimentales y reacciona a todo con la estructura de un diario de una adolescente en el lenguaje y la experiencia de una mujer que está de vuelta de todo.

Esa soy yo. 
Cómo me duele, pero soy yo. 






Hoy ha sido todo bueno. 
Por lo menos hasta ahora mismo. 
Desde esta mañana.

Un día comprendí que mi corazón era más blando de lo normal.
 Me lo enseñó la noche que me enamoró. 
Lo entendí porque su corazón era como la caja negra de un avión.  
Más tarde supe que si algo es el doble de bueno, 
probablemente durará la mitad.

Aquel momento en el que me miró a los ojos 
y me preguntó con su voz fuerte y decidida: 
¿Has visto Pauline en la playa?

Compartí el descubrimiento de que 
todas las chicas sueñan con vistas al horizonte.

Quería que dejara de besarle pero mis labios no respondían. 
No querían separarse. 
Temían que los suyos dijeran “vete, déjame ya...”

Las lágrimas se llevan el rímel mis ojos 
como la tinta del bolígrafo. 
Las lágrimas no me dejan ver la historia. 
Las lágrimas dejan de ser lágrimas para pasar a ser 
rímel decadente bajando 
por las mejillas escarpadas sin sonreír. 

Me rodeaste con tus brazos 
y en ese instante comprendí 
lo que significaba el verbo 
ESTREMECER.

Querida cabeza:
No vuelvas a dejar que el corazón gane en tu campo. 
Aspira al menos al empate 
y dejaré de forzarte a darle vueltas continuamente a todo,
 a no olvidar o a estructurar 
pasados pluscuamperfectos inexistentes. 

Cómo me fascinó leer lo de 
aquella mujer de la limpieza sueca 
Me gustaría hacerlo con una línea de metro 
contigo y todas tus putas amantes dentro.

En el fondo debería estar más centrada 
y dejar de hacer todo esto. 
Siempre se me olvida que 
soy diseñadora de futuros perfectos para los demás.

El candado con clave para que no entres 
en esta cabecita mía 
es más intimidatorio y simbólico 
que efectivo. 
Y si encima me la voy dejando 
por cualquier bar que encuentro abierto 
es normal que me pasen estas cosas.
Hay tantas cosas que quiero hacer 
y contarle a mi diario 
cuando llegue a ser joven 
que me asusta no llegar a tener tiempo. 

Sobre todo, por tu culpa. 

Por encima de cualquier cosa TÚ. 

Y el YO que nace 
cuando estás cerca.


¡Hasta mañana!


lunes, 25 de noviembre de 2013

La chica que pensaba que si no existieran Dire Straits el mundo no lo hubiera notado y otras cosas del querer


Lleva un tiempo que cada vez que mira a un hombre sólo siente escalofríos por imaginarse entre sus brazos.Todo eso le pasa después de la operación. Le rebanaron un trozo de la pierna izquierda porque estaba gangrenada. Todos pensamos que eso sólo pasa en las películas de guerra, pero no, se siguen gangrenando las cosas. Las cosas del cuerpo humano. Afortunadamente, no fue como en las películas y no hubo que amputar. También se gangrenan las mentes, pero para eso no hay cura, ni nuestra chica sabe de ello.

Desde que le falta un trozo de pierna no para de pensar en todas aquellas noches que pasó bailando como si tuviera una guitarra imaginaria a los acordes de la música que sonara en el bar. Era su magnética y particular forma de bailar. Llamaba la atención porque además, era muy atractiva. Hoy no lo hace porque no sabría si le miran por su atractivo o porque llama la atención el movimiento de una pierna al que le falta un trozo, seguir los acordes de alguna canción. 



Alguno pensará que para acompañar una guitarra no hace falta mover la pierna gangrenada, pero sólo hay que fijarse en los grandes de la guitarra a los que se imita cuando se hace el mongolo en la pista de baile o, como se llama actualmente, Air Guitar, para percatarse del error.

Bailaba mucho. 

Más bien, rasgueaba el aire mucho. El "Money for Nothing" de Dire Straits. Ese riff guitarrero clásico. Ese que todos conocemos y todos hemos acompañado alguna vez.


Le gustaba perderse en noches raras de las que no puedes esperar nada que son de las que no puedes escapar. Salir corriendo siempre es un error. Esperar sin más es el único argumento de la obra, como diría Gil de Biedma. Aunque Don Jaime lo decía de envejecer, morir. Envejecer camino a la muerte es lo que hace uno cuando espera en una noche de la que no espera nada pero en la que tiene que mantenerse. Hacía air guitar en medio de las pistas con el "Money for Nothing" casi todas las noches que salía. Antes de perder un trozo de pierna. 

Perder un trozo de pierna, haberse enamorado de él y pensar que si Dire Straits no hubieran existido el mundo no lo hubiera notado produjo en ella algo así como encontrarse una alcantarilla con un cartel que indicara “Por aquí se va al País de las Maravillas”.

El País de las Maravillas se abrió ante sus ojos con una luz que mostraba un mundo donde estaba claro que si Dire Straits no hubieran existido, no lo hubiera notado. Le preguntan en la aduana qué es lo que le pasó en la pierna y ella dice que nada. No se siente obligada a contar su historia a nadie. Ni siquiera a mí. A veces sospecho que ni ella misma sabe qué pasó. Lo único que tiene seguro desde entonces es que si Dire Straits no hubieran existido, el mundo no lo hubiera notado.

Con ello vive y a ello se agarra cuando llegan las ausencias en su cuerpo y en su mente. Y su cuerpo y su mente, dejaron de ser un error en cuanto comprendió que hay mucha música que bailar y hay mundo que anhelar, exista quién exista y viva quién viva.

Y con eso, con su visado para el País de las Maravillas que tiene una alcantarilla por aduana, y las ganas de seguir siendo la que nunca ha sido, tira para adelante con una leve cojera. Con la cojera que dan los años de excesos en las discotecas haciendo air guitar al ritmo del riff del "Money for Nothing" de Dire Straits más que las operaciones para salvarle de la gangrena, pasea por la vida sonriendo a una alcantarilla que probablemente no lleve a ningún sitio, pero tras la cual sabe que no existen ni habrán existido nunca los Dire Straits.

A esa chica la conocí en un momento de debilidad de mi mente. En una época en la que no entendía por qué existían los Dire Straits, si sin su existencia el mundo hubiera sido prácticamente igual…



B.S.O.: "Money for Nothing" (Dire Straits)

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Otra noche sin dormir (Volumen 22): Tirarme a Eva Braun


En ocasiones siento la necesidad de soñar cosas perturbadoras. Y sentir esa necesidad, me quita el sueño y me impide soñar. 

Cuando uno tiene la necesidad de soñar cosas perturbadoras tiene un mundo de frustraciones por delante, al alcance de su mano.




Siempre anduve frustrado porque mi mayor anhelo en este mundo era tirarme a Eva Braun.

Es algo que mi cabeza soñadora me dice que he hecho porque siempre lo he deseado. Nada extraño en ello. Nada extraño ni fuera de lo normal. Lo fuera de lo normal o extraño es sentir a flor de piel cómo era el orgasmo de Eva Braun entre mis brazos, encima mía, cabalgándome o recibiendo a cuatro patas. 

Sé que me tiré a Eva Braun y que hasta ese momento no había nada en el mundo que deseara más. Fue una obsesión colmada. Colmada con creces.

Pero colmar una obsesión no sirve más que para que surjan más obsesiones o frustraciones por haberla colmado. Así no puedo dormir. No me quito de la cabeza la cara de Eva Braun diciéndome que no ha disfrutado lo suficiente, que soy un amante pésimo y que lo ha hecho por pena. Como tantas otras veces.

En ocasiones ligo y me doy cuenta de que todas las personas que se acuestan conmigo son trabajadoras sociales. Soy consciente de que me utilizan para convalidar créditos de las prácticas de su carrera o como estudio de campo.

Sentir la necesidad de soñar cosas perturbadoras, me quita el sueño y me impide soñar. Y que Eva Braun te haga consciente de que ha tenido mejores amantes que tú, te frustra y te vuelve a dejar otra noche sin dormir...





miércoles, 30 de octubre de 2013

martes, 29 de octubre de 2013

Cuarto Aniversario: Música



Sí, amiguit@s. 
Parece mentira.

Anteayer esto era un páramo por donde pasaba de cuando en cuando un matojo rodante de paja de esos tan recurrentes en las películas del Oeste, y mañana cumplimos cuatro años dando la brasa.


Url Spotify:  Cuarto Aniversario cabezadeavestruz
Vínculo http:  Cuarto Aniversario cabezadeavestruz



Pues eso, que seguimos de borrachera...

Pueden ustedes acompañarnos o no, pero no dejen de mover los pies, la almendra o lo que se les antoje, que serán bien mirad@s...









Los fastos de celebración comienzan a la voz de YA, aunque hay quien rumorea que hace un tiempo que han empezado las fiestas privadas. De momento, haciendo balance, dejamos por aquí la música que ha pasado por cabezadeavestruz durante este, su cuarto año de existencia.




GRACIAS POR ESTAR AHÍ, 
SE LES QUIERE.








jueves, 17 de octubre de 2013

Otra noche sin dormir (Volumen 21): 21 mensajes de WhatsApp perdidos



No paraba de dar vueltas en la cama. Como siempre. No dejaba de darle vueltas a todo. Recordé que yo era muy del número 21. Muy de Dominique porque llevaba el número 21. O al revés. Me lo imaginé ganando el concurso de mates que le ganó Michael Jordan injustamente porque era en Chicago, la casa del Hijo del Viento. Le di vueltas a una historia que nunca fue pero que perfectamente pudo haber sido. Si Dominique hubiera ganado aquel concurso todo hubiera sido diferente. No sé si mejor o peor, pero diferente. Lo único importante en aquel momento, en la noche, cuando no paraba de dar vueltas por la cama, es que no podía quitarme de la cabeza aquella historia. Como tantas otras. 21 historias. Simultáneas y entrelazadas. Pero sobre todo recordaba a Dominique y me lo imaginaba ganando aquel concurso de mates.




Otra noche sin poder dormir pensando en cosas estúpidas o fuera de lugar. Me acerqué la pantalla del móvil a los ojos para ver bien la hora en la que estaba penando aquella noche y vi que tenía whatsapps nuevos. 21 whatsapps nuevos. Concretamente 21. Y de la misma persona. 
Y con el mismo texto:


“Soy tu primer amor: 
No me hagas recordar lo mal que lo hiciste.”



Apagué el móvil para evitar que entraran más whatsapps. No quería que jodieran el 21. El texto de los 21 era el mismo y era perturbador como pocas cosas que hubieran llegado nunca a ningún móvil. Pero eran 21 y eso querría decir algo. 

Intenté dormir y volví a pensar en Dominique Wilkins. Pero de repente lo vi coger un móvil y miré para otro lado. En todas partes había gente cogiendo móviles. Y sin salir de la cama ni de mi imposibilidad de dormir, me metí en el armario. Entonces fui consciente de todo lo que no me dejaba dormir. El drama de ver que no te puedes poner aquella prenda porque has crecido y no te cabe. No por engordar, sino porque has crecido. Pensaba que es uno de los dramas del mundo contemporáneo y se ha escrito poco sobre ello. Incluso el mundo está montado mirando a otro lado, creando tallas y asumiendo que según crecemos hemos de comprar ropa más grande con total naturalidad. Pero es un dramón darte cuenta de que creces y no te vale la ropa que tenías porque ya no te cabe. Aunque recibas 21 whatsapps de tu primer amor y en todos ponga lo mismo.



B.S.O.: "Someone like you" (Sexy Sadie)




jueves, 3 de octubre de 2013

Domingos de resaca




Mis padres ven los toros en la televisión.
Yo leo atontada en el sofá.
A mis padres les gustan los toros.
Yo leo para pasar la resaca 
sin atender demasiado.

Mis padres comentan los toros que ven por la televisión.
Yo mezclo la indiferencia hacia lo que ellos hacen, 
el libro
 y la resaca de las vivencias de la noche anterior.





Los toros son un gran entretenimiento para mis padres.
Yo reconozco los errores cometidos la noche anterior,
 leo las líneas de un libro que no me interesa 
y reposo la resaca en el sofá.

Anoche mis padres dormían 
mientras yo buscaba la corrida.
Y mañana quizás sea lunes, 
o no. 
Depende del toro, 
depende de las letras de este libro 
que alguien escribió para mí 
y depende de mis padres.

Pero sobre todo depende de mi resaca...



B.S.O.: "Alégrame el día" (Siniestro Total)



sábado, 21 de septiembre de 2013

Todos los sábados por la tarde




"Ivan’s Childhood" (Andrei Tarkovsky, 1962)




Todos los sábados por la tarde tengo esa misma extraña sensación. 
Todos los sábados por la tarde me siento arropada en tus abrazos y colmada por tus besos.
Todos los sábados por la tarde siento que me vas a dejar caer en cualquier momento.
Todos los sábados por la tarde estoy segura de que si no sintiera que me puedo caer no me arroparían tanto tus abrazos ni me colmarían tanto tus besos.

Y así, viviendo en este desequilibrado equilibrio, vivo...





jueves, 12 de septiembre de 2013

El problema de jugar siempre al empate



- Está bien saber que pase lo que pase el resto del día ya hemos hecho algo hoy, le dije mientras desayunábamos después de follar, por la mañana, nada más abrir los ojos.

- Está bien que follar sea lo primero que hacemos cuando llega el día, me dijo ella mientras mojaba su porra en el café. 

Mi cabeza se fue sin remedio a un burdo juego alegórico de lo más simplón analizando cómo entraba y salía la porra de su café para luego, una vez húmeda, entrar en su boca. Tuve uno de esos momentos en los que me siento de lo más vulgar pensando cosas que ni siquiera me paro a pensar pero aparecen en mi mente, que abochornarían a mi yo reflexivo. Pero la imagen de aquella porra del desayuno, poco tiempo después de haberme comido a mí por todos lados, porra (o churrito para ser exactos) incluida, era de lo más sugerente. Cuando veo cosas sugerentes en todo lo que me rodea, por muy cañí o vulgar que sea, como es el caso de una porra mojada en café, sé que pase lo que pase el resto del día ya lo he empezado ganando.




- Parece que hoy empezamos ganando. Nada más sencillo que empezar un día ganando si lo primero que haces cuando apenas has abierto los ojos, es follar.
- Eso es muy difícil.
- Acabamos de hacerlo, le dije con una seguridad impropia de mí.
- Hoy ha empezado bien. Dejémoslo ahí. Y cogió otra porra para proceder a mojarla nuevamente en el café y dar buena cuenta de ella.
- Parece que te has levantado con hambre... ¿No te has alimentado lo suficiente esta mañana?
- ¿Ves? No es tan fácil. Lo estás empezando a joder. Con lo bien que había empezado el día...
- Es broma, perdona.
- Da igual. 

Entonces yo cogí una porra y procedí a hacer lo mismo que ella pero cualquier persona que nos hubiera visto desde fuera se habría dado cuenta de que no es lo mismo. Aunque quisiera hacer lo mismo. Hasta ella se dio cuenta. Pero no dijo nada al respecto. Se fue a otro de sus sitios.

- ¿Qué edad tendrías si no supieras la edad que tienes?
- ¿Cómo?
- Déjalo.
- No, dime..., le dije ya asustado.
- ¿Qué edad tendrías si no supieras la edad que tienes?
- No sé, nunca lo he pensado.
- Ya. 

La porra se me estaba atragantando. El día que había empezado de maravilla porque está bien saber que pase lo que pase el resto del día ya hemos hecho algo hoy, empezaba a ponerse raro ya en el desayuno.

- ¿Qué quieres cenar hoy? 
- ¿A qué viene eso ahora? ¿Estamos desayunando?
- No, para ver si me contestabas que tú no sabías pero que yo iba a cenar porra otra vez.
- Yo nunca hubiera dicho eso.
- Tenía que comprobarlo.
- ¿Quieres cenar porra esta noche?
- Quiero comértela ahora mismo.

Volvía a pensar que el día se había levantado maravilloso. Daba gusto desayunar así.

Me volvía loco que me la comiera. Ya fuera por la mañana o por la tarde, de noche o de día. Todo parecía posible cuando ella me comía la polla. Era algo que nunca podré describir con palabras por más que lo intente. Por más veces que me la haya comido. Recuerdo cuando intenté explicárselo a otra persona que no entendía lo que quería decir acerca de empezar de maravilla los días, de salir ya ganando, o de lo indescriptible que era lo que sentía cuando ella me comía la polla:

- ¿Has mirado sus ojos? Yo la primera vez que miré en ellos tuve la misma sensación que cuando escuché por primera vez a los Rolling Stones.
- ¿Sus ojos?
- Los ojos de alguien que te está comiendo la polla.
- No sé. 
- Ese es tu problema, no sabes. Quizás juegas siempre a empatar y luego pasa lo que pasa...




Aquella conversación no acabó bien. Aunque a mí me parezca que dije en ella cosas tan bellas que nunca crea poder repetir hablando de mirar unos ojos. Tiempo después, esa persona me comió la polla y estoy convencido que ambos estábamos pendientes de algo más que aquella comida porque recordábamos la conversación de los ojos. Y eso que fue con poca luz, de noche y con mucho deseo por ambas partes. Aquella comida acabó en empate. No volvimos a jugar el partido de vuelta. Pero eso ocurrió mucho tiempo después del maravilloso día del que estaba hablando que empezó muy bien por saber que pasara lo que pasara el resto del día ya habíamos hecho algo.

Ese día, el que empezó muy bien sabiendo que ya pasara lo que pasara habíamos hecho algo por haber follado al despertarnos, se empezó a torcer a media tarde. Todos los días se empiezan a torcer a media tarde. Es cuando comienza a aparecer el cansancio. Cuando cuesta más mantener la ventaja adquirida en los prolegómenos. 

Yo, aparte de una deficiente condición física, tengo poca fortaleza mental, y cuando los días empiezan a torcerse, me cuesta mantener el marcador a favor. Es algo que ella sabía y por eso se empeñó en comérmela antes de comer, en medio de la comida (a pesar de que estábamos en un restaurante) y en la siesta. A veces no miramos los días en toda su intensidad. Creemos que los martes no son más que antesalas de los jueves y así. Y así nos luce el pelo. Yo llegué a la cena con pocas ganas de hacer chistes de porras, ni de casi cenar.




Por aquellos tiempos yo quería ser escritor. Y como todos sabemos, un aspirante a escritor no deja de ser una persona como todas las demás solo que un poco más pretenciosa, embobada de sí misma y con ganas de demostrar constantemente que tiene ideas mejores que los que le rodean. Por aquellos tiempos yo solía joder bastante las situaciones y días en los que iba ganando cómodamente con mis ínfulas de literato maldito y genial. Y, claro, salté:

- Voy a hacerte un traje con mis letras, le dije en lo que yo consideraba un piropo maravilloso que la dejara epatada y a mi merced, bebiendo los vientos por mí.
- Yo lo que quiero es que me hagas un traje de saliva y te dejes de romanticismos. Ese es tu mayor problema conmigo, me replicó mientras intentaba comerme la polla una vez más.

Aquella noche acabó en tragedia. Ella seguía con hambre. Yo ya hacía mucho tiempo que había dado por bueno el empate. No me quedaban cambios y el equipo se resintió. Ella decidió jugarse el todo por el todo y buscó ganar aunque fuera en la tanda de penaltis. Yo ya había sido eliminado de la competición.

A día de hoy, recuerdo aquella jornada como un claro ejemplo de lo que pudo ser y no fue. La eterna promesa me llamaban. El de los días que empezaban de maravilla porque sabía que pasara lo que pasara el resto del día ya habíamos hecho algo.

Desde aquel día tengo miedo a las noches. Duerma solo o acompañado. Tengo miedo despertar y ver que el día no empieza ni siquiera en empate...



B.S.O.: "Un buen día" (Los Planetas)


viernes, 6 de septiembre de 2013

De desvanes y vueltas al mundo



Subió al desván con sigilo. En su mano derecha llevaba un portavelas con una a medio consumir pero que todavía alumbraba. Era perfumada. Vainilla. Podría ser anti-mosquitos y todo sería más agradable. Que oliera a vainilla y que no tuviera que aguantar el zumbido de los mosquitos planeando el desembarco en los tramos de su piel desnuda. Tramos que eran muchos y muy amplios. A fin de cuentas, era uno de los veranos más calurosos de las últimas décadas en aquella zona del mundo. Aunque eso era lo que decían los meteorólogos todos los años, en ese parecía verdad. Estaba segura que al año siguiente, de seguir viva, volverían a decir lo mismo y ella volvería a sentirlo igual. Calor, aroma a vainilla, mosquitos, desván en las alturas lleno de telarañas. En ese instante se dio cuenta de que algo no iba del todo bien cuando ese era su mejor (y único) plan para el sábado noche.





Decidió no pensar demasiado en todo lo que le rodeaba fuera de aquel desván para no distraerse de su búsqueda. No saber qué era lo que estaba buscando ya suponía suficiente distracción como para añadir más al asunto. Llegó el momento inevitable en el que admitió para sus adentros la esperada, pero no evitada, realidad de que no era buena idea subir al desván con aquellas preciosas sandalias que se había comprado al inicio del verano y que tan bien le quedaban. El dedo gordo del pie había impactado dolorosamente con una desvencijada caja de cartón que se interpuso en su camino. La reconoció rápidamente. Era la caja de los viejos vinilos. Viejos por su procedencia, la adolescencia, pero bastante nuevos por el cariño conque siempre los trató y el valor que han adquirido en los últimos tiempos en el mercado del coleccionismo y la revitalización del vinilo como soporte 
musical.

Allí estaban todos. Más de los que ella recordaba incluso. Patty Smith, Dylan, Ramones, Rolling Stones, Velvet Underground... Todos y alguno más, incluso autografiado. Muchos autografiados por personas diferentes a los creadores de los discos. Una extraña costumbre que cogió de Dana. Pedir autógrafos de gente sobre diferentes soportes. De gente que no tiene nada que ver con el soporte. De gente, en la mayoría de los casos, que no está acostumbrada a dar autógrafos a su alrededor. Y entre los discos, apareció aquella lámina. Aquella bonita lámina que pensaba enmarcar para que acompañara a Dana en sus noches de trabajo y pasión creativa. Ese cuadro que nunca le regaló en el que se leían esas palabras de Scott Fitzgerald, “Puedes acariciar a la gente con palabras” que Dana nunca llegó a tener y que estaba lleno de polvo. Un polvo acumulado por no tenerlo. Por no recibir su apoyo. Por no confiar en cómo escribía como ella siempre sintió e hizo.

Pensó que lo peor que tenía subir al desván era encontrarse consigo misma. Pensó mucho en ello antes de subir, pero recordó mucho las palabras de Dana, que siempre estaba dispuesta a descubrir, a ir más allá, a penetrar donde fuera, aunque fuera en sí misma. En sí mismas. Pensó y se dejó llevar, como tantas veces, por el recuerdo de Dana y olvidó los riesgos.



Subió al desván y se encontró. En aquel espejo. Aquel espejo olvidado en el desván porque ya no funcionaba. Hacía años que fue sepultado entre los recuerdos acumulados porque se había estropeado. No funcionaba. Curiosamente, era un caso único de espejo que deja de funcionar y estaba allí. En su desván. Estaba convencida de que fue Dana quién lo estropeó. El caso era que allí estaba, detrás de todos esos recuerdos. Inútil y sin capacidad de reflejo. Pero con toda la capacidad inquisitiva que siempre tienen los espejos cuando se sabe usarlos. Aquel espejo no funcionaba, pero seguía siendo terriblemente cruel con ella.

Por más que quiso evitarlo, no pudo. El espejo, burlón en su desajuste, terrible en su inutilidad, le recordó aquello tan terrible a lo que ella se dedicó años atrás con tanto afán. Tiempo antes de que el espejo dejara de funcionar. Hasta justo antes de que Dana despareciera de su vida: Su obsesión de disfrazarse de sueño para entrar en los suyos.

Cabreada con el espejo, con el mundo y, sobre todo, con ella misma, blasfemó entre dientes y pegó una patada unas cajas acumuladas al lado del estropeado utensilio por no romper algo y hacerse daño con los restos de vidrio. No le daría el gusto al espejo. No podía ni imaginar que después de todo lo que habían pasado juntos, encima pudiera hacerle daño ahora, después de estropeado y casi olvidado. 

Con la patada cayó al suelo una caja metálica. Inmediatamente la reconoció: Era el kit que Dana y ella compraron para parar el tiempo y que nunca llegaron a sacar de su envoltorio.
Afortunados tiempos, pensó con nostalgia. Tal y como era todo, lo más que podrían haber conseguido es que cada día fuera un domingo. Y los domingos de Dana eran silenciosos y grises.



Fue de aquello de lo que quiso huir para dar la vuelta al mundo. Miró el globo terráqueo que había en la puerta del desván y lo recordó perfectamente. Lo único que quería la última vez que vio a Dana, la última vez que subió al desván antes de perderla para siempre. El último día que la quiso con todo su alma. Quería dar la vuelta al mundo simplemente por poder sorprenderla por la espalda y abrazarla antes de que pudiera oponer resistencia.

Salió a trompicones del desván sin mirar atrás. Entró en internet y buscó la ruta más corta alrededor del globo para dar la vuelta al mundo. Olvidó el espejo, los vinilos y las pocas ganas de vivir en unos días que eran todos domingo. Se colgó la mochila en la espalda y salió a dar la vuelta al mundo simplemente por poder llegar a la espalda de Dana y abrazarla por sorpresa. 

No había olvidado lo que era abrazar. Aunque no quedara nada de ello en el desván.

Pero eso ya, es otra historia...



B.S.O.: "Everyday is like Sunday" (Morrissey)