viernes, 22 de abril de 2011

Tirando de archivo: Besos Furtivos





La siguiente entrada fue publicada en cabezadeavestruz el 9 de Abril de 2010. Por la proximidad del Sábado de Gloria, lo oportuno de las fechas y alguna sugerencia recibida al respecto, nos congratulamos con la idea de volver a publicarlo y que alguien lo descubra por primera vez.Y por supuesto, lo hacemos...
Gracias por la atención y enhorabuena a los premiados



Siempre había tenido muchas ideas en la cabeza. A veces le dolía por no poder soportar tantas y tantas locuras (las llamarían algunos), ensoñaciones (dirían otros), divagaciones (pensaría ella) o estupideces (asegurarían sus mayores). Le dolía no poder dar rienda suelta a todo lo que su cerebro llega a tener en su interior. Le aterra pensar que habrá muchas más cosas dentro de su cabeza el día que se muera, que las que podrían salir de ella aunque viva catorce millones de vidas más sin actividad cerebral, dedicada exclusivamente a dar rienda suelta a sus ideas
Algunas son recurrentes: Son las mil veces repetidas. Son las que producen obsesión. Son las que cíclicamente se repiten una y otra vez y que nunca son satisfechas por más que las deje vía libre. Sueños, obsesiones, instintos…

Toda ella es especial. Le gusta la idea de besar a desconocidos sin que tengan tiempo de reacción e huir. Es una actividad excitante, furtiva, aunque también peligrosa. Las mejores ocasiones siempre aparecen a la salida o entrada de los bares atestados de gente. Una mirada esquiva aunque penetrante en la distancia. Un acercamiento que finge ser casual cuando las trayectorias de las personas se cruzan en sus respectivos intentos de salir y de entrar en el garito. Un acercamiento intencionado y un beso apasionado, para instantes después, desaparecer entre las masas. Las reacciones y consecuencias de la acción son muchas y las que la conocemos podríamos contar miles de anécdotas –algunas terribles, otras excitantes y maravillosas- surgidas de esa extraña costumbre. Su actual pareja es fruto de un beso a persona desconocida. Su anterior pareja dejó de serlo porque se enteró de que había practicado a menudo el beso a desconocidos. Su vida amorosa, puede decirse que gira en torno a su extraña tendencia de besar a personas desconocidas. Algunos le llaman sexo, ella y yo lo llamamos amor. Una de las formas de amor más puras y dignas que puede haber. Sin ambages ni condicionantes. Partiendo de la fascinación por alguien. Alguien no conocido, alguien al que acaba de ver en la lejanía y con el que quiere hacerse uno, aunque sólo sea el instante eterno de un beso apasionado.
Hay quien ve esto como una soberana gilipollez. Otras lo vemos como una bella manera de caminar por la vida. En esta sociedad se da demasiada importancia, pero para mal, a los besos. Se protegen y se hacen exclusivos. Se monopolizan. Se convierten en valla de propiedad. Se les cortan las alas. Ella simplemente es una liberadora de cariños y fascinaciones. Adora besar a desconocidos. Fugazmente. Apasionadamente. Con los cinco sentidos. Y esto es más de lo que se puede decir del noventa por ciento de los besos que se dan cada día en el mundo. Un beso suyo a una persona desconocida tiene más de verdad que la mayoría de los besos que los demás, timoratos cobardes, daremos durante toda la vida, por muy enamorados o apasionados que estemos en el momento de hacerlo. Un sorpresivo beso suyo conlleva más pasión y verdad que ninguno de los que yo llegaré a dar en mi vida. Sólo uno de sus besos a cualquiera transmite más amor que el que la mayoría de nosotras vayamos a compartir en nuestras insípidas y correctas vidas de besos medidos, calculados y casi programados.

Para ella son cinco segundos. Su beso hace que la vida sea eterna en cinco segundos. Y no necesita los cinco minutos que cantaba Víctor Jara, le basta con cinco segundos. Cinco segundos de ternura, de amor sincero, de pasión, de plenitud…
Adoraba las multitudes: En ellas se hacía más fácil encontrar personas a quienes besar. Aunque no las buscaba conscientemente. Los conciertos, las manifestaciones, los bares de moda… Todos esos sitios dónde se congrega mucha gente. Allí se movía como pez en el agua, eran sus “San Valentines” particulares.

A pesar de ser una chica terriblemente desordenada y disoluta, le llamaban poderosamente la atención, le encantaban, casi todas las manifestaciones y formas sagradas. ¿Qué hay más sagrado que el amor? Lo místico, lo sacro, lo ritual. Esperaba ansiosamente la llegada de la Semana Santa a su ciudad para extasiarse de manera disimuladamente profana con el deambular de los pasos por su ciudad, los olores a incienso, a claveles y a cera, los resplandores en las penumbras, los silencios, las solemnidades…
Sus amigas nunca entendieron dónde venía ese interés por tan arcaica tradición. No comprendían cómo a una chica como ella, con tantas diatribas mentales profundamente alejadas de lo ritual, de lo religioso, podía tener el más mínimo interés en una celebración tan rancia y arcaica como son los días en los que se conmemora, folklórica e hipócritamente, la pasión de Cristo.
La Semana Santa está masificada. Las procesiones son un hervidero de gente que ve pasear a dos filas de nazarenos que preceden a un paso que engrandece una figura religiosa. La oscuridad, lo solemne… Los olores, las músicas, los silencios… En esas celebraciones todo es más difícil: La gente observa, las masas juzgan, las personas miran con desdén a todo el que se salga del ritual. Por el centro de la celebración llevan túnicas y capirotes y nunca estás seguro de que cuando levantes la tela que le cubre la cara vayas a encontrarte la belleza que requiere un beso, por muy furtivo que sea.

Pero ella era diferente. Ella tenía mucho amor que dar ¿No es eso lo que predicaba Cristo? Ella quiso besar a quien merecía ser besado, como tantas otras veces. Pero esta Semana Santa no se jugaba una discusión con una pareja celosa, un bofetón a destiempo, o un enamoramiento indebido… Esta Semana Santa, en esa procesión no parecía una buena idea, pero como siempre dijo ella: ¿Quién marca qué está bien y qué no está bien?...

En los periódicos la trataron de loca, de provocadora, de obsesa, de desequilibrada… Tantos y tantos injustos adjetivos que a los que la conocemos nos parecieron excesivos cuanto menos, por no decir fuera de lugar e injustos. Más aún si analizamos la escasa descripción que se hacía en esa misma noticia de la cantidad de cofrades, de estandartes, de cirios, de cruces… Que golpearon su cuerpo sin piedad hasta que la policía la consiguió sacar de allí.

Paradójicamente recuerdo cómo ella decía que no había nada más peligroso que una persona “piadosa” y “beata” fuera de sí. Su educación en colegios del Opus le hacía hablar con cierto conocimiento de causa.


Hoy voy a verla al Hospital. Sigue sin tener buena pinta. Los médicos no dan mucha esperanza de recuperación. Seguramente no vuelva a andar en una buena temporada y va a tener que depender de alguien muchísimo tiempo para hacer las cosas más elementales. A pesar de todo, ella sigue sonriendo bajo los aparatos que le sujetan la mandíbula y las heridas que afean un poco (sólo un poco) su bello rostro. Ella sigue soñando. Ella sigue amando. Ella sigue viviendo:

- Tenemos que ir al cine en cuanto salga de aquí
- Lo que tú quieras. ¿Qué quieres ver?
- Alicia, la de Tim Burton
- Por supuesto, cuenta conmigo. Además, Johnnhy Depp en 3D debe estar…
- Lo que daría por poder besarlo… Si me lo cruzara un día de estos…
- ¿No puedes parar? ¿Cómo puedes estar pensando en eso ahora?
- No puedo. ¿Hay algo más importante con lo que soñar? ¿Hay algo más por lo que merezca la pena vivir?

No encuentro respuesta. Probablemente lleva razón.

Sólo hay algo que me gustaría que fuera diferente: Me gustaría ser Johnny Depp. Me gustaría ser desconocida para ella. ¡Cuántas veces he fantaseado con ser esa persona desconocida a la que miraba en el medio de una multitud y a la que acaba besando! ¡Cuántas veces he soñado con no conocerla para que ella me pudiera elegir a mí!

A veces me planteo que quizás debería darle un beso.
Pero no me atrevo.
Yo no soy como ella.
Yo soy normal.

Aunque no hay día que no me maldiga por serlo…



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