Hola.
Soy mayor.
No tengo edad para escribir un diario.
Pero no llevé uno cuando era pequeña y eso me está pesando ahora mismo. En los últimos tiempos. Cuando ya no tengo edad para ello. Etapas no vividas en su preciso momento, se convierten en cargas y no puedes recuperarlas en otro instante que no toca.
Hoy tengo problemas. Estoy desorientada. Mi cabeza funciona a base de punzadas sentimentales y reacciona a todo con la estructura de un diario de una adolescente en el lenguaje y la experiencia de una mujer que está de vuelta de todo.
Esa soy yo.
Cómo me duele, pero soy yo.
Hoy ha sido todo bueno.
Por lo menos hasta ahora mismo.
Desde esta mañana.
Un día comprendí que mi corazón era más blando de lo normal.
Me lo enseñó la noche que me enamoró.
Lo entendí porque su corazón era como la caja negra de un avión.
Más tarde supe que si algo es el doble de bueno,
probablemente durará la mitad.
Aquel momento en el que me miró a los ojos
y me preguntó con su voz fuerte y decidida:
¿Has visto Pauline en la playa?
Compartí el descubrimiento de que
todas las chicas sueñan con vistas al horizonte.
Quería que dejara de besarle pero mis labios no respondían.
No querían separarse.
Temían que los suyos dijeran “vete, déjame ya...”
Las lágrimas se llevan el rímel mis ojos
como la tinta del bolígrafo.
Las lágrimas no me dejan ver la historia.
Las lágrimas dejan de ser lágrimas para pasar a ser
rímel decadente bajando
por las mejillas escarpadas sin sonreír.
Me rodeaste con tus brazos
y en ese instante comprendí
lo que significaba el verbo
ESTREMECER.
Querida cabeza:
No vuelvas a dejar que el corazón gane en tu campo.
Aspira al menos al empate
y dejaré de forzarte a darle vueltas continuamente a todo,
a no olvidar o a estructurar
pasados pluscuamperfectos inexistentes.
Cómo me fascinó leer lo de
aquella mujer de la limpieza sueca
Me gustaría hacerlo con una línea de metro
contigo y todas tus putas amantes dentro.
En el fondo debería estar más centrada
y dejar de hacer todo esto.
Siempre se me olvida que
soy diseñadora de futuros perfectos para los demás.
El candado con clave para que no entres
en esta cabecita mía
es más intimidatorio y simbólico
que efectivo.
Y si encima me la voy dejando
por cualquier bar que encuentro abierto
es normal que me pasen estas cosas.
Hay tantas cosas que quiero hacer
y contarle a mi diario
cuando llegue a ser joven
que me asusta no llegar a tener tiempo.
Sobre todo, por tu culpa.
Por encima de cualquier cosa TÚ.
Y el YO que nace
cuando estás cerca.
¡Hasta mañana!
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