martes, 27 de julio de 2010

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 9): La insoportable simetría sexual

Terminó y, sin levantase de ella, echó una mirada bajo la cama. Buscaba por allí lo mismo que ella buscaba mirando al techo mientras follaban. No era una muestra de desprecio, aún seguían unidos, pero necesitaba encontrar éso que le había perturbado su momento íntimo. Flácidamente unidos, buscando algo que no sabía lo que era.

¿Qué buscas?
No lo sé, lo mismo que tú buscas en el techo, quizás esté aquí debajo.
Yo no miro el techo, te miro a ti.
No he tenido esa impresión...
Las impresiones son relativas. Te he mirado a ti, con toda mi alma… Y, ¿Por qué buscas debajo de la cama algo que yo busco en el techo?

Había reconocido su mirada al techo. Estaba todo perdido. Nada volvería a ser como antes. Su sexo perfecto requería simetría, y entre miles de calcetines sucios, zapatillas, pelusas y libros viejos, buscaba algo que se la devolviera. Ella miraba al techo, él estaba totalmente flácido. Ya no les unía casi nada. Sólo la simetría podría salvarle, pero no encontró nada debajo de aquella cama.




¿Qué buscabas en el techo?
¿Qué buscabas bajo la cama?
Yo he preguntado antes...

El silencio confirmó el final de la simetría.

¿Sabes que hace 6 años que murió Carmina Ordóñez?

La simetría estaba rota. 
Definitivamente. 
Flácida y perdida.


 

sábado, 24 de julio de 2010

Otra noche sin dormir (Volumen 3): El insomnio prometido


Otra noche sin dormir, y ya van unas cuantas. Cuando llega el calor, el insomnio me ataca despiadadamente. Da igual lo que haya hecho a lo largo del caluroso día, al llegar el momento de dejar mi espíritu en manos de Morfeo lo único que hago es sudar y dar vueltas en la inhóspita cama.

3:00 a. m.:

La desesperación me puede y me levanto de la cama. Busco algo de agua fresca en la nevera y me enciendo un cigarro. Fuera de mi casa el silencio se ve perturbado por el ruido de unos lejanos amantes que parecen pasarlo moderadamente bien. No sé quiénes son, ni me interesa. Sólo quiero dormir. Lo último que me apetece con este calor es hacer un trío. Ni siquiera quiero masturbarme, hace mucho calor. Lo único parecido al sexo que me gustaría hacer ahora es ser violado por Sean Penn, aunque no creo que él lo sepa. Apago el cigarro como lo hace lo suele hacer Sean y busco la cama. Nadie apaga los cigarros como Sean, nadie se va a la cama como él.


4:00 a. m.:

Me levanto de la cama sudoroso y angustiado por la idea de ser violado por Sean Penn. No me parece una persona dulce y cariñosa a la que entregarme en cuerpo y alma. Bebo algo de agua y está caliente. En estas fechas no se pueden dejar las botellas fuera de la nevera, se calientan demasiado rápido y, cuando el agua no está fría, no me sabe igual. Me enciendo un cigarro a la manera de Sean Penn. Fantaseo con la idea de ser violado dulcemente por Sean. Busco en la Wikipedia por si existe alguna manera de ser violado dulcemente, pero no consta. La Wikipedia siempre dice la verdad, o eso dicen. Apago el cigarro y no me acuerdo de Sean Penn. Quizás sea buena señal. Vuelvo a la cama sin fantasías.

5:00 a. m.:

Sean Penn es un hijo de puta. No puedo quitarme de la cabeza que en vez de querer violarme, se acueste con Robin Wright. Supongo que si yo no fuera yo lo entendería, pero eso no es consuelo. Robin es sagrada. Adoro a Sean, pero Robin es sagrada. Me enciendo un cigarro maldiciendo lo caliente que está el agua. La meto en la nevera porque sospecho que la noche puede ser larga y no merece la pena que esté fuera. ¿Cuánto fuma Sean Penn? ¿Me violaría fumando o apagaría el cigarrillo antes? Una violación no se premedita y es impulsiva, por lo que si tiene el cigarro en la boca no tendría demasiado sentido que lo apagara antes. Aunque la idea de Sean Penn mirándome con deseo a los ojos, dando una calada al cigarro para posteriormente apagarlo mientras se acerca a mi cuerpo y me fuerza, me atrae más que la lógica de que esas cosas sólo están así de preparadas en las películas. Y por la lógica de que Sean Penn ni siquiera me conoce. Y por la lógica de que a Robin Wright no le haría mucha gracia el asunto, y si uno tiene una chica como Robin Wright como pareja, lo último que quiere es disgustarla. ¿Fuma Robin Wright?

 
6:00 a. m.:

El sol empieza a entrar por la ventana. El silencio de la noche empieza a convertirse en la calma del amanecer. Una calma sólo perturbada por el calor que empieza a crecer con la luz y con el sonido de dos lejanos amantes que parecen pasarlo mejor que antes, aunque no sean los mismos. Acaso si lo son y en el sopor de la noche se hayan acercado el uno al otro, fantaseando con ser violados por Sean Penn o con ser Robin Wright y sentirse deseada por Sean, y no hayan podido evitar volver hacerlo. A lo mejor lo han hecho alguna vez más, silenciosamente, y yo no me haya enterado. Sean tampoco sabrá nada del asunto. Ni Robin. Robin es demasiado virginal como para imaginarse a alguien follando en esta noche de verano mientras fantasea con ella.

Pongo la tele buscando algo que me haga olvidarme del insomnio. La tele sí que da sopor. Los anuncios de contactos lo invaden casi todo, probablemente es una señal. “Como desees” me dice uno de ellos. “Como desees”. En la claridad de la mañana una voz complaciente sale de la tele diciéndome “Como desees”

Apago el enésimo cigarro de la noche a lo Sean Penn.

“Como desees”.

La respuesta era Robin Wright y yo la estuve buscando en Sean.


"COMO DESEES", Robin Wright Penn…


jueves, 22 de julio de 2010

Anticrónicas de Conciertos en lasgafasdemike.com: Yo tenía un novio que tocaba en el Casla Rock (II Edición del Casla Rock: 10-07-2010, Casla, Segovia)




Nueva Anticrónica en Las Gafas de Mike:

(II Edición del Casla Rock: 10-07-2010, Casla, Segovia)

En esta me he tenido que esforzar más de la cuenta (aunque no lo parezca, como de costumbre) ya que ha sido mi primer evento con acreditación... Sí amigos, ese pase de prensa que te permite entrar en los camerinos, beber de gorra, ligar con todas las grupis... En definitiva: Ser mimado y agasajado como un ser de mi calaña merece (aunque tengo dudas de que la acreditación tuviera algo que ver en ello).

Como siempre, pasen y lean, que hace ilusión.

Desde aquí quiero dejar constancia de mi agradecimiento a la Organización del Festival, esperando sean comprensivos y de memoria frágil, y vuelvan a invitarme el año que viene...

¡Son unas máquinas!

domingo, 18 de julio de 2010

Retomar la senda adecuada. Retomar alguna senda.



Hoy por fin me he decidido. Hoy es el día. No pienso en el ayer, el único día que importa es hoy. No sé si podré vivir el hoy desprendiéndome del ayer. No estoy seguro de conseguirlo. He de perseguirlo. El ayer está invadiendo el mañana. El mañana es más pequeño que el ayer. Al mañana le quedan cada vez menos hojas que caer. Es tremendo pensarlo, pero el mañana no existe. Y no estoy siquiera poniendo ladrillos en su muro para que pueda llegar a crecer. Simplemente no existe. Y eso me aterra cada vez más. Y eso me aterra terriblemente cuando miro al ayer. Ese ayer como monstruo fagocitador que se va comiendo todo mi hoy sin que la desidia que me invade me permita hacerle frente y ponerle freno para empezar a trabajar el mañana. Ni el mañana, ni el hoy, me invade el ayer.

Tengo planeado vivir sólo una vez. Sólo una vida me dejó en herencia mi madre. Pobrecita. Si por ella fuera, seguramente me hubiera dado más de una vida para trabajar el ensayo-error hasta encontrar la respuesta. La respuesta no está en el viento. La respuesta no está en mi interior. Hay otros mundos, pero están en este. Este mundo ya no da para más y no soy capaz de buscar ningún otro. Tengo planeado vivir sólo una vez, y el tiempo se me va acabando.

No sé qué quiero hacer con mi vida. Quizás no deba saberlo y tenga que dejar de darle vueltas al asunto, pero hay que hacerlo por convencimiento, no por desidia. Desidia. Desidia. Busco en mi interior y al borde del camino, me llama la desidia. Me voy con ella a todas partes. Me siento con ella al borde del camino. Me beso con ella. Me drogo con ella. Me acuesto con ella. Y ni siquiera sé quién es. Sólo sé que me posee siempre que quiere. Y quiere siempre.

He de trabajar para comprarme unas orejeras de las que usan los burros que me obliguen a mirar al frente. Que al menos, si quiero buscar la desidia, tenga que girar la cabeza. Si me obligo a girar la cabeza cada vez que quiera abandonar mi mirada al frente, quizás el esfuerzo que me supone me obligue a seguir mirando al frente. La desidia es tan poderosa que hasta puedo utilizarla en su contra. Una vez descubrí que era del tipo de personas que no se levantan del sofá y se van a dormir a la cama porque el esfuerzo que les supone es mayor al premio que se supone que voy a recibir.

He decidido volver a ser yo mismo. No sé si lo he sido alguna vez, pero quiero volver a luchar en pos de ese personaje que quería llegar a ser y que he olvidado quién es. Lo peor de perseguir una meta es no saber cuál es. Los maratonianos saben que tras el inhumano esfuerzo de correr cuarenta y dos kilómetros encontrarán la meta. Yo no sé cuánto debo esforzarme para llegar a dónde no sé que quiero ir. No sé lo que quiero. Casi ni sé lo que no quiero. De ahí debo partir.

Se me acaba el tiempo.

A veces sonrío por inercia. Habitualmente digo que soy feliz porque no sé qué es ser feliz y me cuesta demasiado trabajo plantearme que quizás no lo sea.  Yo no he visto naves ardiendo más allá de Orion. Ni siquiera sé si he visto cosas que vosotros no creeríais. Pero he de inventármelas. No ha llegado la hora de morir. Aunque seguramente está más cerca de lo que nunca he pensado.

Se me acaba el tiempo.

¿Debería arder en alguna nave más allá de Orion? No, mejor buscar cosas que nadie más creería. Con poco tiempo, sólo tengo una vida y ya he gastado más de la mitad. Aunque mis primeros años fueran inútiles por ser un ser disfuncional movido por los hilos de una sociedad que abochorna a sus cachorros tomando maneras mongólicas e indescriptibles para interactuar con ellos. Como todos. Como todas. Menos los afortunados expósitos, que no recibieron lo que el gran poder llama cariño familiar.

Tampoco es útil la última parte de casi todas las vidas. Vuelves a los orígenes. Eres dependiente. Y ni siquiera despiertas ternura, sino cierta repugnancia por el olor corporal que desprendes y que no tienes ni puñetera idea de dónde salió, pero que te acompaña todos esos años haciéndose cada vez más insoportable para los “útiles” que te rodean. Cuando naces hueles mal y se ríen. Cuando mueres, hueles mal y te abroncan y produces asco. Es injusto, pero no lo he inventado yo. Ni siquiera he decidido si quiero oler bien o mal.

No soy consciente de mi llegada y pequeña adaptación funcional al mundo. No quiero ser consciente de mi salida y pequeña desadaptación funcional al mundo. La primera etapa la viví porque no pude elegir. La segunda no la voy a vivir.

Eso acorta aún más el mañana. Mañana puede ser simplemente esta tarde. Mañana puede ser simplemente este cigarro. Este cruce de peatones. Esta discusión con el borracho del bar. Esta mirada sin red en el vacío. Poner demasiadas precauciones en el mirador restringe la vista, aunque asegure un poco el mañana. Hay que buscar la barandilla que no tape demasiado la vista, pero que no invite a borrar de un plumazo el mañana.

Se me acaba el tiempo… ¡Cómo duele!
 

martes, 13 de julio de 2010

Otra noche sin Dormir (Volumen 2): Colores

Otra noche sin dormir, y hacía bastante tiempo que no pasaba. Por más que lo intento no consigo tomármelo en el sentido oriental del asunto. Los japoneses, o los chinos… O no sé muy bien quienes y en qué idioma exactamente, utilizan la misma palabra para decir crisis y oportunidad. Para mi deberían inventar otro vocablo que viniese a significar algo así como ni crisis ni oportunidad. Ni siquiera soy tan importante para que me pasen esas cosas, para que otra noche sin dormir me suponga un estado de crisis o represente una buena oportunidad para algo.
Quizás no debiera darle tantas vueltas a la crisis – oportunidad. Realmente creo que lo escuché en un capítulo de los Simpsons y yo el único problema que tengo es que estoy pasando otra noche en blanco.

¿Por qué es una noche en blanco? Si estoy a oscuras y hago fuerzas por mantener los ojos cerrados con el objeto de sumirme en la más profunda de las tinieblas, ¿Por qué en blanco? Quizás quien puso colores a las situaciones fuera un ciego y no tuviera muy claro cómo era cada color, aunque fuera muy buen buscador de símiles o de alegorías.

Nunca me he quedado en blanco en un examen, por mucho que eso sea lo peor que según las alegorías cromáticas pueda sucederle a alguien. Sí, muchas veces he hecho exámenes de pena, y en muchos no he contestado nada (Otra vez el blanco, dejarlo en blanco… Pero aquí parece que va bien a no ser que siga extendiéndose el uso del papel reciclado de tono pardusco) pero los mayores problemas que se me han presentado cercanos a lo que se llama quedarse en blanco para mí eran más quedarse en tutti-frutti, en arcoiris, en algo multicolor… 



Cuando una prueba académica me iba rematadamente mal y no sabía que responder, pasaban por mi mente millones de estímulos en forma de pensamientos, muy alejado todo de quedarse en blanco. Blanco sucio tal vez. Era capaz de analizar las mil y una razones por las que no sabía que contestar a las preguntas que demandaba el examen, a analizar si en el aula había alguien más en mi misma situación y quién era la persona más alejada de una realidad como la mía, analizaba como sería la vida de quien nos examinaba o vigilaba, con cuántas de la clase me lo haría y porqué, con cuántas me lo haría bajando un poco más el listón (¿Aún más?), quién era el más gilipollas, quién estaba copiando, qué iba a hacer esa tarde, qué podría haber hecho para haber evitado llegar hasta esa situación de ignorancia, pará que serviría esa prueba… Por supuesto me convencía una y mil veces de que eso no se iba a volver a repetir y machaconamente me torturaban pensamientos en contraataque convenciéndome de lo contrario y cuestionándome cómo me quería engañar a mí mismo… ¡Cómo si no me conociera!...

Ir de punta en blanco es sinónimo de elegancia, de coherencia estética... Cuando no hay nada más incoherente, al menos para un caballero, que vestirse de inmaculado blanco, a no ser que se esté en Ibiza en verano o que se sea metrosexual y se tenga una apariencia física potable. La mayor muestra de elegancia a la que aspira un hombre de clase media de provincias es la que puede exhibir en una boda de algún amigo… Si se le ocurriera ir con un traje blanco, seguramente el comentario que no se oiría en ningún caso sería el de ir de punta en blanco, sino cualquier otro muchísimo más dañino y ofensivo hacía su concepto de la estética y del buen gusto. Mi concepto de la estética y del buen gusto me indica que el blanco no es precisamente un color elegante para casi nada, exceptuando las paredes y el Ducados, y las dos cosas no suelen ir unidas, pues otra de las desventajas del blanco es que pasa rápidamente a tender a hueso, beige, amarillo… Sobre todo si sometes a la encalada pared al terrorífico humo del blanquecino Ducados.

Vayamos al otro extremo. Por qué a alguien se le ocurrió también que el blanco y el negro son extremos y contrarios… Tener el corazón negro es ser despreciable, es ser ruin… En definitiva, es ser muy malo. No hay datos históricos que lo corroboren, pero apostaría a que Hitler, Ivan el Terrible, Pol Pot, Torquemada o Franco tenían el corazón rojo, como todos… Y a la izquierda, me atrevería a apostar también, aunque esta apuesta tendría un ligero hándicap pues resulta que existen personas con los órganos colocados al lado contrario del normal, situs inversus, que tiene una frecuencia de 1 cada 10000 nacimientos. No obstante, Adolfito y compañía eran bastante especiales en sí mismos, y lo mismo representaban ese nacimiento de cada diez mil. En cualquier caso, es indiferente con respecto al color cardiaco, y si no lo es, mis conocimientos médicos me impiden valorarlo en demasía.

Negros tengo yo los pulmones, de fumar, o eso me han dicho. O eso me quieren hacer creer. Y no creo que sea malo, al menos de momento, porque con la ola de puritanismo que nos invade, puede llegar el día en el que los fumadores, por aquello de tender a oscurecer nuestros pulmones, seamos considerados despreciables ciudadanos de segunda.

No puedo dormir… 

Todo está a oscuras, en tinieblas, pero nadie me diría que estoy teniendo un día negro. Solamente porque es de noche. A pesar de que a la noche se le represente con el negro. Tener un día negro es lo peor que le puede pasar a uno. Eso es lo que me enseñaron desde pequeñito y es así para casi todo el mundo. Nadie pensaría cuando se habla de día negro en un día laborable porque así se represente en el calendario, si no que se lo pregunten a los parados por obligación. De acuerdo que tener que trabajar es duro y terrible, pero de ahí a que el concepto de día negro venga por la labor… Simplemente debemos mirar a los hosteleros que trabajan en fin de semana, ¿Deberían tener un calendario con colores distintos?

¿Tienen más días negros los países del Norte por aquello de la climatología? Se les llaman días grises. Relacionamos el gris con el nublado del cielo, con Londres, con Edimburgo… Pero los días grises en contraposición a los negros, son aburridos, monótonos, tediosos. Que le pregunten a un escocés si le preocupa mucho si el día es gris o amarillo. Si tienes planes con una chavala imponente y se nubla el cielo quizás te veas obligado a pasarlo bajo techo y lo mismo te montas una maratón sexual de escándalo que, según las circunstancias, puede, y sólo digo puede, resultar más entretenida y gratificante que el primigenio plan de paseo por el parque municipal truncado finalmente por la climatología y el color gris.
Un tipo gris es una persona sin mucho encanto, desdibujado como individuo, carente de luminosidad. No he oído a nadie nunca comentar que alguien gris puede ser una persona equilibrada, equidistante de los extremos blanco o negro. En vez de dar valor a esa equidistancia, lo vemos como pobreza cromática, como persona insulsa e indefinida. ¿El gris es el centro como opción política? Quizás. Por eso todos quieren llegar a él, porque resulta menos violento a ambos lados, al negro o al blanco.

Volviendo al negro, tenebroso, malvado, ausente de vida… Es quizás el color menos indicado para un velatorio por que hunde más y más a los ya de por sí apenados concurrentes al sepelio, sin embargo, basta darse una vuelta por cualquier garito mortuorio para ver que las tendencias son invariables temporada tras temporada, y el negro sigue sin pasar de moda. Mi abuela lleva desde que la conozco vistiendo de negro. Cuando no tenía luto por su padre, lo tenía por su hermana, cuando no por su tío, por su sobrino… Incluso creo que una vez era por una vecina. Sin embargo no puedo concretarlo demasiado bien porque el negro de su apariencia no variaba… No existe el negro claro, ni el negro oscuro. Creo que las imágenes de su cara sonriente siempre aparecen en mi memoria en blanco y negro. Creo recordar alguna mínima ocasión vestida con alguna prenda blanquinegra. Creo que son las mismas ocasiones. Las mismas insignificantes ocasiones. Mi abuela tuvo una vida negra… Pero a nadie le escuché decir nunca, ni un solo día de su vida, que tuviera un día negro… Eso parece reservado para otras ocasiones. ¿Cuáles? Para mí y mi noche sin dormir no, desde luego… Aunque piense que mañana sí que voy a tener un día negro por no dormir… 
Pero, ¿cuándo es mañana? ¿A qué hora del día o de la noche estamos autorizados para utilizar el término día negro sin quedar como incultos?

Tener la negra encima es otro ejemplo del daltonismo del impulsor de las definiciones de circunstancias vitales expresadas en colores. No cuesta demasiado trabajo pensar que dependiendo en qué ambientes nos encontremos, tener la negra encima puede suponer multitud de cosas haciendo más o menos énfasis en la palabra negra. Podemos personalizarla en una bella damisela afroamericana. Podemos también personalizarla en una fea damisela afroamericana. Podemos personalizarla en una afroamericana. O en aquella mulatita que a todos nos gustaría tener encima a la que tantas y tantas canciones caribeñas recurren en sus estribillos, sin que sepa muy bien yo, si es como concepto etéreo o como una persona real.

Hay quien indica a menudo que las personas nos ponemos amarillos de rabia. Siempre habrá quién confunda la rabia con la ictericia, pero hoy en día, por mucho que nos empeñemos, amarillo, lo que se dice amarillo, lo que para cualquier persona representa el color amarillo, probablemente el lapicero con el que coloreábamos el sol intentando no salirnos de su contorno en el colegio de pequeñitos, de ese amarillo no se ponen, ni siquiera los asiáticos, a los que toda la vida se les ha llamado amarillos sin que su tonalidad epidérmica varíe en demasía de la caucásica establecida en el mundo occidental como patrona y guía de la normalidad.

Muchas y muchos transitan por la vida esperando a su príncipe azul y evidentemente pasan y pasan los años sin llevarse a la boca más que bastardos cortesanos de diversos pelajes que lo más que se han acercado al azul ha sido artificialmente con potingues e ungüentos varios al disfrazarse de pitufo en algún bochornoso carnaval o en algún acontecimiento deportivo para vergonzosamente animar a su equipo que viste colores azulados dejándose llevar por ignominiosas masas de extraños, y no precisamente principescos, personajillos de medio pelo.
Buscando y buscando lo más que puede una o uno es ponerse azul del enfado. O eso dicen que pasa cuando uno se enoja mucho. Todavía no he visto a nadie no ya ponerse azul, sino acelestarse lo más mínimo por muy reventado de ira que estuviera. Incluso los bochornosos hinchas azules del evento deportivo cuando estallan de ira, no hacen más que perder paulatinamente, y en progresión geométrica con la subida del nivel de su enfado, el de por sí ya vergonzoso maquillaje azul que se va haciendo más y más ridículo al común de los mortales y, si nos ponemos puristas con lo cromático, menos y menos azul cada vez.

Los hospitales están pintados de verde porque dicen que relaja. En un hospital no hay nadie relajado. Si me vistiera de verde con más asiduidad quizás me tranquilizara, pero no le veo la relación. Siempre me han gustado las cosas verdes para todos mis sentidos menos el gusto. A nadie le gusta la verdura, no es más que una imposición de un mundo que nos obliga a estar cada vez más sanos y más guapos, pero nadie quiere llegar a ser un viejo verde por comer verdura. Todo el resto del verde me llama la atención. El verde se asume desde pequeñito a lo sexual (los chistes verdes) y según creces descubres que no hay mejor sitio para practicar cosas de esa índole que un buen prado verde. No hay nada más habitual que poner verde a alguien, incluso mi madre decía poner de hoja perejil, que vendría a ser muy, muy verde. Ser un viejo verde ha sido de las pocas cosas que creo que he dicho siempre que sería de mayor. Supongo que es un problema de falta de metas vitales, pero no es nada despreciable. El verde lo hemos asociado a los alienígenas, pero nunca los hemos visto. Quizás siempre hemos hablado mal de ellos sin conocerlos, por lo que su verde viene de nuestros insultos…

Una de las razones por las que tardé tanto en comenzar a escribir este blog, fue la vergüenza. Sin embargo, nunca me recuerdo rojo por ello. Estar rojo de vergüenza es algo comúnmente aceptado, y desde pequeñitos nos reímos del compañero de clase que se “pone rojo” porque le ha hablado esa chica que todos sabemos (aunque él no se haya dado cuenta aún) que le gusta. Nunca contamos con la posibilidad de que esa persona se pusiera roja porque se estuviera asfixiando. Una vez ya mayorcitos, es común ver a alguien a nuestro alrededor ponerse rojo tras tomarse alguna que otra copa, pero según parece, siempre creemos que es debido a la presencia de alguna persona que todos sabemos (aunque él no se haya dado cuenta aún) que le gusta. Nos podemos acercar a la persona en cuestión para discutir el asunto, pero en ese caso tendríamos a alguien que se pone aún más rojo y si a la que le estamos haciendo pasar un mal trago e incluso comerse un marrón…

Comerse un marrón representa ser el responsable de un problema a los ojos de otra persona. Comerse un marrón es una estupidez más de nuestros desvelos caótico-cromáticos. Un marrón es un problema muy grande, aunque todos pasamos por situaciones difíciles en las que nuestros desvelos son de cualquier color menos marrones. Esto me hace recordar que estoy pasando otra noche sin dormir.

Sólo hay algo que pueda contrarrestar ese marrón: La caca de colores

Con su permiso, me voy al WC.

Dulces sueños.


miércoles, 7 de julio de 2010

Obsesiones y Parafilias (Volumen 7): Las Mantis Religiosas



Nunca me gustó morir. 
Es algo para lo que nunca estuve preparado. 
 Hay veces que la vida te depara sorpresas, hay veces que la vida se convierte en muerte.


Me acerco a ti aunque sepa que me vas a matar. Aunque piense que quizás me acerque a ti precisamente por eso. Quiero ser devorado mientras copulamos salvajemente. Quiero que te comas mi cabeza, aunque no vayamos a tener un puto futuro. 

Yo te busco, mantis religiosa.

Me arrastro para que seas la mujer que se coma mi cabeza mientras copulamos como fieras, mientras follamos como insectos. La hembra dominante que sabe que un rato con ella no deja que la vida posterior merezca la pena y te mata. Para que me devores.

Me obsesionas, mantis religiosa. 

Tu monstruosidad sin conciencia aparente, sin debilidades visibles, seducen y dejan a tu paso un reguero de sexo y muerte. Quiero que me poseas, aunque en ello encuentre mi perdición, aunque encuentre un merecidísimo y mortal castigo.

Pasaré por encima de las cabezas cortadas de los que sufrieron lo mismo que yo, los que se obsesionaron contigo. Saltaré cualquier obstáculo buscando la muerte copulando contigo. 

Eres sublime, no especialmente bella, pero desprendes un infinito atractivo y una gran personalidad. 

¡Cómo caminas!
Cómo exhalas el humo a tu antojo sin que nada parezca importar a tu alrededor, tu peinado, tus gafas negras, tu aura, tu vestido… 
Todo totalmente medido. Todo controlado.

Te presentas fácil, accesible, y a la vez inalcanzable. Sólo te podré poseer si me convierto en tu esclavo, en el bufón de tu corte, en tu chico de los recados...

Te muestras fría, pero sé que eres ardiente. Tu apariencia frígida esconde el placer infinito. Tú eliges y llevas las riendas. Y sé que me vas a matar.


“Siempre he tenido debilidad para lo que yo llamo mujeres kamikaze. Las llamo kamikaze porque, bueno, se estrellan con el avión. Son autodestructivas. Pero se estrellan contra ti y tú te mueres con ellas”

 No eres una mujer kamikaze por las que tenía devoción Woody Allen en Maridos y Mujeres. No eres de aquellas que se lanzan vertiginosamente a la vida y deciden chocar contra mí: Soy yo el que te va a buscar, aunque sepa que el choque es mortal.

Eres una de las cosas, con absoluta certeza, por las que merece la pena vivir, aunque ese punto álgido de mi vida signifique mi muerte.



La perversidad humana no tiene límites:
¿Hasta qué punto, puede llegar la imaginación y la maldad de la mantis religiosa?
¿Hasta qué punto puede llegar a dominar una mujer como tú?

Quién es más perverso entonces...

¿Tú o yo?