martes, 14 de septiembre de 2010

Otra noche sin dormir (Volumen 4): "Cómeme el corazón..."


Otra noche sin dormir, y ya está empezando a preocuparme. Hay cosas que impiden que descanse como quisiera y perturban mi sueño. No estoy tranquilo. Tampoco lo contrario, que no sé qué es. Hay cosas que no me dejan, hay puertas abiertas.

Hoy casi concilio el sueño, pero un susurro me inquieta. Un susurro, probablemente imaginario, atormenta mis sueños.



"Cómeme el corazón..."

He vuelto a acordarme de ella. He vuelto a recordar cómo me sedujo. He vuelto a recordar cómo la perdí. He sido consciente de que Silke ha vuelto a desaparecer. Una vez más. Quizás definitivamente.

No le hice demasiado caso cuando estuvo cerca. No le di demasiada importancia cuando desapareció la primera vez. Y todo tiene un límite.
 

"Cómeme el corazón..."

Me dijo una vez y yo no la entendí.
Desapareció de mi lado.


"Cómeme el corazón..."

Me volvió a decir tiempo después y seguí sin entenderla.
Desapareció de mi lado.

Ahora vienen a mi memoria perturbada, los de siempre recordándome aquello de que sólo se valoran las cosas cuando se pierden.
 
No puedo dormir, la echo en falta. Sé que se ha ido muchas veces y otras tantas ha vuelto, pero esta vez es diferente. No se ha ido: hace tiempo que ya no está.
Me incorporo de la cama como tantas veces y paseo por la habitación intranquilo.

Desde mi cama me piden que vuelva. Debería estar acostumbrada a mi insomnio, no es nada novedoso. Para disimular me siento frente a ella con el primer libro que tengo a mano y hago como que leo. Tanto disimulo, que me leo de un tirón “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. Disimular haciendo algo, a veces es más importante que hacerlo directamente.
 

Me intranquiliza su final. Si no lo había leído hasta ahora era por algo:

Vladimir: Alors, on y va?
Estragon: Allons-y.
Ils ne bougent pas.

Sigo disimulando cuando llegan las primeras luces del día. La llegada de la mañana es una bendición para un insomne. Es como el día de la victoria para un revolucionario: A partir de entonces ya no tiene excusa para luchar y, aunque cree haber vencido, sencillamente ha acabado todo. Victoria al fin, pero fin.

Me piden que vuelva a la cama:


-    ¿Cuándo te has hecho ese tatuaje?
-    ¿Qué tatuaje?
-    Las letras de tu espalda
-    ¿Qué pone?


No quería realmente que me lo dijera.

-    ¿Cómeme el corazón?...

Por supuesto.
Silke se ha ido. De nuevo. Para no volver.
 
No recuerdo haberme hecho el tatuaje, pero tampoco la recuerdo constantemente. Ese es mi problema. Esa es mi culpa.

"Cómeme el corazón..."


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