jueves, 3 de julio de 2014

Lo peor de no usar corbata habitualmente es no poder usarla para atar tus manos cuando quiero follarte


Mi vida está llena de frustraciones. Algunas reversibles cual camisetas de tres al cuarto. Otras irremediables como las limitaciones físicas derivadas de la edad o estados carenciales del organismo. Pero las más duras, por lo estúpido de su explicación o lo anormal de su causalidad, son las que provienen de cuestiones estéticas. El no follar por no gustar. El no ser nadie por no tener un cuerpo diez. El ser despreciado por vestir diferente. El no poder atar tus manos con una corbata para follarte porque nunca uso corbata.

La ausencia de corbata en mi modo de vestir da un toque desenfadado a mi estilo. Proporciona libertad a mi cuello y mi garganta. Me impide trabajar en ciertas empresas, despachos e incluso en organismos oficiales. Pero lo más duro de no usarla es no poder atarte las manos para follar contigo.
   




A pesar de ello, me levanto de la cama y le digo “buen día” al mundo con la ilusión de que antes de llegar la noche todas estas cosas que me pasan por no llevar corbata sean intrascendentes y consiga que te abalances sobre mí en cualquier momento y me asfixies con lo primero que tengas a mano. Y la ilusión me llega hasta que en la noche cierro los ojos buscando un nuevo día sintiendo el agobio extraño en la garganta que me oprime como si usara corbata a la manera en la que alguien siente como le pica un miembro amputado. A pesar de ello, el “buen día” deposita todas sus esperanzas en la noche, que es cuando más cerca estamos la una del otro, porque es el momento en el que más posibilidades hay de caer juntos y desnudos en la cama. Cuando ya no importen las corbatas y el silencio de lo que nos rodee se haya convertido en oscuridad cómplice.

En ocasiones creo que lo pienso todo demasiado y eso hace que te vayas de mi lado sin ni siquiera dar importancia a que lo peor de no usar corbata habitualmente sea no poder usarla para atarte las manos cuando quiero follarte.

En el fondo no es más que una más de mis imposturas estéticas. Solo quiero despertar y tras el “buen día” ver que una vez más los periódicos mienten sobre mí: "Él no era una persona normal ni saludaba siempre a todos sus vecinos".

 Llevara o no llevara corbata...





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