Apareció el cartelito. Y me dio
envidia. Hay cosas inconfesables que pasan por nuestra cabeza y no
sabemos, ni podemos, pararlas. Tenía envidia de que algo se cerrara
por una defunción. Tenía celos de la defunción. Quería ser el
difunto. O quizás quería cerrarme.
No quería morir como todos asumimos.
Cerrado por defunción de qué.
¿Murió el corazón?
¿Murió el alma?
¿Mató su vida?
En cualquier hospital le dirían
que ni está muerto, ni siquiera enfermo, aparentemente.
Quizás una muerte cerebral tan de moda
últimamente. No hay más que mirar alrededor o encender la tele para ver(nos) personas que
son capaces de vivir funcionalmente con una muerte cerebral como
característica fundamental.
"Una
de las ventajas de estar muerto es que todos te quieren. Los que
tenían algún pero contigo, convierten todo en parabienes y no ven
más que virtudes en tus caracteres como persona.
Te
lloran, te elogian, te suben a los altares aunque antes de estar
muerto te quisieran enterrar en el infierno y tirar la llave al mar.
Lo
peor de estar muerto es que descubran en algún momento que no lo
estás. Y peor aún es que te pueden caer de 6 meses a 3 años,
aunque presentes atenuantes como cierto desequilibrio mental o
pruebes que no estabas muerto para cobrar algún seguro, evitar pagar
tus deudas o conseguir defraudar con objeto de lucrarte. ¿Para qué
querría lucrarse un muerto?
Estar
muerto está muy bien si puedes disfrutarlo.
Nadie
quiere morir, pero todos fantaseamos con ver nuestro entierro y saber
qué dirán de nosotros cuando no estemos. Fantaseamos con estar
cuando todos piensan que nos hemos ido.
Una
de las ventajas de estar muerto es que todos te quieren. Hasta quien
no debe quererte. Al menos, en público. Si consigues disfrutar de
esa ventaja, eres el difunto, falso o no, más afortunado del mundo.
Aunque estés muerto. Esa es la única pega.
Una
de las ventajas de estar muerto es que no tienes que preocuparte de
qué te pones porque nadie debería verte. Pero yo siempre he sido
muy coqueto. Muerto o no, me preocupa lo que llevo encima de mi piel
porque aunque nadie lo vea, o lo deba ver, creo que afecta a mi
persona la imagen que tenga en cada momento.
Sólo
hay que pensar en el luto:
Hay
muchas teorías sobre el luto. Hay gente que habla de los mejores
colores que debes llevar encima si quieres ligar, hacer una buena
entrevista de trabajo, ir a un acto social. Pero no encuentro nada
que me diga cómo he de vestir si estoy muerto. Sé que hay ciertas
recomendaciones para los que se quedan cuando uno se muere. El luto
ya no es tan obligatorio y recurrente como en tiempos de mis abuelos,
pero sigue siendo conveniente demostrar cierta tristeza vistiendo de
oscuro, cuando no de negro. Pero no hay nada indicado para el
verdadero protagonista: El muerto.
Yo
estoy muerto. No literalmente, pero sí para los que se dan cuenta de
mi ausencia. Pero soy un muerto atípico: No he sido enterrado con un
caro traje, ni siquiera desnudo.
Una
de las desventajas de estar muerto es que no te puedes mover a tu
antojo con total libertad, por mucho que lo pareciera. Si no quiero
dejar de estar muerto, o matar de un susto a alguien viéndome, he de
ser todo lo cuidadoso que pueda. Y eso no me permite estar
cambiándome de ropa continuamente.
Hace
unos días me armé de valor y me compré una camiseta del Celtic de
Glasgow. Siempre la quise tener en vida, pero me daba cierta
vergüenza. Las rayas horizontales me hacen parecer gordo. Creo que a
todo el mundo. La ortodoxia dicta que la raya horizontal da impresión
de grosor y la vertical estiliza. Además de eso, no es una camiseta
demasiado discreta. Las rayas verdes y blancas, igual que el Sporting de Portugal, también llamado Sporting de Lisboa, otra camiseta que
podría haber sido la elegida de no encontrar la del Celtic, ya que
viene a ser básicamente la misma cambiando el escudo y la
publicidad, son cualquier cosa menos para pasar desapercibido.
Supongo que es un reto que me pongo a mí mismo. No ir discreto pero
sí actuar con discreción. “No amar a nadie, pero hacer el amor a
todo el mundo” que diría un personaje aún por determinar de esta
historia.
A
ese personaje aún por determinar de esta historia no le gusta el
fútbol, pero tiene un buen puñado de camisetas de equipos de toda
índole. Creo que, a pesar de no gustarle el fútbol, tiene una
acertada visión de un buen número de equipos por una mera
fascinación estética por su indumentaria. A ese personaje aún por
determinar de esta historia nunca le gustó la camiseta del Celtic de
Glasgow. La veía demasiado chabacana. Le recordaba al Betis o a la
Selección Andaluza. Él era más de la elegancia azul del Rangers,
el rival de la ciudad. Yo nunca me podría poner una camiseta del
Rangers por muy bonita que sea. Ahí, ese personaje aún por
determinar de esta historia, tenía ventaja. Al no gustarle el
fútbol, no tenía filiaciones con ningún equipo, más allá que por
su apariencia estética. A mí el Rangers me caía especialmente mal.
Me caía mal en oposición al Celtic, los dos rivales de la ciudad de
Glasgow. Una de las rivalidades más encarnizadas del planeta
futbolístico.
Reconozco
que hay cosas que no son nuevas para mí en esta situación. Estar
muerto es algo que debería haber hecho antes y todo hubiera sido
mejor. Hay gente que ha deseado que me muriera y no volviera a
aparecer más de una vez a lo largo de mi vida. Pero una cosa es
desearlo y otro obtenerlo. Creo que Oscar Wilde dijo aquello de “Ten
cuidado con lo que deseas no vaya a convertirse en realidad” y
aplicado a mi muerte no puede venir más al caso. Cuando otro
personaje aún por determinar de esta historia me dijo adiós con un
sonoro portazo, trató de que fuera consciente de que por ella
estaría mejor muerto. Pero sé que en el fondo, ese otro personaje
aún por determinar de esta historia, no pensaba eso. Una cosa es
desear una muerte hipotética, y otra ser consciente de que alguien
que ha sido muy importante para ti va a morir o ha muerto. Por mucho
daño que te haya causado alguien, cuando muere sólo recuerdas lo
bueno. No hay nada mejor que morirse para que elogien a uno hasta
términos superlativos y seguramente falsos por su dimensión. El que
era un déspota que trataba mal a todo el mundo pasa a ser el hombre
de fuerte carácter, amigo de sus amigos y fiel a sus principios como
nadie. El cabrón egoísta que iba por la vida preocupándose sólo
de sí mismo pasa a ser el alma libre que a todos cautivó en vida.
Incluso el insustancial que pasa por la vida sin pena ni gloria
consigue, al morir, llegar a ser ese ser que no se dejaba conocer
pero que era una bellísima persona cuando te acercabas a él.
Yo
he tenido todos los defectos posibles. He hecho más maldades de las
que la media ponderada de la humanidad puede soportar en un solo ser
para no variar demasiado. He sido un ser despreciable. He sido a
ratos un despojo. He sido yo, egoísta y ególatra, ambicioso y ruin,
he pisado todo lo que tenía que pisar, he escondido inseguridades en
desprecios terroríficos hacia quienes me rodeaban y me querían.
Pero ahora estoy muerto. Ahora todo eso son ventajas. Ahora son todo
parabienes. Ahora hay lágrimas. Ahora hay elegías.
Tenía
que haber acelerado el proceso. Tuve que haber muerto cuando ese otro
personaje aún por determinar de esta historia lo deseó, aunque sólo
fuera por hacerla pasar una vida desdichada pensando que estaba
muerto por su culpa. Aunque fuera cruel. Aunque sólo fuera por
quedarme por encima una vez más.
Cuando
alguien muere, rápidamente se recuerda su fecha, lugar e incluso
circunstancias de nacimiento, como preludio a glosar los hechos más
destacados de su vida.
Una
de las ventajas de estar muerto es que todo parece mejor de lo que
fue.
Una
de las ventajas de estar muerto es que nadie en su sano juicio se
atreve a destacar de tu vida los defectos o los errores cometidos,
por encima de las virtudes o los aciertos, por muy difícil que
hubiera sido verlo así tan sólo un tiempo antes. Tan sólo antes de
morir.
En
la muerte se recuerda el nacimiento. Es curioso cómo los extremos se
tocan de cuando en cuando. Habitualmente el nacimiento nunca te
recuerda la muerte, pero en la muerte sientes la necesidad de
recordar el nacimiento.
Todos
se fueron a Lisboa a celebrar mi muerte. Como creían que a mí me
hubiera gustado. La mayoría entendía que allí debían cerrar el
ciclo de mi vida volviendo al origen. Allí sería el mejor lugar
para celebrar la pena que les afligía con mi muerte. Despertar la
alegría en una de las ciudades más melancólicas del mundo. Reír
cuando todos lloran. Llorar por dentro cuando exhibes una sonrisa
para que todos los que te rodean se sientan mejor. Celebrar mi muerte
con un homenaje a mis orígenes.
Los
más íntimos escucharon muchas veces de mi boca que algo único y
especial me unía a Lisboa. Algo más allá de lo vital, de lo
material, de lo corpóreo.
Mis
padres se casaron en Abril del 74. Como buenos chicos ordenados y
tenían todo planeado. No se habían tocado, al menos eso sigue
pensando mi madre, más de la cuenta antes del matrimonio, para
llegar como Dios manda al mismo. Mi madre sigue convencida de que es
la primera chica con la que estuvo mi padre. Mi padre calla e inventa
excusas peregrinas cuando le saludan por la calle antiguas amigas. Lo
que viene a ser una pareja estándar de aquella época, pero con un
toque romántico. Su luna de miel, su primer gran viaje juntos, iba a
ser a Lisboa.
Pero
hete aquí que a unos militares se le ocurrió la brillante idea de
cambiar el régimen político del país y devolver la libertad a un
pueblo que llevaba bastante tiempo bajo el yugo de la Dictadura. Hete
aquí que sonó Grândola Vila Morena el 25 de abril del 74, a eso de
veintitantos minutos después de las 12, por Radio Renascença, y esa
era la señal que dio comienzo a la Revolución de los Claveles. Y
hete aquí a aquella pobre pareja de enamorados a punto de casarse
que ven que por mucho que les gusten los claveles, la libertad y
todas esas cosas que iban a conseguir los portugueses con su
maravillosa revolución, tuvieron que cambiar su lugar de partida,
retrasando y condicionando para siempre mi existencia.
Quizás
de aquel no nacimiento llego a esta no muerte.
Al
menos oficialmente..."
Voy a poner en cabezadeavestruz un
cartelito que ponga “CERRADO POR DEFUNCIÓN”. Porque quizás esté
difunto y no lo sepa. Aunque vosotros podáis pensar otra cosa.
Probablemente más importante.
CERRADO POR DEFUNCIÓN.
B.S.O.: Dead flowers (The Rolling Stones)
B.S.O.II: Grândola Vila Morena (Zeca Alfonso)
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