lunes, 27 de enero de 2014

El cuento de Yurima, la Princesa que se atasca



Oda a Carlota Casiraghi

"Un día, cuando aún era bien pequeña,
Carlota me dijo que no hay mayor fidelidad
que la que hay que tener a los propios sentires.


Miré sus ojos y supe que yo ya no tenía escapatoria,
por mucho tiempo que pasara,
por mucho que cambiara al crecer,
por más que lo más fiel que hubiera existido en mi vida
fuera Carolina, su madre."






Erase una vez, un tiempo en el que todos los cuentos debían empezar con “Érase una vez”:

En aquellos tiempos, las tardes de los domingos en invierno tenían su encanto especial. A muchos les deprimían porque no eran capaces de disfrutarlas pensando en el inevitable lunes posterior. A otros les mataba porque la oscuridad invernal hacía que el fin del domingo y del fin de semana llegara antes al teñirse la tarde de noche mucho más temprano de lo deseado.

Pero luego estábamos los demás. Los que llevábamos gafas de sol perpetuas y pensábamos que cualquier oscuridad nos beneficiaba aunque asumiéramos que había personas que brillaban más al sol. Éramos los taciturnos, los amantes de lo diferente, los que no dábamos un domingo por perdido, aunque fuera de invierno.

Una de esas tardes conocí a Yurima. Me llevaron a su morada M&M. Luego resultó que, como sucede con todas las princesas, tampoco era su morada, sino que estaba de prestada. A M&M los conocí una noche de sábado. O quizás de viernes. Se apiadaron de mí y de mi tristeza porque supieron reconocer rápidamente en mi cara la pena del que está de fiesta en los momentos que todo el mundo está de fiesta, justo cuando a algunos nos resulta más difícil. Sobre todo a los que somos de Domingos por la tarde. Los que somos de todos los días. Los que padecemos la maldición gitana, de beber el lunes y ya tener que beber toda la semana. Nos caímos bien. Incluso nos caímos bailando. O quizás fui yo el que caí. No recuerdo bien aquello, lo cual siempre es una buena señal. Si sé que les confesé que soy del tipo de personas que guarda mecheros que no funcionan por todos los cajones. Y no les pareció mal. Ahí empezamos a entendernos. Todo antes de conocer a Yurima.

Yurima era la princesa que se atasca. Nunca aprendí zapoteco para saber si tenía sentido lo que me decía. Tampoco tenía mucho sentido que me dijera que era una princesa virgen. Sólo sé que era una princesa en un mundo de sapos por besar y eso me hizo alejarme del lugar. Como tantas veces. Empecé a repasar en mi mente aquellos años en los que era digno de una princesa. Prometí escribirle un cuento, como a todas las princesas que conocí cuando era digno de ellas. Pero M&M seguían cuidando de mí y no me dejaban olvidar que los domingos se han hecho para beber y ser bebidos. Entonces se me ocurrió aquel cuento que me quedó reducido a pequeño intento lírico:



Oda a Carlota Casiraghi.

"Eres la hija que siempre quise tener con tu madre.
Eres la madre que añoro que críe a mis hijos.
Eres la niña inalcanzable que se convierte en mujer inaccesible
sin solución de continuidad ni mirarme siquiera un instante.

Soy un anhelo por querer ser mejor si tú me lo pides.
Soy el que no conoces y nunca conocerás.
Soy un secreto que no te interesa."


Ni Yurima, convertida ya en la Princesa Tarasca, ni M&M, embriagados ya de mi verborrea de anfibio principesco, entendían nada. Por eso optamos por seguir hablando. Hablamos mucho. De amor y revolución. Quizás sea lo mismo y tengamos que levantarnos en armas una y otra vez porque no lo entendemos todavía. Les confesé que de un tiempo a esta parte, antes de que nos conocíeramos, había decidido tener conversaciones para vivir. Que mi vida cambió cuando decidí buscar en las conversaciones motivos que me hicieran vivir. Y, sobre todo, que tenía miedo a no encontrarlos, pero que pensaba hablar mucho para conseguirlos. Era la última oportunidad que le daba a la vida. A mi vida que pedía encontrarla en las conversaciones, ya que llevaba años fuera de palacio. Años infiltrado en movimientos revolucionarios demandando ante los prostíbulos una distribución más justa del amor.

Pero, sobre todo, bebimos. Como se debería hacer todos los domingos por la tarde. Beber y beber hasta que te hartes. O hasta que se harten de ti.

Entonces todo se enredó. No sabría decir si fueron mis ademanes de sapo con ínfulas de príncipe, o mis ínfulas simplemente, que no sé bien qué significa pero me parece una bella palabra y un bonito motivo para que todo se enrede. Me dijeron que ya era suficiente. O mejor dicho, yo lo noté. Les prometí que iba a escribir un cuento sobre ella, pero a ella le daba igual. A ellos les gustó la idea, pero querían irse a casa. Yo no pude faltar a mi promesa, pero seguí bebiendo aquella noche hasta encontrar una boca que no fue la de Yurima, porque sé que en aquella boca, esa boca de aquella princesa, me hubiera atascado. Aunque no sepa qué significa tarasca... De la princesa que se atasca.





"Carlota es la madre de los niños
que nunca tendré
Y con eso seré feliz
aunque no aprenda nunca francés"


Erase una vez, un tiempo en el que todos los cuentos debían empezar con “Érase una vez”:

En aquellos tiempos, las tardes de los domingos en invierno tenían su encanto especial. A muchos les deprimían porque no eran capaces de disfrutarlas pensando en el inevitable lunes posterior. A otros les mataba porque la oscuridad invernal hacía que el fin del domingo y del fin de semana llegara antes al teñirse la tarde de noche mucho más temprano de lo deseado.

Y luego estábamos los demás...


viernes, 17 de enero de 2014

Otra noche (Volumen 23): Recuerdos, primavera y libélulas.


Me levanté aquella mañana turbada por la confusión. Masturbada horas antes, perdida en extraños pensamientos desde que me acosté. Mirarme al espejo y darme agua a la cara -porque aquello no puede llamarse lavar- no hizo más que confundirme más. La idiotez de empezar un nuevo día cuando todos parecen igual de viejos y repetidos. El engaño de ponerme guapa cuando cada vez estoy más fea y, sin embargo me importa menos. La terrible sensación de no saber qué día es hoy.

Hoy no es ayer. A veces tengo la tentación de explicarme todo así, pero seguramente no hay mucho que explicar ni ayer, ni hoy, ni mañana. Estoy viva y es más de lo que muchas personas pueden decir. Estoy viva y es peor de lo que mucha gente puede esperar.





Mañanas como ésta son cada vez más habituales en mi vida. Lo peor de estas mañanas es que van seguidas por el día y, habitualmente, eso no lo arregla. Estas mañanas que acarrean estos días. Días en los que es mejor cualquier cosa que ser yo, aunque no me gustaría ser nadie. Nunca he querido ser nadie que no sea yo misma, pero cualquier cosas sería mejor que ser yo. Quizás deba montarme en un barquito de papel y salir a navegar el día que tan lleno de nubarrones ha diseñado esta tremebunda mañana. En un barquito de papel que tenga la capacidad de, si las aguas son propicias, aguantar mi peso y navegar con tranquilidad y rumbo fijo a ninguna parte. O si las aguas están revueltas, recordarme tocando sus paredes que es frágil y que en cualquier momento puede deshacerse y dejarme caer al agua, navegando con dificultad con un destino terrible, sin poder cambiar de rumbo.

Voy a echar un pensamiento al aire: Como llegue la primavera y no estés a mi lado, voy a tener que tomar medidas muy serias.

Mi ropa sigue oliendo a ti. He probado docenas de detergentes y suavizantes diferentes, pero sigue oliendo a ti. Incluso he probado detergentes con suavizantes incorporados, de esos que no necesitas comprar las dos cosas porque ya te vienen en uno solo. El mundo sigue siendo un lugar estúpido en el que nos acostumbramos a comprar cosas de dos en dos, cosas que son necesarias la una para la otra y que, de repente, se innova y alguien las comercializa juntas, la una incorporada a la otra. Lo que hacía tu cama con nuestros cuerpos. Lo que hacía mi mente con la tuya. Oliendo a ti constantemente. Como este puñetero armario lleno de aromas y recuerdos. ¿Dónde están las polillas y el alcanfor cuando se les necesitan? 






Echo el pensamiento a volar y me doy cuenta de que más que pensar, te amenazo. Y amenazarte a ti, simple y llanamente es amenazar a la persona que ha echado el pensamiento a volar. Y me tengo miedo. Pánico. Pero que llegue la primavera y estés a mi lado, sólo pido eso, llámalo amenaza o pensamiento soltado al viento. Necesito que llegue la primavera y que estés a mi lado. Así no puedo. Quiero dejar de sólo sobrevivir. Una primavera llena de alergias, de bichos, de cambios de clima y de ti. Plena de ti y de tus olores ¿Sabes que libélula en inglés es “dragonfly”? Pensar que tu idioma es menos bello por no tener esas palabras. No haber visto una libélula en tu puta vida. Ni un dragonfly. O no estar segura. Joder, necesito un dragonfly en mi vida. Un dragonfly que pase cerca en primavera y que nos dé tiempo a que me lo señales con el dedo, me preguntes si sé qué es con tono sabiondo, y luego me sueltes aquello de que libélula en inglés es “dragonfly” y tirarnos horas hablando de lo bonita que es la palabra “dragonfly”, lo poco actractiva que es en castellano y lo horroroso que es el bicho.



Me ha costado asumirlo, pero ya soy completamente consciente: Soy adicta a tus recuerdos.







B.S.O.: "Puta" (Extremoduro)



martes, 7 de enero de 2014

Año nuevo zapatista: 20 años de dignidad y rebeldía.



Un 1 de Enero de 1994, sin que el mundo estuviera preparado para ello, como le suele pasar con todas las cosas importantes, bajaron de las montañas denunciando las condiciones de injusticia, miseria y falta de democracia en la que estaba inmerso el país.

Un 1 de Enero de 2014 he tenido la suerte, como tantas otras personas que no fueran periodistas (única restricción de entrada puesta por el EZLN en su invitación a la celebración) de compartir el vigésimo aniversario y la celebración del año nuevo.




Se celebraron los festejos por el 20º aniversario del levantamiento. Los, en algunos casos, herméticos zapatistas nos abrieron a turistas extranjeros y nacionales las puertas a sus caracoles (las comunidades que gestionan mediante las denominadas Juntas de Buen Gobierno). El mensaje que querían dar era claro: el movimiento sigue vivo. La fiesta fue un espacio de permisividad donde se tomaron fotografías y se realizaron bailes con grupos zapatistas que tocaban música norteña. Oventic fue el más multitudinario y del que puedo dar constancia. Constancia del Zapatismo como esperanza.

Este año no ha sido un año normal. Estas fiestas no pasaran a mi historia personal como unas fiestas más. La circunstancias (benditas circunstancias) me han posibilitado vivir en primera persona algo que si me lo cuentan hace unos meses, tan sólo unos meses, hubiera pensado que era imposible. Algo me trajo a México. Eso mismo me indicó que pasaría las fechas señaladas lejos de mi familia y los míos. Pero me ha abierto otras puertas. Puertas que no sabía que podían abrirse para mí. A experiencias que marcarán un antes y un después en cualquier balance que haga de mí mismo y de mi circunstancias. Hace trece años que un hermano vivió el zapatismo de manera intensa. Eran otros tiempos. Ahora tengo la suerte de que me han rodeado personas que me han enseñado mucho y que me han acogido y empujado a cosas tan mágicas como es ver a un grupo de niños sonreír y bailar como locos al ritmo de una banda que toca corridos y bachatas con las caras tapadas por pasamontañas.




Me han enseñado y acompañado a ver y honrar a Samuel Ruiz, Tatic, el emblemático obispo de San Cristóbal de las Casas que ejerció de mediador entre el movimiento indígena y el Gobierno Mexicano, en su lugar de reposo preferencial tras el altar de la catedral sancristobalina. He visto con mis ojos como la aparente salida de la primera plana mediática a nivel internacional del mítico Subcomandante Marcos Marcos ha puesto en relieve los liderazgos de comandantes de origen tzotzil como David y Hortensia.

La emoción se siente en detalles que pueden parecer insignificantes descritos aquí pero que te marcan y te recuerdan dónde estás: El llegar y tras un registro de nombre, organización, propósitos y demás para acceder al recinto, pasear entre la bruma de la fría y lluviosa última noche del año por un camino que baja al centro del caracol rodeado de gente de todas las nacionalidades, perroflautas por doquier, de buena gente con gran fondo, de personas que no hablan tu idioma, de humildes campesinos que te sirven un arroz con leche y algún plato típico con una sonrisa por unos pocos pesos con una sensación de acogimiento que te lleva a casa aunque estés perdido en la selva de Chiapas calado hasta los huesos y, por primera vez en muchos años, celebrando la salida y entrada de un año sin alcohol ni ningún tipo drogas en tu organismo (Bueeeno, aceptamos tabaco como droga...).



Hace años comentaba que Marcos corría el peligro de acabar como el Che, no muerto en Bolivia, sino en camisetas de las estanterías de El Corte Inglés. Probablemente soy el primer culpable de ello porque me compro esas cosas con profusión y delirio. Pero quiero pensar que el mundo puede aún confiar en ese personaje que se tapó el rostro para enseñarse al mundo, que se levantó en armas para conseguir la paz, que luchó para recobrar la dignidad.

El tiempo ha pasado y el mundo está cada vez más necesitado de mitos y líderes. Pero, sobre todo, está necesitado de realidades y cambios. El zapatismo es real. Las personas con quienes he convivido estos días no se dedican a nada más ni nada menos que intentar cambiar el mundo. Cuando era pequeño me enseñaron que debía dejar el mundo en mejores condiciones de las que lo había encontrado. De mayor me llena de orgullo y satisfacción conocer cada vez a más gente que no sólo ha aprendido eso, sino que lo lleva a la práctica en cada instante de su vida.




Debería hacer una crónica de los festejos, un análisis del movimiento, un relato de los hechos. Pero no soy quién. No es este el espacio. Sobre todo tendría que nombrar y agradecer a personas que me cambian la vida con su sonrisa y con su compañía, pero no creo que les gustara. Hay tantas cosas que aquí no caben que no puedo más que sonreír pensando que a pesar de ello, hay muchos mundos, pero todos caben en este...


Para todos, TODO. Otro mundo es posible.

¡Zapata vive, la lucha sigue!