jueves, 25 de abril de 2013

La mujer que mató a Paulo Coelho (Remake con montaje del director y escenas eliminadas)




Introducción a la versión Abril de 2013:
Esta pretende ser una versión ampliada, corregida y aumentada del volumen final ya publicado aquí en Marzo de 2012: El hombre que mató a Paulo Coelho (Capítulo final). A su vez es algo totalmente diferente y que no tiene nada que ver, más allá de la sana costumbre, que nunca perdemos de vista desde el consejo de redacción de cabezadeavestruz, de meternos con el Señor Conejo, Metaforaman o como ustedes tengan a bien llamar al personaje que responde al nombre de Paulo Coelho (O eso dice él).

La historia en este caso se centra en una chica que, al despertar un día de resaca, descubre que su vida sólo tendrá sentido el día que asuma que ella mató a Paulo Coelho. Evidentemente, la historia está basada en hechos ciertos y cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia si no que es totalmente intencionado.



Había escuchado esa frase millones de veces. Aquello de que “Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”. Cerré los ojos. Metí la cabeza debajo de la almohada y la apreté contra mí con mucha fuerza. No quería salir al mundo, no quería volver a despertar. No quería ser persona con esa frase en mi mente. Necesitaba encontrar alguna cabeza de caballo cortada por mi cama para empezar a sentirme bien y afrontar el día con confianza, lejos del temor a esa frase, aterrada porque acababa de meterme en un pánico sin sentido, que me hará caminar todo el resto de mi vida con miedo a que me persiga, con pavor a que mi nuca sienta su aliento. “Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”.




No sé por qué, de no encontrar la cabeza de caballo cortada que me hiciera gritar como una histérica, con razón y excusa, para mejorar el día que aún no había tenido poder para empezar, pasé a recordar como las nutrias duermen de la mano por si las corrientes las llevan lejos, para así amanecer y despertar juntas donde quiera que hayan llegado. Hace tiempo descubrí la imagen y el concepto. Me parece hermoso, mágico, tierno y devastadoramente emocionante. Las nutrias se agarran de la mano, duermen, y cuando despiertan siguen juntas, por muy lejos que les haya llevado la corriente. 

Yo no sé nadar, pero una vez lo intenté y salí despavorida de la piscina cuando vi a Paulo Coelho con un gorro de silicona lleno de frases suyas, tirándose en mi misma calle para empezar su chapuzón. No he vuelto a pisar una piscina desde entonces. Sigo atemorizada por aquella imagen y me cago en las bragas sólo de imaginar sacar la cabeza del agua para tomar aire y encontrar frente a mí una de las maravillosas frases del brasileño que me dice cómo tengo que hacer para vivir mejor y más feliz. Prefiero encontrarme con una pareja de nutrias que, aunque muchos no lo crean, es infinitamente más higiénico. Física y moralmente.

Prefiero las nutrias aunque

A mí no me guste dormir rozando a nadie. 
A mí no me guste despertar.
A mí no me guste la coleta de Paulo Coelho.
A mí no me guste encontrarme con gente que adora a Paulo Coelho.
A mí no me guste la gente.
A mí no me guste que me manden powerpoints con fotos de amaneceres, frases de Paulo Coelho y música de Enya.


Pero, sobre todo,
A mí no me gusta Paulo Coelho
LO ODIO


A mí no me interesa sentir que soy imbécil porque no sigo sus consejos para ser más feliz.
A mí no me interesa que diga que el “Ulises” de Joyce hizo mucho mal a la literatura.
A mí no me interesa que siga haciendo daño a la literatura.


Pero, sobre todo,
A mí no me interesa enamorarme de alguien a quién le guste Paulo Coelho.
LO ODIO.



Con la mierda de resaca que llevo, lo peor que puedo hacer es seguir pensando en el metaforaman brasileiro porque así no va a haber quién me haga afrontar el día. Y mucho menos, imaginármelo enamorado de mí, diciendo aquello de “Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”, corriendo tras de mí, echándome su curativo y filosófico aliento putrefacto en mi nuca. Quiero que mi nuca sea mordida y soplada por brutos personajes que me encuentre en un bar rockero donde nadie tenga el menos interés por leer, y menos al Señor Conejo. Quiero que cuando sienta un aliento en la nuca sea salvaje y sucio, y no lleno de paz espiritual y acento portugués, almibarado con música del Circo del Sol y bellos paisajes naturales pasando diapositiva tras diapositiva. Tiemblo cada vez que veo que alguien le atribuye esa frase.

Tengo que ir a verla de inmediato porque como siga así me voy a follar a cualquiera con tal de que Paulo Coelho se olvide de mí y me deje morir en paz. Necesito verla, para morir en paz, enamorada como una nutria, durmiendo en la corriente, de su mano. Sin ser inmortal porque el cabrón del brasileño se haya empeñado en enseñarme su amor por mí y todo lo bello que hay en el mundo.

Voy a buscarla. A la cosa más bella del mundo...


(Elipsis temporal)


Llego a a verla y me la encuentro mil veces más bella de lo que la recordaba. Sonrío levemente, sin que se me note demasiado. En esa media sonrisa disimulada e inevitable se puede resumir mi vida. Luego ya sonrío sin disimulo con toda la cara y todo mi cuerpo para que ella sea consciente de que me alegro mucho de llegar y verla.

Hola, ¿Cómo estás? Tenía muchas ganas de verte. Estás guapísima. Creo que podría pasarme la vida mirándote sin cansarme. Quien dice la vida entera, dice siempre. Dame la mano por si nos lleva la corriente mientras soñamos y así podremos despertar juntos.

Y me sonrió. 
Y en esa sonrisa forzada me di cuenta de que ella estaba enamorada de Paulo Coelho. De sus libros, de sus citas y aforismos. 
Y aquella media sonrisa disimulada que pongo siempre al encontrarla porque la veo más bella de lo que tenía en mente en la que se puede resumir mi vida, se tornó en mueca sangrienta con deseos de venganza...




Y como esta es una historia que tiene su parte sucia y despreciable (Paulo Coelho) y sus partes bellas y luminosas (la media sonrisa que puede resumir mi vida, las nutrias de la mano durmiendo en la corriente de un río) decidí no enamorarme nunca de ella para no obligarla a vivir siempre. Y como recordé que no soy escritora y no tengo ese poder, me volví a la (Elipsis temporal) y aproveché para sepultar con saña a Paulo Coelho bajo todas las diferentes ediciones de “El Alquimista”, sólo por el placer de escuchar en su agonía una última frase, una última enseñanza, un último soplo de luz vital que me guardaría para mí y no dejaría que contaminara el mundo.

Y con esa media sonrisa que resume mi vida, más la media sonrisa de ver al Señor Conejo sangrando aplastado bajo sus letras, junté una sonrisa entera.

Y me quedó bella. Y me sentí bien. Y me creí nutria.

Y salí a buscar un escritor al que enamorar para no morir nunca...





domingo, 21 de abril de 2013

Terminará el domingo...





Terminará el domingo y yo seguiré esperando la canción que me habías prometido.

No sé hacer canciones.

No hace falta saber. Ponle música a lo que ven tus ojos.


Hice el movimiento de taparme los ojos con las manos y sonreí. Cuando volví a la normalidad y recuperé la visión, ella ya no estaba allí. Me asusté. Me asusté como hacía mucho tiempo que no me asustaba. Me asusté y me sentí estúpida por estar siempre jodiendo las cosas con mis bromas. Y estuve asustada hasta que sentí sus labios en mi espalda.




¿Por qué no me quiere más?

Te quiero más de lo que podemos soportar las dos.

Yo puedo soportar todo. Hasta el peso de tus tetas.

Yo no puedo soportar que bromees con mis tetas cuando estás echándome en cara que va a terminar el domingo y sigues esperando la canción que dices que te había prometido.

Me lo habías prometido.

Me confundes con otra.

Nunca.


Lloré de impotencia porque sabía que me estaba mintiendo. Lloré esperando que terminara el domingo y que se olvidara de todo aquello. Lloré porque no creo en las canciones. Lloré porque no creo en la poesía. Lloré porque tengo motivos de sobra para haber perdido la fe. 


No creo en la poesía ni en las canciones.

¿Por qué? Eso es muy duro. Tú no eres así.

Tú no sabes como soy.

Te quiero y eso implica saber cómo eres.

Te gustan mis tetas y eso implica creer que me quieres y que sabes cómo soy.

Eres una cínica.

Tengo mis motivos.

Dime alguno.

Podría enumerártelos pero llegaríamos al domingo que viene.

Dime dos o tres.


Recordé cómo un día le pregunté a mi librero por qué todas las hojas de los libros que vendía estaban arrugadas y amarillentas, y me confesó que sólo compra y vende libros que hacen llorar y que dejan poso de lágrimas y tristeza en sus páginas. Lloré y recordé que no quise hacerle ver que regentaba una librería erótica porque seguramente él ya lo sabía.


Rimbaud acabó vendiendo armas en África hastiado de escribir. 

Vale, dime otra.

Sidnead O´Connor acabó poniendo anuncios para follar con hombres peludos. 

¿Quién es Sidnead O´Connor?

Un buen día, Mark David Chapman compró un ejemplar de “El guardián entre el centeno”, escribió en él "Esta es mi declaración" y firmó como "Holden Caulfield", mató de cuatro tiros a John Lennon, y se quedó leyéndolo hasta que le detuvo la policía.

Me gustó mucho ese libro. 

Es un libro para adolescentes.

¿Alguna vez piensas en mí de verdad?

Constantemente, y eso me impide hacer más cosas, como aprender a tocar la guitarra para hacerte una canción.

¿Alguna vez piensas?



Terminará el domingo y yo seguiré masturbándome envuelta en sudores y calurosas preguntas.

Terminará el domingo...




B.S.O. I: Nothing compares 2U (Sidnead O'Connor)

B.S.O. II: God (John Lennon)



miércoles, 17 de abril de 2013

Relato extraordinario de los hechos reales de la típica noche en la que uno no sale y todo lo que pasa es mejor que nunca y no vuelve a repetirse



Nota del Editor: Con motivo de la última visita de una delegación de cabezadeavestruz a la Biblioteca de Alejandría, comprobamos con no cierto estupor, que ese dicho habitual en nuestro entorno que dice que la noche que no sales es la que pasan las cosas más extraordinarias y tus amigos lo pasan mejor que nunca, es un concepto universal y que viene de los albores de los tiempos. Tras quitarnos la cara de sorpresa y comprar algún souvenir, hicimos el viaje de vuelta dispuestos a iniciar una gran investigación al respecto de tan curioso fenómeno en cuanto llegáramos, solicitando una beca del Ministerio de Cultura. Como de costumbre, cuando abrimos el procesador de texto, habíamos olvidado todos nuestros propósitos e hicimos como de costumbre: Escribir palabra tras palabra para ver dónde nos llevaba el asunto que nos proponía burlón el folio en blanco. Reproducimos a continuación, prácticamente sin censura, el texto surgido hace un rato, cuando nos pusimos a escribir un poema de amor a una chica que no nos hacía caso, a la que mandamos un caluroso saludo desde esta isla caribeña donde estamos gastando el dinero de la beca, en un resort con una pulsera de todo incluido que no nos deja teclear más, al menos correctamente.




Llegué al bar de costumbre. Solo, como todas esas veces que no encuentro con quién salir. Me acerqué a la barra y pedí un Johnnie Walker con Coca-Cola Light.

-Tengo Zero
-¿Que tienes cero Coca-Colas? Qué mala previsión para un jueves, ¿No?

Ni puta gracia tenía el chiste. Eso decía su cara.

-Jajaja
-Ni puta gracia te ha hecho el chiste, ¿No?
-No mucho, la verdad... ¿Quieres Zero entonces?
-Light.
-No tenemos.
-Pues Coca-Cola normal, me es igual.

Tuve la tentación de soltarle el discurso aquel que explica por qué tomo los cubatas con Coca-Cola Light que se remite a una cuestión de sabor, que no lo hago porque esté en plena operación bikini (aunque no me vendría mal planteármelo) y que si no hay light me es indiferente Zero o normal porque es una cuestión de gusto, no de calorías, y si la publicidad y leitmotiv de la Coca-Cola Zero es que sabe igual que la Coca-Cola normal casi que me la suda totalmente, pero pasé del tema porque ya había comprobado el poco interés que tenía en escucharme al ver que no estaba mientras pensaba esto y al recordar la cara de acelga que había puesto con el chiste que había abierto nuestra relación.

-¿No vienen tus colegas hoy?
-¿Quiénes?
-Tus colegas, con los que sueles venir.
-Bueno, estoy esperando... 

Mentí cual bellaco. Me sorprendió gratamente que se acordara de mí. Al instante pensé que se acordaba de alguno de mis amigos y que yo era un daño colateral porque en aquel sitio llamaba un poco la atención en cualquier caso.

-Esto está un poco flojo hoy, ¿No?
-Como todos los jueves últimamente.
-Ya, la crisis.

Análisis al nivel del mejor tertuliano. Sin duda mi conversación tenía muchísimo nivel esa noche.

-Pues hoy no está mal del todo.
-No sé, no sé...





Y de repente me vi solo. Sin nadie a quién soltarle mi explicación sobre por qué tomo Coca-Cola Light y que si no hay me da igual Zero o normal. Sin nada más que hacer que beber y escuchar la música mirando a todas partes por ver si mis ojos detectaban otra mirada y en un cruce de estos a alguien le daba lástima y se acercaba a mí viéndome sólo y desesperado... Pero vamos, que esos son mis típicos pensamientos de todas las noches, sean como sean y no dejan de ser lo que son: Pajas mentales Pensamientos. Sonaba “Boys don´t cry” de The Cure. Acompasé la canción con algunos movimientos de mis labios y de mi cabeza.

-Perdona ¿O no la quieres?

La camarera. Sus tetas. Otra vez. Quizás no me había fijado antes. Mentira, siempre me fijo en las tetas. Faltaría más. Eran ellas otra vez.

-¿Dime?
-Tu vuelta... ¿O no la quieres?
-Claro.
-Estás empanado, tío.

¿Me acababa de llamar “empanado”? ¿Esa cabeza que sobresalía de aquellas tetas me acababa de llamar “empanado”? ¿En un bar donde ni siquiera tenían Coca-Cola Light? ¿Querría ligar conmigo? ¿Debería preguntarle a qué hora sale? ¿Debería dejar que me lo propusiera ella?

-Jejeje
-Qué borde eres, ¿No?
-¿Yo? No he dicho nada.

Dije mientras me empezaba a enamorar perdidamente de ella.

-Esa risita...

Y puso esa maravillosa cara de acelga que tanto me gustaba desde que me enamoré de ella segundos antes.

-Perdona, se me ha escapado la risita en “e”.
-¿En “e”?
-Si, tengo una teoría sobre las risas y acabo de meter la pata.
-¿Por qué me miras las tetas cuando hablas?
-Perdona, no lo puedo evitar...
-No, tranquilo, me gusta, pero quiero que sigas hablando, sólo trataba de hacerte ver que era consciente de que me las estás mirando y eso me pone mucho...

(Nota del Editor: Parte de esta conversación se ha colado y no ocurrió realmente. Pedimos disculpas pero como tardaban mucho en traernos la bebida y el creativo del grupo se aburría, ha quitado el sitio en el teclado al mono hipernicotinado que normalmente escribe en cabezadeavestruz y ha empezado a inventarse cosas. No volverá a ocurrir, sinceras disculpas. Vuelve el mono habitual en cuanto se encienda el siguiente cigarro y retoma la historia desde la teoría de las risas)

-¿Teoría de las risas?
-Bueno, de las letras empleadas y de la duración.
-Estás colgado, tío...
-Puede ser, jajaja.
-Jajaja.
-Esa risa ha sido correcta y sincera, ¿Ves?
-Mira, no me vengas con gilipolleces, ¿Me explicas lo de las risas?

No sonó bien el tono de esa última frase, y la cara de acelga que me tenía enamorado fue más de acelga que nunca. Y, claro, lo de contigo pan y cebolla me parece bien, pero hartarse de acelgas... Además, tengo otra teoría, aunque esa no la expongo casi nunca en público, que dice que un buen par de tetas no garantizan un buen servicio detrás de una barra, y aunque hagan más agradable casi todo. Hay cosas que ni las mejores tetas del universo pueden disculpar cuando hablamos de tomar copas.

-Pues el “jajaja” es la risa correcta.
-Ya... ¿Y?
-A ver. A la hora de elegir letra para reír hay que ser cuidadoso. La risa en “i” resulta ridícula y sólo es aceptable en conversaciones con personas de poca edad y sugieren picaresca y demandan taparse la boca al emitirla. La risa en “e” denota falta de costumbre y superioridad. Es la risa emitida por tu jefe cuando te demanda que le sigas el rollo y te rías con él. La risa en “o” es antinatural en castellano porque suena a barbaridad o en su defecto es de Papá Noel, y de la “u” nos olvidamos por razones obvias. O sea que la única risa válida es en “a”.
-¿Y para eso tanto?
-Luego está lo del tamaño, que quieras que no, importa...
-Jijiji
-Bien empleada, jijiji...
-¡Oye, que parece que quieres ligar conmigo, no soy tonta!
-¿Ves? Funciona.
-Háblame del tamaño.
-Picarona...
-Gilipollas...
-Vale. Jajajaja, con cuatro sílabas, resulta excesivo y puede denotar risa cansina e incluso falsa. Dos sílabas denotan sarcasmo y pueden llegar a ser malinterpretadas, amén de quedarse cortas, y no digamos un solo “ja” que mostraría desaprobación o reto, algo totalmente alejado a lo que queremos expresar con la risa. De más de cuatro sílabas puede indicar falta de salud mental o que se te ha quedado pegado el dedo...
-¿Pegado el dedo?
-Claro, todo esto es teoría de la risa escrita. ¿No te lo había dicho?
-Estás como un puto cencerro, jajaja...

Y me resultó fascinante cómo aplicó mis enseñanzas a la conversación oral cuando todo lo que había desarrollado se refería al medio escrito y a la secreta ambición de poder utilizarlo en una conversación con ella vía WhatsApp cuando me dé su teléfono o metiendo mi cabeza entre sus tetas, para lo que no necesitaré su WhatsApp. Me resulta muy curioso comprobar ahora cómo estoy narrando la noche, dando una teoría sólo válida para el caso de tener que escribir las risas, y ustedes están leyendo el lenguaje oral pero convenientemente escrito sin convertirse en letras que indiquen lo que quiero decir con esa teoría...

(Nota del editor: Volvemos a pedir disculpas. El mono ha vuelto a ir a por tabaco y el reflexivo del grupo se ha puesto a continuar la historia y le acaba de dar un derrame cerebral intentando explicar cómo se narra algo que es lenguaje oral en un medio escrito, salvando la frontera de la pantalla que habla desde la oralidad pero escrita...)

(Nota del mono: El editor ha sufrido un colapso extraño. No volverá a ocurrir. No me separaré del teclado hasta que acabemos con esto, lo juro por mi padre. Por cierto, a mi padre lo conocen: Es el emoticono ese del monete que se tapa la boca pícaramente en el WhatsApp, vamos, el que se ríe con la “i”, pero no quiero volver al tema de las risas que nos liamos, nos habíamos quedado en el canalillo y las magníficas ubres de la camarera (Sí, los monos decimos “ubres” y no “tetas”, cosas simiescas que tampoco ha lugar que las explique ahora).)

-¿Las tetas otra vez?
-¡Uys! Sí, perdona...
-Nada, ya sabes. O sea que la risa válida y correcta es con “a” y tres sílabas.
-¡Correcto! Veo que has estado atenta y te has enterado de todo lo que he explicado.
-Por supuesto ¿Qué te habías creído? Soy una camarera y me entero de todas las conversaciones aunque no lo parezca.
-Perdona, no cumples el requisito básico de lo que yo considero el barman escuchador o el camarero psicólogo.
-¿Por qué? ¿Por mis tetas?
-Exactamente. Está mal que lo diga yo, pero ya que lo has dicho tú.
-Mis tetas no implican falta de inteligencia.
-Evidentemente, pero tampoco se requería demasiada inteligencia para comprender la teoría de las risas. Quizás un poco para aguantar mi conversación, pero por lo cansina, no por nivel demasiado elevado.
-Vamos, que alguien con buenas tetas no puede llegar a tu nivel intelectual...

Estaba sacando las cosas de madre. Parecía ella más obsesionada con sus tetas que yo mismo, que no podía evitar fijarme cada vez más, hasta el punto que había momentos en los que debía subir la mirada porque empezaba a olvidar cómo era su cara de acelga que tanto me había asustado, enamorado, despreciado, fascinado...




-Estás un poco obsesionada con el tema de tus tetas. Y luego dices que soy yo...
-Claro, no dejas de mirarlas y toda la conversación gira en torno a ellas.
-Porque tú quieres.
-Porque puedo...

Y dijo eso sosteniéndose las tetas con las manos y haciendo un ligero movimiento de alzarlas al cielo. Con mi fascinación por ellas no pude evaluar si era un comentario – movimiento jocoso, pícaro, agresivo, o de cualquier otra clase, porque no podía mirar su cara de acelga en esos momentos. 

-Pareces orgullosa de ellas.
-Puedo estarlo, ¿No?

¡Alarma! Pregunta trampa. Si respondía lo que creía al respecto, que es estúpido que alguien se sienta orgullosa u orgulloso de su cuerpo porque hay un gran componente genético del que no podemos atribuirnos ningún mérito y lo único que se podría hacer es felicitar a los progenitores, eso suena mal. Y si respondía que tiene mucho mérito construirse unas tetas así, asumiría y le haría ver que era consciente de que eran obra de un hábil cirujano y que el mayor mérito que tendría sería haber juntado el dinero para comprárselas y, en el mejor de los casos, la disciplina suficiente para trabajar en el gimnasio su mantenimiento, y eso, malo también. Aunque todo ello es estúpido porque yo, de natural humilde y de origen tímido y poco experimentado, soy de los que no valora la procedencia de las cosas mientras merezcan la pena. Algo así como encontrarse un billete de cinco euros en el suelo, que te da igual que acabe de salir del cajero y esté nuevito o que se le haya caído a alguien tras haber dado una tourné por Austria, pasando por Italia, moviéndose durante meses por Bégica, llegado a Francia y vía Portugal haber acabado en aquel lugar con mucha suciedad y algún que otro deterioro. No sabía qué responder...

-Claro.
-Claro, ¿Qué?
-Que sí, que claro.
-¿Claro que me puedo sentir orgullosa de ellas?
-A mí me encantan.
-Ya, ya me he dado cuenta. Mira, ven...

Y nos fuimos a la esquina de la barra, un poco apartados de la poca clientela del bar. Y con evidente intención de epatarme (Nota del mono: Siempre quise usar el verbo “epatar” en un relato y por fin lo he conseguido, felicítenme) metió su mano derecha de manera pícara por el escote y dejó al aire y ante mí, su maravilloso seno derecho. Tragué saliva y asumí que mi cara había pasado de normal (dentro de la normalidad que puede tener una cara como la mía) a la acelga, pasando por la babosa de río y a palidez aristocrática del que está a punto de darle un vahído. Se la guardó y creo que llegué a oír un sonido que provenía de su párpado izquierdo que bajaba y hacía un movimiento que podría llegar a ser un guiño. Y digo podría, porque evidentemente no lo vi.




-Bonita, ¿No?
-Ghdiedoeufden hasjhyue gtygbde...
-¿Cómo?
-Impresionante.
-Jajaja, joder tío, te acabo de enseñar una teta, podría decir algo más. No sé por qué me ha dado por ahí, pero... Ufff... Joder... Jajaja... ¿Ves? Hasta me estoy riendo de manera correcta.
-Pues no lo sé, no te estoy leyendo y no sé si estás riendo correctamente. Sólo tengo ojos para tu teta y no he querido distraerme leyendo lo que dices. Además, no podría valorar ahora eso.
-¡Jajaja! Venga, no me digas que no es la teta más maravillosa que has visto últimamente.
-Si, señora, si.
-¿O me vas a decir que puede haber alguna mejor por aquí?
-No, evidentemente, no hay demasiada gente por aquí hoy. Y menos con tetas. Y menos con esas tetas. Aunque yo creo que hay una mejor...
-¿Serás capullo? ¿Cuál?
-Tu teta izquierda.
-¿Cómo?
-Es una cosa personal, pero aún sin conocerla más que por su apariencia y por referencias que me ha dado su amiga de al lado, estoy convencido de que es mejor. Mejor, si cabe, ya sabes... Mejorando lo presente.
-¿Y por qué crees eso?
-Tengo querencia a las tetas izquierdas. Será porque soy diestro y el movimiento natural de mi cuerpo se dirige antes a ella que a la otra. A veces he pensado si los zurdos tienen querencia por las tetas derechas o no.
-No te la pienso enseñar. Ya has visto demasiado. Es más, no sé por qué coño he hecho lo que he hecho y estoy aquí hablando contigo.
-Porque hay poca gente en el bar y te aburres.
-Pues mira, sí. Voy a servir una copa allí, que me están pidiendo...

Y me sentí perdido. Perdido, solo y abandonado. Extraño como un naufrago en el Manzanares (Nota del mono: Joaquín Sabina patrocina esta historia y teníamos que meterlo como parte de la banda sonora), vacío como una isla sin robinsón...

Pasaron las horas y no se acercaba a mí. Seguía poniendo alguna copa, cargando cámaras de refrescos, hablando con el DJ, moviendo botellas, sonriendo a algún cliente... Pero para mí nada. Horas interminables, aunque luego me dí cuenta que fueron minutos, no muchos, aunque se me hicieron eternos. Su ausencia. 

Mi erección. Mi calentura. 

Fui a tomar aire para ver si se me pasaba un poco. Intenté cruzar mi mirada con la suya para que viera que salía y volvía cuando me fumara un cigarro y que no pensara que la abandonara, porque para abandonar tetas como aquellas estaba yo ahora... Pero no me vio.

Me fumé el cigarro y volví a entrar directamente al baño. Me encerré y dudé si volcar lo que me quedaba de farlopa de la noche anterior y meterme un tiro potente que me pegara un subidón, mear y salir rápido o meneármela de manera salvaje. Opté por mear...

Pero mi erección seguía ahí. Mear me resultó difícil y la excesiva fricción de los dedos en mi polla me hizo encontrar la excusa para hacer lo que tenía que hacer. Así pues, cerré el pestillo, me senté en el baño y continué con las fricciones hasta que empecé a sentirme un poco acalorado y turbado, comencé a estar muy bien y parecía que estaba sintiendo aquellas tetas en mi cara y su entrecortada respiración en mi faz de acelga. Casi podía oír su voz llamándome a gritos...

Hasta que me dí cuenta de que era su voz que me llamaba a gritos:

-¡Oye! ¿Qué haces ahí dentro? Está prohibido consumir drogas en este local, sal antes de que tenga que llamar al portero.
-No esttttoy consumieeeendo drogggas...
-¡Abre!
-Esssppeeeera un mmommento...
-¡Abre o la liamos!

Abrí. Aturullado abrí apresuradamente. No sin antes recomponerme un poco e intentar guardarme el miembro en el pantalón, empresa que resulto ardua y difícil.

(Nota del mono: Aquí dejaremos esto abierto para crear una ilusión extraña en usted y que no sepa si la dificultad de recogida de esa polla era debido a su descomunal tamaño en erección o a la tendencia de ir a la moda de su dueño que hace que últimamente vista pantalones muy ajustados como un buen moderno.)

-¿Dónde tienes la coca? No la habrás tirado, tonto, que venía a que me invitaras a una...
-Umm... Sí, ahora te pongo una...
-¡Jajaja! Ya veo... ¿Y eso es que tienes guardado un gran paquete de ella o te he sorprendido y te alegras de verme a mí y a mis amigas?




(Nota del mono: Pedimos disculpas por lo facilón, básico y manido de este diálogo. Evidentemente queda zafio y feo, pero el desarrollo de la conversación fue así de estúpidamente típico y convencional, y la escena en cuestión entró en una serie de vericuetos más o menos sórdidos, morbosos, extraños y calurosos, por lo que haremos una elipsis de la que saldremos indicando que hubo una felación en ese baño a cambio de un par de generosas rayas de farlopa y que cada uno por su lado, primero ella y luego él, salieron del baño disimulando, con los colores subidos al rostro, respingues de nariz y caritas de felicidad picaronas, similares a haber emitido una risa en “i” de más de tres sílabas a la manera del emoticono del monete que se tapa la boca con las dos manos en el WhatsApp)


-Vamos a cerrar ya mismo, ¿Te pongo la última?
-Sí, claro.
-Invito yo.
-Gracias.
-¿Por qué me miras así?
-¿Cómo te miro?
-No sé, no me miras las tetas, estás embobado mirándome la cara... Y debo de tener una carita de narices...
-Estás preciosa.
-Uyuyuy... Déjate de chorradas de esas, que no te pega.
-¿Y qué me pega?
-No sé, pero esas cosas no.
-No me conoces.
-Es verdad, pero te he chupado la polla y tú me has visto una teta. Nos conocemos más de lo que puedes conocer a mucha gente a nuestro alrededor y creemos que son conocidos.
-Aún falta que me enseñes mi teta preferida.
-No creo. Está muy dolorida de los achuchones que le has metido antes aunque te dije mil veces que no me apretaras tan fuerte.
-La emoción, ya sabes...
-Sí, la emoción, ya... Lo que pasa es que los tíos no sabéis tocar en condiciones una teta. Os creéis que hay que apretar cada vez mas fuerte, utilizar los pezones como si fueran granos que se pueden arrancar o diales de radio sintonizando los 40 Principales. Y no. No es así...
-Yo sé tocar tetas. Soy un auténtico profesional del tema. Siempre me ha encantado hacerlo bien. Antes no era un momento significativo para juzgarlo, era una situación extraña, pero déjame que te lo demuestre ahora cuando salgas. Además estoy deseando ver a mi teta preferida y luego mimar a las dos juntitas.
-¿Te queda coca?
-Ya has visto que he volcado.
-Bueno, pero podías tener más, ¿Yo qué sé?
-¿Qué pasa? ¿Que si no tengo más coca no hay teta para el nene?
-Dicho así queda feo, pero sí, algo de eso hay.
-Es cierto, suena feísimo.
-¿Te doy un vaso de plástico? Vamos a cerrar...


Y en ese momento, fundido a negro, empiezan a subir los títulos de crédito y parece que acaba el relato extraordinario de los hechos reales de la típica noche en la que uno no sale y todo lo que pasa es mejor que nunca y no vuelve a repetirse, en el que me quedó por conocer a su teta izquierda, probablemente su mejor teta. 

Sólo probablemente...





B.S.O. I: Boys don't cry (The Cure)

B.S.O. II: Así estoy yo sin ti (Joaquín Sabina)

martes, 9 de abril de 2013

El cuento de la niña que no quería ser Sonny Crockett


Érase una vez,

Un niño y una niña que eran muy amiguitos y que siempre estaban juntos. Y aquellos niños, vivían en un tiempo en el que todos querían ser Sonny Crockett, aunque ella, siempre diferente, quería ser el negro.

Eran inseparables desde pequeñitos, pero fueron creciendo y un día, el niño dejó de querer ser nadie mientras que ella iba cambiando de modelo constantemente. Se cansaron el uno del otro y se separaron para siempre, sabiendo que si volvían a encontrarse, él nunca la reconocería porque ella sería otro.

Pasaron los años y el niño se iba aburriendo de no querer ser nadie y de no ser siquiera él. La niña, por el contrario, cada vez cambiaba más de ser otros. Tanto que su familia decía que ella se había perdido de querer ser tantos otros diferentes y que ya hacía mucho tiempo que no sabían ni quién era porque no habían vuelto a reconocerla.

Así pues, como en tantos otros cuentos, los dos amiguitos de la infancia se habían separado inevitablemente y no había nada ni nadie que pudiera volver a reunirlos...




Pero como en tantos otros cuentos que nos contaron de pequeñitos, el niño, convertido ya en el apuesto príncipe, héroe o aventurero de turno, recordó a su amiguita de la infancia y decidió emprender una cruzada llena vicisitudes y de actos de arrojo y valor, que no caben aquí porque no nos patrocina Disney (aún), que la acabarían llevando hasta ella y, tras muchos encuentros en los que no la reconocería, miraría en el fondo de su corazón y acabaría conectando con aquella amiguita de la infancia que, de repente también lo reconocería a él.

Pero como Disney no nos patrocina (aún) y los trajes de Sonny Crockett pueden volver a ponerse de moda el día menos pensado, el niño, ya convertido en un héroe legendario, lejos de mostrar ternura y salvar a su amiguita de la infancia, ya convertida en una DJ yonki gafapasta y referente de la cultura underground de la ciudad donde había regresado tras, según ella, triunfar por todo el mundo siendo otros, le propinó una bofetada porque se sintió mal al ver que le trataba como una mierda después de todo lo que había pasado para encontrarla, y que no tenía la menor posibilidad de acostarse con ella porque le miraba como un inculto leñador rudo y fuera de lugar en su ambiente de superior nivel cultural e infinitamente más moderno. 

Deprimido y derrotado, nuestro héroe de manos largas e instintos primarios volvió al lugar donde los dos iniciaban sus aventuras cuando eran pequeñitos e inseparables. Pero como Disney no nos patrocina (aún), aquel lugar se había convertido en el picadero de su ciudad y tras tropezar con algún coche que se movía y emitía ruidos rítmicos, y aguantar el improperio de alguno de los habitantes de aquellos vehículos, se asomó al borde de la ladera donde todo empezó y descubrió que habían puesto un aparato para observar las vistas.

Tras unos segundos de duda entre si mirar por el aparatito o asomarse con sigilo a ver qué hacían en el interior de alguno de los coches, optó por la primera opción ya que el euro a introducir por la ranura que lo activaba era menos que los quince que le acababa de pedir otra antigua amiga de la infancia que andaba por allí por meterse su pequeño guerrero de poderosa cabeza rosada en su boca o los treinta por algo más que no acabó de entender bien pero que no detallaremos ya que aunque no nos patrocine Disney (aún), tenemos pudor en reflejar en este cuento ciertas expresiones.

Y tras echar el euro, comprobó como el tomavistas de aquella colina ofrecía una maravillosa imagen de la ciudad. Enfocaba perfectamente la discoteca de verano donde se vieron por última vez. Observó con detenimiento, pero no se vio. A ella la distinguió allí siendo otro. Verano tras verano. Se dio la vuelta y decidió bajar de la colina rumbo a la ciudad. Sin pasar por la discoteca. Sin buscarla. Quizás fuera mejor así.

A la mañana siguiente se compró un traje de Sonny Crockett, se lo puso y se sentó en un parque esperando que volviera a ponerse de moda para ser el primero en acercarse a su antigua amiguita y demostrarle que volvía a estar en la onda.

Quizás así, si la cogía un poco puesta, podría tirársela...

Y años después, cuanto contara esta historia a sus nietos, convenientemente almibarada, les confesaría que él también quiso ser Sonny Crockett, pero que tuvo una amiga que quería ser el negro. 

Y comieron perdices y vivieron felices, aunque Disney no patrocine esta historia...

(Aún)





Nota del traductor: 
Este cuento no está basado en hechos reales. Aunque sí está basado en ciertas leyendas, como todos los cuentos... Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y no se ha maltratado a ningún animal en su elaboración. El autor afirma sin vergüenza que, a pesar de todo, nunca quiso ser Sonny Crockett. En las últimas declaraciones que se le atribuyen afirmaba haber querido ser Punky Brewster. Pero esa ya, amiguitas y amiguitos, es otra historia...

Y no sabemos si Disney querrá patrocinarla (Aún)




B.S.O.: "Miami Vice Theme" (Siniestro Total)

miércoles, 3 de abril de 2013

Fotos que me gustaría haber hecho a mí (Volumen 11): Caminos








Puse una letra
Detrás otra y otra más
Más tarde hice una frase
y con más frases,
 llegaron a ser párrafo
que los junté con otros
para contarte una historia.

Pero a esa historia tienes que llegar tú
hasta la última letra
del final al principio.

Siguiendo el camino de baldosas amarillas... 



(O de folios por el suelo, 
que están puestos para que no me pises lo fregado)




B.S.O.: "Camins" (Sopa de Cabra)








lunes, 1 de abril de 2013

Microrrelatos sin pudor (Volumen 33): Te voy a sacar una sonrisa




Te voy a hacer reír, me dijo y temí que me fuera a contar un chiste.


Voy a enseñar tu sonrisa al mundo, añadió y me quedé perpleja esperando que la Policía Anticursi entrara por sorpresa y se lo llevara arrestado. 


Tienes que quitarte la mano de la boca, porque si no voy a ver tu sonrisa.





No necesitas verme la boca para saber si río, le dije ocultando mi sonrisa. Y no es lo mismo reír que sonreír.


Se dio la vuelta visiblemente afectado. 
Me pongo muy dura a veces con estas cosas, pero si no puede ver mi sonrisa en los ojos, que no trate de hacerme reír nunca, porque me reiré de él.


Y a ti, gracias por tu sonrisa. La veo incluso sin mirarte a los ojos...





B.S.O.: "Sonrisa valiente" (Alex Ferreira)