Es un hombre…
Un hombre de esos que un buen día descubren que se están quedando calvos. Y decide pasear por la sección de droguería del supermercado curioseando los productos que prometen evitar la caída del pelo, fortalecerlo o dotarlo de más salud.
Es un hombre…
Un hombre de esos que piensan que pasearse por los pasillos de los productos de belleza del supermercado es algo que sólo había hecho sus mujeres hasta que empezaron a quedarse calvos y empezaron a actuar del mismo modo que cuando curioseaban los juguetes de sus hermanas a escondidas.
Es un hombre…
Un hombre de ese tipo de hombres que cuando fueron niños levantaban las faldas a las Barbies de sus hermanas para ver qué había debajo. Es un hombre de ese tipo de hombres que cuando levantaban las faldas a las Barbies de sus hermanas y veían que no había nada, no podían evitar hacer un chiste del asunto.
Es un hombre…
Un hombre de esos que cuando hacían un chiste tras levantar las faldas de las Barbies de sus hermanas, reían estruendosamente, para después desaparecer afligidos por una extraña pena sin que nadie les viera.
Es un hombre…
Un hombre de los que cargan desde que se conocen con el miedo atroz a una vida sin pelo en la cabeza.
Es un hombre…
Un hombre que hubiera cambiado el poco pelo que le queda por no haber levantado nunca las faldas de aquella Barbie.
Es un hombre...
En definitiva, simplemente y llanamente, un hombre.
Pero esa, ya es otra historia…
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