sábado, 31 de diciembre de 2011

Quiso cambiar de año (Feliz 1984)




"Los niños nunca deberían ir a la cama, cuando despiertan son un día más mayores."
(Descubriendo Nunca Jamás)




Quiso escribir algo que le ocupara el tránsito entre un año y otro. No comía uvas habitualmente, por ahí no habría problemas. Siempre estaba en otro sitio, salvo cuando estaba con ELLA.

Quiso decir tantas cosas, pero no era el día indicado, ni la noche adecuada.

Quiso pensar en ELLA, pero se dio cuenta de que siempre lo hacía.

Quiso ser detallista con la fecha, con el cambio de año, con la noche de todas las noches, con el día de los nuevos amaneceres, con las evaluaciones indulgentes y los propósitos ambiciosos, consigo mismo, con ELLA… Pero se dio cuenta de que siempre lo hacía.

Quiso darse cuenta de que siempre lo hacía.

Quiso cambiar de año y se dio cuenta de que siempre lo hacía, y que el año le cambiaría a él. 

Miró en su bolsillo y encontró lo que necesitaba. Estaba en todas partes, pero sólo en ese momento se dio cuenta. Invirtió todo lo que le quedaba en pensar en ELLA con todas las fuerzas y cuando se dio cuenta ya había transitado de un año a otro. 

La gente a su alrededor saltaba y bailaba feliz por algo inmaterial que esperanzaba a todos sin pensar que era una noche más y que era una excusa. Quiso explicárselo a todos, pero se dio cuenta que siempre lo hacía y decidió pensar en ELLA. 

La gente a su alrededor saltaba y bailaba feliz, pero él era la persona más feliz, saltarín y bailongo de los presentes, pensando en ELLA, sin estar allí.

Estando donde siempre quería estar. 

Sintiendo lo que quería sentir.

Sin tránsitos ni traumas. 

Sin uvas.

Con ELLA.

Con ELLA.

Con ELLA.

¡Feliz 1984!


martes, 27 de diciembre de 2011

La historia que no leerá nadie excepto TÚ



Publicar algo en estas fechas es un ejercicio inútil ya que la audiencia potencial se reduce a su mínima expresión. 
Publicar algo interesante, además de ser una quimera por aquello de lo habitual del sitio, sería un desperdicio porque nunca lo leerías con la puntualidad necesaria que requieren mis historias. 

Todas estas reflexiones pasaban por mi cabeza, y convencida estaba de no publicar nada hasta que pasaran las celebraciones, cuando en medio de esos pensamientos tropecé con algo que me hizo dar la vuelta a todo, como suele pasarme cada vez que pienso en ti.



Esta vez no estaba pensando en ti, lo reconozco. Estaba –como ya he dicho- pensando en no publicar nada hasta que pasaran las fiestas, y te encontré agazapada tras una de mis neuronas escondidas, una de las que están y que no suelo mirar porque no quiero que se ruboricen y que lo pasen mal, no vaya a ser que no funcionen bien bajo presión.


¿Qué haces ahí?

Siempre estoy aquí, tan a gusto…

Mi cabeza no es el sitio adecuado para que te instales en ella.

¿Porqué no? Esta parte estaba vacía… Una vez que conseguí llegar, tras pasar los atascos, la zona atestada de civilización inhumana, los fantasmas, tus miserias y traumas, los asesinos a sueldo, el bosque de tus prejuicios, los archivos porno, los conocimientos desordenados y las orgías multitudinarias, me he encontrado este remanso de paz tras esta neurona.

Es un remanso de paz privado, ¡Aléjate de ahí!

Si ni siquiera sabías que estaba aquí.

Ahora lo sé, y no podré vivir con ello.

Sí puedes: Siempre he estado aquí y nunca te he estorbado.

No te conozco hace tanto...

He tenido otras formas, pero siempre he sido yo...


Me callé. 

No supe que responder. Además, la dependienta ecuatoriana del Lidl me miraba con cara de estar pensando que si como si no tuviera bastante con trabajar en estas fechas, encima le iban a tocar todas las colgadas del barrio.

- Buenas tardes: ¿Quiere bolsa?

No. Evidentemente no quiero bolsa, pero ella está preparada mecánicamente para preguntarlo cada vez que alguien se acerca a pagar a su caja sin llevar ninguna bolsa en las manos que aparentemente vaya a ser usada para evitar pagar los céntimos que te cobran por las bolsas del supermercado que otrora eran gratis. La verdad es que no recuerdo que en el Lidl fueran gratis alguna vez, pero soy joven para saber si esto es un hecho o un recuerdo borroso. No tiene importancia. Tengo prisa por llegar a casa. En estas fechas es donde mejor puedes estar si no quieres correr el riesgo de que te pongan un gorrito ridículo en la cabeza, y un collar hawaino en el cuello.

Corrí como alma que lleva el diablo (¿Cómo demonios un alma llevando un diablo va a ser tan rápida como para convertirse en frase hecha que indica velocidad y urgencia?) porque tenía algo que hacer. No sabía bien qué era, pero tenía que hacerlo. Las dos botellas de horchata que llevaba en cada mano no me facilitaron ir rápido. Debí comprar una bolsa cuando me la ofreció la simpática boliviana del Lidl (¿O era ecuatoriana?) pero estaba con la mente en otras cosas.

Pensé en ir a la puerta de tu trabajo a darte una sorpresa. Quizás me sonreirías al verme por allí.


¿A qué has venido?
¿Pasabas por aquí?
Sí, siempre paso por aquí, cuando apareces dentro de mi cabeza y te veo agazapada detrás de aquella neurona.
¿Qué dices? Anda, vete, que salgo en un rato y si quieres nos tomamos un café, pero no empieces a decir cosas raras… Si no, me voy.
Pero… Bueno, creo que te voy a esperar un rato…


No lo hice. 
Me fui a casa corriendo. 

Tenía que escribir la canción más bonita del mundo. Me la estabas dictando desde detrás de aquella neurona donde pasas el tiempo agazapada dentro de mi cabeza. 
Tenía que escribir la canción que te prometí cuando era poeta. Retumbaba en mi cabeza y sabía que lo estabas recitando tú. 
Tenía que escribirte aquel cuento que te debo. Resonaba dentro de mí y eras tú quien lo estaba narrando.

Pero sabía que no era el día. No resulta interesante publicar nada en estas fechas.
Pese a ello, tus voces dentro de mi cabeza eran más fuertes que cualquier otro pensamiento. 

Abrí la libreta y dejé que la pluma volara sobre el papel:


“Ella era una chica parecida a todas las demás. Sus esfuerzos por estar en el mundo, por ser una más, eran duros: No conseguía identificarse plenamente con nadie, todos parecían diferentes a ella. Se pasaba la vida buscando algo que le explicara porqué. Su vida consistía en perseguir desesperadamente ser la chica que todo el mundo le decía que tenía que ser, pero no lo conseguía. Aquella chica, nunca supo realmente quién era, porque su cabeza estaba ocupada por la que le robó el corazón incluso antes de conocerse, y una chica sin corazón nunca puede estar completa. Por muy bien organizada que tenga su cabeza.”


Encendí el ordenador y me dispuse a publicar la historia. Pensé que me había quedado muy corta, pero estaba segura de que era lo más sincero y profundo que había escrito nunca y eso daría mayor tamaño al texto. Pero sospechaba que  yo no lo había escrito y eso me daba miedo. Nunca había publicado nada ajeno en cabezadeavestruz. En un giro inesperado de los acontecimientos, mi cabeza me llevó por los derroteros habituales de estas fiestas y recordó que publicar algo en estas fiestas es un tremendo desperdicio porque implica que la audiencia potencial se reduce a su mínima expresión. 

Nunca lo leerías.
Aunque lo hubieras escrito tú.

Esto no lo he publicado: No lo estás leyendo.

Felices fiestas, cerebro de mi corazón  

¿O era corazón de mi cerebro?


viernes, 23 de diciembre de 2011

Cumpliendo con los tópicos (Volumen 1 Reloaded)



Definitivamente, una de las ventajas de que cabezadeavestruz vaya creciendo en el tiempo, es que puedes echar la vista atrás (Aunque te produzca algo de rubor) y encontrar allí lo que buscas.

Teníamos previsto escribir una historia navideña, gratificante y llena de buenos deseos, espumillones y powerpoints de gatitos, pero pensamos que era un cambio de estilo muy drástico, aunque nuestro estilo no acabemos de definirlo completamente nunca. Supongo que cuando lo consigamos tendremos que cerrar, o sea que por el momento, nos conformaremos con seguir esa línea no definida ni marcada que nos caracteriza y que no nos provoca dolores de cabeza, ni discusiones con los patrocinadores.

Hemos rescatado del olvido (Esta frase me recuerda a una canción) aquella historia navideña, probablemente la única, que pasó por cabezadeavestruz hace ya un par de años, cuando esto era un erial desierto por dónde no pasaba casi nadie...




Evidentemente, no aparecen los espumillones ni los powerpoints de gatitos por ningún lado, o sea que aprovechamos para no ser recurrentes y desear nada que no sea deseable para estas fechas o cualesquiera otras...

Besitos para ellos y abrazos para ellas.


lunes, 19 de diciembre de 2011

“Querido Líder” (Ese extraño Obituario de Kim Jong Il en el que no debí dedicar el poco tiempo que me dejas para escribir)




“Algún día olvidarás
Que te llevé al arcoíris
Algún día sufrirás 
Por no verme en tus sueños
Algún día mi niño
Algún día…”

(Inicio de la canción que intenté escribir en una servilleta de bar mientras te mandabas mensajes por WhatsApp con otra y fingías escucharme)




Yo nací el mismo año en el que a Kim Jong Il se le empezó a conocer como “Querido Líder”. 

Mucha gente puede decir lo mismo, pero casi ninguna es como yo. Mis compañeras de colegio tienen hijos y te etiquetan en fotos con ellos en el Facebook para felicitarte las fiestas. Mi poco inexistente espíritu maternal se reafirma en su ausencia con estos hechos.

Cuando Kim Jong Il nació, el 16 de febrero de 1942, aparecieron una estrella y un doble arcoíris en el cielo, según la propaganda oficial. La montaña en la que nació, el monte Paekdu, es desde entonces un lugar sagrado.

Donde yo nací, creo que sigue existiendo una clínica, pero ahora se llama de otra manera y es privada.

(Kim Jong-suk, madre del fallecido "Querido Líder")


Cuando yo empecé a tener uso de razón se decía que a estas alturas viajaríamos en coches voladores, pero yo sigo aguantando a taxistas que me hablan de lo mal que está todo cuando vuelvo a casa después de salir de algún sitio de borrachera en las frías madrugadas de soledad autoimpuesta.

Hoy ha muerto Kim Jong Il y dicen que ha sido de agotamiento físico y mental en un viaje en tren. Yo moriré en algún momento del futuro y no sé qué medio de transporte me puede servir de coartada para la versión oficial en mi obituario.

En la televisión salen imágenes de norcoreanos llorando desconsoladamente por la pérdida de su “Querido Líder”.  Al instante cortan para publicidad para emitir los inevitables y recurrentes anuncios de colonias de estas fiestas. Al volver de publicidad hablan del Real Madrid y de Cristiano Ronaldo y el mundo puede seguir su curso.

Y mientras, yo seguiré viva mientras sepa que me quieres como soy, aunque eso a nadie le importe, ni venga a cuento tal y como está el mundo que nos rodea… 

Y sigo sin terminar esa canción que te debo desde que decía que era poeta…






“Algún día olvidarás 
Que tuviste pesadillas
Algún día recordarás
Aquel oro al final 
(del arcoíris)”


(Final de la canción que intenté escribir en una servilleta de bar mientras te mandabas mensajes por WhatsApp con otra y fingías escucharme)



miércoles, 14 de diciembre de 2011

Hola Carlos, soy tú (Enlace patrocinado por Burger King):



Christina veía mucho la tele. En eso nos parecíamos mucho. Teníamos gustos comunes y ver la tele compulsivamente era uno de ellos. No solíamos hacerlo nunca juntos y eso enriquecía nuestras conversaciones porque siempre, al encontrarnos, contábamos las cosas distintas que habíamos visto cada uno. Después (Incluso alguna vez antes, o durante) follábamos, pero eso no viene a cuento, aunque fuera otro de nuestros gustos comunes. A ella no le gustaba hacerlo viendo la tele, y yo lo tenía que hacer solo y cuando ponían porno. 
Pero ya he dicho que no viene a cuento. 
Me hablaba de un anuncio que había tocado su moral. Contaba que alguien desde el 2011 llamaba a 1981 para explicar a un Carlos que era él mismo 30 años antes, cómo le iba a ir la vida y de qué debía y no, preocuparse. Era de una marca de hamburguesas que no entraba en nuestros gustos comunes. 
Pero eso tampoco viene a cuento.

Esta es la historia que Christina me contó un día de lluvia después de follar (O antes... O durante, no estoy seguro):



Imagina a Carlos en el 2011. Imagina lo que pasa por su cabeza:
Ayer quise llamarme a mí mismo. Quise llamar a mi yo de hace un montón de años, pero me dio vergüenza. No quería contarle que no tenía futuro, que él iba a convertirse en yo en unos años, y que el resultado no le iba a gustar, no iba a cumplir sus expectativas.

Imagina a Carlos en el 1981. Imagina lo que pasa por su cabeza:
Ayer quise llamarme a mí mismo. Quise llamar a mi yo de dentro de un montón de años, pero me dio vergüenza. No quería contarle que lo sentía, que lo que él era por mi culpa no tenía ya remedio, y que no pensaba hacer nada para remediarlo. Es triste, pero sé que el resultado no me va a gustar, no se cumplirán mis expectativas porque no tengo ningunas.

Imagina a otra Christina (Atemporal, como todas tus Christinas). Te voy a decir lo que pasaría por su cabeza:
Ayer quise llamar al Carlos de 2011. Quise llamarlo para que no se preocupe. Él sabe que lo sigo queriendo y que siempre lo querré. Que todos los errores que cometió desde que era el Carlos de 1981 y me anhelaba sin saber muy bien porqué, hasta llegar al Carlos de 2011 que por fin ha comprendido que soy Christina y que siempre lo seré haga lo que haga, son propios de alguien como él. De alguien enamorado de mí. De alguien que no sabe que está enamorado de mí, pero que sabe, y cada vez más, que soy Chrsitina y que siempre lo seré, haga lo que haga.

Mañana querré llamar al Carlos de 1981. Querré llamarlo para que no se preocupe. Es lógico que en su incipiente pubertad mal llevada, le ponga nervioso ver que no llega a tenerme como él quisiera, aunque aún no sepa cómo quiere quererme ni para qué. El fuego interno que brota cuando me ve es más importante que cualquier otro picor propio de la edad. Él aún no lo sabe, pero tengo que decirle que estoy ahí y que soy yo. Que siempre lo seré, pero que no soy suya, aunque sus anhelos puedan pasar por conquistarme para siempre.

Imagina que te llamo a cobro revertido. A 1981, a 2011 o a 2027. A cuándo quieras cogerme el teléfono. Te diré que soy yo. Me reconocerás. 
Y todo será como en todos los anuncios de perfumes: Todo será críptico pero envuelto de sensualidad. Todo será sensual pero tan críptico que no lo comprenderás.

Y sabrás que esa es mi esencia. 

Ese es mi perfume: Críptico y sensual, sensual y críptico. Eso es tu Christina. Y sólo tú lo comprendes, aunque sea 2027, 2011 o 1981. 




Christina veía mucho la tele. Me contó una historia porque había visto un anuncio que había tocado su moral y acabó tocando la mía.

No necesito ver el anuncio para entenderla. Yo no me llamo Carlos y a mí en la tele me gusta más el porno que los anuncios. 

Christina estará ahí siempre recordándome que no puedo esperar su llamada porque esas cosas sólo pasan en los anuncios. Y yo me olvidaré de creer que moriré por cualquier causa perdida que no sea ella. Mis sueños se limitarán a sobrevivir. Comiendo hamburguesas del Mc Donald's. 

Aunque a ninguno de los dos nos guste… 



lunes, 12 de diciembre de 2011

Anticrónicas de conciertos en lasgafasdemike.com: Christina Rosenvinge y Lagartija Nick


¡Hola amiguit@s del mundo musical!:

Les remito, con el mayor de los pudores del que soy capaz de lucir, a la reciente publicación de dos aventuras más de dos personajes desconocidos que pululan por los peores garitos de la capital con las peores compañías y con la peor de las disposiciones...

Afortunadamente, no van a los peores conciertos, sino todo lo contrario:

Christina Rosenvinge, en NEU Club, en la Sala Galileo Galilei




y Lagartija Nick en la Sala El Sol




Tampoco son lo peor (más bien todo lo contrario) las fotos de uno de los perpetradores del asunto, el exiliado gallego que tiene a bien poner a la vista de todos los mortales de la imagen su obra en esta página, ni lo peor la disposición de los gerifaltes de Lasgafasdemike.com a que, de momento, volquemos allí nuestras frustraciones tras cada noche de desahogo musical que, de cuando en cuando, nos pide el cuerpo emprender...

Pasen y vean, amiguit@s de lo musical...

¡Salud!

jueves, 8 de diciembre de 2011

Post urgente y acelerado




¿Dónde estuviste anoche?
¿Anoche? No tengo la menor idea. Hace demasiado tiempo
Y, ¿Qué harás esta noche?
No hago planes con tanta antelación
(Casablanca)


Érase una vez, en un mundo gris, una chica que iba acelerada a todos sitios...


“No hay tiempo” se decía al modo del conejo de Alicia sin que siquiera estuviera corriendo por un país de maravillas. 


Se había instalado en la prisa pensando que ella era diferente y nunca llevaba el mismo ritmo o el estrés de quienes le rodeaban y a quien tanto despreciaba.


Subía, bajaba… Iba, venía… Llegaba siempre a destiempo y se iba antes de lo deseado de todos los sitios…


“No hay tiempo” recordaba al conejo blanco, y ni siquiera recordaba lo que era tomar un té, más allá de las infusiones de hierbas medicinales que le había recomendado una amiga para que las tomara por las mañanas y pudiera ir bien al baño. Ni tiempo tenía para regular su tránsito intestinal…


Su trabajo era mortalmente absorbente, su vida social pasaba por meros encuentros puntuales y acelerados, y sus horas de sueño se limitaban a los momentos en los que, ya de noche, su cuerpo decía basta…





El metro era su hábitat natural. En él se veía diferente. Aunque corriera como todos. Subía y bajaba las escaleras en los transbordos entre líneas como si no fuera consciente de que pasaban metros cada poco, y que “perder” uno sólo le suponía esperar un par de minutos al siguiente.


Un día como otro cualquiera, subiendo unas escaleras como loca, sufrió un parón inesperado. Una inmensa espalda masculina le frenaba y no le permitía seguir su camino al ritmo habitual:



- Perdona: ¿Me dejas?
- Te dejo, te dejo… ¿Llevas prisa?
- Claro… Todos llevamos prisa
- Yo no
- ¿Me dejas? Me importa poco que tú no lleves prisa
- Si vas tan rápido a todos los sitios, te vas a perder muchas cosas por el camino
- Si no voy tan rápido, lo que voy a perder es el trabajo
- Tú sabrás. Pero estás perdiendo un tiempo precioso hablando conmigo
- Lo sé: ¿Me dejas pasar de una puta vez?
- Te dejo: Te he dejado siempre. Podrías haber pasado a mi derecha o a mi izquierda y no lo has hecho



Se paró a mirar. Se dio cuenta de que estaba en medio de unas escaleras donde ya no quedaba casi nadie, y podía pasar por cualquier lado. Estaba parada hablando con aquella preciosa espalda como si no llevara prisa. Como si no pasara el conejito blanco de Alicia diciendo que ya no le queda tiempo.



- No sé qué hago parada detrás de ti
- Estás delante
- Me voy
- No quieres irte
- Lo sé, pero tengo que irme
- Si hubieras seguido corriendo como siempre, no me hubieras conocido…
- Tampoco te estoy conociendo ahora mismo
- Eso tiene fácil solución: ¿Tienes tiempo para un café?



Miró a su alrededor. No vio Alicias, ni conejos blancos, ni despertadores irrespetuosos. Se vio a sí misma y agarró la mano de la preciosa desconocida espalda masculina que la había hecho parar en las escaleras del metro en su trasbordo habitual de todas las mañanas entre la línea 3 y 2 del suburbano.


Miró a su alrededor y se vio a sí misma corriendo a la derecha de ellos dos. Y luego a la izquierda. Y arriba, y abajo… En un instante vio su vida pasando por allí sin fijarse en ella misma al menos cuatro o cinco veces. Y no pudo hacer nada para llamarse la atención.


Miró a su alrededor. Sin prisas. Apretó la mano de la preciosa desconocida espalda masculina que la había hecho parar y se dejó guiar a la superficie.


Hacía sol. 


No recordaba cuánto tiempo hacía que no veía la luz del sol en Diciembre.


Se olvidó de sus prisas y se recordó a sí misma. 


Le besó como si estuviera besando todo el tiempo perdido.





Érase una vez, en un mundo multicolor, una chica que iba sonriendo a todos sitios...






domingo, 4 de diciembre de 2011

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 20): Días de lluvia



"Si ocurre, ocurre, y si no ocurre, no ocurre. Nunca sabes lo que va a pasar luego y precisamente cuando crees que lo sabes es cuando no tienes ni puta idea. A eso lo llamamos paradoja."
(Smoke. Wayne Wang y Paul Auster)





Me desperté confundida. Se había marchado corriendo de mi lado porque ya no me quería. Era un día de lluvia, pero eso no era importante.

Días antes me había preguntado quién era yo. No supe qué responder. Días después me había dicho que era muy difícil querer a alguien que vive sin saber quién es. 

Salí a la calle y la vi entre la multitud. Corrí a su encuentro a pedirle que volviera a mi lado, que me quisiera de nuevo. Cuando la miré a los ojos supe que no sabía quién era. Era un día de lluvia, pero eso no era importante.

Me quiero tanto porque no sé quién soy. Si lo supiera, probablemente yo también saldría corriendo de mi lado porque ya no me querría.

No me gusta salir corriendo los días de lluvia, pero eso no es importante.

Querer, saber quién es una misma, y la lluvia es una buena combinación para el final de una película romántica, pero en la vida da mal en plano. Además de no ser importante.

No sé quién soy. Quizás no sea importante, pero volverán los días de lluvia.

martes, 29 de noviembre de 2011

Territorio Felino (Esbozo de zarzuela gatuna en tres actos):



ACTO PRIMERO: “El gato delgado”

Mi mujer está preocupada por la delgadez del gato. No entiende cómo se le notan tanto las costillas. Mi mujer sólo tiene ojos para nuestro gato. Mejor dicho: para su gato.

A mí los gatos siempre me han parecido unos animales para no fiarse de ellos. No sé si me gustan o no los animales, pero los gatos me transmiten mucha desconfianza. Siempre tan esquivos, tan suyos, con esas uñas y esa mirada que te penetra, sobre todo por la noche.

No me fío de sus ojos, ni de su mirada.

Creo que él tampoco se fía de mí. 

Pasa el tiempo y cada vez está más delgado. Mi mujer está muy preocupada. Quiere mucho a su gato, aunque tenga esos ojos de los que no te puedes fiar. Como todos los gatos... 


ACTO SEGUNDO: “La mirada felina”

Sus ojos eran felinos. Eran los de una gata. Enamoraba a todo el que quería allí por donde fuera por esa mirada tan penetrante y misteriosa. Por esos ojos de gata.

No quería mirarla fijamente. Sus ojos me daban miedo. Bajaba la mirada cuando sentía clavarse sus felinos ojos en mí. No podía soportarlo. No me fiaba de ella. 

Sus eléctricos ojos azules… ¿O eran verdes? 

No sé, no me atrevía a mirarlos tan fijamente como para saberlo.

Pero cuando intuía que no me sentía a gusto, que desconfiaba, que me intranquilizaba… Me ronroneaba como sólo saben hacer las gatas como ella. Se arrimaba a mi cuerpo, ronroneaba, volteaba mi confianza y me producía un tremendo bienestar. Acabé dependiendo de sus ronroneos de igual manera que aterrado por sus ojos. Por sus eléctricos ojos azules ¿O eran verdes?





Le costaba dormirse a mi lado por las noches, pero mucho más, despertarse por las mañanas. No quería dormir de noche y ronroneaba por las mañanas haciéndose un ovillo acoplado a mi cuerpo.

Mi madre decía que nunca te puede fiar de la gente con ojos de gata. Ella era una gata con los ojos más felinos que hubiera visto nunca.

Lo pasábamos bien. Sobre todo por las noches. Cuando abandonaba los tejados del barrio y se acostaba a mi lado sin ganas de dormir. No le gustaban las mañanas, pero ronroneábamos apurando amanecer al nuevo día.

De cuando en cuando desparecía por el vecindario. Muchos la veían. Sus ojos iluminaban allí por donde pasaba. Pero siempre volvía a mi lado.  Una noche, antes o después volvía a mirarme, yo apartaba la mirada, ronroneaba y acabábamos en la cama deseando no amanecer al nuevo día.





Eran bellas nuestras noches. Cuando sus ojos más me miraban. Aunque creo recordar que en algunos momentos los vi cerrados. Eran los instantes en los que yo dejaba de tener miedo, me fiaba de ella y dejaba de ser la gata que paseaba por los tejados del barrio y que de cuando en cuando volvía a mi cama para dejarse llevar por la belleza de nuestras noches. Y las pocas ganas de despertarnos a ningún amanecer.

Llegó un tiempo en el que nuestras noches se espaciaban cada vez más. Sus paseos por los tejados cada vez eran más largos. Su búsqueda de leche y galletas en otros cada vez fue más frecuente. Empezó a cerrar cada vez menos los ojos. Me empezó a mirar cada vez con los ojos más claros, con su mirada más felina…

Recordé a mi madre y sus enseñanzas.

Y dejó de venir...



ACTO TERCERO (Y final): El alimento de los campeones. La comunión de los cuerpos. Tu recuerdo me sabe a comida de gato.


Dicen que 7 vidas tiene un gato. Tu recuerdo tiene 7 veces 7 como dicen en la Biblia. Yo tengo una pero seguiré esperando. Echo de menos que me mires. Echo de menos sentir esos ojos de gata penetrando mis entrañas con su luz verde azulada. ¿O era azul verdosa?
Mato el tiempo buscándote por los tejados. Sé que no aparecerás a menos que tú quieras, pero me gusta pensar que quizás en una de estas vidas (tuyas) te encuentre. No tengo previsto vivir mucho y estoy convencido que tus ojos me quitaban más vida aun cuando me mirabas fijamente, pero uno no puede olvidarse nunca de su gata.
Paso las horas engullendo comida de gatos a escondidas. 

A veces me pongo melancólico y canto felinamente
"Sometimes I feel so happy 
sometimes I feel so sad 
sometimes I feel so happy 
but mostly you just make me mad 
Baby, you just make me mad
Linger on your pale blue eyes"

Mi cuerpo, del que siempre te reías desde la dignidad de tu mirada de gata, está mejorando mucho. No llegará nunca estar lo suficientemente felino como para poder salir a buscarte por los tejados, pero cada día tengo mejor planta.

Mi dieta se compone básicamente de comida para gatos engullida con nocturnidad y alevosía cuando mi mujer no me ve. Cada vez compramos más comida para gatos y cada vez su gato está más delgado. Es raro que todavía no haya empezado a sospechar. Es raro todo lo que me pasa desde que dejaste de venir por mis tejados.

Es raro todo.

Paso las horas engullendo comida de gatos a escondidas...



Posdata aclaratoria (Inútil como de costumbre, innecesaria como siempre): 
El animal de la foto que acompaña este relato no es un gato. Ni una gata. Es un lémur. Me gustan los lémures. No me gustan los gatos. Ni las gatas, más allá de las diferentes catwomans de Batman. No me gustan las rubias, pero ahora no viene al caso.

Los lémures me parecen unos bichos muy curiosos. Algún día tendré que escribir algo sobre ellos para poder poner la foto de algún gato. 
O de alguna gata. 
O de alguna rubia. 

Aunque no me gusten…



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen 6): Todos tenemos un precio (Y yo un poco más)



“Putos no faltan, lo que faltan son financistas”
(9 Reinas, Fabián Bielinsky)

(Foto: Albert Watson, 1993)



Tantas veces me traicioné a mí misma que no puedo asegurar sin margen de error quién soy realmente. 
Tengo claro quién creo que soy. 
Tengo claro quién quiero que piensen los demás que soy. 
Tengo claro quién seré cuando escriba mi autobiografía. 

Pero en mi fuero interno tengo claro que no sé quién soy sin atenerme a las circunstancias.

Soy inquebrantable. 
Soy insobornable. 

Pero probablemente, porque nadie ha llegado nunca con la oferta adecuada.

Todos somos así, pero yo he tardado en darme cuenta.

Me creía una gran artista, pero era una vendida más. Como todas las demás. He tardado en darme cuenta.


Quise hacerte una foto. 
Quise decirte que era fotógrafa. 
Quise ser una artista para que me dejaras ver tu cuerpo.

Pero mi cámara no tenía carrete.

Hoy eres famosa y no puedo sacar dinero de aquello. Tampoco puedo sacar status social porque nadie me cree cuando digo que estabas enamorada de mí y que pasé por tu cama cuando no eras nadie. Tampoco puedo acercarme a ti porque me odias desde que supiste que aquel fallido reportaje fotográfico era simplemente una sucia treta para aprovecharme de ti y hacer que cayeras rendida en mis brazos.

Quisiera que hubieras sido mi Norma Jeane, pero nunca he tenido esos carretes. Dejaste de mirarme a la cara con dulzura e indulgencia antes incluso de convertirte en Marilyn. 

He llegado a pensar que quise hacerte aquellas fotos por un interés puramente sexual, pero leyendo lo de los 19.000 euros por la foto de Kate Moss he recordado que hay cosas que ni todo el dinero del mundo puede pagar. Las heridas que causó en mí cada disparo no realizado de la cámara sobre tu cuerpo las sufro ahora cuando recuerdo que las flechas de mi seducción que hubieran representado no llegaron a clavarse completamente. Si hubiera tenido entonces aquellos 19.000 euros hubiera elaborado flechas de mejor calidad que hubieran ido directas al objetivo. A tu líbido a tus deseos más primarios. A esos deseos que te hubieran hecho ser mi esclava mental para siempre. Aunque ni tú fueras una nueva Norma Jeane aspirante a Marilyn ni yo una fotógrafa con ínfulas de artista conceptual. Aunque no tuviera carrete.

He llegado a pensar que te quise hacer aquellas fotos por un interés puramente sexual, pero mirando la foto de esa Kate Moss temprana que se acaba de vender por 19.000 euros he recordado que hubiera dado muchos de aquellos momentos por tener una de las noches que vivieron una temporada otra Kate Moss madura y exitosa con Pete Doherty entre glamour, aduladores y cocaína.

He llegado a pensar en los 19.000 euros y he visto a una Kate Moss por hacer y he recordado que nunca me han gustado las chicas como ella. Ni hechas ni por hacer. Me la tiraría, por supuesto, pero no es mi tipo. A fin de cuentas, tú tampoco lo eras cuando te conocí y pasé de seducirte por aburrimiento a no poder dejar de pensar en ti. Ni siquiera me gustaban las tías cuando apareciste y ahora ya eres casi Marilyn.

Mi gran Marilyn perdida.

Y me miras con indiferencia.

Y no dejas que me acerque a ti.

Nunca me gustaron las rubias. Nunca me gustó hacer fotos por dinero. Nunca tuve carrete en aquella cámara. Pero por 19.000 euros podría sacar la cámara del baúl, comprar varios carretes y volver a aquel desván del tiempo en el que fantaseábamos la una con la otra.

Pero sólo por 19.000 euros: Tengo un precio.

Soy una tía muy orgullosa, y todo esto nunca lo reconoceré en público. 

A no ser que me dieras 19.000 euros por hacerlo…





Posdata aclaratoria (Inútil como de costumbre, innecesaria como siempre): 
Dada la insultante juventud de muchas y muchos de los inconscientes que pierden su tiempo por cabezadeavestruz, nos vemos en la obligación de aclarar que el carrete era un rollo de película que había dentro de las cámaras de fotos (Que antes no eran digitales) y que servía para que una vez gastado (Hechas las fotos pertinentes, comúnmente 24 ó 36 aunque siempre cabía alguna más) fueras a revelarlo para llevarte un disgusto comprobando que todo lo que creías haber captado con tu cámara no estaba en esos papeles de colores que te daban. 

Visto con distancia, esto que los y las más jóvenes veis como un atraso impresionante y una cosa antidiluviana que no llegáis a explicaros cómo podíamos vivir con ello, tenía varias ventajas con respecto a los tiempos actuales, de las que nos permitiremos destacar las, para nosotros, tres más destacadas:
No había nadie que hiciera 300 o 400 fotos de cualquier acto social, cuando algún turista te decía que si le podías hacer una foto te podías permitir el lujo y el placer de hacerla cortando la cabeza o enfocando otra cosa disimuladamente y, siempre que recogías un carrete revelado de la tienda, cabía la posibilidad de que te dieran otro que tuviera instantáneas de una vida más interesante que tu excursión familiar al pueblo de tus abuelos.
Y si esa vida más interesante consistía en unas fotos comprometedoras, el desnudo de una vecina del barrio o las pruebas de alguna afición oculta y vergonzosa y caían en tus manos, podrías sacarte unos dinerillos sobornando a sus legítimos propietarios. Podías pedir por devolverlas, por ejemplo, unos 19.000 euros…

Aunque en aquellos tiempos, sería en pesetas… 

Pero eso, amiguitas y amiguitos, ya es otra historia…