lunes, 19 de marzo de 2012

He echado mi currículum en el Zara (Cuentos de la vida moderna, por y para evitar el olvido en la distancia)


(Un cuento para @BeAfricanita, con cariño, envidia, respeto y admiración)


Esto era una vez que yo sabía un cuento pero se me quedó dentro y no me acuerdo, voy a ver si me sale otra vez... 

"Dicen que hace un tiempo, desde la sala de armas uno de sus castillos preferidos en tierras del noroeste de la Península Ibérica, un tal Amancio Ortega (En lo sucesivo, A.O.), sentado en su sofá orejero de cuero morado, con una copa de whisky de malta en la mano, escuchó hablar de un currículum que se decía que había ido a parar a una de sus posesiones en un extraño giro del destino.

Como en él era habitual, discreta pero incansablemente, se puso manos a la obra para descubrir qué era lo que había detrás de aquel currículum, ya que su olfato de reconocido prestigio internacional detectaba algo que le intranquilizaba y no le dejaba conciliar bien el sueño sobre su montón de billetes de diferentes monedas de todo el mundo donde acostumbraba a dormir un poco menos mullido desde que se divorció de la mujer con la que compartía el imperio que había forjado de la nada tiempo atrás.

Las cámaras de seguridad de una de sus posesiones en la calle Fuencarral de Madrid, cerca de la Glorieta de Bilbao, le dieron la primera pista. Ahí descubrió una conversación, a ojos profanos banal, que sería el hilo de donde podría empezar a tirar.

("Chica Corazón" by @BeAfricanita)



Paseaban descuidados, disimulando preocupaciones y fingiendo felicidad (Como casi todo el mundo que pasea por las calles de una gran ciudad) unas personas aparentemente despreocupadas cuando una afirmación que superficialmente no venía a cuento y que no iba más allá, parece que desencadenó todos los acontecimientos posteriores.

¿Te he contado que he echado mi currículum en el Zara? 

Quién pronunció ingenuo esas palabras tenía en mente otros pensamientos añadidos. Las cámaras del grupo Inditex, aunque poca gente lo sabe, son capaces de captar esos pensamientos y procesarlos hasta hacerlos inteligibles para el paroxismo comercial (de ahí su éxito around the world):

Esas son las pequeñas cosas que te hacen grande. El hacer que yo crezca, aunque sea laboralmente. En este mundo en el que vivimos, somos lo que hacemos, y lo que hacemos por obligación es trabajar. ¿Qué mejor sitio que un Zara? 
Te reíste pensando que yo no encajaría allí.
Me reí pensando que no me conocías lo suficiente. Que no sabías cuán maleable puedo llegar a ser (Por dúctil, por fácil de convencer, no por malote…)
Nos reímos nuevamente. Lo hacíamos mucho. Eso no nos lo quitará nunca nadie. Aunque a algunos no les gustara.

El hilo musical de la tienda se coló en la interpretación de los pensamientos. Pasaba a menudo. El imperio Inditex tenía algún que otro fallo. A fin de cuentas era tecnología gallega…  “Con las ganas” de Zahara se coló en los pensamientos de aquel momento que desencadenaba toda la historia del currículum dejado en el Zara. "Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos… Y las palabras se me apartan, me vacían las entrañas..."

A. O. dio un respingo. Llamó inmediatamente a uno de sus sirvientes y sin disimular su enfado pidió que hiciera lo posible para que despidieran al responsable de todo el circuito de televisión de sus tiendas en la capital de España.  

Buscó un analista de lenguaje corporal que, mirando lo grabado en todas las cámaras de las tiendas de la zona, le diera alguna clave más de lo que pasaba por la mente de aquel chico desgarbado, algo pasado de peso y alto que había hecho esa afirmación frente la puerta de una sus tiendas…  

Según parece, era un tipo extraño, con unos pensamientos interiores que no se intuían con facilidad en su aspecto exterior o en sus gestos habituales. 

Descubrieron algún que otro penar en su interior: 
Te reprocharé siempre que sepas emular la voz del moreno de Los Pecos, infinitamente mejor que yo la del rubio. Pero asumo que hay millones de cosas que sabes hacer mejor que yo, y te quiero por hacerme pensar siempre que es al contrario o, cuanto menos, que no tiene importancia.

A.O. Puso en marcha su ejército de vigilantes del decoro en los Karaokes del mundo en pos de alguna pista que recondujera aquello. 

El informe de su equipo le indicó que el 78 % de las prendas que se ven en los Karaokes de España provienen del Grupo Inditex. Aquello no le satisfizo. A.O. pensó que era un mal porcentaje. También pensaba que los karaokes eran un invento del diablo, aunque tenía más de una docena de aquellos aparatos, regalo de familiares en fechas señaladas, guardados bajo llave en las bodegas de uno de sus castillos de verano. A.O. supo que aquello era complicado, más si se dispersaba en datos inútiles para su propósito. Siguió buscando en los deslavazados e inconexos pensamientos internos (¿Los hay externos?) de nuestro protagonista curricular.

Apretamos y comprimimos nuestra afición por la soledad del día antes, sin darnos cuenta de que añoramos y necesitamos la compañía del día después. Es esa estamos. En esa seguiremos mucho tiempo. Hasta que inevitablemente volvamos a encontrarnos. Y nos agarremos de la mano para cantar matando a todos de envidia cuando nos contemplen.

De nuevo las canciones, pensó A.O., habría que seguir la pista melódica. Quizás en la cabeza de aquella persona había más música que aptitudes para trabajar en alguna de sus tiendas. Buscó la última pista de reproducción que pasaba por aquella cabeza mal pensante y encontró algo extraño. ¿Cómo has tenido valor de hacer una canción de amor? De nuevo Zahara. 

-¡Que me la traigan inmediatamente! –gritó en la inmensidad de su castillo.

Nadie le escuchó (Como sospechaba que pasaba últimamente a pesar del irresistible crecimiento de su grupo empresarial) y una sirvienta que pasaba por allí le indicó que aquella canción podría ser “Adios” de Zahara. De nuevo Zahara, confirmado. 

-¿Por qué? –gritó A.O. al oído de la aterrada sirviente que salió huyendo escaleras abajo cómodamente ayudada porque ese día vestía unos leggins de oferta de Berskha.

Arrojó la copa de whisky a la chimenea. Siempre gustó de representar escenas cinematográficas como aquella. Incluso llevaba tiempo tentado en invertir en cine. Pero sólo tenía ofertas de cine español y él no tenía ningún interés en un cine que no incluyera grandes señores en sus castillos, planos fijos en la mirada de un señor omnipotente oteando sus posesiones mientras se intuye un pensamiento interior de persona justa hasta en la adversidad, películas de época, o un remake de "El Golpe", su película preferida de siempre.




Aquello le recordó algo. Revisó la transcripción del último video de los pensamientos del personaje del currículum. Había oído algo de cartas o de juego. Allí estaba…

- ¡Para ahí! ¡Justo ahí! ¡Vuelve atrás¡ ¡Amplíalo! ¿Qué es eso?

Dicen que en el póker sólo te puedes descartar una vez. Dicen que el póker es como la vida. Solo puedes cambiar cartas una vez en el póker y en la vida. Yo soy más de hacer trampas y siempre me ha gustado mucho jugar con ventaja. Creo que siempre he tenido buenas cartas, pero de no ser así, me las invento. Tú me has enseñado cómo un 4 de rombos puede ser tan bueno como la Reina de Picas si lo coges en el momento adecuado. Siempre me gustó jugar con ventaja. Y siempre quise tener cerca a una reina. Gracias por saber que cuando repartieron la segunda mano, tú y yo, juntos ya éramos una pareja de Reinas. Y con una pareja de Reinas ya se puede jugar. Y, además, siempre guardo un as bajo la manga… Como tú…

Una línea de ropa basada en los tiempos de "El Golpe". Unos motivos inspirados en la baraja francesa. Una línea con vistas a que vendiera mucho con estética de los grandes casinos de Las Vegas. ¡Dios! ¡Qué creativo podía llegar a ser! Era normal que dominara el mundo textil. Si algún día a los chinos les diera por dejar el tema ya no tendría rival y podría descansar tranquilo sabiéndose el rey del mundo de las telas que cubren las pieles de todo el mundo conocido. Se mesó los cabellos blancos que cada vez escaseaban más y recordó que debía centrarse nuevamente en aquello que le había hecho tirar el vaso de whisky contra la hoguera de manera cinematográfica.

Uno de nuestros últimos días pensé en regalarte un supercoco azul de peluche, pero pensé que era algo que no nos decía nada a ninguno de los dos. Lo volví a pensar y acepté que quizás era un buen regalo porque tú y yo no nos hemos dicho nada aunque lo hemos sabido casi todo. Al rato lo volví a dejar en el estante y salí por la puerta de la tienda con la idea en la mente de que lo que no nos dijimos nos distingue y lo que nos conocimos nos engrandece.

Vivirás todo una hora antes por tu geografía, pero lo cierto es que yo siempre anduve una hora después, hasta cuando compartíamos uso horario. 

¡Busquen en las tiendas insulares! –Gritó sin que nadie pudiera escucharlo- ¿Vendemos peluches en alguna tienda? El eco de su voz en su inmenso castillo se volvió contra él como las bofetadas que le daban aquellas chicas a las que cortejaba cuando era un adolescente humilde. Hoy A. O. era tan poderoso que aspira realmente a que todo el mundo conocido se uniforme bajo su criterio estético, desde la más rica al más pobre, desde el más moderno a la más clásica. Y bien que lo había trabajado desde muy temprana edad. Incluso dejando al lado cortejar a aquellas chicas que le gustaban por tener un futuro mejor, un presente de gloria hoy día, un futuro aterrador para cualquier empresario textil que pensara destacar. Recordó todo lo que le había costado, así sin venir a cuento. Y se puso triste. Y el hilo musical entró, ahora en su cabeza, desplazando sus pensamientos…

y aún repaso las lecciones una a una 
cada día 
yo no puedo aconsejarte 
ya es muy duro lo que llevo 
dejemos que corra el aire 
y digámonos adiós…"

Eso era de por allí. Era gallego, lo sabía. No estaba muy al tanto de la música moderna. Su último referente fue Juan Pardo y hace tiempo que no se sabe nada de él. A Julio Iglesias, también gallego, le retiró el saludo cuando no quiso hacer publicidad de él en Miami por mucho dinero que le ofreció. Juan Pardo no era así, pero hacía tiempo que no sabía de él. Además no era gallego. Qué lejos quedaban los tiempos de Juan y Junior o de Los Brincos. Pero aquellas tonadillas eran de otro gallego. Moderno y bajito, como quería pensar de sí mismo aunque viera a viejas sesentonas comprando ropa en sus outlets decantándose por las únicas prendas que había ideado él. 

Buscó en su agenda algún teléfono que le pudiera llevar a aquel gallego que cantaba lo de estudié mientras dormía, y llamó a un amigo de la TVG por si podía ayudarle. Sabía que ese amigo de juventud controlaba mucho el tema musical en Galicia porque produjo un par de programas con actuaciones en la tele que él pagaba como todos los gallegos. Marcó y esperó los tonos de llamada. Al otro lado sonó cómo descolgaban el teléfono. Pero se coló algo que no esperaba oír. Eran de nuevo  los pensamientos del chico del currículum:

Empujamos la luna aquella tarde, porque la luna no puede salir a esas horas. Y detrás descubrí aquella estrella. Aquella cosa luminosa que me enseñó por dónde pasear y hacia dónde ir cuando no se sabe bien ni dónde se está ni hacia dónde se va.




Si algo de todo lo que he aprendido de ti, quisiera que supieras y te sintieras responsable, sin duda sería ese extraño efecto que causabas en mí, cuando cada vez que hablábamos, me hacías pensar que era 2 de Enero, ya pasada la resaca, y podía plantearme renovar todas las ilusiones y proyectos nuevos que esos días todos nos sentimos capaces de emprender. Gracias por hacer que, tras todas nuestras conversaciones, me sintiera en un permanente 2 de Enero. Que anulara mi cuota del gimnasio más tarde, o que dejara de seguir aquel coleccionable, son ya cosas mías de las que no tienes un ápice de responsabilidad. En cualquier caso. Al tomar la esquina volvía a ser 2 de Enero. Ahora sólo quiero que sigas dándome muchos 2 de Enero en la distancia, con mayor intensidad aunque con inevitable menor frecuencia. Los necesito para seguir, sabes que odio el verano perpetuo al que tú te vas…

Tiró el teléfono al suelo y las piezas volaron por toda la estancia. Otra escena muy cinematográfica, pensó consolándose e intentando disimular la frustración. 

Se sirvió nervioso otro whisky de malta (escocés, off course) y pensó que últimamente bebía más de la cuenta. Su divorcio le había sumido en cierto aburrimiento y el aburrimiento le llevó a pensar demasiado. Pensando demasiado se aficionó a beber a solas y a solas llegó al escocés de malta. De ahí a pensar que últimamente perdía el tiempo con muchas tonterías había un paso.

El paso lo dio cuando se dedicó a vigilar más de lo debido sus tiendas. Su inabarcable red de negocios repartidos por todo el mundo. Desde su sofá orejero de cuero morado. En la soledad de su castillo del noroeste. Pensó que quizás así no llegaría a ser nunca tan feliz como cuando abrió su primera tienda y lo celebró con todos los que le habían acompañado en su aventura. Supo que el chico del currículum era un farsante que quizás había hecho ese comentario sin darle mayor importancia y que no debía quitarle el sueño. Entendió que trabajar demasiado no merece la pena si no disfrutas de la gente que tienes a tu alrededor. Quiso conquistar el mundo, pero el mundo es más pequeño que todas sus tiendas. Envidió a aquel cínico chaval que dijo “He echado mi currículum en el Zara” cuando quería decir que echará mucho de menos a la persona que iba a su lado.  Echó un último vistazo a las cintas de seguridad. Como punto final esta vez. Y lo vio todo claro:

Quizás algún día, después de confesarte todo esto, te decidas a cantarme aquella canción tan bonita…

“Trabajas en Inditex,
el mundo está a tus pies”

Todo se reducía a eso. 

Y a querer a la gente, aunque se diga cada vez menos. 

Y sentir el mundo a mis pies…"


Y colorín colorado, este cuento aún no se ha acabado... 

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