“...Y
yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
- El hilo musical.
- ¿Desde cuándo tenemos hilo musical en el convento?
- No es del convento, sale de ahí abajo...
“...Y
yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
- Pero, esta canción... Es muy...
¿Cómo lo diría?
- Mala, Hermana, mala.
- Bueno, hay gustos para todo.
- Es muy mala, Hermana. Déjese de
caridad cristiana y demás. En confianza entre usted y yo: Es muy
muy mala.
- ¿Podemos apagarla?
- Debemos.
“...Y
yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
Y que tu dulce boca ruede por mi piel
Y yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi piel...”
- ¿No daremos en la cabeza a esa
señora si cerramos para que no se oiga la música?
- ¿Qué música?
- ¡Hermana! Está usted muy
despistada últimamente. ¿De qué estamos hablando?
- ¡Ah! La canción esa... Es que
llamarla música...
- ¡Qué mala es usted, Hermana!
- Es que es una canción muy mala,
¿Cerramos?
- ¿Y si le damos en la cabeza con
la tapa a esa señora que sube?
- Los Caminos del Señor son
inescrutables...
“...Y
yo sigo aquí, esperándote
Y que tu dulce boca ruede por mi pielY yo sig... (SILENCIO)
Y que tu dulce boca ruede por mi pielY yo sig... (SILENCIO)
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