martes, 5 de enero de 2016

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen 15): Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen


(Foto: Berta @solofaltabaaqui)


Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos... 
Oyó cantar a la chavalería por el rellano de la escalera mientras se intentaba relajar en aquella destartalada mecedora. ¿De dónde habría salido aquella mecedora y por qué era tan incómoda? Quizás debería tirarla un día de estos, se dijo a sí misma mientras sus manos bajo la manta que le cubría paseaban entre sus piernas. ¡Qué bonita es la palabra chavalería y qué coñazo es su concepto!

Hoy no estoy para nadie, pensó mientras se intentaba convencer de que aquello no era vida. Pasar las tardes en aquella desvencijada y ruidosa mecedora bajo una manta no era un síntoma de que su vida fuera por buen camino. Fuera llovía a mares. Es lo que toca en estas fechas, se dijo con actitud de tópico insustancial mientras oyó de nuevo la canción de los Reyes Magos un poco más cerca. Ahora no era la chavalería, sino una voz adulta que le resultaba familiar, la que le llegaba del descansillo de la escalera. ¡Qué bonita es la palabra descansillo y qué inquietante es cuando se vive en una casa sin vecinos!

Debería levantase de la mecedora y hacer algo útil. Debería. Debería hacer tantas cosas que el tonillo de aquella voz que cantaba que ya vienen los Reyes Magos y que estaba empezando a reconocer, le estaba causando un miedo impropio en ella. Un miedo terrible hacia algo que venía de un descansillo de una escalera inexistente, en una tarde lluviosa meciéndose en un sitio incomodísimo bajo una manta que debería tener tantos años como ella. ¡Debería cambiar de vida! Se dijo en voz alta como si estuviera loca, con la única pretensión de que la persona que cantaba en el inexistente descansillo de la escalera y que cada vez identificaba mejor y sentía más cerca, le oyera.

Como con tantas cosas en su vida, lo habitual sería dar la espalda, levantarse de la mecedora y asomarse por la ventana para ver cómo llueve. Afortunadamente, tampoco había ventanas en aquella casa baja y eso le libró de la cansada tesitura de sacar las manos de debajo de la manta y levantarse de la mecedora.

Debería tener una buena ventana para ver cómo llueve fuera, se dijo voz en grito. Ahora no pretendía que le escuchara la voz que cantaba lo de los Reyes Magos y que ya había identificado como un antiguo amor que no funcionó y que seguía persiguiéndola por muy rápido que intentara caminar. Claro que la persecución era bastante irreal ya que no huía sino que penaba con sus manos bajo la vieja manta sentada en la cochambrosa mecedora.

La canción de los Reyes Magos cesó por un instante. Cesó como cesan de llegar los regalos cuando te haces mayor.

¡Has perdido la cabeza! - se oyó decir a la voz de su antiguo amor desde fuera.
Estoy tirando mi vida a la basura, pensó ella en voz alta y sin ganas de contestar a nadie. Porque seguramente, nadie había.

Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos...






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