martes, 20 de agosto de 2013

Otra noche sin dormir (Volumen 20): Me debería sacar el carnet de conducir (Segunda Parte)*


Anoche soñé que Catherine Deneuve me despertaba a gritos como si fuera una choni cualquiera. Sudoroso asumí la terrible realidad: Mi romanticismo empieza a estar bajo mínimos y mi criterio estético está empezando a bajar peligrosamente. 





Azorado por tan mala experiencia he empezado el día tomando el toro por los cuernos. He rebuscado en el cajón de los calzoncillos y, después de ignorar el hecho de que no había ninguno limpio y eso indica que me estoy abandonando a pasos agigantados, he recuperado tus cartas. Las he tirado encima de la cama y no he llegado a recordar por qué nos escribíamos cuando ninguno de los dos quería estar separado del otro ni tener que escribir cartas. He cogido una al azar creyéndome  Paula Vázquez en el Euromillón y la he leído con la esperanza de encontrar una respuesta a todo y, sobre todo, un punto de partida. Resulta que era una postal sin los necesarios tres códigos de barras de productos Pascual para entrar en el concurso, en la que estaban escritas unas breves palabras:

"Hola amor:

Te echo de menos. Mucho. 
Más de lo normal. 
Sigo sin entender por qué no te sacas el carnet de conducir y vienes a rescatarme. 
Sabes que sigo esperando que lo hagas y que mi carnet de conducir y mi coche no vale para ello.

Besos y dulces sueños."


Algo me recorrió la espalda recordándome que tenía espina dorsal y que no me sentaba bien estar tanto tiempo doblado. Pero más que la espina dorsal, la que hablaba a modo de descargas eléctricas en mi espalda, era ella. Ella estaba esperándome. Seguía haciéndolo. Seguro. Tan seguro como que yo seguía sin tener carnet de conducir y sin haberla rescatado. Miré a mi alrededor y vi las llaves del coche de mi padre en la mesa de la entrada. Esbozando el típico “hasta luego” casi sin vocales que solía dar a mis padres cada vez que salía de casa, di un portazo y me dirigí a coger el automóvil familiar como si fuera lo más habitual del mundo.

Evidentemente, no sabía conducir. Por no saber, no sabía ni como abrir el coche. Pero, contra todo pronóstico, lo puse en marcha y salí del garaje con total normalidad. Seguro que esa normalidad estaba basada en que seguía soñando, pero algo me decía que no.

No. 
Todos los coches no están equivocados y yo voy bien. Creo que finalmente puedo confirmar que el que ha cogido un desvío incorrecto y va contra dirección soy yo. Con todo lo que ello significa… Creo que no voy a poder salir de ésta. ¡Cuánto tráfico en contra! Es el momento en el que tengo que empezar a ver mi vida pasar como una serie de diapositivas a modo de inequívoco signo de que voy a morir. Y va a ser una muerte terrible. Me voy a estampar contra alguien a toda velocidad. Contra ese coche no, que es una familia y no quiero que mueran niños por mi culpa. Contra esa furgoneta no, que es un humilde repartidor y no tiene culpa de mi despiste. Contra esa jovencita no, que le quedan muchos años por delante y acaba de coger el coche de papá por primera vez. Contra ese coche tan viejo no, porque la humildad que demuestra hace que sospeche que la desgracia de morir ese cabeza de familia puede ser inmensa si le quito el sustento a los que debe tener detrás que ya ahora llegan a duras penas a fin de mes. Contra esa no, que tiene las tetas muy gordas y las tetas me han provocado mucha felicidad durante toda mi vida como para que no les haga un pequeño homenaje postmorten perdonando la vida a la poseedora de un buen par.

No encuentro una víctima propiciatoria contra la que me apetezca chocar para morir y no voy a poder aguantar mucho tiempo más este looping de esquivar coches y salir ileso…

Todo esto pasa en escasas décimas de segundo y se me está haciendo eterno.
Todo por coger el coche sin carnet, sin saber conducir, además de un desvío equivocado y no fijarme en la señal de prohibido.

¿Dónde está Nico Abad para estamparse contra él cuando se le necesita?




Milagrosamente, como tantas cosas en mi vida, me veo de repente cogiendo una salida a la carretera y aparcando correctamente en un hueco a la puerta de un bar. Esos bares que siempre han estado ahí cuando se les necesitaban, vuelven a salvarme el cuello. Las señales indican que debo tomarme unos buenos whiskies para calmarme y celebrar aquello, en el caso de que hubiera algo que celebrar, que siempre lo hay cuando el alcoholismo está llamando a tu puerta con insistencia.

Como no todo podía ser perfecto, a las tres o cuatro rondas, empiezo a cansarme de esperar a que me sirvan. Son cosas que me cabrean hasta en momentos como aquel. Unas buenas tetas detrás de la barra de un bar no siempre justifican un mal servicio. 


- ¡Perdona! ¿Me pones otra? Grité por enésima vez a esas tetas que tiraban de aquella camarera tan poco eficiente.
- Lo siento, vamos a cerrar.
- ¿Ya? ¿Y ahora donde voy? No puedo conducir así. Además no tengo carnet...
- Tranquilo, cierro y te quedas conmigo, que tengo algo que darte.


Todo el porno acumulado en mi cabeza durante tantos años empieza a darme información sobre lo que podían significar aquellas palabras. Normalmente, aunque tengo al porno en lo altares de mis mayores afectos y lo considero parte esencial de mi formación como persona, he de reconocer que su visión de la vida y de los comportamientos humanos, difiere ligeramente de lo que he ido viviendo yo. Aún así, siempre era el primero en reaccionar cuando de analizar comportamientos de personas atractivas a mi lado se trataba. 


- Toma -me dice mientras me entrega un sobre.
- ¿Qué es esto?
- Una de las cartas que se cayó de tu cama esta mañana al despertar.
- ¿Cómo?
- Léela...

Más asustado que sorprendido, abro el sobre nervioso y veo que era una carta de ella. Aquella letra era inconfundible. Antes de empezar a leer pasaron por mi cabeza unos cuantos conceptos acerca de los carnets de conducir, el amor, y las inevitables enseñanzas del porno.


"Hola amor:

Hace tiempo empecé a escribir una novela. Escribía lenta y pausadamente en mis ratos libres, sin que aquello pareciera avanzar mucho. Pero lo hacía. Voy por el tercer capítulo. La novela salía de mí y la escribía de dentro a afuera. Hoy está empezando a escribirse de fuera a adentro. Empecé a escribir una novela hace tiempo. Una novela para sacar lo que tengo dentro. Hoy estoy escribiendo una novela porque tengo ganas de leerla. Para ver qué me dice. Estaba dentro de mí. Ya está fuera. Estoy escribiendo una novela para leerla. Me está quedando muy bonita.

Besos."


Supongo que puse una cara de estupor tan evidentemente que aquellas sorprendentes tetas que llevaban a la camarera que me había dado la carta, se movieron para que una boca pudiera decir:

- ¿Y bien? ¿Algún problema? ¿Buenas noticias?
- No sé, la verdad... Supongo que me tienes que explicar algunas cosas porque...
- ¿De lo que pone en la carta? No la he leído, ¿Por quién me tomas?
- No, no... De todo lo demás: De cómo he llegado hasta aquí, de por qué tienes tú esta carta, por qué me la has dado, por qué sabes que hay cartas en mi cama desde esta mañana, cómo pueden ser tan maravillosas tus tetas.

Sonríe. Seguramente porque lo último no lo he dicho en alto aunque también me tenga bastante atolondrado. Es como aquello de que todo es tan y tan extraño y te sobrepasa tanto, que empiezas a dar importancia a lo que menos lo tiene. Aunque esas tetas eran bastante importantes. Mucho.

- ¿No te han enseñado que hay cosas que es mejor no saberlas porque rompen la magia?
- ¿Todavía crees en la magia?
- ¿Tú no?
- Yo sólo sé que he tenido un sueño rarísimo hoy con Catherine Deneuve en el queme despertaba a gritos como si fuera una choni cualquiera... 
- ¿Quién es Catherine Deneuve?
- Da igual, creo que estoy perdiendo el romanticismo y estoy muy preocupado.
- ¿No te preocupa más lo del carnet de conducir, tu aventura automovilística, la carta, mis tetas?




Asumiendo que lo de las tetas no lo había dicho y que era una jugada del porno acumulado en mi cabeza, contesto lo mejor que pude, intentando no ser grosero:

- Me preocupa que hay alguien que lleva mucho tiempo esperándome.
- ¿La Caterin esa?
- (Suspiro de resignación) No, la otra...
- ¿Me estoy perdiendo? ¿De quién hablas?
- Del romanticismo.
- Eso me gusta... Voy a cerrar; te llevo a algún sitio si me dices algo romántico... 
- A los clics de famobil cuando le quitabas el pelo tenían la cabeza hueca.


Pasó el día.
Y la noche sin poder dormir.
No recuerdo si nos besamos o no. Ni he vuelto a ver sus tetas. Pero la carta la tengo bien guardada junto con el resguardo del pago de la inscripción a la autoescuela. Ahora sólo espero que tu novela sea tan bonita como tú...




*
Es probable que nadie se lo plantee, pero en los últimos tiempos no hacemos más que sorprendernos con las lectoras y los lectores de cabezadeavestruz, y por si acaso avisamos para no caer en la tentación de ser traidoras: El que el título del relato incluya lo de “Segunda Parte” no implica que exista una (lógica por otra parte) “Primera Parte”, o sea que no que se vuelvan locas y locos rebuscando en el archivo del blog. Lo de poner “Segunda Parte” en el título podría indicar que hemos hecho algo tipo la saga de “Star Wars” y en un tiempo escribir y sacar las precuelas de todo esto. Pero no aspiramos a tener el éxito ni la demanda de la trilogía inicial (que luego resultó ser posterior) de “Star Wars”, ni nos acercaremos de cerca. Ni siquiera a la Trilogía de Chiquito de la Calzada. Bueno, aspirar, como diría Calamaro, aspiramos a seguir aspirando, que ya es bastante, pero esto no es el caso y nos estamos desviando (Y no estamos hablando de nuestros tabiques). El poner “Segunda Parte” en el título de esta entrada de cabezadeavestruz responde a un toque tramposo más de los que nos estamos haciendo adictas, como lo de que la parte femenina del blog escriba como personajes masculinos y viceversa, sabiendo que a nadie le importa un comino. Probablemente, la próxima entrega debamos titularla “La importancia de un comino: El retorno”

Nuestras sinceras disculpas por todo esto y el consabido agradecimiento por encontrarlos ahí una vez más.


PD: La Trilogía de Chiquito de la Calzada (“Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera”, “Brácula: Condemor II” y “Papá Piquillo”) nos parece una genialidad nunca bien valorada, por si alguien puede deducir lo contrario por lo escrito.



B.S.O.: Soy un macarra (Los Ilegales)



miércoles, 7 de agosto de 2013

El listín telefónico no salvó mi vida



"Because maybe
You're gonna be the one that saves me
And after all
You're my wonderwall"

(“Wonderwall”, Oasis) 




Ya casi no tienen utilidad. Nadie los utiliza pero los siguen repartiendo. Es una reminiscencia del pasado más en la que vivimos sin pensarlo demasiado. Los listines telefónicos ya no sirven para casi nada. Nada para lo que fueron creados. Puedes calzar una mesa con él, secar hojas y flores entre sus páginas, elevar la pantalla de un ordenador, defenderte de un acosador arrojándoselo... Pero no sirven para buscar a nadie. La gente que conozco no está en él. Aunque nunca he buscado demasiado. No he sentido la necesidad. Sólo te he buscado a ti, y tú no figuras. Pero sí tu casa familiar. Aquella casa a la que nunca vas ya. Está ahí, un número de teléfono que no sirve para nada, es el de tu casa familiar. Lo hubiera utilizado si lo necesitara o si supiera que allí te podría encontrar. 




No. 

Seguramente no lo hubiera utilizado aunque supiera que podía encontrarte allí. Ya no soy una jovencita arrojada al peligro y al riesgo de esos que buscan el número de tu casa familiar y llaman sabiendo que puede contestar al otro lado cualquier componente de tu familia ya olvidada que dejaste atrás. No sé cuánta gente vivía en aquella casa cuando tú también estabas, pero no me arriesgaría. Y ahora ya no sirve para nada.

Recuerdo un tiempo en el cual eran poderosos. Eran indispensables y creías que todo estaba en ellos. Pero desde muy pequeña empecé a rebuscar en sus números y no encontraba respuestas a cosas que no me preguntaba. Sus páginas llenas de números no me dijeron dónde estaba Amelia Earhart ni quién mató a Laura Palmer. A escondidas busqué cómo contactar con Ronnie Biggs pero tampoco tuve suerte, ni siquiera pude contactar con el equipo KAS de ciclismo que despareció allá por el 79 sin dejar ni rastro. 

A día de hoy mis búsquedas son menos ambiciosas. Me gustaría saber dónde localizar a Spike Lee sin tener que pagar una de las entradas caras del Madison Square Garden para preguntarle por qué hace tanto que no veo ninguna película suya, preguntar a algún familiar si Danuta Lato sigue viva y cómo lleva lo de la gravedad, saber a qué dedica el tiempo libre  Dolph Lundgren, o su equivalente femenino, Brigitte Nielsen




Quizás todo sea tan estúpido como pensar ahora mismo en localizar a Latrell "Melodía de seducción" Sprewell o a Ana, la de Enrique y Ana. 
Quizás todo sea tan estúpido como mal suena poner una “a” delante de un nombre que empieza por “a” como es Ana. Pero claro, hay que respetar el orden alfabético, como bien aprendí del listín telefónico que tanto me ayudó, pese a todo, cuando era niña. Cuando era niña y mi única aspiración en la vida era encontrar a alguien cuyos demonios fueran compatibles con los míos.

Hoy aquellos demonios que nunca conocí del todo, me piden que corte el listín por la mitad. Me lo piden, pero llamando al listín Páginas Blancas. Por todo eso y alguna cosa más, me tengo que plantear muy seriamente por qué llamo listín a algo que mucha gente llama guía. Y dejar de darle vueltas porque, ya sea en la “M” de maravilla, o en la “W” de Wonderwall (que ni siquiera existe, ni en castellano ni en inglés), no vas a aparecer, aunque tú seas la que tienes que salvarme...


Mi maravilla...



B.S.O.: Wonderwall (Oasis)

jueves, 1 de agosto de 2013

Me cuesta tanto leerte






Llevo días en los que me cuesta un mundo escribir. No consigo sacar de mí lo que quiero plasmar en el papel. Le echo la culpa al calor, a mis distracciones mentales, al facebook, al mundial de natación, a la última temporada de “Breaking Bad” o “Cómo conocí a vuestra madre”, a tu puta madre, a la cantidad ingente de polvo y pelusas que hay en el teclado de mi portátil, a la fecha del cumpleaños de mi padre que nunca recuerdo cuál es o al exceso de drogas que quizás esté pasándome factura y mis neuronas no sean tan ágiles como estaba acostumbrado.

Le echo la culpa a todo lo que puedo.

Y después de hacer un listado con todas las culpas que se me ocurren, me doy cuenta de que con ello lo mismo puedo escribir un buen relato. Quizás debiera tomar todo lo que me impide escribir con fluidez y cierta calidad, y montar un tribunal que depurara responsabilidades aplicando una sentencia justa.

Me lanzo a buscar abogados, juez, fiscal, jurado y todo lo necesario para montar el asunto. Llega Agosto y cuesta mucho encontrar gente activa y recursos. Me frustro al darme cuenta de que haciendo esto también me estoy quitando tiempo y atención para escribir correctamente.

Borro la lista de excusas y me encuentro de nuevo con el documento en blanco. El blanco me recuerda que llevo días en los que me cuesta un mundo escribir. En lugar de buscar culpables, e investigar bien el tema, me decido a elegir una cabeza de turco que se lleve todas las culpas y que una vez condenada, me deje dormir tranquilo (Y escribir).

Miro por encima de la pantalla del ordenador. De esa extraña manera que miran algunos por encima de sus gafas apoyadas en la mitad de la nariz pero por encima de la pantalla de un ordenador como si tuviera que escribir más allá de ella. Y no te veo enfrente. Y me preocupo. Y me doy cuenta de que llevo un tiempo sin escribir nada decente que enseñarte y el único culpable no puedo ser yo.

Entonces es cuando todo tiene sentido: La culpa es TUYA.
Toda TUYA.
Desde que aprendí a escribir para TI, no hay ningún factor que influya tanto en mi rendimiento que .

Alguna vez me dijiste que no se me ocurriera jamás incluirte en mis escritos.
Alguna vez yo te contesté diciendo que todo lo que escribo eres y es para TI.
Alguna vez te enfadaste por algo que leíste.
Alguna vez te juré que lo único que te podía asegurar sobre mis escritos es que todo lo que escribiera sobre TI nunca lo iba a pasar a limpio.




Ahora me he dado cuenta de que llevo días en los que me cuesta un mundo escribir. Quizás esté muy ocupado leyéndote a todas horas...