miércoles, 28 de noviembre de 2012

La increíble historia real de una noche desconocida, disfrazada de historia desconocida de una noche real (Con eróticos resultados…)


Habían pasado las horas. 
Los días. 
Las duchas y los olores. 

N se dispuso a contar, como tantas otras veces, las anécdotas de aquella noche a los amigos que se interesaban y no tuvieron la ocasión de verlas. Como tantas otras veces, pero mucho más rebuscado y extraño. Más extraño y totalmente diferente. 

N se dispuso a contarlo porque sabe que la distancia y el reposo de aquel momento es la adecuada para analizar y tener presente todos los detalles valorándolos en su dimensión correcta y no es excesiva como para que se difuminen o se pierda el interés y haya que volver a ellos cuando no sean más que retales difusos de una noche más de drogas, cariños, amistad, risas y aventuras (Con eróticos resultados…).

He aquí la reproducción, más o menos literal, de todo lo acontecido aquella noche de autos (porqué demonios se llamará “de autos” a las noches o los días) en la que su temprana desaparición y una teta perdida en el teléfono despertó el mayor de los intereses a todos los amigos de N, desde sus ojos, los que, aunque turbados por ciertas sustancias y el cansancio de la acumulación de fiestas, son los únicos que pueden dar testimonio veraz de aquella noche (Con eróticos resultados…):




“¿Que estaba raro yo aquella noche? Coño, como todas las últimas noches…  Francamente, no sé si estoy pasando un buen o un mal momento en mi vida, pero supongo que la rareza de todo lo que me rodea en los últimos tiempos hace que cada día, y cada noche –sobre todo cada noche- sea cada vez más extraño, alternándose momentos fascinantes, como la madrugada del viernes que nos ocupa, con momentos sin más y con pasividades vitales de lo más tenebrosas. ¿Cómo coño no voy a estar raro con la que tengo encima? Ahora, lejos de verlo como una losa o una desgracia, la actitud ante ello me está llevando por vericuetos maravillosos o simplemente interesantes, cumpliendo aquello que siempre he dicho que la actitud que tiene uno ante las cosas se transmite fuera de él y atrae o espanta ciertas cosas, y si está de bien la cosa y no se le da mucha importancia, se ve envuelto en circunstancias que en otras ocasiones, con una actitud neutra, depresiva, eufórica, ansiosa… o de cualquier otro tipo, condicionaría lo de alrededor y lo que tiene que venir. Pues claro que estoy raro últimamente, pero como estoy tan extraño y voy suelto para no pensar y pasa lo que pasa.

Todo surge de un momento de rarezas. De aquellos que le entra a uno cuando en instantes concretos de las noches largas de farra, ayudado por el alcohol y la farlopa, sin duda, empieza a separarse un poco de la línea oficial de la noche. 


(Para los no instruidos indicaremos que la línea oficial de la noche se refiere a estar haciendo lo pactado más o menos tácitamente por un grupo que sale de fiesta esa noche, siguiendo los ritmos, participando en las conversaciones, mimetizándose con el grupo y siendo uno sin más). 

Ese momento salida de la línea oficial de la noche siempre ha estado presente en mí. Incluso cuando uno está en estado óptimo o también llamado normal o estándar. Pero llegó a esa noche. Y entre lo disperso y extraño del ambiente, el exceso de farlopa y copas que llevaba y una escasa disposición a hablar de nada, la salida de la línea oficial de la noche implicó salir más de la cuenta de aquel garito a la calle a fumar.

Más veces de las normales.

Cuando sales mucho de un garito a fumar, tú solo, debes plantearte que o bien tienes un problema con la nicotina, o bien te aburres dentro del sitio, o bien tus amigos no fuman, o bien estás inquieto, o bien todas las anteriores son correctas. En aquel momento, ni yo mismo sabía por qué salía tanto a fumar, pero objetivamente fueron muchas veces y muy continuadas.

En una de ellas (concretamente la última de la noche del viernes) pasó algo. Se acercaron un par de tetas. Perdón, se acercó una tía, pero yo sólo veía un par de tetas, aunque eso es típico a esas horas de la noche cuando todo está un poco nublado por las consabidas copas y farlopa, y cuando uno está solo fumando, sin hacer nada, no puede menos que fijarse, por aquello de que en algo hay que entretenerse más que oír las conversaciones casposas de los porteros. 

Y en eso que las tetas hablan. Y no sólo hablan, sino que me hablan a mí. 

Cuánto tiempo sin venir por aquí, ¿No?
¿Cómo? No tenía una respuesta ingeniosa ni adecuada porque el fin de semana anterior había estado allí, y el anterior, y el anterior… Pero cualquiera se muestra con valor como para discutir con esos pequeños detalles a unas tetas…
Que hacía mucho que no venías por aquí…
Bueno, no sabría decirte… ¡Bien! Tío, te lo estás currando, eres encantadoramente gilipollas e ingenioso.
Pues yo hace mucho que no te veía. Vale, esto ayuda…
Puede ser...

Recapitulación mental: La tía (Vamos a mirar más allá de las tetas) me habla porque me recuerda. Normalmente nunca sé si es bueno o malo cuando me recuerdan por algo que yo no tengo presente, pero (Vamos a volver a mirar a las tetas) qué demonios me importaba eso ahora. Con tener cuidado y que no sienta que no tengo ni puta idea de quién es ya me vale en ese momento.

¿Qué? No estás demasiado hablador, ¿Me das un pitillo? Esto está aburrido, ¿No?
Buah… Como siempre, pero es pronto.
¿Pronto? Yo estoy hasta las narices ya… ¿Qué fumas? ¿Qué tabaco es este?

Pues sí que habla, lo mismo no tengo problemas con mi incapacidad para recordarla o mi ausencia total de gracia natural para fascinarla o por lo menos quedar bien… Y el cigarro se me está acabando, a ver qué hago ahora…

¿Estás con gente o solo?
Con gente, ahí dentro, claro…
¿No fuman?
Sí, pero supongo que ahora me tocaba a mí.
Pues yo solita, que estoy hasta las narices de mi gente. SOLITA” ¡Alarma! ¿Querría decirme algo con eso? ¿Por qué “solita” y no “sola” o “he pasado de mis colegas porque me aburría”?
Pues quédate con nosotros, sin problemas. Somos todos estupendos y divertidos. Si te apetece, ya sabes. Y tranquila, todos los demás son más encantadores y divertidos que yo, no te guíes por mí. ¡Olé! Me hinché al sentir que había tenido una respuesta más o menos ingeniosa y que daba lugar a diálogo con la quedaba más o menos bien… Orgullo y satisfacción.
Pues si tú molas mucho... Ahora sí que estoy satisfecho y orgulloso, pero qué hago.
Gracias, será que vienes borracha.
Tío, que ya te he visto más de una vez…
Siempre borracha.
¿Qué pasa? ¿Me estás llamando borracha o no me crees? Vaya, la jodí… Con lo bien que iba…
No te creo…
¿No? Ven que me lo vas a demostrar…  Y ahí se abrieron los mares y me vi en el abismo. Caería de bruces en el fondo del pantano o sería una playa del Caribe con el todo incluido en la pulsera.
Vamos donde tú quieras. ¡Órdago! O quizás fuera la farlopa… O la situación que estaba viviendo últimamente y la actitud y todo ese rollo que ya hemos hablado. 
Pues vamos, que vivo ahí al lado.
¿Así, sin más? ¿Cómo? Descolocado estoy, pero como últimamente todo suele ser así o mejor, pues será así. Voy a decirles a estos que me piro… 
Y me agarró la chaqueta…
Luego vuelves, es ahí al lado… ¡Ah! Vale, que tampoco me va a secuestrar ni nada… Ya me extrañaba a mí… ¿Tienes farlopa? ¡Aaaaah! Ahora sí, ya sabemos qué quiere…
Algo queda.
Algo tengo por casa yo también…

(Y aquí haremos una elipsis en la narración para saltar al descansillo del segundo piso donde a una broma mal planteada me respondió arrinconándome contra la pared desconchada de aquel inmueble y plantándome un beso succionador en mi boca previo a un ¿Te crees ya que molas o no? Que acabó con todos mis prejuicios y me llevó a otro mundo diferente donde nada importaba y todo lo que había fuera de aquellos labios pasaba a importar una mierda. Y explicaré sin muchos detalles como la conversación en el pequeño trayecto desde la puerta del bar hasta ese descansillo del segundo piso de aquel inmueble próximo fue tensa por no saber qué decir para no cagarla, y cómo fui buscando un momento de intimidad para tomar por primera vez un trozo de esa pastilla revitalizante que usan los tíos que necesitan cumplir bien con sus funciones vitales, que llevaba encima y que encontré con la excusa de mear en un césped por allí cercano esperando darle la espalda y poder ocultar mi acción)

Pasa, ponte cómodo.
Estoy muy cómodo. ¿No me ves?
¿Con toda esa ropa?
¿Y tú?
¿Me preparas una lonchita? Allí en la mesa de la habitación tienes un CD negro si quieres…
¿Un CD negro? 
Sí, para que las hagas allí... Voy al baño un momento.

Curiosos pensamientos. Siempre se cumple el cliché de ir al baño cuando una chica me lleva a su casa. Siempre. Vaya a pasar lo que vaya a pasar, siempre se va al baño al llegar. A veces he pensado que en todas las casas hay un circuito cerrado de televisión que se controla desde el cuarto de baño y que esa costumbre es una acción estándar para controlar nuestros movimientos y ver qué hacemos antes de pasar a la acción. Esto lo sumé al interrogante que me surgió al pensar qué tipo de persona tiene una caja de CD rotulado con edding negro con el aparentemente único objetivo de ser utilizado como apoyadero para hacer rayas y demás, encima de su mesilla de noche. Empecé a agobiarme un poco por los cubatas tomados y las rayas aspiradas, además de acordarme que me había tomado un trozo de pastillita mágica y que no sabía muy bien cómo funcionaba o no (tómala media hora antes me habían dicho algunos), ni cómo me iba a afectar y me senté en la cama mientras volcaba polvo blanco en el CD negro que ella había dicho, por si por algún caso, por raro que fuera, me estuviera vigilando por un circuito cerrado de televisión desde el cuarto de baño.

¿Ya estás?
Albornoz negro. Semi-cerrado. Erección. Posible, aunque no confirmada por razones obvias de visibilidad, cara de imbécil embobado por mi parte. Ya están…
Raya ella, raya yo. ¿Te has guardado algo para que me haga una aquí? 

Si amigos. Ese “aquí” se refería al compañero de entre mis piernas. Y sí, lo dijo acompañando el “aquí” con un apretón de su mano allí. ¡Uau! ¿Ya estás así? ¡Qué prisa, chico! Pues bueno…

Y empujó mi espalda a la cama y se colocó entre mis piernas haciéndome una mamada espectacular sin siquiera bajarme los pantalones más allá de las rodillas ni abrirse el albornoz mientras el amargor de la última raya que todavía rondaba por el agujero derecho de mi nariz era absorbido en un desesperado intento hacia dentro y me bajaba por detrás de la garganta, como tantas otras veces, pero con una tía chupándome la polla.

Estaba en la gloria. Lógico. Pocas veces mientras me la chupan no estoy en la gloria. Bueno, a decir verdad, hay alguna que otra vez en mi historial, pero claro, son las menos por suerte ya que quizás sea un afortunado que siempre me encuentro con gente que, o sabe chuparla muy bien, o a mí me lo parece. Alguna vez me rasparon con los dientes y no fue agradable. Alguna boca me encontré que no era del todo amplia y otras demasiado holgadas. Incluso algún piercing lingual mal aprovechado me hizo no pasarlo del todo bien. Pero esas veces son las menos. Pocas veces mientras me la chupan no estoy en la gloria.
Lógico. 
Estaba en la gloria.

Traté de incorporarla y besarla para… No sé muy bien qué. Si algo me gusta del sexo es no saber bien qué. Si tuviera un manual de instrucciones que siguiera en cada momento, seguramente me aburriría constantemente y dejaría de tener gracia el asunto. Traté de incorporarla y con sus manos e inusitada fuerza, sin sacarse la polla de la boca ni dejar de chupar, volvió a empotrar mi espalda contra la cama, sin dejar su tarea. Primer estímulo de la noche: Las riendas las llevaba ella. 
Como si no me había dado cuenta aún…

¿Te corres rápido?
¿Cómo?
Que si te corres muy rápido…
Uff, no sé…
Bueno, da igual.

Y en ese momento sí que pensé que me corro rápido. O que me iba a correr pronto. Supongo que decirlo fue lo que aceleró el asunto. ¿Qué debía hacer? Creo que como sigas así me voy a correr rápido, sí.
No importa, creí entender que decía con la boca llena acelerando el ritmo.
Me corrí. Mucho. Y no sabía qué decir. Rico, dijo ella. Y supe menos qué decir. Muy, muy rico. Voy al baño y me toca.

Entendido. Ahora tenía que ejercitar la lengua yo. Abre el segundo cajón de la mesilla y elige el que más te guste la oí decir desde lejos. Te dejo que escojas tú. 

Antes de que pudiera pensar qué habría de elegir ya había abierto un cajón lleno de vibradores y demás parafernalia sexual que, francamente, me abrumó por su cantidad y variedad. Probablemente es la impresión unida al desconocimiento, pero aquello me turbó bastante.

¿Ya? Había vuelto del baño desnuda y se acercaba a la mesilla.
Emm… No sé…
Deja. Metió sus manos en el cajón y cogió un vibrador negro de lo más corriente que había por allí a primera vista. Este es mi prefe cuando estoy con gente. Gente. En otros momentos reflexionaría el sentido que puede tener hacer una frase en esos instantes en las que están incluidos el concepto de gente y un vibrador preferido.

Se echó en la cama y me arrastró encima suya. Su cuerpo estaba frío. El mío también. Pero fue cuestión de un instante. Al rato, sin saber muy bien cómo, se empezó a masturbar con nuestro amigo de la mesilla.
Quiero comértela mientras me follo.
Tus deseos son órdenes creí bromear, aunque luego supiera que no era así.
Si, me vuelve loca…

Y volví a sentir mi polla en su boca. Y me volví más loco aún. La imagen era brutal. Y la sensación más aún. ¿Funcionaba tan bien el pedazo de pastilla que me había tomado o simplemente la excitación por la situación era tan potente que había anulado el efecto alcohol en mi libido masculina? Qué mas daba en aquel momento.

Agárrame las tetas. ¡Por favor! ¡Fuerte! Dios, cuánto hace que no hago deporte y qué oxidado estoy, pensé en aquellos momentos en los que todo costaba más de lo normal.
Me vas a follar, ¿Verdad?
¿Quieres?
¡Claro, cabrón! ¡Fóllame ya! Te quiero dentro…

Y ahí que fui, sustituyendo al siempre fiable amiguito negro que había cogido del segundo cajón de la mesilla y me introduje entre sus piernas. Algo estaría haciendo bien porque sus primeras palabras llenas de deseos imperativos pasaron a ser gemidos acompañados de fuertes arañazos en mi espalda. 
Claro que esto es una suposición.

Nos dimos la vuelta. Más de dos o tres veces. Me dijo que parara y pidió que se la metiera a cuatro patas y allí que fui. O intenté ir porque muy disgustada me dijo que así no y me dio la vuelta para quedar los dos enfrente del espejo que ocupaba la pared contraria a donde estábamos mirando hasta ese momento. No sé cómo pero salió de mí un momento (o me sacó, para ser exactos) encendió una luz tenue y suave de tono anaranjado y volvió a acoplarse en mí para seguir como dos locos salvo que, en este momento, mirándonos en el espejo que teníamos delante.




¿Quieres grabarme?
¿Cómo? No voy a desarrollar ahora la extrañeza que me produjo eso y todo lo que pasó por mi cabeza en ese instante en el que escuché o creí escuchar ¿Quieres grabarme? Entrecortando sus gemidos cada vez más acelerados.
Que si quieres grabarme...
No sabía responder y me sentí amoroso diciendo Lo que quiero es correrme y que te corras. Entiendo que al común de los mortales le parecerán esas palabras cualquier cosa menos amorosas, pero fue así. 
Sí, dale, no voy a aguantar más. Córrete en mi espalda, o en mi boca, o… ¿Dónde quieres correrte?
No sé…
¡¡¡Vengaaaaaa!!!

Y nos corrimos. Por allí. No sabría decir muy bien dónde. Al menos yo. Y quedamos rendidos el uno frente al otro. Amorosamente (ahora sí está mejor dicho, creo) agarró una manta sin moverse demasiado y nos tapó a los dos. Pasó el tiempo. ¿Cuánto? No soy muy de calcular en esos momentos. Pensamientos. Muchos. Placidez interrumpida. Bienestar. Inquietud. ¿Me debería ir ya? ¿Habría más? El móvil había sonado alguna que otra vez. El mío. WhatsApps de los amigos abandonados supuse. Volvió a sonar en esos momentos. 

Seguramente te echan de menos...
O a ti, que no es el mío, mentí conscientemente
El mío está apagado.
Bueno, da igual, ya se habrán ido…
¿Te quieres ir?
¿Quieres que me vaya? 
Ni de coña. Déjame que haga una cosa.

Me cogió al amigo de entre mis piernas y empezó a secarlo con un pañuelo de papel. Uff, te he dejado empapado dijo entre sonrisas buena señal amiguete… Si quieres voy al baño y me limpio, ¿Qué vas a hacer? No, deja, sólo quiero secarte un poco y que te pongas… ¡Tío! Qué rápidamente te pones, eres una joya… Me sentí tan tramposo como cuando robaba dinero de la banca mientras jugaba al Monopoly para luego no saber cómo explicar que nunca me quedara sin él aunque pasara mucho tiempo de partida sin cobrar nada y muchos se quedaran medio arruinados. ¿El pedazo de pastillita? Probablemente, si no de qué… Aunque cosas más raras se han visto y me he visto. ¿Me la dejas? Claro, toda tuya… Se alargó hacia la mesilla y cogió mi chivato con farlopa que había dejado allí tras las rayas iniciales en el fascinante CD rotulado de negro. ¿Puedo? Por supuesto. Y se puso una raya en mi compañero de entre mis piernas. ¿Te mola que haga esto? ¿Te lo han hecho alguna vez? Claro, volví a mentir cual tramposo de Monopoly one more time. Y ahora (snifff) a mí me pone muchísimo que te la hagas encima de mí. Eso sí lo había hecho alguna vez, fíjate, pero ahí no preguntó. ¿Dónde? Donde quieras. Su pecho izquierdo. Me gusta mucho. Si pudiera, a todas las tías con las que me meto en la cama les pondría una raya de coca en la teta izquierda y sería muy feliz. Pero ni siquiera lo pregunto nunca. Es más, normalmente ni me pongo con tías. Al menos estando desnudos y a otra cosa. Luego aquí, me dijo señalando el lado derecho de un precioso pubis casi totalmente depilado salvo por unos pocos pelos cortitos en forma de bonometro que salían de su clítoris dirección a su ombligo. Como quieras. Luego… Ahora te vas a enterar, si me dejas… ¡Marcha, marcha! Pensé mientras mezclaba un con mucho gusto con un morreo ansioso que volvió a despertar las hostilidades en aquel campo acolchado del placer.

Espera. Y se separó de mí. ¿Prometes no decir nada? 
¿Nada de qué? 
Olvidarás y si te cruzas con ella nunca decir que lo has visto
Claro, si ni siquiera sé lo qué es ni de quién hablas
Sí sabes quién es… Pero me fío de ti. 
No deberías, le dije sonriendo. 
Oye, no me jodas, dijo mientras volvía a la cama con una especie de tablet o pantalla de esas que tan en boga están ahora mismo. Déjate de cachondeo, prométemelo… 
Sí, lo prometo, soy una tumba.

Arrancó la tablet. Toqueteó con aquellos maravillosos dedos y de repente, en la pantalla, apareció una chica siendo follada salvajemente como hacía un momento habíamos hecho nosotros. A lo perrito, mirándonos fijamente. ¿Qué demonios…? Además, aquella imagen parecía esta misma cama o muy parecida. ¿Es aquí? Si, no le dirás nada si la ves, ¿No? Porque sabes quién esClaro, tranquila… 

Mentí, no tenía ni idea quién era. Pero tampoco sabía quién era ella y allí estaba. 

¿Esto es lo que querías que hiciera cuando me dijiste que grabara? 
No, esto está hecho bien, con la cámara y ellos colocados en buen sitio, grabado lo mejor posible. Me pone follar viendo esto. ¿Te apetece? 
Me pone, y ahí no mentí, creo… 

Follamos haciendo el loco mientras recolocábamos la tablet de un sitio a otro ante la incapacidad de ver bien los dos a la vez aquello. Pero era brutal. Los gemidos de la pantalla y los suyos. Mi respiración y las tetas colgando de su amiga. Sus movimientos y mi excitación. Volvimos a morir del gusto. Al menos yo, claro. Y ella parecía, pero eso nunca lo sabe un tío al cien por cien.

¿Tu amiga sabe esto? Pregunté cuando recuperé el resuello. 
Claro. ¿Para qué te crees que lo grabamos?
¿Ella hace lo mismo? 
No. A ella no le pone verse… Rio pícaramente… No, a ella le gusta verse conmigo.
¿Y ese video existe?
Claro. Ella lo utiliza mucho, dice.
¿Me lo enseñas?
Ni de coña.
Pero si ella lo utiliza con otros… Y acabo de verte de miles de maneras y a ella también…
Es diferente.
Bueno, no insisto. Mentí. Deseaba ver aquel vídeo como nada en el mundo en aquel instante. Volvería a ello cuando pudiera. No hizo falta: Te dejo verlo pero sólo una parte. ¡Bien! me dije infantilmente para dentro. Lo que sea. Con una condición... Miedo. Mucho miedo sentí ahí, no sé por qué. Me imaginé grabando algo, haciendo algo extraño de lo que tras la resaca me acordaría y me daría miedo o vergüenza, imaginé mi cara de orgasmo rulando por internet, pensé en el segundo cajón de su mesilla… Pero, sobre todo, pensé en mi incapacidad para no decir que no en ciertos momentos y me aterré. Quiero que grabes mientras te la chupo y me masturbo. Vale, no parecía difícil. Claro, pero yo no sé utilizar estos trastos… No, con mi móvil. Es más cómodo...

Me volví a poner tremendamente cachondo. 

Y llegó la parte cómica de la noche: Su móvil sin batería. El cargador que no tiene cable suficiente para colocarnos bien y en acción, los cambios de postura, la excitación creciente. Usa el tuyo, me dijo. No, mejor no, no me fío de ti. Hazme una foto, déjame. Cogió mi móvil y me lo volvió a dar. Le hice una foto. De su pezón, de su cuerpo en plena acción. ¡Déjame ver lo que haces! Y cogió el móvil con una mano sin parar de masturbarse. Creo que se olvidó un poco de mi amiguito. Se dedicó a ella y reventó. 
Y yo miraba. 
Y reventé. 
En ese mismo pezón previamente fotografiado de mala manera y con torpeza que tanto placer le produjo verlo...

Pensé que me hace falta un curso de fotografía para saber captar imágenes en estados alterados y totalmente puesto de farlopa y alcohol. 

Pensé que eso no existe o al menos no he visto nunca un anuncio al respecto.

Pensé tanto que me quedé dormido y evité el teching típico de las noches de farra tan intensas.

Me desperté con el cuerpo molido. Repasando los mensajes en el WhatsApp de los colegas a los que abandoné. Ninguno me lo echa en cara. Tampoco yo lo hubiera hecho. Desaparecí de una manera como podría haberlo hecho de otra, pero no me despedí. 


Ellos me entienden… Recibieron aquel pezón perdido en sus teléfonos en un momento extraño que no recuerdo cuál fue. 

(Con eróticos resultados…)"




B.S.O. I: Muérdeme (Los Romeos)

B.S.O. II: Arañas mi piel (Los Romeos)

B.S.O. III: Teching (Piratas)

B.S.O. IV (Resumen de todo): Mi vida rosa (Los Romeos)







jueves, 22 de noviembre de 2012

La nota escrita en Comic Sans



He decidido escribir algo tan bonito que me vas a tener que amar toda la vida, aunque tú no quieras…





Lo he decidido y he salido corriendo a contártelo, a la parada del autobús donde nos dábamos al amor. 

He llegado asfixiado -sí, lo sé, fumo mucho últimamente- y cuando he recuperado el resuello -qué demonios querrá decir “resuello”- me he dado cuenta de que no estabas y me ha dado miedo.

Pero el miedo no me ha impedido ver que habías dejado una nota allí para mí. Una nota encima de los horarios de aquel autobús que nunca queremos que venga para poder tener más tiempo para los dos.

Una nota escrita en comic sans.





Nervioso, me encendí otro cigarro.

Tras cuatro o cinco caladas nerviosas me tranquilicé un poco. El poco que me dio recordar que no puedo tenerte en cuenta que me escribas notas en comic sans, por mucho que lo deteste, mientras que siga mirando tus fotos al irme a dormir…


Por fin lo supe: He decidido escribir algo tan bonito que me vas a tener que amar toda la vida, aunque tú no quieras…

No te preocupes por ello: Sólo hay algo peor que una nota escrita en comic sans: Una nota en comic sans impresa por dos las caras...





B.S.O.: La Cama (Julio de la Rosa)


lunes, 19 de noviembre de 2012

Si paras de beber tanto, verás menos pollas, pero las disfrutarás más



Si paras de beber tanto, verás menos pollas, pero las disfrutarás más.


Aquellas palabras atronaban en su cabeza como todas las que aprendió siendo pequeña y que aún sometían su escala de valores a paroxismos estúpidos como el consejo sobre pesca que le dio su abuelo, la recomendación de su profesora de ballet enfadada que precipitó sus anhelos de ser una gran bailarina o los Diez Mandamientos.




De los Diez Mandamientos ya no recordaba diez. Ni siquiera seis. O sí, pero no quería pensar en ello. No solía pensar en ello.

La cara de aquella puta entrenadora con modales nazis no se iba de su cabeza y cada vez que veía algo relacionado con el baile o andaba de puntillas la odiaba con más y más fuerza por haber sido tan cruel como para decir a una niña con todo un mundo de ilusiones por delante que se dedicara a otra cosa y dejara de ir a sus clases.

Sobre la pesca había olvidado casi todo. Menos el olor a tabaco negro de su abuelo y sus dientes extrañamente colocados. Pero le gustaba mucho el pescado. Y el marisco, aunque no tenga nada que ver con su abuelo y sus consejos de pesca.


Si paras de beber tanto, verás menos pollas, pero las disfrutarás más.


Su cabeza era así. Despreciaba los consejos, pero aquellas palabras empezaron a mirar a sus ojos con la fuerza de un millón de pollas erectas. De pollas de verdad, no de las que ella solía ver cuando salía y se emborrachaba.

Como buena chica de excesos, decidió salir aquel día y no beber. Nada de alcohol. Algún que otro refresco. Sin disimular con drogas.




Y vio pollas, sí. Pero le dieron tanto miedo al ir sobria que decidió que nunca más querría ver una polla sin haber bebido lo suficiente.


Si paras de beber tanto, verás menos pollas, pero las disfrutarás más, se dijo a sí misma y volvió al bar de siempre con ganas renovadas y un hígado ansioso de seguir mutando en paté…


Y no volvió a recordar ni a su abuelo, ni a la entrenadora de gimnasia, ni a los Diez Mandamientos. 
Bueno, quizás al Sexto sí, porque era inevitable…


Tu polla sabe a whisky barato y a ti. 
Sabe a whisky barato…





martes, 13 de noviembre de 2012

Microrrelatos sin pudor (Volumen 29): La historia de un tipo triste cualquiera



Érase una vez un tipo triste cualquiera.

Un tipo como tú o como ese en el que estás pensando. 
Como tantos otros. 

Aparentemente, su vida era buena y habitual. 
Su deambular por el mundo era intachable y nadie se atrevería a decirle lo contrario. 

Pero este tipo triste cualquiera, vivía una típica vida triste cualquiera que le hacía comprar pecados en los Todo a 100 chinos porque los de las grandes superficies le parecían muy caros y elegantes.

Día a día, el tipo triste cualquiera se creía feliz con su vida de saldo, porque comprar pecados en los Todo a 100 chinos no estaba mal, y casi todo el mundo lo hacía aunque nadie lo contaba. 

Mes a mes, año a año, el tipo triste cualquiera vivía su aparente vida buena y habitual.

Hasta que llegó un buen día que fue a comprar su pecadillo habitual al Todo a 100 chino de debajo de su casa y se enteró que ya no quedaban y que no los iban a traer mal.

Asustado se marchó y se dio cuenta que ya era tarde para todo y que no volvería a pecar.
Ni siquiera de saldo.
Y pensó que daba igual.

A fin de cuentas, él solo era un tipo triste cualquiera. 







B.S.O.:Oh, qué raro soy” (Siniestro Total)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Otra noche sin dormir (Volumen 17): De cartas y cuerpos





Esa extraña sensación al despertarme, en la que soy completamente consciente de que el día ha nacido muerto. 
Y seguir con eso adelante…


Poner en el mp3 portátil el Patience de Guns N’Roses en bucle. 
Una y otra vez.




Coger la carta después de leerla y pensar qué coño podría hacer para entenderla. Al menos, sacar algún mensaje de ella, saber lo que tratas de decir en esas líneas.
Mirarla por arriba y por abajo, por delante y por detrás. Leerla en diferentes idiomas sabiendo que no soy políglota y por ahí iría en camino equivocado. 
Pasarle una vela para ver si está escrita con tinta de zumo de limón, introducirla en un control antidrogas para contrastar si está escrita con sangre y qué ha podido adulterar la misma. 

Desesperada, mirar al espejo al lavarme la cara. 

Ahí está la respuesta. 

El espejo que todo nos lo dice, hasta lo que no nos gusta. 

Enfrentar tu carta al espejo del baño, pero no ver nada. Seguir sin ver nada.
Pensar en el espejo de cuerpo entero que tengo en el dormitorio. En ese dormitorio donde pasamos tantas noches maravillosas y donde no quieres volver a entrar como si fuera la zona de exclusión tras una catástrofe nuclear.
Desnudarme como tantas veces me hiciste. Yo sola. 
He aprendido a hacerlo. 
Desnuda coger la carta y ponerla frente al espejo. Detrás ponerme yo completamente desnuda.

Y ahí está la respuesta. 

El reflejo del espejo me da lo que estaba buscando.

(Minutos después me masturbo como casi nunca lo he hecho en mi vida hasta ese momento)




Poner en el mp3 portátil Un buen día de Los Planetas en bucle. 
Una y otra vez. 

A todo volumen…







lunes, 5 de noviembre de 2012

Esa noche, como tantas otras noches, conocí a alguien.




“No me suicidaría. Soy una de mis personas favoritas.”




Esa noche, como tantas otras noches, conocí a alguien.
Conocí a alguien que, a su vez, no sabía quién era Charles Barkley.

A menudo, demasiado a menudo, la relación que establezco con los demás se basa en cosas tan importantes como esa. El resto de acompañantes esa noche basaban sus interacciones en cosas menos importantes como el tamaño de unas tetas, el grosor de unos labios, el respingar de un trasero o, menos aún, el brillar de una sonrisa o el destello de una mirada.

Yo conocí a una chica que no sabía quién era Charles Barkley.

Y llegó el momento: Los músicos dejaron de tocar. Nosotros seguíamos allí. Nos quedamos solos en medio de la pista. Empezamos a bailar, en silencio. Escuchaba su corazón. Sólo su corazón. En silencio. Los músicos habían dejado de tocar, pero yo no podía quitarme de la cabeza esa primera impresión. Escuchaba su corazón tras esas grandes y apetecibles tetas que se rozaban con mi cuerpo sin dejar apenas espacio para que pasara el viento y erizara nuestros pezones, aunque los suyos lo estaban por alguna extraña razón que no llegaba a comprender. Y yo seguía pensando que ella no sabía quién era Charles Barkley.




Esa noche, como tantas otras noches, busqué algo insulso de qué hablar para disimular mi desazón vital al estar ante alguien que no conocía a Charles Barkley. Mira como se parece aquel tipo a Nicolas Cage, dije sin medir las consecuencias. Sonrió y por un momento casi olvidé quién era y qué hacía allí. Es verdad, es igualito, me susurró al oído aunque la música ya había dejado de sonar y no era difícil escucharnos.

Esa noche, como tantas otras noches, me reí de alguien junto con una desconocida.

Pero esa desconocida desconocía quién era Charles Barkley. Ni siquiera le sonaba.

¿Ves? Nicolas Cage sí se quién es. Y ese tipo se le parece mucho. Además, supongo que será tan mal actor como él y si nos acercamos a hablarle pondrá la misma cara de palo que lleva poniendo Nico en todas sus películas los últimos veinte años. Me gustó su comentario y sonreí sinceramente. Vamos a ello, dije.

Nos acercamos al tipo que se parecía a Nicolas Cage y empezamos a tener una de esas conversaciones estúpidas que se suelen tener en los bares cuando llega el momento que los músicos dejan de tocar.

Y los abandoné en su conversación, dejando atrás aquellas tetas que hacía un rato habían estado pegadas a mi pecho y tenían erizados los pezones sin saber muy bien porqué ya que no corría el viento entre nosotros.

Esa noche, como tantas otras noches, una chica que no conocía a Charles Barkley, folló con alguien que se parecía a Nicolas Cage mientras yo me iba a casa para hacerme una paja imaginando que estás en mi cama…